Indisciplinas sociales: falta de accionar de las
autoridades
Sobre este tema se ha hablado y escrito mucho,
siendo común oír a la gente en la calle expresar su decepción por la
falta de accionar de las autoridades frente a las indisciplinas
sociales, un mal que se ha arraigado profundamente entre nosotros,
que no se puede permitir en nuestro sistema social.
A pesar de todo, la Policía y los inspectores siguen
pasivos, sobre todo en las ciudades que es donde más incide este
flagelo, por su falta de accionar permiten todo tipo de actos contra
la sociedad: realizar escándalos en público, romper bancos de los
parques, botar objetos por doquier, andar por la calle sin camisa,
etc., todo esto está penado por las leyes pero no se hacen cumplir
por las autoridades pertinentes.
Pienso que hay que exigir más respeto y multar a
todos los que infrinjan la ley de esta forma, que en ocasiones
parece insignificante, pero es muy molesta para las personas dignas
de nuestro país.
Creo además, que las instancias gubernamentales
deben ser más exigentes con las autoridades (policías e
inspectores), a que velen con más responsabilidad por la
tranquilidad ciudadana y a que sean los primeros en cumplir y hacer
cumplir lo que está reglamentado en leyes, disposiciones y
reglamentos para que así todos los cubanos podamos vivir sin el
agravio que provocan las indisciplinas sociales.
O. Nasco Companioni
Una lucha sostenible contra mosquitos y otros
vectores y con medios propios
¿Cómo un país tropical y sin muchos recursos
materiales puede tener una lucha sostenible contra este flagelo de
la sociedad que son los vectores de enfermedades? ¿Cuánto cuesta en
mano de obra importante y en recursos materiales un verdadero
ejército de personas con medios fumigadores y compuestos químicos
insecticidas de alta tecnología? ¿Por qué nuestros políticos tienen
que dedicar tanto tiempo a esto y por lo tanto restárselo al que
deben emplear en la atención de los cruciales retos que tiene hoy
nuestra sociedad, que la queremos todavía más digna y justa para el
futuro?
Evidentemente que la sostenibilidad de esta batalla,
que es tan eterna como el clima tropical de nuestro país, pasa por
la participación de todos. Pero la acertada campaña del autofocal y
la prevención solo se ha concentrado desde hace muchos años en la
eliminación de criaderos, que es, por supuesto, muy importante.
Pero, ¿por qué las personas no pueden hacer sus propias fumigaciones
en su entorno, que son las que mejor lo conocen?
En mi infancia, cada casa de nuestro país disponía
de un ingenioso aparato, hecho de latón, en Cuba, y casi siempre en
talleres artesanales, que se conocía como el "aparato de flit", en
alusión a una marca comercial de insecticida. No usaba gases que
dañaran la capa de ozono, pues la energía de emisión venía de la
pulsación de un fuelle. Usando DDT sí que alteraban el entorno, pero
prevenían aceptablemente de moscas trasmisoras de enfermedades
diarreicas y de mosquitos trasmisores de muchas otras aún en
condiciones de una población con poca cultura. Con los insecticidas
modernos el perjuicio sería igual a la de la fumigación actual, pero
mucho más racional, por orientarse a los lugares que cada quien
conoce que puede ser criadero en su casa.
¿Por qué no se dispone por parte de la población
cubana, a precios pagables por todos, de dispositivos tan simples?
En las condiciones actuales de que todos saben lo que combaten y
cómo combatirlo, sería una batalla ganada a priori, y además con una
indiscutible sostenibilidad en el tiempo. No creo que se pueda
renunciar totalmente a una inversión central importante como la
actual en agentes con fumigadores profesionales del MINSAP, pero sí
creo que la única forma de hacer sostenible en nuestro país una
lucha antivectorial eficaz es haciendo que participe toda la
población y no solo previniendo, sino actuando directamente contra
las plagas.
L. A. Montero-Cabrera
¿Derroche de recursos de la Empresa Eléctrica?
Desde hace varios años se cambió el cable de
distribución secundario del transformador que me brinda servicio
eléctrico. Como el nuevo es de aluminio y la acometida de la casa es
de cobre y además el trabajo no quedó bien hecho, constantemente hay
fallas o se me va el servicio. He reportado varias veces y van,
resuelven aparentemente y se van. A veces la solución no dura ni dos
horas.
Soy ingeniero eléctrico y conozco que la solución es
tan sencilla como instalar conectores bimetálicos. Cada vez que
pasan estas cosas, me acuerdo de un profesor mío que decía que los
ricos gastaban pesos para recoger millones y los pobres ahorraban
quilos y botaban millones. Si sacamos el costo en combustible, horas
hombre de trabajo, herramientas y muchos otros, el derroche es a
manos llenas.
