Publicada
el 12 de octubre de 2012
Desacuerdo con respuesta ofrecida por la Unión de
Ferrocarriles de Cuba
Como dijo el compañero Raúl en la clausura de la
Primera Conferencia Nacional del Partido: "Es preciso acostumbrarnos
todos a decirnos las verdades¼ ".
A continuación expongo los fundamentos en los cuales
me apoyo para discrepar con la respuesta ofrecida por Miguel Acuña,
director general de la Unión de Ferrocarriles de Cuba, basándome en
mi experiencia personal, como ferroviario por 18 años y de ellos
ocho como inspector estatal.
1.No se es objetivo y claro en la respuesta brindada
así como está carente de elementos de peso, porque en ningún momento
señala las causas que propiciaron la ocurrencia del hecho ni los
responsables, dando una respuesta vaga y a medias.
2.Tanto en la denuncia formulada por el ciudadano I.
Rodríguez León en la publicación del Granma del 14 de septiembre,
como en la respuesta de Miguel Acuña en el del viernes 5 de octubre,
se hace referencia a que es frecuente la ocurrencia del hecho
denunciado y no se hace mención alguna a medidas adoptadas con
anterioridad o en la actualidad para evitar que estos problemas
sigan ocurriendo.
3.No se hace mención en el escrito, que de los
referidos 1 050 litros que poseía el depósito de combustible de
dicha locomotora, entre 700 y 800 litros corresponden al piso del
depósito, cantidad que no es succionado por la bomba de combustible
y previsto por el fabricante de la locomotora para impedir que
lleguen al motor las impurezas y el agua acompañante del
combustible, por lo que estamos hablando que de ese total de
combustible solamente es útil de 250 a 350 litros, cantidad
insuficiente para llegar con seguridad a Santiago de Cuba, ya que en
la topografía de este tramo de vía se encuentra la pendiente más
larga y pronunciada de los ferrocarriles de servicio público del
oriente del país y que al desplazarse el combustible en el depósito
de la locomotora hacia delante no existe garantía de una correcta
absorción del mismo, por lo que de apagarse la locomotora, por la
falta o insuficiencia del mismo, el tren se quedaría sin frenos y de
seguro podría producirse un accidente de magnitudes catastróficas.
4.Se omite hacer referencia a que el consumo de
combustible de esa locomotora en vacío, es decir estacionada, es muy
inferior a cuando está en marcha.
5.Tampoco refiere el índice de consumo de
combustible para este tren, en función de la topografía del terreno
y los vagones, es decir la cantidad de combustible que debería
consumir ese tipo de locomotora en condiciones normales para
recorrer los 74,4 kilómetros restantes hasta Santiago de Cuba para
demostrar que realmente el tren podía continuar sin riesgo.
6.Independientemente del índice de consumo que se
calcule para este tren, históricamente se ha establecido en los
Ferrocarriles de Cuba que las locomotoras de los trenes nacionales
de pasajeros saldrán de su estación de origen con el depósito de
combustible lleno al máximo, lo cual no tiene nada que ver con los
reajustes de los índices de consumo, ya que esta medida se adopta
teniendo en cuenta que durante el recorrido del tren entre la
estación de origen y la estación de destino final pueden ocurrir
imprevistos por diferentes causas y como medidas alternativas ante
la obstrucción de un tramo de vía se emplea el desvío por otras
opciones a las normales de circulación de dicho tren según su
recorrido por el itinerario, con lo cual se incrementaría el consumo
de combustible, evitándose con esta medida demoras adicionales e
innecesarias a los pasajeros por concepto de tener que reabastecer
de combustible a la locomotora.
7.No se da un veredicto del caso, solo acciones
superficiales; y teniendo en cuenta la cantidad de días
transcurridos entre la formulación de la queja y la respuesta
brindada y según mi experiencia de ocho años como inspector estatal
investigando todo tipo de casos en los ferrocarriles, considero que
existió tiempo más que suficiente para el esclarecimiento del hecho
y no plantear justificativamente que el maquinista y el inspector
del tren están suspendidos de sus funciones y bajo investigación
para determinar las razones de ese actuar.
