Publicadas el 13 de abril de 2012

Un llamado de atención a la manera en que se trata el polémico tema de la migración interna

El viernes 23 de marzo, en la sección Cartas a la Dirección, un lector hacía referencia, en una irreverente carta, al tema de la migración interna. Esto me motivó a hacer un llamado de atención a la manera en que se trata tan polémico tema.

Es evidente y triste el sentimiento de rechazo existente en parte de la población capitalina hacia las personas provenientes de algunas de las regiones del interior del país, fundamentalmente de la región oriental.

En este escrito, el lector hace todo un despliegue elocuente y bien argumentado de tal rechazo.

Refiriéndose al tema de la migración interna hacia la capital alega que: "Se trasladan malos hábitos, comportamientos inadecuados y modos de vida incompatibles que son rechazados por la población¼ ".

Es inaceptable y rondan la absurdidad tales comentarios o afirmaciones que, lejos de solucionar un problema, muestran rasgos de discriminación, regionalismo y falta de conocimiento, los cuales han constituido un serio problema de integración a lo largo de nuestra historia. Si bien no es intención discriminar a las miles de personas que provenientes de otras regiones del país laboran o viven en la capital, se hace evidente cierto mensaje de rechazo, que para nada conlleva a la eliminación de las diferencias sociales por las cuales se ha luchado tanto.

Según la carta publicada, la migración interna hacia la Capital "constituye un problema para la sociedad capitalina y está relacionada o es la causa del deterioro social y las conductas negativas en la capital". Cito sus palabras: "Este fenómeno también guarda su relación con algunos signos visibles de la conducta social que proyecta la capital, los cuales son nocivos, dado su efecto indeseado en el seno de la comunidad. Convivimos con ellos y, sin darnos cuenta, se van creando las condiciones para un ambiente marginal y delictivo. Son el reflejo más despreciable de una realidad socio-cultural que, de alguna forma, altera el sistema de valores y la imagen de nuestro pueblo". Fin de la cita.

Sería bueno recordar la procedencia de nuestros principales líderes o la de tantos personajes de la cultura, la ciencia o el deporte que hoy constituyen lo más representativo de la sociedad cubana y que han aportado tanta gloria en el ámbito nacional e internacional.

No creo que los problemas de conductas sociales nocivas para la sociedad capitalina provengan de la migración de personas del interior del país hacia la capital. En estos problemas intervienen una serie de condiciones sociológicas propias de las grandes urbes, las cuales no son mi objetivo mencionar. Pero sí es de mi interés resaltar ciertas acciones negativas que giran en torno a un verdadero problema social, la discriminación que conllevan esas apreciaciones absurdas.

Es triste ver cómo nuestra televisión se hace eco, algunas veces, de manifestaciones de rechazo y burla a todo aquel que no sea considerado "habanero", no son pocas las ocasiones en que algún artista cubano, digamos humorista, aprovecha el marco televisivo para hacer un alarde de "habanerismo" y criticar costumbres, modos de hablar o simplemente utilizar el término de "Orientales" o "Palestinos" peyorativamente, y no con el afán de querer resaltar una región geográfica que ha sido madre y protectora de todo nuestro proceso independentista y revolucionario o de querer resaltar al pueblo de Palestina que tanto sufre el asedio israelí.

Cuando escuchamos estas palabras, se hace referencia a una persona ignorante, carente de normas sociales y usurpadora. Existe una gran tendencia a ridiculizar en telenovelas o espacios humorísticos a personas provenientes de estas regiones. Estas acciones, por inofensivas o no tan mal intencionadas que parezcan, a mi modo de ver siembran un sentimiento de rechazo y xenofobia hacia todo aquel que no sea habanero. En escasas ocasiones es resaltado el mérito de estas personas, rara vez se representa al intelectual o científico oriental, y nuestra región es fuente de la identidad cubana, no solo por las tradiciones de lucha, sino también por el aporte cultural y científico a nuestro país.

