Publicadas
el 2 de abril de 2010
Los valores representan algo más
No podemos dejar de insistir en la necesidad que
tenemos de elevar valores en nuestra población, pero no es
precisamente solo con la juventud, como muchos creen, pues los que
peinamos canas, somos quienes formamos a esos jóvenes y si alguno no
es portador de ellos o de alguno de ellos, ha sido precisamente,
porque no fuimos previsores o no fuimos portadores del ejemplo.
Si en un ómnibus, algunos jóvenes cantan
estridentemente, o pronuncian frases desagradables en alta voz,
debemos llamarles la atención, pero de forma amena y agradable y así
estamos creando valores, pero si en ese mismo ómnibus, el conductor
entrado en canas tiende la mano y las monedas no las deposita en la
alcancía, debemos también señalarlo, pues así creamos valores
también, evitamos el desvío y el fraude, lo cual pudiera ocurrir en
un mercado agropecuario, o una tienda en divisa o moneda nacional,
una zapatería, o restaurante.
Si coincidimos en que este es el país del mundo
donde más jóvenes están incorporados a los diferentes centros
educacionales, si coincidimos en que nuestra juventud ha
desarrollado con valor y entereza, tareas tan importantes como el
cambio de los bombillos incandescentes, en la batalla energética, si
ellos han sido capaces de desarrollar con éxito la cooperación
internacionalista en los campos de la educación y la salud en los
empobrecidos países de América Latina y el mundo, si se han
incorporado masivamente a las escuelas de arte, a la informática, al
estudio de la fisioterapia, a las escuelas e institutos del MININT y
los politécnicos agropecuarios, entonces si algunos carecen de
dichos valores, mas bien revisémonos y descubramos qué nos faltó o
nos falta por hacer, qué debemos hacer y qué haremos para alcanzar
los niveles deseados de valores de los que tanto se habla, pues
ellos no son abstractos, ellos están muy ligados a la atención
correcta a la población, al buen trato, a la excelencia en los
servicios, a hacerle más agradable la vida al prójimo, a que todos
nos sintamos mejor en nuestros barrios, en nuestro trabajo, en los
centros de recreación.
Esos valores, que pueden estar relacionados con el
saludo, el respeto, la dedicación al trabajo y al estudio, la
higiene comunal, esos valores no pueden estar separados de la moral,
la ética, la cordura y la dignidad, esos valores se deforman, cuando
se miente, se maltrata a un compañero o vecino, cuando no cuidamos
la propiedad social, cuando no reconocemos las buenas acciones,
cuando nos apropiamos de lo ajeno, algunos de ellos resultan
fronterizos con la ilegalidad y el delito; inculcar valores y
demostrar que lo poseemos con hechos, es preservar el socialismo y
la Revolución.
L. Campoalegre Sánchez
Una de las cosas más importantes a lograr: que el salario cumpla
su importante papel
Soy suscriptor del periódico Granma y lector asiduo
de Cartas a la Dirección y me complace grandemente ver cómo los
participantes siempre les han salido al paso a las opiniones que, de
una forma u otra, proponen la privatización en cualquier aspecto del
quehacer económico de nuestro país. Yo estoy también de acuerdo en
que el único cambio que podemos permitir en nuestro socialismo es su
perfeccionamiento.
Pero hay algo que quiero comentar. En la carta
Perfeccionemos nuestra obra, de I. Guzmán López, el autor plantea:
"Por su esencia la propiedad estatal socialista genera en sus
administradores y trabajadores un sentido de pertenencia más grande
que la propiedad privada..." En eso yo discrepo. Eso es precisamente
lo que nosotros tenemos que lograr que nuestro socialismo genere,
pero considero que hasta ahora no lo hemos logrado.
El capitalista sí lo logra siempre. Tomando como
ejemplo una pequeña empresa privada, con un dueño no tan deshonesto
como para lograr una jugosa plusvalía basada en una explotación
severa de sus trabajadores, que con inteligencia los estimula con la
utilización de una pequeña parte de sus dividendos, este logra que
los mismos se sientan parte de la empresa, la cual tienen que cuidar
celosamente para no perder sus empleos, proteger sus medios de
trabajo para que no se deterioren ni se afecten, comportarse
sumisamente ante los controladores de su trabajo para que no los
expulsen y trabajar muy duro para el capitalista sin advertir la
explotación a que son sometidos.