Por todo lo antes expuesto es que nos planteamos las
siguientes interrogantes.
¿Si no se hace pública la denuncia se hubiera
realizado alguna investigación?
¿Qué hay de los otros actores involucrados en el
caso? Conductor del tren como máximo responsable de este,
despachador de movimiento de trenes, jefe de despachadores de
movimiento de trenes, habilitador, etcétera.
¿Dónde está el combustible faltante y necesario para
completar el viaje?
¿Cómo se puede ser tan categórico en el último
párrafo de la respuesta al plantear que se está contra todo acto de
indisciplina que se cometa en la prestación de sus servicios, si
anterior a formularse la denuncia del mal servicio y el maltrato a
los pasajeros, estos hechos habían ocurrido en reiteradas ocasiones
y no se había solucionado esa problemática?
R. J. Alonso Granados
Aclarando conceptos y posiciones
Leyendo la respuesta a mi carta, publicada el 28 de
septiembre, pude percatarme de que no se prestó la suficiente
atención a su lectura.
Acerca de la información que poseo sobre el tema en
cuestión puedo decir, que es la de más de 40 años en la docencia
médica superior, y ese mencionado 90 % de libros que se recupera,
por mucho, no corresponde con la realidad y los que se obtienen por
esa vía se reciben bastante deteriorados. Si estos textos se
vendiesen, a contrapelo de lo expresado, la mayoría de las personas
los revenderían para adquirir los del curso venidero, con la
particularidad que los cuidarían con esmero para evitar su
desvalorización y no como ocurre actualmente que no existe
preocupación por su cuidado, amén del innecesario engorro que para
una institución docente representa la recogida y entrega de los
libros de sus estudiantes y el suministro de material didáctico en
el centro educacional, actividades que van en detrimento del proceso
docente educativo, misión fundamental de los centros educacionales.
Lo que se lee en la mencionada respuesta, evidencia
que no se brindó la debida atención al párrafo que sigue y cito:
La obligación estatal consiste en garantizar la
justa retribución del trabajo de esos padres, bajo el principio
socialista de a cada cual según la cantidad y calidad del trabajo
que aporte y solo subsidiar a aquellos que realmente lo necesiten,
demostrado por una investigación social de cada caso en particular.
Expresado en otras palabras, es perentoria la revisión y
modificación radical de la política salarial en Cuba, para que el
trabajo se convierta, de una vez y para siempre, en la única fuente
de riqueza y bienestar, lo que en términos económicos significa,
recuperar en el país las perdidas relaciones monetario-mercantiles,
fin de la cita.
Es obvio que con los salarios actuales, una gran
cantidad de padres no podría adquirir libros, uniformes y materiales
escolares, pero con una reforma salarial adecuada esta necesaria
erogación monetaria serviría de acicate a esos padres a esforzarse
más en su trabajo a fin de lograr mayores ingresos para sufragar los
gastos de sus hijos.
El orgullo por nuestra educación nada tiene que ver
con esta medida, pues se continuará ofreciendo una educación de alta
calidad y de forma gratuita —precisamente la esencia de la demanda
de esos pueblos a la que hace mención el escrito, resuelta en Cuba
hace bastante tiempo— y, además, como lo establece nuestra Carta
Magna, en la que, casualmente, no se hace alusión a los uniformes y
útiles escolares. Nuestros niños y jóvenes seguirán luciendo,
orondos y henchidos de sano orgullo, sus vistosos uniformes, pero
adquiridos con el productivo sudor de sus padres, quienes les
exigirán cuidarlos debidamente. Ya en la actualidad un buen número
de padres tiene que desembolsar su dinero para adquirir libros y
uniformes por diferentes causas, que no viene al caso enumerar.
