De
un primer vistazo parece como si la ciudad de Baracoa jugara a
esconderse entre tanta vegetación y montañas descollantes. Ni idea
tenía de lo que esperaba a mis ojos después de sortear el trayecto
de esa portentosa obra de ingeniería que es La Farola.
¿El primer impacto? La cordialidad y sencillez de su gente.
Mas, el nombre de esta antiquísima localidad invoca también la
exquisita fragancia del chocolate; el más caudaloso río de la Isla:
el Toa; la meseta del Yunque, uno de sus tantos emblemas naturales;
macizos montañosos dotados de una vigorosa vegetación de bosques
vírgenes, pletóricos de flora y fauna endémicas; las prominentes
lluvias... y, además, el privilegio de ser la ciudad más antigua de
Cuba.
Innumerables son los detalles que durante estos cinco siglos han
ido conformando el presente de esta prístina urbe, fundada el 15 de
agosto de 1511 como Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa,
primera villa del proceso de conquista y colonización de la Isla. Y
es tal la historia que encierran sus calles, sus casas o su gente,
que aún 500 años después sigue siendo extraordinaria, comenta a
Granma Alejandro Hartamann Matos, historiador de esta localidad
guantanamera.
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La exhuberancia de la Villa, con su
Yunque, sus hermosos paisajes y el carisma de su gente.
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Cuentan que fue Cristóbal Colón, en el año 1492, quien
"descubrió" Baracoa al mundo; no obstante, a su llegada a este
pedazo de tierra ya existían allí asentamientos aborígenes con sus
bohíos, sus caneyes, sus sembrados, sus embarcaciones... que con el
paso de los años fueron mezclándose con otras culturas sin perder el
encanto de sus raíces primitivas, de las cuales también forman parte
imprescindible los caciques Hatuey y Guamá.
Dicen los lugareños que por estos rumbos todas las tardes son
iguales: llueve a cántaros. Quizás por eso uno de sus más conocidos
seudónimos es el de Ciudad de las Aguas, el cual reafirman los
acumulados de precipitaciones que anualmente se registran con un
promedio de más de 2 200 milímetros, el más alto de todo el país.
Según directivos del territorio, el favorable clima, unido al
predominio del relieve montañoso, imprimen en la agricultura de la
región características peculiares convirtiéndola en la principal
zona con potencial cacaotero del país. Especialistas aseguran que
aquí se cosecha el mejor fruto, con el cual se respaldan las
producciones de la Fábrica de Chocolate del territorio, y se
abastecen otras industrias del país.
Mas, no solo la divinidad de ser una zona cacaotera distingue a
Baracoa. Múltiples han sido los sucesos que en estos cinco siglos
han marcado su historia. Podríamos hablar del poema La Florida
—entonces posesión española—, primera obra literaria realizada en
Cuba, escrita por Fray Alonso de Escobedo y dedicada a esta tierra;
de la conservación de la Cruz de la Parra, única existente de las 29
colocadas por Cristóbal Colón durante sus viajes por América; de sus
primeras plantaciones cafetaleras introducidas por los emigrantes
franceses provenientes de Haití; de sus estratégicas fortificaciones
militares, convertidas hoy en museos o centros recreativos en los
cuales aún late la historia...
Una historia enriquecida después del triunfo de enero de 1959,
momento a partir del cual la Primada de Cuba comenzó a mostrar al
Atlántico un rostro diferente. Hasta aquí llegaron también los
médicos, las escuelas, el deporte... y la majestuosa carretera de La
Farola, que como singular obra de ingeniería, premia su propia
naturaleza y desde la cual, tanto en ascenso como en descenso, se
aprecia un exuberante paisaje.
Día a día sus sinuosas calles se llenan de la algarabía de su
gente que intentan a toda costa mantener sus tradiciones a pesar del
deterioro arquitectónico visible en muchos lugares. Sobreviven así
primigenios bailes como el nengón y el kiribá; sus famosas y
ancestrales recetas culinarias como el bacán —un plato hecho con
plátano verde y carne de cerdo—, los cucuruchos de coco —dulce
confeccionado con miel y frutas que se envuelven en yaguas—, o el
famoso tetí —un pez pequeño que solo se captura en esta zona de la
Isla y se come frito y entomatado.
Baracoa es eso y más. No alcanzarían los espacios para contar su
historia, porque a pesar de los siglos, esta mágica y alejada ciudad
permanece llena de vida, de gente, de leyendas, de colores, de
música, de alegría... Y continúa allí, con sus pintorescas casas de
techumbre rojiza rodeadas de su peculiar paisaje, sumando poquitos
de muchas partes para seguir siendo única a través del tiempo.