Publicadas
el 25 de marzo 2011
¿Por qué las ventas por cuenta propia en centros
hospitalarios?
Soy cuentapropista desde el año 2001, sin ningún
señalamiento o sanción, pero verdaderamente me encuentro en total
desacuerdo que cuentapropistas de disímiles oficios acudan a
realizar sus ventas a diferentes centros hospitalarios.
Antes de la promulgación de las nuevas formas de
trabajo por cuenta propia y más ahora en la actualidad, he podido
observar que cuentapropistas vendedores de ropa de canastilla, que
malamente se les ve las caras por las cargas que llevan encima,
irrumpen en las salas o cubículos de partos del Hospital Nacional
donde tantos recién nacidos hay, donde seguramente muchas madres no
tienen la posibilidad real de poder comprar algunos de estos
productos, pregonando en cada habitación lo que venden, causando
molestias muy indeseables que han llevado a discusiones. Pero en el
resto de las salas y cubículos sucede lo mismo porque comienzan por
un piso y terminan por el final.
Por si esto fuera poco, a los acompañantes y
visitantes de pacientes se les hace difícil poder conversar con sus
familiares o amigos que se encuentran hospitalizados, porque el
pregón en cada cubículo, de la galletica con chocolate, la galletica
de soda, el refresquito, el dulce y el caramelito, la servilleta, el
pan con jamón y queso, en fin, esto es una gran venduta en el
horario de visita.
Hospital La Covadonga, sala de pie diabético, ¿hay
razón para que vendedores de diversa índole se aparezcan en este
lugar sacándole la saliva de la boca a todos los que nos gusta
deleitar el sabor de buenas galleticas dulces o de chocolate, cuando
realmente no la debemos comer, por la diabetes.
Pregunto: ¿hay derecho a causar tantas molestias a
pacientes que por diversas razones se encuentran hospitalizados en
estos centros de salud?
¿Acaso a algún cuentapropista hospitalizado o un
familiar allegado, le gustaría que le causaran tantas molestias de
esta forma?
Creo realmente que si nos gusta que se nos respete,
debemos ser los primeros en respetar el derecho ajeno.
¿Por qué el Ministerio de Salud Pública, la
dirección de los hospitales y los cuerpos de protección de los
mismos permiten estas situaciones?
L. Álvarez Padrón
La Esquina de Toyo
Una de las esquinas más emblemáticas de La Habana,
ponderada por cronistas, costumbristas, escritores y poetas de
varias generaciones por su vitalidad, su memoria histórica, su
ambiente pintoresco, la diversidad de su comercio y por otras muchas
razones, que sería interminable enumerarlas, es sin duda alguna, la
egregia Esquina de Toyo, enmarcada en el cruce de las calzadas de
Diez de Octubre (antes de Jesús del Monte) y la de Luyanó.
Toda mi cuasi septuagenaria existencia, ha
transcurrido a la vera de la Esquina de Toyo. Todavía se mantienen
nítidos en mi memoria aquellos tres majestuosos comercios, orgullo
no solo de los vecinos de la barriada, sino de todos los habaneros:
el Bodegón, la panadería-dulcería y el café El Cuchillo, los tres
conocidos por el topónimo de Toyo.
Según los criterios urbanísticos actuales, la
Esquina de Toyo constituía una zona autosustentable, o sea, que
dentro de un área relativamente pequeña, el ciudadano podía resolver
sus requerimientos más cotidianos e indispensables.
La transformación del famoso Bodegón de Toyo, otrora
amplio, ventilado, totalmente abierto, que brindaba servicio de
cafetería con una cancha con capacidad para diez comensales,
restaurante cerrado adjunto con aire acondicionado, en el que se
servían platos de las cocinas criolla y española, una vidriera de
dulces finos y una amplia y bien surtida barra con un puesto de
ostiones, fue sustituido, inicialmente, por una pizzería y luego por
un incalificable engendro comercial más cerrado que una ostra.