El ser humano se mueve por intereses. En el
capitalismo son intereses mezquinos, de ganancia cada vez mayor, la
ambición crece constantemente y la deshumanización prolifera. En el
socialismo son otros los intereses: altruistas, humanitarios, de
hermandad y solidaridad, de producir cada vez más y mejor para todo
el pueblo. Pero cuando el trabajador, así como el administrador, no
pueden resolver sus necesidades esenciales, merma la calidad del
trabajo que realiza, disminuye la honestidad, se instalan el
compadreo, el robo, crece el desinterés por el cuidado de la
propiedad estatal y social, desaparece el tan necesario control, y
el salario, insuficiente la mayoría de las veces, deja de cumplir su
rol en la solución de las necesidades cada vez más crecientes del
ser humano. Y no hace falta la acción del cercano enemigo
imperialista para que se pierda nuestro socialismo, que tanto
sacrificio y sangre ha costado. Nosotros mismos podemos hacerlo
desaparecer.
Los dirigentes históricos de nuestra Revolución
están hace rato enfrascados en una lucha muy seria y profunda por la
preparación de nuestro relevo, y una de las cosas más importantes a
lograr es, a mi entender, que el salario cumpla su importante papel,
y los trabajadores y administradores se consideren entonces dueños
de su propiedad estatal socialista.
V. Pagola Bérger
Trabajar en la dirección de eliminar la doble
moneda
Soy asiduo lector del periódico y aprecio cómo
diferentes compañeros exponen sus criterios sobre problemas
económicos y plantean posibles soluciones.
Puedo estar a favor o no de algunos criterios,
siempre que sean dirigidos a mejorar la construcción de nuestro
socialismo nunca a volver al capitalismo.
Hay quienes plantean como solución la privatización
de pequeños establecimientos de los servicios, otros por la
cooperativización, otros que se les entregue a determinadas personas
en usufructo, etc.
En la opinión del compañero A. Clavijo Portieles, de
fecha 19 de marzo titulada Un mandato de nuestra historia plantea la
posibilidad de la vinculación económica a las ganancias del centro a
sus trabajadores sin que afecte la conciencia socialista.
Personalmente estoy de acuerdo con ello, pero tanto
esta opinión como las de los que plantean la privatización, la
cooperativización o los que opinan que debe quedarse como está en
estos momentos, no será posible su solución mientras no se adopten
todas las medidas que encaminen al aumento de la producción y
existan dos monedas en circulación.
En nuestro país por mucho que se vinculen a las
ganancias, se haga en cooperativas o se privatice, si se mantienen
dos monedas, seguirá sin solución el problema porque por mucha
ganancia que exista si es en moneda nacional, no será suficiente
para satisfacer las necesidades de los trabajadores, ya que las
principales necesidades se solucionan en CUC y para alcanzar un CUC
hay que tener 24 pesos en moneda nacional.
Si se privatizan, arriendan o cooperativizan, ¿dónde
compran los productos a ofertar?, si se vinculan a las ganancias,
¿qué cantidad sería esta con los productos que el Estado les da?, si
compran los productos en las tiendas TRD, ¿cuál sería el precio para
la población?
Como ven, el propietario de un establecimiento no es
quien determina su funcionamiento correctamente, hay trabajadores en
países capitalistas, como bien se expuso en esta misma sección del
periódico, que nunca han visto al propietario del establecimiento,
solamente al que lo administra y funciona bien.
Por lo tanto, el Estado y todos los organismos deben
trabajar en la dirección de eliminar la doble moneda, a partir de
ahí habrá más interés en trabajar, y desaparecerá la pregunta ¿hay
alguna búsqueda?, que hacen los que buscan trabajar para acomodarse
al facilismo y le ofrecen alguno, y también desaparecerá la palabra
"luchar" para enmascarar el robo, la corrupción y la malversación.
E. del Valle Martínez
¿Por qué la carta de carretera?
Soy asociado campesino de la CCS Pedro Rodríguez
Santana en Alquízar y en todas las asambleas que se efectúan
mensualmente, hay debates polémicos sobre un problema que ha venido
afectando de manera directa a todos los campesinos propietarios de
tractores, durante los últimos años y que se hace insostenible cada
vez más.
