Baracoa privilegiada en el tiempo

JORGE LUIS MERENCIO CAUTÍN

El carbonero baracoense Marcelino Rueda Zúñiga, primer Héroe del Trabajo de la República de Cuba en la provincia de Guantánamo, me confesó que la Revolución lo salvó como ser humano, apartándolo de un infierno que prácticamente lo dejó sin niñez ni juventud.

FOTO DEL AUTORLa construcción del viaducto La Farola por la Revolución significó el fin del aislamiento de Baracoa.

El as de los carboneros cubanos entre 1960 y 1980 nació en 1924 en Navas, comunidad marina ubicada a una decena de kilómetros al noroeste de la ciudad de Baracoa. Cecilio, su padre, no tenía empleo ni tierra para trabajar, y a su madre Carmen apenas le alcanzaban las fuerzas y el tiempo para cuidar a decena y media de muchachos barrigones de tanto parásito.

Cuenta que su cuerpo no alcanzaba el largo de un machete cuando por las necesidades propias y de la familia ya sabía chapear y sembrar boniato. "De hecho, rememora, jamás pude soñar con ser maestro, médico o ingeniero. Mi obsesión era crecer rápido para ayudar a mis padres y a mis hermanos".

Museo Matachín en su etapa prerrevolucionaria de “Castillo Maldito”.

El Primero de Enero de 1959, cuando triunfó la Revolución cubana, Marcelino Rueda había cumplido 35 años y era prácticamente analfabeto. La miseria reinante hasta entonces en las ciudades y campos cubanos, se exacerbaba en Baracoa, objeto de total abandono e incomunicación por muchos años con el resto del país. No fue casual que la prensa de la época bautizara a este territorio como La Cenicienta de Oriente.

Hoy son solo malos recuerdos aquellos tiempos en que creció Marcelino y las condiciones espantosas encontradas allí por la Revolución, como las de un médico por cada 15 000 habitantes, más de 60 niños fallecidos por cada mil nacidos vivos, o la asistencia a la escuela de solo 5 000 de los 14 000 jóvenes en edad escolar.

Baracoa, esa suerte de paraíso de la geografía cubana, a cuya belleza no ha podido sustraerse ni uno solo de sus visitantes nacionales y extranjeros, es hoy una ciudad culta, con muchas conquistas que defender, como la salud, la educación, el empleo, los deportes, las viviendas, la electrificación, la comunicación, el avance de sus viales... y el decoro del ser humano.

Entre las obras más importantes edificadas por la Revolución allí (después de la cobertura de Salud y Educación a todos los rincones baracoenses) están el majestuoso viaducto La Farola, una de las maravillas de la ingeniería civil cubana, pintoresca y serpenteante carretera, gigantesco haz de luz que sacó al municipio de la incomunicación con el resto del país; y las industrias láctea y para el procesamiento del coco y el cacao.

Más reciente en el tiempo está la batería de ocho grupos electrógenos instalada en Mabujabo, la cual cubre la demanda de generación eléctrica de los municipios de Baracoa y Maisí, y el Acueducto por gravedad que en su primera etapa de explotación beneficia a unas 30 000 personas.

SU NOMBRE, SU GEOGRAFÍA

Baracoa, vocablo de origen arauco que significa presencia de mar, es una ciudad estrecha y alargada bañada por el Atlántico y por varios de los ríos más caudalosos de Cuba; de calles comprimidas, exuberante vegetación, y viviendas mayoritariamente cubiertas con rojas tejas francesas.

Como región integra el macizo Nipe-Sagua-Baracoa, asiento de la mayor y más importante de las Reservas de la Biosfera declaradas por la UNESCO en el Caribe insular, muy rica en biodiversidad y endemismo de especies de la flora y la fauna, y donde viven siete de cada diez aves que anidan en Cuba.

Atraen al visitante, también, sus centenarias fortalezas convertidas en hotel, restaurante o museo; la transparencia de su litoral, sus playas, sus tupidos bosques, y paisajes naturales como el Cañón de Yumurí, el Paso de los Alemanes, terrazas marinas, tibaracones, espeluncas y abundantes montañas lideradas por El Yunque, símbolo de la fortaleza espiritual del baracoense.

Esta región atesora la floresta más abundante de Cuba (encabezada por las mayores plantaciones de coco y cacao del país) y las mayores reservas de madera dura y preciosa.

SU HISTORIA

Casi veinte años después de que el 27 de noviembre de 1492 Cristóbal Colón llegara por primera vez a Baracoa, el conquistador español Diego Velázquez la funda como Primera Villa de Cuba, el 15 de agosto de 1511.

"El Adelantado", como también se le llamó a este hombre, instala allí su residencia y la declara como capital política, establece el Ayuntamiento, le da el título de Ciudad de Baracoa y la hace capital del gobierno eclesiástico, erigiendo el primer Obispado cubano.

Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa fue el nombre escogido por Diego Velázquez al bautizarla. Apenas cuatro años después, en 1515, su fundador transfiere la categoría de capital a Santiago de Cuba.

En el enfrentamiento de los caciques Hatuey y Guamá contra los conquistadores españoles en esta región, se hallan las raíces de la lucha de los cubanos por su soberanía y el símbolo de rebeldía de este indomable archipiélago.

Varios desembarcos revolucionarios se produjeron por el litoral baracoense. El más importante aconteció el primero de abril de 1895, por Playa Duaba, sumando a la Guerra Necesaria organizada por José Martí desde el exilio, a tres paradigmas de la gesta libertaria cubana: los generales Antonio Maceo, José Maceo y Flor Crombet.

Sus montañas constituyeron teatro de operaciones militares del Segundo Frente Oriental Frank País, y luego del Primero de Enero de 1959 fueron escenario para el aniquilamiento de bandidos e infiltraciones contrarrevolucionarias.

Valores históricos, geográficos y turísticos suficientes atesora Baracoa para festejar dignamente hoy los 500 años de su fundación como Primera Villa de Cuba.

Subir