También la panadería-dulcería, conocida en toda La
Habana, sufrió cambios constructivos y estructurales en varias
ocasiones, siempre en detrimento de su original belleza y
funcionalidad.
Todas estas acciones, aunque le restaron notoriedad,
esplendor y dinamismo a la Esquina, por lo menos mantuvo el
propósito inicial de ambos establecimientos y la esperanza de un
futuro remozamiento.
Lo que no cabe en mi mente, ni aun haciendo acopio
de todo mi poder de comprensión, es el destino dado al Cuchillo de
Toyo, notorio café en otros tiempos, en el que disfruté, junto a mis
padres primero y luego en compañía de amigos, de deliciosos helados,
sandwiches, batidos, humeantes tazas de chocolate y café con leche,
y de toda una variada gama de ofertas gastronómicas. Me recuerdo
junto a aquellas redondas mesas de mármol, sentado en cómodas sillas
de madera y rejillas, con el fresco natural incrementado por las
grandes aspas de los ventiladores de techo, deleitándome con la
contemplación del constante ir y venir de las más diversas personas
y el bullicio propio de las calzadas habaneras.
Verlo ahora, convertido en una sórdida ponchera,
encerrada en un oscuro recinto, parcialmente tapiado con tejas de
fibrocemento, lúgubre y con hedor de aguas albañales, rebasa el
límite de la tolerancia comunitaria.
Vivo y trabajo en Cuba y estoy plenamente consciente
de la situación económica por la que atraviesa actualmente mi país,
de todas las carencias existentes y del enorme esfuerzo que
presupone su reordenamiento económico; pero también creo que sobre
el municipio, "corazón de la nación", como lo definiera Martí, debe
adoptarse una política más eficaz y enérgica para preservar y
proteger el patrimonio y velar por la conservación de la memoria
histórico cultural de la localidad, hasta tanto no existan las
condiciones financieras y los medios necesarios para emprender su
restauración o revitalización.
Sería una gran cosa, que los gobiernos locales a los
diferentes niveles, imitaran de alguna manera, aunque sea con
modestia y en un plazo más prolongado, lo que se ha venido haciendo
en La Habana Vieja, donde se ha demostrado, fehacientemente, que
querer es poder cuando se ponen la voluntad, la inteligencia y la
tenacidad al servicio de una idea y una convicción, además de los
recursos que se puedan.
N. Páez del Amo
De los recortes en el presupuesto de las empresas
En medio de la convulsa situación externa y las
complejidades en el orden interno, Cuba se orienta hacia la
actualización de su modelo económico para rectificar el rumbo
socialista de su economía adaptada a sus particularidades.
La información ofrecida a la población como
resultado de sus propios análisis y discusiones, los debates en la
Asamblea Nacional, las intervenciones, entre otras, del Ministro de
Economía y las del Presidente Raúl Castro, en este y otros
escenarios, dan fe del consenso nacional sobre la necesidad y la
urgencia de estos cambios.
La reducción de gastos y la promoción del ahorro
como fuente de ingresos, constituyen políticas de trabajo que
comienzan a delinearse y que sin duda deberán consolidarse en el
futuro. Sin embargo, ante lo complejo y diverso de nuestro panorama
económico considero que serían importantes las opiniones que se
generen sobre las medidas que se vienen aplicando, como fuente
adicional que pudiera contribuir a valorar el resultado de las
mismas.
En este sentido, quisiera referirme a los recortes
que se vienen aplicando en el monto del presupuesto de las empresas
destinado a la alimentación y la estimulación en general de los
trabajadores. Creo oportuno señalar que debería valorarse el nivel
de motivación que ejercen estos estímulos sobre la productividad del
trabajo, particularmente en aquellas empresas que han mostrado
rentabilidad y eficiencia en su desempeño económico y que hoy
pudieran convertirse en el modelo a imitar o muy cercano a este.