Se trata de la llamada "Carta de Carretera" que se
ha venido exigiendo para poder trasladarse en estos vehículos cuando
se requiere hacer diferentes gestiones de trabajo, traslado de
cosechas, personal, fertilizantes u otros productos que se
necesiten.
Esta carta requiere que sea firmada por la
Delegación Municipal de la Agricultura, Control del Tránsito de la
PNR y el director de la Empresa de Cultivos Varios. Requiere además
de una inspección técnica del equipo y la solicitud de la
Administración de la CCS a Tránsito Territorial. Esta carta tiene
validez por seis meses y la mayoría de las veces los trámites son
tan demorados que es corto el tiempo que se posee sin que caduque y
haya que volver a empezar. La no tenencia de ella es considerada
como infracción de máxima peligrosidad con multa de $30,00 y 12
puntos que van al expediente del chofer.
Debido a este constante gardeo, hay que evitar el
encuentro con la policía y esquivarla con recorridos por otras rutas
que provocan pérdida de tiempo y combustible.
¿Por qué hay que llevar esta carta si el tractor
tiene su circulación y chapa con todos sus datos bien claros?
Se entiende que las autoridades de Tránsito merecen
todo el respeto a su trabajo y que se simplificaría mucho al no
tener que estar extendiendo estos autorizos. Solo tendría que
indicar cuáles son las prohibiciones para cada lugar y hacer que
estas se cumplan por todos los tractores sin distinción de marca o
tipo ya que el campesino tiene el que logró conseguir en alguna de
las entidades del Estado que le dio baja técnica y que él después
con su esfuerzo y recursos pudo activar para finalmente legalizar en
el censo único de tractores efectuado en el año 1998.
Es lógico y recomendable también que se establezca
un impuesto, anual a estos equipos como contribución o aporte para
los gastos del Estado en la construcción y reparación de estos
viales. Todo esto contribuiría a un mejor aprovechamiento de los
recursos con ánimo de mejorar la producción de aliamentos.
A. V. Gonzalez Martin
El despegue que necesita la economía del país
El debate en las Cartas a la Dirección acerca de los
posibles cambios para adecuar la construcción del socialismo en
nuestro país a la situación histórica concreta en que nos
encontramos, se ha enfocado últimamente en aspectos de la economía
nacional, sobre todo los servicios (gastronómicos en primer lugar),
prestando menos atención a la producción, que es fundamental. Hay
opiniones opuestas en relación con quitarle al Estado la propiedad
de ciertas y muy determinadas empresas (o establecimientos, si es el
caso) de servicios, a las cuales habría que añadirles algunas de
producción. No son pocos los que confunden la propiedad cooperativa
con la propiedad privada, por lo que resulta necesario y útil
aclarar esta cuestión. Permítaseme intentarlo de manera sencilla, no
como podría hacerlo un economista.
En la empresa de propiedad privada existe un dueño
(o grupo de dueños) de los medios de producción (herramientas,
materiales y otros), que puede o no trabajar, y trabajadores que
solo poseen su fuerza de trabajo. La actividad desarrollada genera
una riqueza que pertenece al dueño y este (o el administrador que ha
designado) la divide en una parte para todo lo relacionado con la
existencia y funcionamiento de la empresa, incluido dinero para
invertir, y otra para repartir. La repartición se hace de acuerdo
con el dinero invertido y el trabajo realizado, donde al dinero
invertido le corresponde la mayor parte, y por supuesto que a los
trabajadores no les toca. Nada tiene que ver con el ideal
socialista.
En una empresa de producción o servicios de
propiedad cooperativa los propios trabajadores son los dueños de los
medios de producción. La riqueza generada les pertenece a todos y es
dividida por ellos mismos (o el administrador que han elegido),
atendiendo la opinión de la mayoría, en las dos partes ya señaladas.
La repartición se hace de acuerdo con el trabajo realizado. Se
concreta así, en la práctica, el principio socialista "de cada cual
según su capacidad y a cada cual según su trabajo".