Como acoté anteriormente, si hubiese que subsidiar a
alguien, se haría bajo el principio de hacerlo sobre la base de
personas y no de productos o servicios.
Lo del sabor a neoliberalismo¼
no vale la pena emborronar cuartillas por lo absurdo e inconsistente
del planteamiento. Estamos hablando de perfeccionar nuestro sistema
socialista, antítesis del neoliberalismo, y erradicar gratuidades
que influyen en la productividad y la eficiencia del trabajo y no
constituyen conceptos de principio. Las oportunidades seguirán
siendo patrimonio de todos, esfuerzo mediante, y no se perderá ni un
solo talento por falta de recursos como ocurre en el capitalismo,
pero tampoco se perderán millones de pesos, y no centavos como se
plantea en la crónica, fomentando el igualitarismo y, más importante
aún, contribuyendo a la ineficiencia y la desidia como ha sucedido
hasta ahora.
Nadie ha dicho que la tarea es fácil, pero hay que
acometerla con decisión para lograr el ansiado despegue económico
del país y el bienestar que nuestro pueblo merece.
N. Páez del Amo
Siguen los desconocidos inscritos en mi casa
Ante todo mi sincero agradecimiento por haber
publicado mi carta el pasado 3 de agosto del 2012.
En esa carta denunciaba mi situación al tener
inscritos en mi dirección a dos personas que nunca han vivido en mi
casa, al tiempo que aparecían como "transitorias" en casa de su
madre, con la cual han vivido desde su nacimiento.
A raíz de la publicación de mi carta, inspectores
del Minint comprobaron la veracidad de mi reclamo, pero nada ha
pasado. La Fiscalía después de manifestar que estoy en un "limbo
legal", me ha dejado sumido en el mismo.
La orden que tiene el CIRP —Carné de identidad— de
que solo da baja a petición voluntaria y expresa de la persona
involucrada, equivale, a mi juicio, a plantear que los ladrones solo
serán apresados si se presentan voluntariamente en las unidades de
la PNR. Cuando una persona actúa de mala fe, como es el caso de los
inscritos en mi casa, desde luego que no van a darse baja de manera
espontánea.
Es realmente inconcebible que un caso tan sencillo y
evidente no haya encontrado solución después de dos años de
gestiones a todos los niveles.
A. Marín Rodríguez
Necesidad de respetar la opinión discrepante
El artículo publicado el pasado viernes bajo el
título "De jefes y responsabilidades" me ha motivado a sumarme a
quienes emiten sus opiniones en este espacio, del cual soy lector
asiduo desde sus inicios. En esta ocasión quisiera opinar sobre dos
temas que fueron tratados en él.
El primero es sobre el llamado hecho por el
compañero Raúl a emitir con sinceridad nuestros criterios, o con sus
palabras "a decirnos las verdades de frente, mirándonos a los ojos,
¼ discrepar incluso de lo que digan los
jefes, cuando consideramos que nos asiste la razón", cuestión que
considero básica para que nuestra sociedad continúe avanzando,
implementando los cambios que genera la actualización de nuestro
modelo económico, evitando a su vez que se cometan nuevos errores
por no escuchar todos los criterios o lo que es lo mismo no
propiciar que todos participen en su dirección.
Esto que se dice y escribe fácil es un proceso muy
complejo, pues durante muchos años no ha sido una práctica habitual
y no solo los superiores se han acostumbrado a esta situación y no
les gusta o no aceptan que se les cuestione, sino que los
subordinados también se han acomodado a vivir sin buscarse los
problemas que derivan de asumir esta postura. Esto a su vez ha
abierto el camino a oportunistas y aprovechadores, verdaderos
artistas en decir lo que los jefes quieren escuchar.
