4-01-2003
El 2002 dejó más
compromiso que resultados
Un total de 600
medallas se alcanzaron en eventos internacionales, de ellas 34 de
oro, 18 de plata y 12 de bronce en campeonatos o copas del mundo
OSCAR SÁNCHEZ
Si se pretendiera pasar
por los caminos del deporte en el 2002, obligatoriamente habría que
recorrer uno de los senderos más revolucionarios de los últimos 43
años, pues la celebración de la I Olimpiada Nacional marca ya una
pauta en la estrategia de desarrollo de una de las principales
potencias del planeta.
No podría prescindirse
de comentar la idea de que el magno evento llegó para quedarse por
muchas razones. La más importante de ellas, el espectáculo, que
tendrá que seguir creciendo frente a una afición muy conocedora y
en consecuencia, muy exigente.
Sin embargo, desde el
punto de vista conceptual en materia de preparación para asumir
compromisos tan encumbrados como Juegos Panamericanos y los propios
Olímpicos, la cita nacional plantea un reto en los diseños de
puesta en forma en distintas disciplinas, que bien asumidos por
entrenadores que han dado muestras de gran sabiduría ante el
poderío económico y mercantilista que envuelve al mapa deportivo
mundial de inicios del milenio, sustentaría lo que pudiéramos
llamar el perfeccionamiento de la potencia mundial cubana.
El fútbol puede
apoderarse del barrio.
La Olimpiada reflejó el
resultado de una obra de más de 40 años en favor de la calidad de
vida, a través de la actividad física. Cuando se dice, con
orgullo, que solo un país como este es capaz de celebrar tan
colosal fiesta en menos de un mes, entonces los porqué enseñan los
cimientos de un movimiento deportivo que acogió la histórica frase
de Fidel, "El deporte es un derecho del pueblo", como fórmula de
participación y como único modo de socializar el espectro
deportivo nacional, lo cual no tardó en convertirse en la principal
premisa de desarrollo.
Por ejemplo, el año que
despedimos registró a más de 30 millones de participantes en
actividades físicas como motivo de recreación (tanto en
disciplinas deportivas como en otras expresiones, entiéndase pesca,
caza, carrera de orientación, campeonato nacional de dominó en sus
diferentes fases y otras), sin incluir los que prefirieron el
esparcimiento como espectadores en competencias nacionales e
internacionales organizadas en el país.
Los Juegos Escolares
Nacionales encontraron nuevamente a más de 10 000 estudiantes
deportistas envueltos en su primer escalón competitivo en el alto
rendimiento, y los trabajadores, organizados en sus sindicatos
hallaron también el espacio vital y necesario para fomentar la
amistad a partir de la rivalidad que presupone el terreno de juego.
Mas, un breve contacto
con Eligio Williams, director nacional de Recreación del INDER, nos
sirvió para apuntalar el concepto de que es justamente la actividad
recreativa uno de los soportes más importantes del movimiento
deportivo cubano, pues es la que cumple con la misión más
trascendental, la que encierra el valor humano del deporte, que solo
puede expresarse en la participación, para que las medallas y los
récords sean su consecuencia.
Es por eso que
coincidimos en que los más de 30 millones de participantes son
pocos, o que es insuficiente el indicador de que cada persona de
más de cinco años intervino en el 2002, como promedio, en doce
actividades de este tipo, pues el parámetro de una mensual queda
muy por debajo de las posibilidades creadas, tanto en el orden de
profesionales, como de infraestructura.
También convergimos en
la opinión de que es vital potenciar como opción de emplear el
tiempo libre, la liga de los barrios (baloncesto, fútbol o softbol,
por citar solo tres). En la comunidad están las preferencias y
está la escuela, y en el INDER, los especialistas para encauzarlas.
Han sido realmente bellas las jornadas celebradas con las
organizaciones de masas, CDR, los Pioneros y otras, pero como nos
dijo Williams, la palabra de orden es sistematicidad.
Desde la escuela y la
comunidad hasta las pistas.
Es realmente imposible
que se amplíen las ofertas recreativas mediante el deporte si se
ciñen al día de los cederistas o al día del campesino o a tal o
más cual efemérides. En otras palabras, perdería su esencia.
Ejemplos sobran del
poder de convocatoria de la Revolución en el deporte. Tenemos uno
muy reciente, el pasado 7 de diciembre, cuando se organizó la
Simultánea Gigante de Ajedrez, la mayor efectuada en el mundo, con
más de 11 000 tableros. Y justamente en ella, la niñita de solo
cinco añitos Nancy de las Mercedes Paneque Ouviñas, quien logró
tablas con el Maestro que tenía de adversario, fue la expresión de
que solo la posibilidad de participación es la que llevó a Cuba a
encumbrarse entre las 10 naciones más poderosas del deporte en el
mundo.
Nancyta no hubiera
podido lograr su hazaña, premiada por el beso de Fidel, cual
medalla de oro, si persistiera en este país el ridículo indicador
de participación deportiva de hace 44 años, cuando solo un 0.25%
de la población tenía acceso a la práctica de alguna
manifestación física.
Esa pequeñita es la
muestra de porqué pudimos hacer una Olimpiada, de porqué Cuba
tiene medallistas mundiales en más de 15 disciplinas, de porqué
ocupa el lugar 16 en la historia de más de 100 años en Juegos
Olímpicos, con solo 16 presentaciones a las 27 citas organizadas.
Pero es también la
expresión de porqué despedimos el 2002 con la participación en
157 eventos internacionales, en los cuales intervinieron 1 148
atletas que aportaron 600 medallas, de ellas 312 de oro, 179 de
plata y 109 de bronce. De ese botín, en campeonatos o copas del
mundo se alcanzaron 34 preseas áureas, 18 plateadas y 12
bronceadas.
Al decir de Humberto
Rodríguez, presidente del INDER, el 2002 dejó más compromiso que
resultados. Con esa máxima, el deporte cubano ha de emprender el
2003 y con ella encontrará en los barrios, en las escuelas, muchas
Nancy, muchos Osleidys Menéndez, Iván Pedroso, Rigondeaux. Ellos
nos esperan. |