Publicadas el 2 de mayo de 2008

Indignación, tristeza, presión emocional

Todo eso he estado sintiendo desde que leí un artículo sobre los repasadores por cuenta propia, y me quedé esperando la reacción enérgica de los tantos que como yo aman su profesión y nada de eso es posible si no se tiene ética.

Lo peor es que los que se manifestaron en función de justificar el cobro del repaso por un problema económico, dejan de entender que están atentando contra su persona, pues para mí es denigrante cobrar ese servicio particular olvidando una de las principales conquistas de nuestra Revolución.

El dinero hace falta, escasea hasta para cuestiones de necesidad, pero los educadores no debemos descaracterizarnos y mucho dolor me dio el comprobar que jóvenes casi recién graduados cobren en sus casas a los padres de sus propios alumnos y lo hagan por no haber cumplido el objetivo de enseñarlos a aprender en sus propias clases. Es lo mismo que si vamos al dentista y nos dicen le arreglé en parte la boca, ahora debe ir a mi casa para terminar bien el trabajo y le cobraré tanto por ese servicio.

Me pregunté a quién le echaba la culpa de ese descalabro, si al Director de esa escuela, al Sindicato, al Núcleo del Partido, al tutor de ese PGI que no tiene ni formación conceptual de lo que significa ser maestro o profesor, si a los padres que en su desesperación no eran capaces de percatarse del daño que están causando a la formación de sus hijos, ¡qué indignación tan grande! La respuesta es que todos tienen culpa. No hay problema económico que pueda justificar un hecho tan denigrante.

Soy jubilada de Educación y en mis 35 años de trabajo, siempre en cargos de dirección, me encantaba trasmitir el bello alcance formativo de la profesión de educar y a los alumnos en los matutinos de las escuelas que visitaba, los estimulaba a buscar en sus profesores toda la ayuda que necesitaran, a los Directores les orientaba la planificación de horarios de atrincheramiento con hojas de trabajo para que los alumnos aprendieran a estudiar en equipo bajo la dirección de sus profesores y otras alternativas para la atención a las diferencias individuales y de igual forma a los profesores les orientaba que no podían enterarse de manera pasiva que sus alum nos prefirieran buscar en repasadores lo que se supone podían encontrar en ellos y que nadie podía sustituirlos en el objetivo de enseñarlos a estudiar y a aprender. Pero qué dolor tan grande conocer que hasta los profesores en activo se están dedicando a cobrar por repasar.

La imagen del maestro hay que defenderla con ética.

A. Porrata Comesañas

Me faltó valor para denunciar el asunto

Hace casi cuatro años fui a comprar una cama en un centro comercial, y los mismos trabajadores en la sección de ventas me ofrecieron el mismo producto, con entrega a domicilio al 30 por ciento de descuento, "con garantía", pero sin recibo.

Nadie me conocía, lo que quiere decir que la oferta estaba a la orden de todos los que entraban. Me indignaba con lo que significaba aquello, pero aparte de comentar a unos compañeros de trabajo y amistades, no encontraba un canal cómodo para denunciar el asunto y lo dejé pasar.

Un motivo que nos hace pensar dos veces en denunciar un robo al Estado es que muchos, yo incluido, hemos comprado algo sabiendo que era robado, pero justificándonos conque era la única manera de conseguirlo. Considero que es un círculo vicioso y presenta uno de los retos más grandes para el Gobierno y el país.

El tiempo siguió su curso y yo esperaba que otra persona o personas tuvieran el valor que tal vez yo no tuve.

Hace poco regresé a este centro comercial, aunque no para comprar muebles, y en la mera puerta del edificio había un hombre ofreciendo, en voz alta, camas "de fábrica" a domicilio. Ya en todo este tiempo debe haber centenares de personas que han recibido las mismas ofertas. ¿Continuará?

C. Robinson

¿Hasta cuándo el ruido?

De entre todas las manifestaciones de indisciplina social que desafortunadamente nos afectan hoy día, probablemente una de las más difundidas e irritantes sea la generación y proliferación de ruidos. Fuentes de ruido hay muchas, de las que algunas han sido mencionadas últimamente en diversos de nuestros medios.

Lo que falta por abordar con la necesaria precisión y profundidad es, ¿qué hacer? ¿Cuál es la legislación existente para combatir el ruido? ¿Quién o quiénes están llamados a aplicarla? ¿A quién puede dirigirse la ciudadanía afectada, a fin de que cese una determinada infracción con la necesaria inmediatez?

A lo largo de los últimos años se han ido instalando tres situaciones: de un lado, la impotencia por parte de los ciudadanos; de otro lado, la impunidad en el caso de los infractores; y, en el medio, la inacción, en buena medida, por parte de las autoridades competentes.

Resultaría oportuno, a fin de que se inicie una acción firme y directa contra esta manifestación de indisciplina social, y no hacer una "campaña", porque se quedaría en lemas y mensajes sin resultado práctico.

F. Gómez

El lucro con la venta de la prensa

La venta de la prensa fuera de los estanquillos habilitados para este fin, está creando malestar y genera opiniones nada favorables hacia aquellos que de una forma u otra están vinculados con la gestión de venta y distribución de la prensa.

Resulta penoso e indignante ver cómo a pesar de los esfuerzos que hace el país para mantener un nivel determinado de ejemplares en venta en los estanquillos, existan vendedores lucrando. El ejemplar del revendedor, periódicos, no otros materiales como revistas, etc. cuesta un peso moneda nacional, el que vende el Estado cuesta veinte centavos. Sacando una cuenta rápida de bodeguero como decía mi abuelo, si el revendedor compra 10 periódicos a precio de Estado, invierte dos pesos y al revenderlos gana o mejor dicho mal gana ocho pesos en apenas tres horas. Un trabajador con salario mínimo de 225 pesos tiene que trabajar ocho horas diarias para ganar aproximadamente 9.50 pesos. ¿Cuánto ganan los revendedores mixtos o sea los que además de todo tipo de periódicos venden todo tipo de revistas incluyendo las publicaciones infantiles así como los tabloides de Universidad para Todos y otros materiales políticos?

Mucho antes de que la prensa sea distribuida en los estanquillos, ya hay revendedores en la calle vendiendo periódicos, pero algo sorprendente es que hay algunos con tal cantidad de ejemplares que resulta ilógico pensar que hicieron la cola una o dos veces para después revenderlos, algunos en las paradas de ómnibus, otros llevan colgado sobre el hombro una especie de alforja similar a las que usan los carteros, con varias docenas de ejemplares e incluso revistas que tal parece que tienen un suministrador particular.

No sé cuánto le cuesta al Estado producir un periódico u otro tipo de material del que pregonan los revendedores, pero estoy seguro de que lo subsidia para que todos podamos acceder a su lectura. ¿Por qué entonces permitir que estos, a los que algunos denominan "luchadores", lucren a costa de este esfuerzo?

F.R. Rojas Pensado

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