Publicadas el 26 de diciembre de 2008

Brigada Conrado Benítez; al rescate de la memoria histórica

Seguramente todas las personas de algún nivel intelectual coincidirán en reconocer que la campaña de alfabetización realizada por Cuba en el año 1961 es un hecho trascendental no solo para nuestro país, sino que tiene connotación continental y por ende mundial. Y me atrevería a afirmar que como tal es único en la historia del saber humano.

Hay que recordar que en ese Año de la Alfabetización se volcaron desde todas las ciudades del país hacia el campo, decenas y decenas de miles de jóvenes con manual y cartilla en mano a matar el desconocimiento y la ignorancia.

Hubo, hace unos años, una película del ICAIC que realiza un loable homenaje a aquella gesta juvenil. Trae en su ofrenda histórica algunas anécdotas y pasajes representativos de aquel momento.

Hay que recordar a los más jóvenes que esa campaña se desarrolló en el mismo año y momento en que se ejecutó la invasión de Bahía de Cochinos (conocida así en el mundo), para nosotros Girón. Con todo el peligro de que esta invasión solo fuera el preludio de otras más, la continuidad de la campaña no se detuvo. Piénsese que hubo brigadistas-maestros involucrados en el mismo escenario de guerra real. Y otros muchos en los distintos frentes militares que se abrieron a lo largo de los 3 735 kilómetros de playas convertidas en fronteras.

En el recuento de este hecho es ineludible disolver la imagen idílica del brigadista reposado con su farol en una casa campesina e imponernos la idea de que muchos tuvieron la suerte de "caer" en casas de campesinos de cierta solvencia y allí probaron por primera vez en su vida la leche directa de la teta de la vaca, comieron maíz hervido o plátano maduro asado en el rescoldo del carbón vegetal. Otros hicieron su campaña al lado de un horno de carbón, talando maderas, sembrando en llanuras o en barcos pesqueros mar afuera. Hubo brigadistas que se internaron en las montañas y no volvieron a bajar hasta concluir satisfactoriamente la campaña, en lugares donde para escuchar un radio de baterías había que caminar seis kilómetros de lomas.

"Cuando estuve en la brigada¼ ", "Cuando estaba alfabetizando¼ ", son los pies de relatos de anécdotas que por años hemos compartido con nuestros familiares y amigos. Cada uno de nosotros, los antiguos brigadistas, tenemos decenas de anécdotas que contar y recordar; simpáticas, dolorosas, heroicas, hilarantes, humanas¼ todas valen; y con el tiempo, que lo borra todo, se van a perder.

Estamos en el 2008. En el 2011 se cumplirán 50 años, medio siglo, de aquella heroicidad colectiva. Es necesario que los que nos vimos involucrados en aquella gesta relatemos las vivencias, las anécdotas para conservar la memoria común; reunir todo ese tesoro y tenerlo en forma de documento, de libro.

No será fácil aunar voluntades, pero el objetivo final es tener ese documento histórico y poder a los 50 años entregarlo a las nuevas generaciones y decirle al primer soñador de aquella realidad: no solo alfabetizamos y cumplimos, también hicimos todo esto.

R. Rodríguez

¿Vagos, holgazanes o explotadores?

He leído con mucha atención algunas cartas publicadas en este diario por diferentes personas sobre qué hacer con los que no trabajan, el último fue el de C. Dantín Acosta, el cual veo muy bueno pues lo mira desde la óptica del hombre que trabaja o ha trabajado, que aporta o ha aportado a la sociedad y hace la comparación con aquellos que no trabajan y reciben los servicios gratuitos y la canasta subsidiada por nuestro Estado Revolucionario, pero es bueno ir más allá y profundizar un poquito en la problemática.

Lo que él plantea es como subsidiar al trabajador y obligar a los que no trabajan a buscar la manera de aportar. Todos sabemos que la distribución, de acuerdo con la cantidad y calidad del trabajo, en nuestra sociedad no es perfecta y al igualar a todos con el mismo rasero crea desigualdades debido a que no todos tienen la posibilidad de aportar por igual y las fuerzas productivas no están lo suficientemente desarrolladas como para buscar otra forma de distribución, entonces hay que perfeccionar esta. Pero la distribución a través de los Fondos Sociales de Consumo trata de borrar esas desigualdades creadas con la primera y así, a través del Estado todos los ciudadanos, fíjese bien, todos, reciben por igual salud, educación, seguridad social, deporte, cultura, recreación, defensa, la canasta básica, etc. Y es correcto que sea así en nuestro país donde lo primordial es la igualdad entre todos los miembros de nuestra sociedad.