Hoy, todo el pueblo cubano tiene acceso a la televisión y esta a su vez tiene una gran influencia en la manera de pensar y proceder del pueblo, por lo cual este medio debe cumplir un rol educativo en nuestra sociedad, y estas acciones o programas van en detrimento de la labor educativa de crear una sociedad libre de prejuicios y discriminaciones de todo tipo.

Cierto es que muchas personas de todos los estratos sociales migran hacia la capital en busca de mejores oportunidades, pero estas no son la causa de los problemas sociales de la Capital de todos los cubanos o de corromper el "entorno social capitalino". Por qué no hablar del beneficio o el aporte imprescindible e indispensable de los miles de profesionales orientales o de otras provincias que laboran y viven en la capital y que, lejos de constituir un problema social, contribuyen al desarrollo del país y a enriquecer la sociedad habanera.

Muchos años de lucha y sufrimiento le han costado a nuestro pueblo lograr un sistema social lo más justo posible, libre de discriminaciones de cualquier índole. Por tal motivo, creo que es sumamente dañina cualquier manifestación de rechazo, discriminación o xenofobia por parte de cualquier persona. Ningún cubano tiene el derecho de sentirse privilegiado o superior a otro. Villaclareños, camagüeyanos, pinareños, habaneros y orientales, somos una misma cosa. Si la migración constituye un problema no solo en Cuba, sino en el mundo, es por la desigualdad y la mala repartición de los recursos y es hacia este horizonte que nuestro Gobierno y nuestro pueblo deben centrar sus esfuerzos, para buscar la total igualdad de los cubanos, que pienso es una meta digna de alcanzar y está dentro de la política de nuestro Estado revolucionario.

Y. Roldán Acosta

¿Talleres estatales o privados?

Arreglar un auto particular en un taller estatal tiene ciertas complicaciones. El propietario del vehículo recibe la autorización y, según la reparación que se realice, paga una cantidad módica en CUP.

Si aquí terminara el proceso no habría problema alguno y todos saldríamos felices, mas el cliente se ve obligado a ponerse de acuerdo con el mecánico o chapista, quienes hacen una valoración del arreglo a realizar y dan un precio a pagar por la mano de obra en CUC, que supera en cuatro o cinco veces al que pagas estatalmente.

Si la reparación necesita reponer alguna pieza, en caso de no tenerla el propietario del vehículo y no existir en el almacén, lo más probable es que te la venda el propio mecánico u otro empleado que la tenga.

Este accionar de una especie de empresa privada en nuestros talleres se ha convertido en una práctica desde hace algunos años. Se utilizan las instalaciones, recursos y medios de la empresa estatal con fines privados y yo me pregunto: ¿No sería mejor convertir estos talleres en una empresa cooperativa, ahorrándose el Estado los gastos que una empresa de este tipo genera, y obtener por la vía del impuesto recursos que necesita para cubrir otros gastos de interés social a nivel nacional?

J. J. Cubría Peregrino

Aún no se hace todo lo que se puede para lograr mejores resultados en las producciones agrícolas

Resulta sobradamente conocido cómo era la vida del campesino cubano antes que en nuestro país, por fortuna para todos y sobre todo para los humildes, triunfara nuestra Revolución a partir de lo cual se abrieron, hasta entonces totalmente cerradas, las puertas de nuestras ciudades y sus instituciones educacionales, de recreación, de salud, de trabajo en las industrias y centros de servicios y otras opciones, y fue entonces cuando nuestro campesinado y sobre todo la juventud de forma masiva abandonó nuestras tierras y, salvo casos aislados, solo quedaron en ellas nuestros padres, abuelos y tíos de avanzada edad.

Para los jóvenes, en los que me incluyo, solo existía en el campo la guataca, el caballo y las espuelas y quizás una yunta de bueyes.

Hoy, como resultado de la situación internacional, el cada vez mayor incremento de los precios de los alimentos y el endurecimiento del criminal bloqueo imperialista, el país ha declarado la producción de alimentos como un asunto de seguridad nacional.

