Publicadas
el 24 de septiembre de 2010
Para contribuir todos al debate
No caben dudas de la necesidad del proceso de
reestructuración económica que se ha planteado nuestro país. Todos
los trabajadores del sector estatal hemos visto en mayor o menor
medida la situación de las plantillas infladas, agravada hoy con la
disminución de la actividad económica, y se tiene por ello una
noción clara del problema. Sin embargo, la magnitud del mismo se
presenta aún de manera oscura. Se habla de la alarmante cifra de
millón y medio de trabajadores a ser reubicados, pero este número
abstracto no arroja mucha luz para esbozar una solución
satisfactoria. Para realmente saber qué hacer, se debe dominar la
"textura" de esta masa: cuántos obreros calificados, cuántos
técnicos, cuántos de nivel superior, cuántos por contracción
económica, cuántos por plantillas infladas, etc. Cada una de estas
cifras por separado son un acercamiento imprescindible para revelar
cuál puede ser la salida adecuada.
Al revisar las posibilidades abiertas para el
trabajo por cuenta propia, llama la atención el hecho de que todas
las opciones que se están legalizando, existían ya desde antes, y la
gran diferencia es que ahora contarán con un marco legal para
continuar actuando. Me resulta, empero, difícil de creer que este
mercado podrá —además de mantener a quienes ya se dedican a él—
absorber un millón y medio de trabajadores más. Aquí vuelven a
surgir datos importantes que el pueblo debe conocer: pronósticos
realistas, fundados en la oferta y la demanda, de quiénes y cuántos
podrán dedicarse efectivamente al trabajo por cuenta propia, así
como cuáles son las estrategias estatales para fortalecer la
industria, golpeada hoy fundamentalmente por la carestía de materias
primas, para no continuar aportando excedentes de personal
indefinidamente. Estas razones me llevan a ser partidario de la
pequeña y mediana empresa privada, que pudieran abrir un campo
económico mucho más amplio.
Comprendo el debate alrededor de la cuestión y los
temores de aquellos que recelan de tal solución, pero considero que
podría absorber un gran número de profesionales que no encajan en
las alternativas de trabajo creadas actualmente y que, si al fin
fueran de todos modos absorbidos por ellas, sería al costo de
dilapidar el precioso capital invertido en la preparación de los
mismos.
Otra inquietud que me asalta es la celeridad con que
se está llevando a cabo el proceso de revisión de plantillas. Este
es un tema álgido y no debe tomarse con ligereza. Lógico sería
seguir una serie de pasos para no crear el pánico en los
trabajadores:
Crear las opciones y permitir primero que los
interesados se desplacen voluntariamente hacia las que les resulten
atractivas, y reestructurar las plantillas desde la perspectiva de
ajustarse a quienes van quedando. Se evitaría así prescindir de
gente con deseos de permanecer en su puesto, y también el dejar
gente que a la postre abandone su trabajo actual en busca de las
nuevas alternativas.
Analizar las plazas que pueden solaparse y
concentrar todas sus actividades en una sola, para luego decidir de
cuántas realmente se puede prescindir.
Considerar las cuestiones particulares de a quién
específicamente se está declarando disponible. Me refiero, por citar
el ejemplo tal vez más importante por la cantidad de personas en tal
situación, a aquellos que se encuentran en los últimos 10 años de
trabajo antes de su jubilación, y que podrían verse seriamente
afectados en su futuro.
Este no es el camino seguido hasta ahora según mi
experiencia. La esposa de un compañero de trabajo, que se desempeña
como jefa de personal en una empresa del Estado, le comentaba que al
rebatir a su jefe la decisión de declarar disponible a una auxiliar
de limpieza a la cual solo le faltan cinco años para el retiro y
proponer eliminar la plaza de otra compañera que en verdad no hace
nada concreto, tiene ya 70 años y podría jubilarse si lo deseara,
este le contestó que las plazas que le habían ordenado quitar eran
las de limpieza. Otro jefe de personal que conozco, se queja de que
le han ordenado a la comisión de expertos de su empresa, de la cual
es miembro, eliminar un número determinado de plazas, sin preguntar
primero cuántas realmente se necesitan para garantizar el trabajo.