¿Cómo podrían influir medidas de este tipo en
aquellas empresas que en las difíciles circunstancias de los últimos
años han mantenido resultados satisfactorios y mostrado un
crecimiento sostenido?, ¿hemos sido lo suficientemente eficientes en
explotar el potencial de ahorro del presupuesto como para afectar el
monto destinado a la alimentación y estimulación de los
trabajadores?, ¿cuánto representa este del total del presupuesto?
A mi juicio las políticas de recorte deberían
considerar si el desempeño productivo y el balance financiero de las
empresas respaldan el monto del presupuesto dedicado a estos fines.
¿Sería oportuno tener en cuenta las diferencias entre los que
aportan ganancias al Estado y los que no?, ¿permite la norma
jurídica actual aplicar el principio de eliminar el igualitarismo en
los mecanismos de distribución del ingreso o es necesario continuar
esperando?
Ratifico la idea expresada por nuestro Comandante y
ratificada por el Presidente Raúl Castro en la última sesión de la
Asamblea Nacional de que el éxito de las medidas que se tomen, sobre
todo aquellas que pudieran resultar particularmente controvertidas,
solo será posible si se cuenta con la más amplia participación de
las masas y cito: ¼ "es preciso poner
sobre la mesa toda la información y los argumentos que fundamentan
cada decisión. Es vital explicar, fundamentar y convencer al pueblo
de la justeza, necesidad y urgencia de una medida por dura que
parezca".
Esta idea de permanente vigencia constituye para
nuestros dirigentes y cuadros una herramienta de trabajo
imprescindible en la Cuba de hoy. Contemos con ella.
O. Cardentey León
El azote del robo, la estafa y el engaño
Escribo estas líneas con una gran dosis de
preocupación e inquietud, con relación al azote en el robo, la
estafa y el engaño, sin que se advierta medida alguna que ponga fin
a esta plaga o por lo menos la necesidad de disminuir esta epidemia
que tanto daño hace, por lo que es necesario que estas
manifestaciones delictivas se traten con mayor severidad, puesto que
en los mercados agropecuarios prácticamente asaltan a los clientes,
si alguien tiene duda que vaya al conocido Mercado Único en Cuatro
Caminos, u otro mercado, y compre una libra de algo ya empacado y
compruébelo en la pesa, es casi imposible que no le falten dos onzas
como mínimo, por lo que cuando el vendedor haya despachado 100
paqueticos ya tiene a su favor 100 pesos estafados a los clientes y
así sucede con otros productos, y cuando se trata de productos
cárnicos y embutidos se hace más dañoso, puesto que cada onza
equivale a más de dos pesos.
De esto se ha escrito y se escribe constantemente,
pero no aparecen una respuesta ni la solución, y mientras las
instituciones del Estado encargadas de que esto no ocurra no
practiquen un mayor protagonismo para evitar que esta enfermedad se
convierta en endémica, continuaremos siendo víctimas de individuos
que quieren permanecer viviendo del que trabaja o sencillamente
aspiran a enriquecerse rápido.
Tengo el criterio de que no podemos esperar a que la
situación económica mejore para que este mal se cure, puesto que
además de las afectaciones a la economía familiar también tiene su
costo político, afecta la credibilidad en las instituciones
estatales destinadas a controlar estas manifestaciones de desorden e
inevitablemente aparece la sensación de indefensión ante hechos como
los narrados u otros.
Pudiéramos situar una retahíla de ejemplos, de la
diversidad de instalaciones comerciales que venden productos a
granel y no hay pesas de comprobación, algunos como en las famosas
bodegas, donde los bodegueros advierten que después de salir de la
instalación no hay derecho a reclamar, no debemos excluir de este
fenómeno a las carnicerías y placitas, en estos casos habría que
acudir a comprar los productos a estos lugares con una pesa al
hombro y un documento que acredite su veracidad y esto ni como broma
sería posible.
Estas notas no responden a criterios subjetivos,
sino que constantemente oímos manifestaciones de malestar,
discusiones en los propios mercados entre compradores y vendedores y
personalmente en reiteradas ocasiones he comprobado en la práctica
lo narrado, que aunque no tenga solución automática ni mágica, al
menos deben percibirse el interés y la voluntad de acabar con estas
acciones delictivas que son totalmente ajenas al socialismo, hacen
mucho daño, son como un cáncer que si no se trata y extirpa a
tiempo, terminará devorando al organismo completo.