Es por ello que se han adoptado un conjunto de medidas estatales para una mayor y mejor explotación de las tierras ociosas.

Sin embargo, a mi modesto juicio, aún no se hace todo lo que se puede para lograr mejores resultados en las producciones agrícolas.

Cuba no cuenta por el momento con tecnología suficiente para trabajar la tierra a escala masiva, por lo que resulta imprescindible el trabajo del hombre de forma individual y colectiva y se convierte en vital la incorporación de los jóvenes a nuestros campos.

Pero para lograr tan necesario y a la vez difícil propósito hay que innovar métodos y procedimientos en cuyo sentido pienso se puede hacer lo siguiente:

· Priorizar a los jóvenes en la entrega de tierras en usufructo, es decir, con las mejores tierras, trámites rápidos, etc.

· Priorizar a los jóvenes en la adquisición de medios de trabajo a precios y formas de pago diferenciados.

· Priorizar a los jóvenes en la adquisición de materiales para su vivienda, de manera que pueda en breve tiempo vivir con su familia junto a la tierra que trabaja.

· Crear un sistema de estímulo material y moral de tal manera que motive de verdad a los jóvenes a trabajar la tierra y a lograr altos resultados.

· Implementar un amplio y atractivo programa de divulgación y destaque del trabajo de los jóvenes en la agricultura y no como se hace actualmente que se publican aisladas actitudes y logros de la juventud en nuestros campos, y otras medidas que tengan que ver con la superación, las actividades recreativas, etc.

Para esto solo hace falta creatividad, entusiasmo y muchísimo trabajo, al frente de cuya hermosa e importantísima tarea debe estar el apoyo tanto de la Juventud Comunista, como de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.

El futuro inmediato de nuestros campos debe pertenecer a nuestra juventud, pero para ello hay que transformar en primer lugar nuestra forma de pensar con respecto a la agricultura.

E. W. Matos Santos

Ojo con los que promueven las aparcerías

He visto aquí en estos días dos cosas que se contraponen frontalmente con la idea de que la producción de alimentos es un asunto o cuestión de seguridad nacional, tal y como lo definió el compañero Raúl. He visto desabastecimiento de viandas, granos, carnes, hortalizas, en los agromercados, y de manera simultánea, un incremento de la venta de tales productos en forma ambulatoria, o sea, una caja en una bicicleta o una pequeña carretilla, ¡claro que a otros precios de los de la tarima fija! Pudiera decirse que más elevados, pero es más claro y preciso decir, inalcanzables para la gente que vive de su trabajo y salario. Por otro lado, escuchamos a la prensa anunciar el número de hectáreas de tierra que han sido dadas en usufructo, y de ellas, cuántas ya están produciendo.

Y me pregunto si todas las personas que recibieron tierras en usufructo están produciendo para entregar lo producido al Estado, a través de los mecanismos acopiadores. Me pregunto si todos los que han solicitado y recibido tierras, son realmente los que las están labrando y cultivando, o si una parte de ellos se han convertido en intermediarios de la tenencia de tierras. Me refiero concretamente a si se está cumpliendo, en su letra y espíritu, el tercer párrafo del artículo 19 de la Constitución de la República, que prohíbe taxativamente el arrendamiento, la aparcería y los préstamos hipotecarios sobre las tierras de los agricultores pequeños.

Me pregunto si pueden seguirse considerando, en las actuales condiciones de agroquímica, de tecnología, de nivelación de tierras con rayos láser, etcétera, como pequeño agricultor a un tenedor (propietario o usufructuario) de casi 40 hectáreas de tierra.