Por último, hablaré de la reunión efectuada en el
centro de mi esposa. No daré pormenores de los duros comentarios que
se intercambiaron entre los miembros del Partido en el municipio y
la CTC de Caimito con los trabajadores de la fábrica GEDEME, pero sí
relacionaré una serie de previsiones que podrían haber evitado las
incomprensiones y temores de los trabajadores:
· No basta con decir al obrero que no será
abandonado a su suerte. Los de la comisión deben estar informados
sobre las propuestas concretas a los disponibles, para que puedan
responder convincentemente a preguntas tan difíciles como: ¿Por qué,
si se queda disponible aquí, donde se tiene experiencia y
conocimientos, no se quedará disponible allá donde ha de ser
reubicado luego?...
Los mencionados "expertos" deben estar avalados como
tal, y no ser meros improvisados sin argumentos convincentes que
aportar, pues hablamos de una tarea con dimensiones no solo
económicas, sino también sociales, una tarea que precisa de
comunicadores y de buenos políticos: sabios, imparciales y
comprometidos con los trabajadores.
Me alumbra la certeza —más allá de eufemismos y
artilugios— de que ningún ser humano sobra, y por tanto, trabajo
digno para él no faltará en la más justa sociedad que aspiramos
construir.
E. Cordero Hernández
Ahorro y racionalidad
Ahorro y racionalidad no son términos exclusivos de
las crisis y estrecheces económicos. Son el resultado de la lucha
interna entre actos del individuo y los actos humanos, estos últimos
son los que realizan las personas con plena conciencia de lo que
hacen y por qué lo hacen, en el uso de su libertad para hacer el
bien o el mal.
Tanto el ahorro como la racionalidad deberán ser
enseñadas como parte de la educación social e integradora del
pensamiento del hombre como especie capaz de reflexionar.
Ahorrar es hacer economías en las actividades
productivas o en el consumo, es el empleo racional de agentes
naturales o recursos producidos por el hombre, utilización de
subproductos que serían destruidos, sustitución de elementos más
costosos por sucedáneos más baratos, como provisión económica de
sacrificios actuales para usarlos en el futuro cuando rendirán mayor
efecto o satisfacción. El ahorro es sinónimo de frugalidad, de
sobriedad, etc.
La racionalidad es una necesidad económica para toda
actividad social, pues es el único medio capaz de alcanzar los
objetivos finales de la institución y garantizar seguir
desarrollándolos de forma ininterrumpida. Es la forma de concretar
los ahorros planeados dentro del desarrollo histórico de las
relaciones económico-sociales. La racionalidad nos lleva a minimizar
los gastos y maximizar los beneficios por unidad de gasto.
Realizo dos interrogantes respecto al ahorro y a la
racionalidad:
Primero: la carpintería de aluminio por fortuna nos
ha ayudado grandemente en estos momentos, pero reduce la circulación
del aire en nuestras edificaciones, como corresponde a nuestra
posición geográfica, amén de hacerlas más calurosas por el no uso de
vidrios o cristales antitérmicos (muy costosos), lo que obliga a
climatizar artificialmente los locales (todo importado y con exceso
de consumo energético), lo cual nuestra economía no puede sufragar
por el momento. Pregunto si se estará evaluando cómo conciliar estos
intereses, pues el efecto ahorrativo inicial puede perderse
posteriormente por lo irracional de la climatización artificial.
En la anterior evaluación podrá tenerse en cuenta el
presente desarrollo forestal con una voluntad de cubrir un tercio
del suelo cubano, pues de seguro proporcionará cientos de miles de
metros cúbicos de madera que bien aprovechados pueden crear nuevas
combinaciones en la carpintería constructiva.
Es doloroso permitir que los ciclones destruyan los
bosques por no aprovecharlos prontamente. Por cierto, se habla mucho
de la voluntad de repoblar forestalmente el país, pero se habla poco
de cómo aprovecharlo económicamente de forma integral aminorando
importaciones a la par que se protege el medio ambiente y la
naturaleza.
