En nuestra redacción se recibieron el año pasado miles de
opiniones y quejas de la población sobre problemas de la vivienda y,
sobre todo, en lo concerniente a los trámites que deben realizar los
ciudadanos y que pese a la voluntad de la Asamblea Nacional por
disminuirlos, continúan siendo una carga muy pesada.
Hay cierto marco de burocratismo que provoca que mucha gente pase
trabajo, comentó a Granma Héctor Armando Infante, un campesino de
Holguín, porque no existe una concepción objetiva y real a la hora
de simplificar los trámites.
A veces uno llega a la conclusión de que los que elaboran
resoluciones administrativas trabajan mucho a nivel de gabinete y no
disciernen bien entre las realidades que pueden haber, por ejemplo,
entre las zonas urbanas y las rurales, como ocurre con la resolución
11 del Instituto Nacional de la Vivienda.
Vivimos en una zona rural apartada, donde afrontamos serias
dificultades con la situación constructiva de la vivienda y donde el
Gobierno Revolucionario tiene la voluntad de ayudarnos a mejorar la
casa, que en general en nuestra área es pésima. Sin embargo, el
deseo de reparar se nos convierte en un quebradero de cabeza por la
cantidad de gestiones a realizar.
Lo ejemplifico: un campesino tiene en su rancho un techo con las
fibras del cogollo de la caña (ya no hay guano en la zona, ni en
áreas cercanas) y la comisión de circunscripción y el gobierno
municipal le facilitan la compra de un techo de zinc, de esos
modernos que disminuyen calor hacia el interior de la vivienda.
A esa familia, toda la alegría se le convierte durante varias
semanas en una desgracia; tienen que hacer el trámite jurídico en la
dirección de vivienda, pasar después ante el arquitecto de la
vivienda para que le haga el croquis (ese arquitecto está saturado
de tareas más o menos iguales y no tiene transporte para llegar a la
zona), deben ser visitados, además, por otros inspectores para hacer
el llamado expediente de rehabilitación.
Toda esa gestión para mejorar el techo del ranchito puede demorar
hasta tres meses. La familia, que vive monte adentro, tiene que
trasladarse con muchas dificultades hacia la cabecera municipal
entre 8 y 10 veces y luego hay que pagar: por los trámites, por la
compra del techo, por el alquiler del vehículo o carreta, lo que
sea, para transportarlo desde la microservi y por el constructor que
te lo monta. En total, paga entre 1 500 y 2 000 pesos.
Muchos vecinos como Héctor Armando se preguntan si la resolución
11 no debiera diferenciar objetivamente los requisitos o componentes
de las gestiones para las personas que viven en zonas urbanas
céntricas y los que viven en zonas campesinas muy apartadas como es
el caso del barrio Las 70, en Holguín, y por gestiones que son
elementales.
Otro problema preocupante, comentado en la reciente reunión de
Corresponsales de Granma, es lo que está sucediendo en algunas
regiones rurales de las provincias orientales con la interpretación
de otra resolución, la número 14, del Instituto Nacional de la
Vivienda.
La Revolución, con la Reforma Agraria, le entregó muchas tierras
a los campesinos en usufructo, luego vino la desgracia del ciclón
Flora en 1963, que desplazó a muchas personas e hizo surgir nuevos
asentamientos rurales a partir de pequeñas parcelas de tierra
entregadas para esos fines por los propios campesinos propietarios.
Más tarde llegó la idea avanzada de crear las cooperativas de
producción agropecuarias, y esos campesinos individuales se
socializaron como aportadores, pero en una parcela de esas tierras
ya estaban creados los asentamientos.
Años después, cuáles son los problemas:
Ahora los hijos o nietos de ese campesino al que la Revolución le
entregó la tierra en usufructo quieren quedarse en la zona y mejorar
o ampliar la vivienda o construir un ranchito aledaño a la casa del
viejo, en la tierras que él entregó como aportador, y la dirección
de vivienda no les concede la licencia de construcción "porque la
tierra es patrimonial".
Pero peor es para los asentamientos, porque muchos pobladores que
son campesinos, que ven mejorados sus ingresos como resultado de la
estimulación a la producción agropecuaria, quieren optimizar las
condiciones de vida, acumulan dinero para comprar materiales al
propio Estado y tampoco reciben el derecho a la licencia por iguales
razones de carácter patrimonial.
Quizás es un problema de interpretación sobre la aplicación de
ambas resoluciones, pero valdría la pena analizar cuestiones como
estas que no ayudan a las personas a solucionar los problemas con la
operatividad necesaria.