El despegue que necesita la economía del país
depende no solo del contexto internacional (bloqueo en primerísimo
lugar), sino también del modelo que se adopte. Los problemas de hoy
en esta esfera no son tan sencillos como para resolverse solo
cambiando formas actuales de propiedad de las empresas, aunque esto
contribuiría a la solución.
En el campo, además de las empresas estatales,
existen fincas de agricultores pequeños (pequeña propiedad privada),
cooperativas de producción agropecuaria (propiedad cooperativa),
cooperativas de créditos y servicios (mezcla de las anteriores), y
unidades básicas de producción cooperativa (pasarán a ser en rigor
propiedad cooperativa). Recientemente, con la repartición de tierras
ociosas en usufructo a personas con capacidad para hacerlas producir
junto a familiares, y de seguro unos pocos trabajadores más, se
están creando de hecho microempresas familiares y privadas. Esto
responde a la imperiosa necesidad de producir más alimentos. La
producción agropecuaria depende de todos, incluida la pequeña
propiedad privada, porque la desproporción entre los ingresos del
dueño y los de los trabajadores es tolerable, y su aporte a la
economía es imprescindible en esta etapa.
¿Por qué no hacer algo semejante en las ciudades? La
creación de cooperativas de producción o servicios haría sentirse a
los trabajadores más motivados, como dueños directos de los medios
de producción y participantes directos en las decisiones de su
empresa. Además, quitaría al Estado una carga administrativa que lo
complica innecesariamente, sin eximirlo de la responsabilidad de
hacer cumplir las leyes y cobrar los impuestos apropiados. Ejemplos
de producciones y servicios que podrían pasar a ser cooperativas hay
muchos: fábricas de conservas, talleres de confecciones artesanales,
brigadas de constructores, restaurantes, etc. Buena parte de la
llamada gastronomía popular podría pasar a esta forma, e integrar
incluso a muchos expendedores de alimentos elaborados que venden sus
productos en la ventana o el portal de su casa. Muchas personas
dedicadas a labores improductivas o al trabajo informal, podrían
incorporarse a estas cooperativas. Sería una tarea complicada, pero
ejecutable.
¿Por qué no reconocer la existencia de hecho de
microempresas privadas? Aunque la legislación vigente solo admite la
colaboración de familiares, y seguramente la mayoría se atiene a
eso, existen trabajadores por cuenta propia de todo tipo, personas
que alquilan habitaciones, dueños de "paladares" y medios de
transporte que emplean a "ayudantes", que no pertenecen a la
familia. Todos pagan sus patentes y, se supone, el impuesto sobre
ingresos personales. Pero, ¿cómo garantizar los derechos laborales
de esos "ayudantes"?, ¿cómo hacer que se pague el impuesto por
empleo de trabajadores?, ¿cómo esos "ayudantes" contribuyen a la
seguridad social? Difícilmente alguien pueda hacerse "rico" de esta
manera, siempre y cuando se ejerzan los controles legales y fiscales
pertinentes. Hay otros sectores con mayores ingresos, que tampoco
deben ser motivo de preocupación si cumplen con las obligaciones
legales y fiscales adecuadas.
En las empresas de propiedad estatal (incluida la
parte correspondiente en las empresas mixtas), los medios de
producción son en última instancia de toda la sociedad, pero la
realidad indica que los trabajadores no se sienten dueños, excepto
una minoría con elevada conciencia. En el capitalismo el trabajador
tiene muy claro que no es el dueño de la empresa, sabe que si no
trabaja no come, y que tiene que hacerlo bien porque puede ser
despedido y hay muchos desempleados dispuestos a ocupar su plaza.
Sin acudir al desempleo, en la construcción del socialismo se tiene
que lograr lo mismo.
Sin embargo, incluso si a las empresas estatales se
les otorga un mayor grado de autogestión y poder de decisión, el
Estado no puede ocuparse de administrar timbiriches, tampoco debe
encargarse de pequeñas o medianas empresas que, como cooperativas,
resultarían más eficientes y contribuirían más y mejor al bienestar
de la población. En manos del Estado debe quedar todo lo importante
para el control real de la economía y su desarrollo, para impedir
que se extienda la propiedad privada más allá de lo que existe en
estos momentos, y para ocuparse de las cuestiones esenciales y
trascendentales del país.