Segundo: El desarrollo de la Informática es una
preocupación y ocupación del Estado cubano y no se escatiman
esfuerzos para lograr altos niveles de aplicación y utilización.
Pregunto si las dependencias que han recibido el beneficio de las
nuevas tecnologías las utilizan eficientemente y en tareas
exclusivas de su actividad social, de acuerdo con la nomenclatura de
su actividad económica; y además, si los programas
contable-financieros que tienen instalados son explotados de forma
tal que se puedan conocer en tiempo real el ahorro y la racionalidad
económica de la entidad y así poder tomar decisiones oportunas.
La primera norma del primer componente del Sistema
de Control Interno precisa que la organización o Ministerio deberá
lograr que todos sus trabajadores y directivos conozcan y practiquen
en todo momento los valores asumidos por la organización, creando
una cultura de comportamiento, de integración moral, y se ofrezcan
informaciones precisas y oportunas que permitan interpretaciones y
valoraciones de recursos y resultados mediante un monitoreo
constante con retroalimentaciones ascendentes y descendentes,
conformando un control integral con sentido de pertenencia.
Preguntamos si la inversión monetaria en el sistema
informático responde a las expectativas del ahorro y la racionalidad
económica, si la estructura organizativa conoce a plenitud en qué se
emplean las computadoras, si son instrumentos de registros y
análisis en tiempo real o son meros instrumentos de entretenimiento,
de ocio y de reproducción. Esto último es preocupante, pues es muy
frecuente que el consumo de papel, de energía eléctrica, el desgaste
de las impresoras y el uso de otros insumos, no respondan a las
expectativas de la producción mercantil e incluso se continúa con el
hábito de informar por los dispositivos electrónicos y, acto
seguido, enviar un propio con la misma información impresa. En estos
casos pregunto ¿dónde quedan el ahorro y la racionalidad?
P. Rodríguez Figueira
Corrupción y tolerancia
La corrupción es un fenómeno social de larga data,
que de por vida ha afectado a todas las sociedades. Su forma de
expresión es variada, pero su raíz es la misma y casi siempre
encuentra caldo de cultivo en personas egoístas e inescrupulosas.
El pueblo cubano la sufrió en el colonialismo y en
el capitalismo. Fue practicada y disimulada por los políticos y
gobernantes de turno que vendieron la Patria, pero con el triunfo de
la Revolución se redujo considerablemente y durante muchos años,
cualquier manifestación de resurgimiento fue rechazada por nuestro
pueblo revolucionario.
En la década de los ochenta, que fue de las más
placenteras para nuestra ciudadanía, ya nuestro Comandante en Jefe
se pronunció por la necesidad de rectificar nuestros errores, que le
permitían avizorar nuevas y complejas situaciones. Comenzaron a
aparecer ciertos vicios y coincidentemente llegamos a la década de
los noventa, la más adversa que en todos los órdenes haya enfrentado
nuestro país en el período revolucionario.
El proceso de rectificación de errores tuvo que
detenerse con el comienzo del periodo especial. Las limitaciones que
originó y las medidas adoptadas para enfrentarlo, extremaron
nuestras dificultades y trajeron implícitos nuevos males. Entonces
aquellos vicios se agudizaron y comenzó "la lucha" inescrupulosa y
perjudicial, que todos conocemos y que se ha venido entronizando en
nuestra sociedad. La circulación de monedas fuertes estimuló la
carrera por el enriquecimiento de los incipientes corruptos. Nuevos
delitos aparecieron en nuestro escenario jurídico, y la malversación
y el desvío de recursos alcanzaron niveles preocupantes.
Las consecuencias de esos males eran muy visibles,
pero no tanto su génesis. En análisis simples, muchos ciudadanos las
atribuyeron a tantas necesidades acumuladas, al bloqueo económico, a
la crisis mundial, a la escasez de productos o a la falta de medidas
reguladoras. Pero eso no fue todo. Habría que agregar malos hábitos
y debilidades de todo tipo.
El imperio no logró rendirnos, pero sufrimos serias
afectaciones y las secuelas perduran ...