La realidad es que se ha matado el debate y la
cuestión es preguntarnos: ¿por qué esto ha pasado? Personalmente no
creo que sea porque a la gente no le interese participar, la propia
idiosincrasia del cubano lo inclina a opinar de todo, a discutir
sobre cualquier temática cuando se abre el espacio para ello, el
debate popular sobre los Lineamientos de la Política Económica y
Social del Partido y la Revolución lo demuestran. Creo que la causa
está en que no existe el clima adecuado y es la consecuencia de
durante años haber combatido a quienes emiten criterios divergentes,
catalogándolos cuando menos de "rosca izquierda" y cuando más de
problemáticos y conflictivos.
Creo que el mejor termómetro para medir cómo esto va
cambiando es que los niveles superiores valoren la participación en
las discusiones y las votaciones en cualquier tipo de reunión o
evento que conlleve a tomar acuerdos en sus entidades subordinadas,
dígase las sesiones de los órganos de dirección colectiva,
cuestionándolos si son adoptados unánimemente y mediante pálidas
discusiones, pues en esos casos podemos estar seguros de que muchos
de los participantes no expresaron lo que pensaban y eso es dañino,
pues como afirmara Raúl, luego emiten criterios en pasillos o
lugares indebidos.
Debe velarse porque los órganos asesores no existan
por pura formalidad, sino para emitir criterios y que estos sean
tomados en consideración, aunque difieran de la idea del jefe. No se
debe permitir que cuando un tema sea sometido a la consideración de
expertos lo que se busque sea apoyar una decisión previamente tomada
y si eso no se logra sencillamente se ignoren sus criterios. En este
sentido considero que por ahí debe empezar el cambio, por una parte
revisando lo que se aprueba sin haber sido discutido y discrepado, y
por otra juzgando a los jefes que se pronuncian o actúan contra
quienes difieren de sus criterios, exigiendo que las reuniones no
sean monólogos donde solo hablan los jefes.
En segundo orden quería referirme al tema de las
competencias, que muy bien esta reflejado en el artículo, cuando
menciona que se necesitan jefes competentes. En este sentido la
recomendación sería evaluar este aspecto en el trabajo de los
órganos de cuadros, empezando por la selección. Si algo ha
caracterizado nuestro proceso revolucionario ha sido el esfuerzo
permanente por elevar el nivel educacional del pueblo. ¿Cómo se
entiende entonces que se promueva a un cargo superior a alguien que
tiene menor nivel educacional que sus subordinados? Evidentemente
esta no es la única condición para desempeñar funciones de
dirección, pero cuando estas cosas pasan contrastan con el gran
potencial de compañeros con preparación superior que han sido
formados en los más de 50 años de Revolución.
Las escuelas y universidades no están por gusto. No
debe permitirse que se eliminen compañeros con capacidades porque
hagan "sombra", pues como dice el artículo son ellos precisamente
los que se necesitan para poder llevar la economía al nivel que
demanda el país. No deben promoverse compañeros porque agraden al
jefe, sino por sus capacidades demostradas. Cuando estas cosas
suceden en una entidad quien debe ser cuestionado es su máximo
dirigente y eso compete al nivel superior.
Lo más importante es hacer cumplir lo que está
orientado por nuestro Primer Secretario, que esas indicaciones no
queden engavetadas y eso solo es posible instrumentando los
mecanismos para velar por su cumplimiento. Eso nos ayudará a todos a
cambiar la mentalidad.
F. J. Fernández Padiz
¿Revendedores o cuentapropistas?: preocupación de
muchos
El 14 de septiembre en la sección Cartas a la
Dirección publicaron una preocupación de Y. Erbella Ramírez con el
título de ¿Revendedor o cuentapropista?