Debo decir por último, que se me ocurrió hacer una
especie de investigación partiendo de lo que me faltaba en el peso
de los productos que adquiría, busqué pesas o básculas fiables, lo
desarrollé en dos ocasiones, lo llevé a efectivo y lo comparé con lo
que recibo de salario y el resultado fue que el 33% de lo que recibo
mensualmente se me escapa por esta vía, solo por el robo en las
pesas, ¡claro!, que así el salario alcanza menos, o no alcanza y la
cuenta no da.
N. Valdés Pereda
Sobre el despilfarro indolente del agua
Me complace mucho poder felicitarlos por esta
sección de los viernes, donde los ciudadanos no solo expresan sus
opiniones, sino que se solucionan diversas problemáticas que
difícilmente encuentran solución por las vías convencionales.
Lo que me mueve a escribirles es el sentimiento de
dolor profundo y rabia que siento cada mañana cuando de camino a mi
trabajo tengo que observar un salidero de agua potable que procede
del Taller 606, perteneciente a la UNIL, y que se encuentra ubicado
en la calle Carmen No.255 entre Ayuntamiento y Ferrer, municipio del
Cerro. Este es un proceso que se repite cada mañana desde hace más
de dos meses, y que resulta, por una parte, una indolencia tremenda
de las personas implicadas en resolverlo o de un desconocimiento
atroz de la situación que atraviesa la capital por la sequía actual,
sin hablar de tantas y tantas personas que no tienen la posibilidad
de contar con un suministro regular de este valioso recurso, y por
otra parte, provoca molestias el hecho de tener toda esa agua
corriendo por las calles y aumentando la probabilidad de provocar
estancamientos de agua y criaderos de mosquitos.
Lo primero que hice fue reportar dicho salidero al
número telefónico que posee Aguas de La Habana en las Páginas
Amarillas para incidencias, ahí me remitieron al número de la
oficina del municipio del Cerro, donde me dijeron que no tenían nada
que ver con esto y me remitieron al número telefónico de Grandes
Clientes, al llamar a este último número nunca tuve respuesta de
nadie, salvo de una pizarra automática. Cuando me dirigí al
mencionado taller, sus trabajadores con enorme gentileza me
explicaron que tenían una rotura y ya lo habían comunicado a la
instancia superior encargada de resolverlo, pero hasta el día de hoy
nada ha sucedido.
Desconozco qué problemas tiene la UNIL para
responder con premura las solicitudes de sus talleres, y
lamentablemente no tengo el tiempo ni la oportunidad de visitarlos
para presentar mi queja, pero no es justo que sean las entidades
estatales las que despilfarren los recursos de todos sin interesarse
seriamente en resolver problemas como estos. También pienso que es
incorrecto que Aguas de La Habana se desentienda de una queja que
alguien intenta dar sobre el recurso que ellos administran, y que
deba ser transferido de un teléfono a otro como si ese fuese mi
trabajo y no el de ellos, en cambio debería existir un teléfono que
recepcione la información de eventos como estos, tramitándose su
solución, dándoles seguimiento, e incluso sancionando a aquellos que
indolentemente observan "el agua correr".
No quisiera terminar sin antes hacer alusión al
viejo refrán popular que dice: "Nadie sabe lo que tiene hasta que lo
pierde".
J. Lago Boza
Envíe su correspondencia a:
Periódico Granma. Departamento de Atención al Lector. General
Suárez y Territorial. Plaza de la Revolución. La Habana, Cuba.
Código Postal: 10699. Zona Postal Habana 6, Apartado Postal 6187 o
al correo electrónico: cartasaladireccion@granma.cip.cu Teléfonos
881 9712 o 881 3333, extensiones: 143,145, 148, 177. |
|