C. Montó Fernández
En defensa de nuestro orgullo de identidad
nacional
Enfrascados en otras cuestiones, a veces no nos
percatamos de ciertas realidades insultantes. Lo cierto es que
algunas personas, ya sea por ingenuidad, por desconocimiento o por
llamar la atención en su forma de vestir, hacen uso de atributos que
proyectan la publicidad de la bandera que representa a la nación
cuyos gobiernos tanto nos han agredido con sus despreciables
calumnias, vergonzosas manipulaciones y creciente política de
hostilidad y amenazas contra nuestro pueblo.
Sin lugar a dudas, estos atributos forman parte de
un diseño publicitario, lucrativamente manipulado. En él se traslada
un trasfondo ideológico para corromper y vulnerar nuestra
sensibilidad política y sentimientos patrios. Por lo tanto, no le
podemos hacer el juego a estos manejos que tienen intenciones
enrevesadas y hagamos un llamado de alerta, para defender nuestro
orgullo de identidad nacional.
Estoy de acuerdo que debemos combatir la naturaleza
de ese irresponsable bombardeo publicitario, sumamente cínico e
inaceptable, relacionado con la publicidad de la bandera
norteamericana. Su manejo propagandístico resulta nocivo y es un
grosero insulto, con propósitos indefendibles. Razones tenemos de
sobra para pensar así. Nos respalda un claro sentimiento de
identidad política, cultural y patriótica que enriquece nuestra
memoria histórica.
Muy saludable sería que desde edades tempranas, en
el hogar con la familia, en la comunidad, en la fábrica, en el
taller y en las escuelas, con el personal docente, valorar el
significado patriótico y político-ideológico de los atributos que
identifican a los símbolos de la Patria, en contraposición al
enajenante y desideologizante bombardeo publicitario "Made in USA".
De esta forma estamos defendiendo valores de identidad nacional, por
lo que no debemos desaprovechar la oportunidad de estar mejor
instruidos y profundizar en la Ley de los Símbolos Nacionales, su
Reglamento, así como las normas que regulan su uso y conservación.
Si nos preparamos, no podrán confundirnos con
acciones, aparentemente inofensivas que promueven estas invasiones
publicitarias. Finalidad que está orientada para crear hábitos,
asumir valores y adoptar costumbres, con las cuales tratan de
desmontar nuestra identidad cultural, corromper la autoestima
nacional y el amor patrio de los cubanos.
A nuestro favor está la experiencia adquirida y la
adecuada percepción del fenómeno. Pero, si no argumentamos
debidamente, no podremos sumar adeptos, esclarecer a los ingenuos y
mucho menos convencer a los confundidos. Por lo tanto, no
subestimemos el efecto de la norteamericanización. Habrá que
recurrir a procedimientos y métodos más adecuados y hurgar en ideas
más concretas. El enfoque ha de ser creativo y ajustado a las
circunstancias en las que se desarrollan estos vergonzosos manejos
propagandísticos.
Como cubanos, no albergamos ninguna animadversión
hacia el pueblo norteamericano. Admiramos a ese pueblo y a
incontables de sus solidarios y entrañables hijos, que siempre serán
bien recibidos en nuestro país. Por lo que no se trata de un
sentimiento de rechazo a la bandera norteamericana, sino denunciar
qué se esconde detrás de ese desproporcionado torrente
propagandístico. Es imprescindible desmontar la campaña publicitaria
y frustrar sus posibles efectos de la forma más eficaz. Por eso, ni
ingenuos ni condescendientes.
J. Pozo
El Estado no tiene por qué fomentar el
despilfarro de recursos
Cada año, ante el inicio de un nuevo curso
académico, he sido testigo, durante largos años, de la reiteración
de los mismos problemas a la hora de la adquisición, por padres y
alumnos, de los uniformes y materiales docentes.
La idea de entregar, de forma gratuita o a precios
subsidiados, prácticamente simbólicos, uniformes, material escolar,
libros, meriendas y otros muchos bienes, incluso en la enseñanza
superior, es una acción que se enmarca perfectamente dentro de este
sabio apotegma martiano. El deseo idílico de todos es que fuera
factible, pero la cruda realidad económica nos exige modificar la
forma de hacer, porque estamos tirando recursos valiosos en un hueco
sin fondo.
Soy educador, padre y abuelo y he visto cómo una
gran parte de los educandos, así como muchos de sus familiares, no
valoran las enormes sumas de dinero y recursos que hay que destinar
para dotar a los estudiantes, en todos los niveles de enseñanza, de
una gran cantidad y variedad de artículos, y permiten que sus hijos
maltraten y destruyan aquello, que sin costo alguno para ellos se
les entrega, año por año, a expensas del presupuesto de la
educación.
Otro pensamiento del Apóstol nos dice que todo
hombre tiene el derecho a que se le eduque y ese lineamiento forma
parte de las garantías que el socialismo ofrece a sus ciudadanos,
pero el Estado, que brinda la oportunidad a todos de educarse hasta
el máximo nivel, no tiene por qué fomentar el despilfarro de
recursos, sacrificando al presupuesto con erogaciones que deben ser
responsabilidad de los padres. Son ellos los llamados a asumir esos
gastos y hacer que sus hijos cuiden esos bienes, que con sudor y
sacrificio, ponen en las manos de sus vástagos para que estudien y
se superen.