Cuando hablamos de corruptos no podemos pensar
solamente en aquel que se enriquece valiéndose de las prerrogativas
de un cargo en la administración estatal. También andan por esa vía
aquellos que no trabajan aprovechándose de las bondades del sistema,
los que consuetudinariamente practican acciones evasivas de sus
obligaciones sociales y sustraen recursos de sus centros de trabajo,
no cumplen su jornada laboral, producen o brindan servicios sin
calidad, no pagan el ómnibus o castran sus alcancías, en la
actividad comercial roban y estafan a los clientes de forma
inescrupulosa, sobornan y se dejan sobornar o medran en todos los
ambientes posibles a costa de la falta de control y la indiferencia
o complicidad de los encargados de administrar los recursos.
No son pocos, y todos sabemos que las personas con
estas características ven su actuar como algo normal y se justifican
con necesidades todavía insolubles. También conocemos que por esa
vertiente se escapa la salud de nuestra maltrecha economía, que de
seguir así nunca será sostenible.
El necesario camino de cambios que emprendemos, por
esta y otras razones, tendrá serios obstáculos y todo el que se
considere revolucionario deberá estar alerta para cerrar el paso a
los corruptos, oportunistas, aprovechados y confundidos; tarea que
las organizaciones deben afrontar más osadamente, teniendo como base
el trabajo ideológico, el debate directo y sincero, la crítica
oportuna y la persuasión. Nuestros trabajadores tienen el deber
histórico de comprender que no tenemos otra opción. La apatía, la
indisciplina y la impunidad, deben cesar.
A los cuadros del Estado en todos los niveles,
fundamentalmente en la base, les corresponde dirigir con mayor
responsabilidad y exigencia, educando más a los trabajadores con la
fuerza de su ejemplo, estimulando por todas las vías el incremento
de la producción material y la calidad de los servicios, evitando el
robo que alimenta el mercado negro.
En algunas ocasiones hemos pasado del paternalismo
—que también es un vicio— a una tolerancia injustificada. Los
responsables de muchos errores y pérdidas económicas no siempre han
respondido ni jurídica ni moralmente por sus faltas, dañando la
imagen de la Revolución.
Por otra parte, los funcionarios de los organismos
que tienen la responsabilidad de abastecer y regular el mercado
interno, deben proyectarse más abarcadoramente y con mayor previsión
para que se oferten a la población todos aquellos productos de
primera necesidad que sea posible, de forma que nunca más la
solución de los problemas domésticos y personales sea la apropiación
indebida de los recursos, a veces de escaso valor y ociosos en
almacenes estatales, a los que los ciudadanos no tuvieron acceso
legalmente por trabas burocráticas o injustificadas prohibiciones.
Por suerte, nuestro pueblo, mayoritariamente, ama la
Revolución y conserva sanas sus raíces patrióticas. Me atrevo a
afirmar que casi todos quisiéramos ver la patria fortalecida, con un
auge económico que respalde nuestro bienestar material y espiritual.
Si cumplimos nuestros deberes, apoyamos las medidas
que se proyectan y trabajamos con honradez y tesón, seguramente la
corrupción perderá el terreno que indebidamente ganó en tiempos muy
difíciles. Ya es hora de cambiar.
M. Mulet Ochoa
Si de medicina se trata...
Días atrás leí un artículo que trataba sobre la
importancia del método clínico y la necesidad de retomarlo en aras
de una atención médica más personalizada, que conlleve a un
pensamiento científico por parte del galeno y ¿por qué no? que
implique un uso racionalizado de los diferentes medios de
diagnóstico.
Estoy plenamente de acuerdo con lo planteado por el
periodista, pero pienso, desde mi posición siempre al lado del
paciente, que se debe ahondar aún más sobre esta cuestión desde el
punto de vista de los protocolos de salud establecidos por nuestro
ministerio hasta la opinión pública. Digo esto pues muchas de las
indicaciones médicas se rigen por protocolos de salud que bien
pueden ser revisados y hacer de la regla la excepción. En cuanto a
la opinión de la población creo que el compañero periodista se quedó
corto: la población exige los métodos complementarios no más se
sientan frente al médico; les dictan conductas a seguir y se
molestan e incluso insultan si no se les complace. La frase clásica
es "ahora voy a la dirección a quejarme de que usted me maltrató"...
y lo peor es que regresan con sonrisa triunfante y te restriegan en
la cara el haberse salido con la suya cuando no tenían razón. Todo
esto por la opinión pública.