Pero veamos la otra arista del problema, la Constitución de nuestra república establece que el trabajo es un derecho y un deber de todo ciudadano apto para laborar y plantea, además, que se excluye toda forma de explotación del trabajo asalariado. En el capitalismo, el capitalista se apropia del trabajo no retribuido al obrero a través de la explotación de su trabajo (es parecido a un robo) y si en nuestra sociedad existen personas que reciben todos esos beneficios a través de los Fondos Sociales de Consumo (que salen del trabajo aportado por los obreros de la producción material) sin aportar nada, entonces yo los llamaría EXPLOTADORES ya que viven del trabajo ajeno.

Por eso estoy de acuerdo con Dantín Acosta: el que no aporta debe pagar por la salud, educación, etc., creo que no es un problema de generación sino de buscar las medidas idóneas como forma de lograr que la gran mayoría, o la totalidad, se adhiera a empujar el carro de nuestro socialismo.

A. Aguilera García

Ya es hora de que se apliquen medidas con los que no aportan

En el Granma del 5 de diciembre del 2008 leí la carta: ¿Qué vamos a hacer con los que no quieren trabajar? que trata precisamente sobre algo que me he estado preguntando desde hace mucho tiempo. Tengo 41 años, nací, estudié y trabajo en esta Revolución y para el Estado y no veo el momento ni la medida para que lo planteado en la mencionada carta termine.

Soy partidario de que ya es hora de que se apliquen medidas para que las personas, para recibir, tengan necesidad de aportar a la sociedad. Consciente estoy de que para tomar medidas hay que analizarlas bien, no solo desde el punto de vista económico, sino también político; pero se deben ir aplicando de manera gradual para que el que trabaja vea que se le está favoreciendo y el que no trabaja que "la cosa se le está poniendo mala" y confío en que las medidas están por llegar.

Mi respuesta a esta pregunta es sencilla: Apretarlos.

L. Cruz

Continúa la reventa inescrupulosa de entradas a los teatros

Yo soy madre de una niña que está en los talleres vocacionales de Lizt Alfonso, una institución que se prestigia por su disciplina, exigencia y profesionalismo y yo doy fe de ello en el tiempo en que mi hija ha recibido clases allí, pero la belleza del trabajo que se hace en esa escuela y de la cual estamos orgullosos todos los padres que tenemos la suerte de tener hijos estudiando allí, se ve opacada y maltratada por elementos, que se aprovechan del entusiasmo y la necesidad de los padres, para sacar provecho personal y lucrar con cosas tan sanas como las funciones en los teatros.

Como es lógico todos los padres queremos ver a nuestros hijos actuar, y cuando llegamos a las taquillas de los teatros para sacar las entradas nos encontramos con personas que no trabajan y que les gusta crear desorden para aprovecharse y apoderarse de supuestos turnos que ellos mismos organizan y luego venderlos a los padres que muchas veces (cooperan con la mala conducta), preocupados por no alcanzar una butaca en el teatro para disfrutar de sus hijos.

Además, a los ojos del público y de los trabajadores de los teatros podría pensarse que los indisciplinados son los padres de los niños, (de lo cual no exonero a algunos), pero no es la mayoría, o mencionarse el nombre de la compañía inmiscuída en tales indisciplinas, cuando todos sabemos que están muy lejos de permitir estas cosas, y sin embargo, es la idea que se da.

Me dirijo a ustedes como forma de encontrar una vía para denunciar estos hechos, que creo que bien pueden ser controlados por los agentes de orden público y que casualmente, cuando están sucediendo estas cosas, casi nunca están presentes.

Es posible tocar este tema, en alguno de los programas de TV donde se denuncian malas conductas y mucho mejor sería que las organizaciones a las que les compete tomen parte en el asunto y traten de eliminar estas situaciones tan desagradables para todos y que ocurren en casi todos los teatros, al parecer sin que nadie se de cuenta de ello y que creo no es cosa del otro mundo resolver: es de este y bien palpable.

I. Álvarez

El elogio oportuno fomenta el mérito

Una frase de Martí me ha motivado a escribirles: "El elogio oportuno fomenta el mérito y la falta de elogio oportuno lo desanima".

Siendo consecuente con dicha frase, mi carta no está destinada a señalar deficiencias, sino a elogiar.

Quiero referirme a la excelencia del servicio Telebanca, un sistema a través del cual los que cobramos nuestro salario mediante tarjeta magnética, podemos pagar la electricidad, el gas, el teléfono con una sencilla llamada telefónica. Además de la comodidad que esto representa en términos de ahorro de tiempo y eficiencia, el trato que se recibe por parte de las jóvenes que atienden ese servicio es el que todos quisiéramos recibir en cada una de nuestras instituciones. Allí donde esas jóvenes aprendieron a ser amables y a hacer de su trabajo un placer, deberían aprender todas las personas que de una u otra manera tienen que tratar con el público.

Mis parabienes y mi agradecimiento para ellas por hacerme sentir bien cada vez que las ocupo.

M. Pérez

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