La obligación estatal consiste en garantizar la
justa retribución del trabajo de esos padres, bajo el principio
socialista de a cada cual según la cantidad y calidad del trabajo
que aporte y solo subsidiar a aquellos que realmente lo necesiten,
demostrado por una investigación social de cada caso en particular.
Expresado en otras palabras, es perentoria la revisión y
modificación radical de la política salarial en Cuba, para que el
trabajo se convierta, de una vez y para siempre, en la única fuente
de riqueza y bienestar, lo que en términos económicos significa
recuperar en el país las perdidas relaciones monetario-mercantiles.
El suministro de enseres escolares de todo tipo
deberá realizarse a través de la red minorista de establecimientos,
de acuerdo con los usos y reglas del comercio, mediante la compra y
venta de los artículos en cuestión, sin la intervención de las
instituciones docentes, que deben ocuparse de las múltiples tareas
relacionadas con su verdadero objeto social: el proceso docente
educativo.
Recuerdo haber realizado mis estudios secundarios y
universitarios comprando y vendiendo libros usados, que cuidaba como
a la niña de mis ojos, y muchos de ellos aún permanecen en mi poder
en buen estado de conservación, después de más de medio siglo de
uso. En cuanto se estabilice el expendio de libros de texto en las
librerías, se verán aparecer los establecimientos dedicados a la
compra y venta de libros de uso, que aliviará los bolsillos de los
padres de los estudiantes y proporcionarán trabajo a cientos de
cubanos.
Otra forma de atenuar los gastos familiares pudiera
ser el otorgamiento de premios por excelente rendimiento y concursos
de conocimientos a los mejores estudiantes.
Decían nuestros abuelos, y no dejaban de tener
razón, que aquello que no cuesta trabajo no se valora, y ejemplos de
ello hemos tenido a granel, en los más de 50 años de quehacer
revolucionario.
Señalaba Pitágoras: "Ayuda al prójimo a levantar su
carga, pero no te sientas obligado a llevársela". Una cosa es
brindar la igualdad de oportunidad a todos y otra, bien distinta, es
no exigir el esfuerzo de aquel a quien se le brinda. No es lo mismo
igualdad de oportunidades, que igualitarismo.
Estimulemos el esfuerzo y no el facilismo, el camino
al éxito nunca está alfombrado ni sembrado de flores y ha de
derrocharse voluntad, constancia y tesón para lograrlo.
La nación reclama de transformaciones profundas y
urgentes en todos los frentes con el fin de lograr el ansiado
bienestar, la necesaria eficiencia y toda la justicia del mundo.
N. Páez del Amo
Ocho años en un dilatado proceso de Vivienda en
Holguín
Soy asidua lectora de la sección "Cartas a la
dirección" y me dirijo a ustedes con la esperanza de que finalmente
se atienda mi caso como corresponde, proceso que se ha dilatado por
más de ocho años.
En el año 2004 promoví ante la Dirección Municipal
de la Vivienda en Holguín un proceso de división obligatoria de la
vivienda de la cual soy copropietaria, sita en Avenida Capitán
Urbino no.16-F, entre Maceo y Máximo Gómez, Holguín.
El 27 de octubre del 2005 la Dirección Municipal de
la Vivienda en Holguín se pronuncia a mi favor mediante la
Resolución No. 3962/05. Contra esta decisión, mi exesposo interpuso
reclamación ante la Sala de lo Civil y lo Administrativo del
Tribunal Provincial de Holguín, instancia que, con fecha 31 de mayo
del 2006, declara sin lugar la demanda.
Esta sentencia es impugnada nuevamente por mi
contraparte ante el Tribunal Supremo Popular, declarándose con fecha
30 de agosto del 2006, sin lugar el recurso interpuesto.
Desde ese momento, y ante la negativa de mi exesposo
a realizar amigablemente la división de la vivienda, estoy tratando
que la Dirección Municipal de la Vivienda en Holguín ejecute la
debida diligencia como le corresponde y dispuso la ley en este caso.
Cuento con la documentación requerida y los
materiales necesarios para ejecutar la división, pero en mis
frecuentes visitas a la Dirección Municipal de la Vivienda en
Holguín, siempre encuentro una evasiva de parte de sus funcionarios.
Varias veces ni se molestan en atenderme, ya son cuatro los
directores de la Dirección Municipal de la Vivienda que han conocido
mi caso y han cesado en sus funciones sin buscar una solución con
apego a la ley.
Desde el 2005 mis dos hijos viven en la casa de sus
abuelos, sin las más mínimas condiciones y yo vivo agregada en otra
casa, y me pregunto, ¿quien ejecuta en este país lo que se dispone
por ley? ¿Dónde está la legalidad?
M. F. Pérez Batista