Con un Estado que sí representa los intereses de los
trabajadores, concretar las ideas expuestas, que no son recetas
neoliberales, no significaría incubar capitalismo. Llevar a cabo tal
propuesta, en mi modesta opinión, aportaría su grano de arena para
salvar nuestra Patria, donde existe una Revolución para construir el
Socialismo.
H. León Ramírez
No utópico, sí se puede
Enhorabuena la feliz idea de la sección Cartas a la
Dirección, que ha permitido demostrar fehacientemente, entre otras
muchas expresiones, en qué consiste la democracia socialista que
practicamos en la Cuba revolucionaria. Se nos quiere dar lecciones
de libertad de expresión, ¿habrá algún mejor ejemplo que la nuestra?
Llevamos varias semanas leyendo los viernes las
disímiles manifestaciones que giran alrededor de un tema
estratégico, cómo defender en todos los terrenos los principios en
que se sustenta la construcción de nuestra sociedad socialista.
El tema es amplio y conlleva muchos fundamentos
inviolables de cumplir, que permiten prácticas de acciones tácticas
que faciliten la consecución de los mismos, pero ninguna de ellas
que los puedan poner en peligro.
Aprecio que ha tenido como centro del debate la
palabra "privatización" sobre cómo mejorar algunos de los servicios
a la población, la clásica palabrita sinónimo de sistema capitalista
aquí no tendrá cabida; creo que la utilización de aplicaciones de
sistemas de cooperativas, por arrendamientos, en usufructo, que
llevamos a cabo en algunos sectores de la economía y los servicios
no están en contraposición a la construcción del socialismo, porque
cumplen requisitos imprescindibles a tener en cuenta.
Pero con lo que no estoy de acuerdo es cuando entre
los argumentos que se exponen, se dice categóricamente "que el
Estado socialista está incapacitado para poder administrar unidades
pequeñas o medianas de servicios a la población, que eso está
demostrado y que ya no aguanta más", me perdonan los que así
piensan, es una posición muy cerrada e inconsecuente.
Independientemente a que se llegue, fruto del
estudio y los análisis, a la determinación de hacer algunos ensayos
o aplicaciones definitivas de cooperativas o como se les llame, sí
se puede administrar las mismas mediante las empresas estatales, lo
que tenemos es que idear y llevar a la práctica una organización
empresarial de nuevo tipo, que rompa con el esquema hasta ahora
aplicado.
Se impone la concepción revolucionaria del traje a
la medida, ninguna empresa de este tipo es igual, ni por su
composición, lugar, diversidad, etc., y la hemos llevado a un molde
esquemático, burocrático y en nada estimulante para despertar y
desarrollar el sentido de pertenencia; por tanto, se requiere de una
nueva estructura orgánica, con distintos contenidos,
responsabilidades y un sistema de remuneración y estimulación
económica que garantice ganar y ganar sin limitaciones ni
igualitarismo, siempre que se cumpla el objetivo social a
satisfacer, que incluya la calidad y la eficiencia. Un riguroso
Reglamento Disciplinario y Convenio de Trabajo, ambos discutidos
párrafo por párrafo previo a su aprobación; erradicación del
paternalismo y la impunidad para que no se tengan las deformantes e
ilegales acciones de desvíos, adulteraciones y tantas otras
manifestaciones de indisciplinas y delitos, porque trabajando
honestamente se puede obtener un ingreso económico suficiente y sin
limitaciones para resolver las necesidades.
No es un absurdo decir que el sistema socialista
está en mucho mejores condiciones para organizar, administrar y
alcanzar mejor eficiencia que el del capitalismo, lo que se impone
es tener la perfecta adecuación a lo que se requiere implantar para
cada objetivo económico, teniendo presentes las experiencias propias
y en parte las internacionales, independientemente del régimen
opuesto al nuestro, pero que nos pueden servir.
Dejarnos tomar por las ideas fatalistas e impotentes
de que las cosas han llegado a un punto, que es imposible enfrentar
la solución de algo que anda mal, dentro del marco empresarial
socialista, es adoptar una posición pusilánime y derrotista.
La meditación del tema a que hago referencia, me
indujo a la decisión de enviarle estas consideraciones, sustentado
en ideas de cómo se pudieran organizar empresarialmente algunos de
los servicios a la población.
D. Rodríguez Verdecia
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