(26 de noviembre de 2002)

Adigio o la forma imaginaria de la pasión

"Pintar no es una satisfacción
no es el gusto de hacer
es
a diferencia del amor
la forma imaginaria de la pasión".

PEDRO DE LA HOZ

Curiosamente por estos días, más que repasar sus pinturas y dibujos, volví a los versos de este hombre, poeta también de la palabra y encontré en ellos una frase que lo define: "Pintar no es una satisfacción / no es el gusto de hacer / es /a diferencia del amor / la forma imaginaria de la pasión".

Esta es una de las claves del ejercicio plástico de Adigio Benítez. Su entrega por largos años al dominio de un oficio asumido a conciencia no lo ha hecho estacionarse en la contemplación. Cada una de sus figuraciones se halla grávida de propuestas marcadas por vivencias y convicciones. El artista siempre nos ha invitado a compartir sus verdades sobre la base de una límpida eticidad y de una sinceridad fuera de toda duda.

Uno de sus alumnos, avezado pintor y a la vez crítico de arte, Manuel López Oliva, resumía en los 80 la obra de Adigio como la que "sintetiza los logros expresivos de la profesión, las metáforas plásticas que encarnan sus convicciones y sentimientos revolucionarios; y las representaciones apropiadas para exteriorizar la realidad conocida por conducto del lenguaje lírico de la fantasía".

La vigencia de tales afirmaciones transita por el conocimiento de una obra que se nos ha mostrado coherente en sus pasiones y derroteros, desde que en el artista nació la vocación por crear imágenes.

Ello sucedió desde su niñez en Santiago de Cuba, ciudad en la que nació en 1924, pero tomó vuelo cuando en plena pubertad se trasladó con su familia a la capital. Tocó a las puertas de la Academia de San Alejandro dos veces —tuvo en un momento que interrumpir sus estudios debido a precariedades económicas—, donde obtuvo el título en 1949.

Ya por entonces había abrazado las ideas marxistas y con responsabilidad militante había hecho sus primeras armas en gráfica política en el magazine Mella y en La voz del pueblo. Pero su gran oficio como dibujante —que alimentaría más adelante su proyección pictórica— vendría a partir del mismo 1949 en las páginas del diario Noticias de Hoy, órgano del Partido Socialista Popular.

Fluidos vasos comunicantes enlazan dos obras suyas emblemáticas de los 50. A los pocos días del golpe del 10 de marzo de 1952 apareció en Hoy uno de los mejores dibujos políticos de la época: dos botas, una militar, otra camuflada en los pantalones de rayas que caracterizan al Tío Sam, pisotean la Constitución del 40. La imagen es un alarde de economía de medios en función de la denuncia política directa. En medio de la dictadura pinta uno a Jesús Menéndez en diálogo con campesinos y obreros agrícolas: el líder azucarero aparece en el centro con su rostro firme y sereno y su gesto popular, en trazos de fineza ejemplar.

El paso de los años duros de la tiranía a los luminosos del alba revolucionaria estimuló su faena creadora. El deber social afloró no sólo en campesinos, obreros y columnas rebeldes, en una pintura que fue cobrando legítimos ribetes épicos. El caricaturista político —lo siguió siendo varios años en Hoy y luego en Granma, del cual fue fundador— cedió espacio al pintor de honduras proféticas, el que Fayad Jamís llamó alguna vez "de buena raza".

Alguien, sin embargo, pudiera pensar, en un pintor de voz única en aquella etapa y no es así. En fecha tan temprana como 1964, en una de sus primeras exposiciones personales, Obreros, máscaras y paisajes (Galería Habana), el artistas articulaba diversos niveles temáticos y referenciales en su pintura, los cuales prefiguraban la renovación que se hizo evidente a partir de los 80 y que cuajó en la última década.

La recreación de motivos históricos, la apropiación de elementos morfológicos de las diversas edades de la evolución del arte, el replanteo de la percepción de la naturaleza y el rejuego formal entre figuración y representación lúdico-simbólica que a muchos ha ido asombrando en las muestras que se sucedieron luego de Plegables simulados (Galería Habana, 1989) vienen a ser resultantes de una misma pasión que se fue incubando a través de su contumaz confrontación de años con la imaginación, la tela y la cartulina.

Hace cuarenta años, su amigo, el notable poeta y ensayista Ángel Augier, dijo del dibujo de Adigio: "es la forma que no se improvisa, sino que viene de lo profundo y se resuelve en una línea de contorno suave, pero firme y honda".

Esa condición esencial guarda vigencia y ha calado su pintura en una obra que debemos celebrar más allá de un día, como el de hoy, en que muy merecidamente recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas 2002

   

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