Entiendo que la aparcería puede estar haciendo un daño de insospechable alcance a la producción de alimentos, y más que a su producción, a su puesta al alcance del bolsillo popular. El aparcero no es más que un intermediario que, sin título legítimo, hace producir la tierra, comprando insumos a precios de economía sumergida, y le vende lo producido, sin contrato, a quien la compre, al precio que decide imponerle. Creo que por eso a veces vemos que un pepino cuesta tres pesos, o un boniato cuesta dos. He dicho cuesta y no vale, porque el valor no se crea en la circulación, sino en la producción, y según nos enseñaron, el valor se mide por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir el objeto o mercancía. También nos enseñaron que precio es la forma dinero del valor, y que en un momento pueden no coincidir la forma con el contenido. Y creo que la aparcería puede hacerse visible, cuando a simple inspección se puede controlar a alguien que recibe tierra para producir, no las hace producir de verdad y se queda a la sombra porque se la entregó a un individuo, recibiendo un 30 o un 40 % del fruto de la tierra, solo por haber recibido un documento que lo convierte en titular.

¿No debiera sancionarse, de forma ejemplarizante, como dijo Raúl, dentro de la ley, pero de modo implacable, a aquellos funcionarios o directivos que debiendo ser abanderados en el combate contra la aparcería, resulten ser sus promotores?

¿No deberíamos defender a toda costa la prohibición contenida en el tercer párrafo del artículo 19 de la vigente Constitución de la República?

¿No debiéramos considerar que cuando admitimos la aparcería, no solo estamos vulnerando la ley de leyes, sino estamos prohijando una conducta de usar la ley para enriquecer a personas con fórmulas capitalistas o feudales de explotación de la tierra?

¿No debiéramos estimar que esos veleidosos que para justificarse de tales anomalías declaran que estamos construyendo el socialismo, no estarán realmente cavando su sepultura?

A. Rodríguez Luna

¿Con el estatal o con el particular?

El pasado jueves 5 de abril me dirigí al taller de reparación de equipos electrónicos de celulares y teléfonos, en C y 23 en el Vedado. El objetivo era darle mantenimiento a un inalámbrico, en la puerta me recibe un joven como si fuera empleado, me ve el teléfono, me dice que hasta el lunes porque no había luz, que el trabajo costaba cinco CUC y me llevaba el equipo al momento, pero que enfrente había un taller particular que realizaba el mismo servicio y por el mismo precio. El lunes 9 retorno al taller estatal, por supuesto, ¿cómo voy a pagarle a un particular cuando por el Estado recibo el mismo servicio?

Error, esa teoría se me desmoronó cuando la recepcionista mira el teléfono, me dice que para este equipo no hay piezas, que debía dejarlo, y pasar por él en una semana, que si no tenía arreglo, me cobraban dos CUC, pero si le daban mantenimiento, eran cinco.

Estoy recién operada y quería ganar tiempo y evitarme otro viaje al Vedado desde el Cerro.

Entonces salgo, me dirijo a una joven, que al igual que el que me había atendido el jueves anterior, sin dejarme entrar, que resultó ser promotor de los particulares y no de los del taller. Le pregunto dónde es que arreglan ese equipo, ella muy amable, me muestra el lugar, a una cuadra y media, y al llegar allí, soy atendida por un joven mecánico, espero que termine con el cliente anterior, toma el equipo, me pregunta qué tiene, le explico que las teclas están duras y no hacen contacto, rápidamente me dice que por darle mantenimiento son cinco CUC, o sea, en menos de siete minutos, porque tuve la curiosidad de medir el tiempo, lo abrió, le limpió los contactos, lo probó, se demoró más en darme el papel de garantía por un mes, que en arreglarlo. Salí satisfecha, arreglado el equipo, con garantía por un mes, y en siete minutos, y ahora me pregunto: ¿Por qué el Estado se da el lujo de perder clientes, credibilidad e ingreso económico?

No es más producente, que ese taller tenga un mecánico atendiendo esos casos por orden de llegada, ¿por qué tener un equipo por una semana, cuando otros con menos recursos lo hacen en el momento? Algo está funcionando mal en la administración, esto debía ser analizado y tomar medidas para evitar el disgusto de la población y dar un mejor servicio, y con deseos de que estas cosas se resuelvan para ser más eficientes.

M. Lima

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