(28 de noviembre de 2002)

Elogio de Adigio Benítez

Para el Maestro en su proclamación como Premio Nacional de Artes Plásticas 2002

ROBERTO FABELO

Quiero, en nombre de todos los integrantes de varias promociones y generaciones de artistas, más que elogiarte, agradecerte tu verdad.

Una verdad entera edificada en una elevada y sostenida pulcritud artística y moral, con un magisterio desde la humildad, sin altisonancias, sin complacencias; un hacedor paciente y de vida arriesgada: el riesgo aquel, el del pellejo en tiempos difíciles, y el otro, el de la inconformidad, y el renuevo creador en una ya dilatada existencia que te otorga la condición de jugador de extrainning que pudiéramos todos envidiar. Vida y obra soldadas en una aleación única y consecuente.

Foto: AHMED VELÁZQUEZHace más de 30 años —cuando adolescente asistía a tus clases en la Escuela Nacional de Arte—, por tu hablar pausado y quedo, tenía yo la impresión de estar ante un hombre agotado.

Era la percepción equivocada de un joven que tenía mucho que aprender y ese hombre para mí, aparentemente fatigado, me ha dado una lección de sabiduría y de energía creadora y vital.

Siento orgullo por haber vivido el mismo tiempo y haber aprendido esa lección de tu ejemplo.

Cortaste la caña, soldaste el hierro, doblaste el papel y lo llenaste de vida, y parece que estás venciendo al implacable.

Por ello, creo firmemente que se te honra con justeza por esa obra que nos estás legando, por esa vida dedicada al arte y a su anhelo superior: la Belleza.

Permíteme que te devuelva en este dibujo un pedazo de lo que sembraste en mí.

   

SubirSubir