Esa preocupación es de muchos. En Holguín se ha
autorizado una gran área frente a la Universidad de Ciencias
Médicas, en la avenida Lenin, donde se exponen en los famosos catres
(se utilizan para colocar lo que se oferta), una serie de productos,
por lo general casi todos procedentes de las tiendas recaudadoras de
divisas, y de productos industriales comprados por residentes
temporales en algunos países de Latinoamérica. Usted puede encontrar
en esos catres lo que necesite desde un par de zapatos de marca
traídos desde el extranjero, cualquier producto de los que se agotan
de inmediato en las tiendas que venden en CUC, hasta un estuche de
teléfonos celulares, que ETECSA comercializa a 4.00 CUC y allí se
venden a 10.00 CUC.
Se está autorizando a los cuentapropistas a revender
a precios que duplican el real, a ese cubano que trabaja en un
horario laboral que apenas tiene tiempo de ir a una tienda.
Estamos autorizando una venta que no es la más
adecuada y creo que no está dentro del objeto social del trabajo por
cuenta propia.
J. Escalona Escalona
El respaldo al cliente
Un día tuve la peregrina idea de comprar en una de
nuestras tiendas algo que pensaba me libraría de los tormentos de
transportarme. Una bicicleta eléctrica.
Hoy en el mundo se fabrican y se venden cada día más
por el precio en aumento continuo del combustible. Para asegurar su
venta, los fabricantes conocen que deben dar un respaldo en
productos y facilidades a lo que ponen en el mercado, a la vez que
se esmeran en cómo mejorarlo.
Aquí, desafiamos todas las reglas lógicas que en el
comercio existen. La garantía no tiene nada que ver con el precio de
lo que se compra y por supuesto, no existe una sola pieza en las
casas comerciales para satisfacer las necesidades del que compró
algo, cuando exista un problema.
Así, esa bicicleta eléctrica que hace tres años
compré a un precio nada despreciable, debe uno mantenerla con lo que
suministran las personas en nuestras calles.
Nada de los elementos esenciales que lleva esa
bicicleta eléctrica para que funcione, se vende en ninguna de
nuestras tiendas comerciales normalmente. Ni siquiera las baterías
que son el combustible de las mismas.
Los clientes no poseemos ningún derecho. Estamos
desprovistos de cualquier marco legal que nos permita iniciar una
acción contra cualquiera de esas grandes tiendas distribuidoras de
productos, de las cuales ninguna de ellas se hace responsable. Pero
ellas siguen vendiendo, que es su único interés, incrementando sus
ganancias a costa de los altos precios que se imponen a los
productos y somos los consumidores, los únicos perjudicados.
Y aunque parezca imposible, hoy en día se siguen
vendiendo esas bicicletas eléctricas en otros modelos, su precio es
más alto todavía, siguen sin tener piezas de respaldo y la necesidad
hace que el que pueda la siga comprando. Las consecuencias vendrán
después pero eso no se toma en cuenta.
J. Bedriñana Isart
Acerca de los bombillos ahorradores
Desde hace ya algún tiempo han desaparecido de la
red minorista en algunas ciudades los bombillos ahorradores de
electricidad, en especial los comprendidos entre 15 y 20 watts, que
son idóneos para alumbrar una habitación y un cuarto de baño.
De más está decir que siempre estuve de acuerdo con
la política del ahorro de electricidad, que tanto cuesta producir a
partir de combustibles fósiles como el petróleo, y entregué todos
mis bombillos incandescentes a cambio de los ahorradores y cuando se
me fundía alguno, podía adquirirlos en la red minorista a un precio
comprendido entre 45 y 50 CUP. Algunas veces han aparecido bombillos
de cinco y ocho watts, los que nada me resuelven, pero ya ni esos
aparecen.
Los últimos bombillos de 18 watts me los consiguió
un compañero de trabajo en Holguín, pero ya ni allí aparecen.
Tampoco en Bayamo, mi ciudad natal, aunque no vivo allí, pero tengo
familia. Poseo dos de estos bombillos instalados en mi habitación y
en el baño, brindándome un inestimable servicio, pero temo que
puedan fallar de un momento a otro, poniéndome en un verdadero
aprieto.
R. A. Matos Tamayo
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