Otro tema que me llama la atención es sobre la
reducción de plantillas en las instituciones de salud. Estoy
plenamente de acuerdo con que esto debe realizarse, pues hay exceso
de personal, principalmente del paramédico... y acá quiero aclarar
que no subvaloro para nada la importancia de estos trabajadores,
pues el resultado de nuestro trabajo depende de ellos. Pero al final
concluyo que cuando las cosas salen mal nadie recuerda a la auxiliar
de limpieza que no trabajó a conciencia, al camillero que estaba
perdido de su puesto de trabajo, a la enfermera que olvidó cumplir
con el medicamento, al ascensorista que está durmiendo en cualquier
rincón propicio... y así por el estilo.
Nada de lo anterior es citado ni fruto de mi
fantasía. Eso forma parte de nuestra realidad cotidiana. Lo peor de
todo es que al final el médico tiene la responsabilidad de todo, y
es irónico, pues de todos los implicados, es el único que tiene
sentido de pertenencia con la labor que realiza.
Yo pienso que en Ciudad de La Habana pululan los
profesionales de la salud, pero no todos trabajan por igual, ni con
la misma dedicación.
Igualmente creo que el paciente merece un trato
adecuado, pero el médico también lo merece, que no somos máquinas
sino seres humanos con los mismos problemas y una mayor
responsabilidad que los demás.
Mucho me gustaría ver publicado mi comentario,
porque refleja la opinión de miles de médicos de nuestro país. Creo
que lo planteado puede resultar estimulante para nuestros dirigentes
y para hacer un análisis de lo que realmente necesita el ejército de
batas blancas.
O. M. Gómez
Estamos en momentos muy importantes para el
futuro
Es evidente que nuestro país ha emprendido una
tarea muy importante al actualizar el modelo económico. El discurso
de Raúl el pasado 1 de agosto en la Asamblea Nacional, y el
Pronunciamiento de la CTC en el número de Granma del pasado lunes
13, esbozan el camino que ha de seguirse, que para el que suscribe
es incuestionable, necesario e inevitable. Nos estamos jugando ahora
mismo el bienestar y la libertad de nuestra Patria en el futuro, en
mi modesto parecer.
Resulta también evidente que esta es una tarea
muy compleja, que va a presentar características que serán nuevas en
Cuba y probablemente en el mundo, en dependencia de lo que queramos.
Me dedico personalmente a las ciencias naturales y a la formación de
especialistas. En mi hacer diario, las nuevas ideas y las cosas
complejas las colegiamos, las sometemos a la crítica de muchos
puntos de vista, sin prejuicios ni negativos ni positivos, a fin de
que los resultados sean útiles y confiables. No hay otra forma de
proceder posible, ni aceptable.
Mis preguntas son: ¿esta trama de actualización
del modelo económico, que tiene tal complejidad, se está diseñando
con este espíritu y forma de proceder? ¿Están participando nuestros
mejores especialistas en economía y en política, de diferentes
organizaciones nacionales, aunque ellos entre sí no coincidan en
ciertas apreciaciones?¿La toma de decisiones tiene en cuenta
criterios independientes con respecto a los que proponen las
medidas?
Mi confianza en la Revolución me permite no
inquietarme por ello, y considerar que así está ocurriendo. Pero
nada he visto en la información disponible en nuestra prensa acerca
de los autores de estas ideas y formas de ponerlas en práctica, ni
tampoco se han mostrado análisis de los riesgos que seguramente se
predice que estamos corriendo y cómo afrontarlos o minimizar las
posibles malas consecuencias. Tengamos en cuenta que aunque las
decisiones son claramente políticas y están a cargo de las
instancias de gobierno correspondientes, las formas, procedimientos,
acciones específicas y muchas otras cuestiones son de carácter
económico y técnico. Es ese el eslabón que falta en mi información,
y es lo que quisiera que se expusiera.
L. A. Montero-Cabrera
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