2-01-2003
Una proeza del
2002
Abrir y cerrar los
ojos
Modernas viviendas de
mampostería saludan la brisa que viene del océano Atlántico
JOSÉ ANTONIO
FULGUEIRAS
SANTA CLARA.— A estas
horas, cuando el 2002 cerró los ojos y el 2003 los abre al siglo
XXI, y ya todas las casas están levantadas, recuerdo el fabuloso
cuento del coterráneo Onelio Jorge Cardoso sobre aquel jardinero
escolar, quien tan solo con apretar las pupilas retrocedía a un
pasado de calamidades y luego las abría, para encontrarse con la
realidad erguida en una escuela nueva.
Una
familia disfruta
de la casa nueva.
Aún no he olvidado
aquel panorama desolador que observé tras el cruce del ciclón
Michelle, en noviembre del 2001, por la franja costera del Norte
villaclareño donde derrumbó o removió las viviendas que se
encontró a su paso y dejó sin hogar a cientos de familias de
pescadores y obreros agrícolas.
Sin poseer la
imaginación del jardinero de Onelio, pudiera hoy cerrar los ojos y
verme en medio del poblado de Isabela de Sagua, donde Roberto, el
veterano portuario, observaba desconsolado el montón de madera
acumulada que le había dejado el huracán más intenso de los
últimos años.
Roberto estaba triste,
pero no destruido como su morada. Tuvo confianza en la ayuda que
recibiría y elogió el trato que le dieron en el refugio de
evacuación. Lo estaba también la directora del círculo infantil y
otros muchos moradores "agrietados" por el mar y los
vientos.
Abrir las pupilas así
es más fácil, pues la realidad te sale al paso. Ya Roberto tiene
su vivienda confortable, el círculo brilla más que antes y los
pioneros te saludan con una mano sobre la frente y el compromiso
inapagable de ser como el Che.
CARAHATAS, UNA FLOR
SIN SALITRE
Un caricaturista podría
simbolizar a Carahatas como una flor roja que brotó de un amasijo
de escombros, madera y viento.
Ahora la gente te saluda
con nuevos bríos. Son pescadores que no le temen al mar, pero sí a
las ráfagas de un ciclón que les devastó las viviendas, la
mayoría de ellas levantada a ras con ras con la marea. Nadie los ha
podido persuadir para que abandonen la zona: "El mar nos quitó
las casas porque el ciclón lo obligó", me dijo un anciano a
las pocas horas de cruzar la tormenta con la intención marcada de
no dejar la franja que lo vio nacer.
El Partido y el Gobierno
propusieron edificar las nuevas viviendas en un sitio más seguro y
alejado del litoral. Hicieron la construcción del tipo biplanta y
ya todo el mundo está resguardado dentro de un nido de cemento y
cabilla, luz eléctrica y agua potable.
Al viejo lo vi hace poco
calentándose bajo el sol playero desde un balcón de la segunda
planta. Semejaba un alcatraz fortaleciéndose las plumas con el
ansia de cazar y volar.
QUÉ BIEN SE VE LA
HIJA DE PANCHO
Nadie me supo decir de
dónde venía el nombre de La Panchita. Alguien dejó entrever, con
cierta duda, que el apelativo trascendió desde la hermosura de una
nieta de Pancho, fornido pescador que dejó la musculatura y el
porvenir entre las olas y el salitre del capitalismo.
Lo cierto es que el
ciclón acabó en un santiamén con toda la belleza y la gracia de
La Panchita. Resultó la mayor zona devastada, con más de 100
viviendas destruidas totalmente. Sus moradores fueron guarecidos en
las cabañas del campismo de las playas de Ganuza y El Salto.
Los pescadores de aquí,
como los de Carahatas, tan pronto el mar amainó, pusieron proa
hacia el horizonte de captura, pues el paso del meteoro facilitaba
la extracción de la langosta, altamente cotizada en el extranjero.
La presencia de Fidel en
La Panchita y otros puntos de Corralillo llenó de optimismo los
semblantes de los perjudicados por el paso de la tormenta. El
Comandante en Jefe reiteró: "Vamos a levantar todas las
viviendas destruidas y reparar las dañadas". Hombres, mujeres
y niños aplaudieron aquella decisión salida de un hombre que todo
lo que ha prometido lo ha cumplido.
Cuesta trabajo ahora
definir quién es más linda, si la nieta de Pancho o la comunidad
creada por la Revolución. Tan solo con arribar allí la alegría te
contagia. Modernas viviendas de mampostería saludan la brisa que
viene del océano Atlántico y la devuelven con el terral nocturno.
Le pregunto a una vecina
de la comunidad cómo se siente. Abre los brazos y sonríe. Intenta
con ese gesto mostrarme toda la felicidad de la mañana. Un niño se
le acerca y ella le pone la mano en la cabeza y acentúa: "¡Esto
sí es vivir!", luego le pide al pequeñín: A ver niño, dile
si estás contento. Él acompaña la afirmación desde una encía
roja, dos dientes y su sonrisa.
En Villa Clara hoy
refulgen 16 nuevas comunidades. Fueron levantadas las 1 506
casas totalmente destruidas por el ciclón y edificadas otras 154
derrumbadas por otros huracanes. Los daños parciales en más de 45 000
viviendas fueron restañados con la entrega total de constructores,
personas perjudicadas y vecinos. Cuando terminaron la obra, los
constructores marcharon solidarios al apoyo de la provincia
matancera.
El jardinero de Onelio
cerraba los ojos y ubicaba cada una de las cosas que antes existían
cuando todo aquello era potrero y más potrero. Luego en sus pupilas
aparecía la secundaria básica llena de escolares, a quienes les
dejaba que le robaran una flor. Tal vez una de esas rosas rojas, en
las manos jubilosas de un niño, es el simbolismo de este sueño
hecho realidad.
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