ANIVERSARIO DEL TRIUNFO DE LA REVOLUCIÓN

2-01-2003

Una proeza del 2002

Vivir con esa seguridad

Este año puso a prueba una vez más la voluntad de los matanceros

VENTURA DE JESÚS

MATANZAS.— Este año puso a prueba una vez más la voluntad de los matanceros. A las dificultades que se padecen cotidianamente en el orden material vino a sumarse Michelle, huracán que azotó sin misericordia a finales del 2001 la casi totalidad del territorio.

Foto: ARNALDO SANTOSConfortables viviendas construyeron los matanceros en la recuperación de los daños del huracán Michelle.

El desastre natural, sin embargo, no nubló la inteligencia y esa capacidad de resistencia que caracteriza a los cubanos, sobre todo, en los momentos en que crecen los problemas. La gente no se dejó impresionar por la crueldad del meteoro.

En las otras ocho provincias del país también víctimas del agua y los vientos, el pueblo tampoco le dio gusto a la adversidad. En un esfuerzo extraordinario la nación requirió, para restablecer el orden, de siete veces más recursos financieros y humanos que los empleados en cualquier ciclón anterior.

En el sector de la vivienda en esta provincia se reportaron afectaciones en alrededor de 60 000 casas, y a la postre se levantaron como nuevas una cantidad superior a las 11 000. Ante la intransigencia de los daños, a las familias les infundió aliento la aseveración de Fidel de que nadie quedaría desamparado y que la Revolución no dejaría desprotegido a uno solo de los perjudicados.

En rigor, se cumplió la promesa de que el país se recuperaría en el término de un año. Pero nadie imaginaba, en aquel fatídico mes de noviembre, la magnitud del esfuerzo que sería necesario desplegar para llevar a buen término el propósito de concluir en tan breve tiempo.

A pesar de la tensa situación económica del país, las labores constructivas no interfirieron los programas de la Revolución, las familias no quedaron abandonadas y para contribuir a satisfacer sus necesidades se les entregó un suplemento alimentario a más de 3,5 millones de personas, gratuitamente durante siete meses, la mayoría de ellas de la provincia de Matanzas.

La señal del desastre se sintió con fuerza en muchos sectores, especialmente en el eléctrico, al perderse la interconexión con el Sistema Electroenergético Nacional durante 19 días. En ese tiempo fue sustituido un gran número de postes, transformadores y líneas de 220 kilovoltios.

El país quedó dividido en dos. "Eso no había sucedido antes", sostuvo el Jefe de la Revolución en el acto nacional por la conclusión de las labores de recuperación tras el paso de Michelle el 4 de noviembre del 2001.

Los daños fueron también severos en las comunicaciones. El huracán derribó 51 centrales telefónicas y varias torres de televisión, e interrumpió miles de teléfonos.

El desorden incluyó a sectores tan importantes como el azucarero, la educación, el turismo y otros muchos. Pero la población, sin ningún vestigio de cansancio ni experiencia constructiva, comenzó a levantar sus propias viviendas.

Fue una casi perfecta unión de voluntades, en la que participaron constructores de varios organismos, bajo el control y la organización del Partido y del Gobierno, y la contribución de las organizaciones de masas. Los presidentes de los Consejos Populares y delegados de circunscripción se sumaron a tiempo completo. El gesto altruista fue el más común del mundo.

Pocos fueron indiferentes a la desdicha del vecino. La imagen de la gente del barrio apoyando a sus compatriotas se hizo muy normal, no con la intención calculada de que lo vieran, sino con el único propósito de ser solidario.

En la distribución diaria de recursos se mostró una gran disciplina.

Transportar los materiales en muchos casos desde territorios bien distantes, y en grandes volúmenes, parecía una exigencia para la que no estábamos preparados. Y si bien hubo algún que otro desconcierto aislado, lo más frecuente fue llegar con el recurso (cantos, cemento, bloques, arena, piedra, acometidas eléctricas...) a todos los necesitados, de las más disímiles maneras.

También se destacaron por su organización los transportistas, trabajadores de la industria de materiales y colectivos de carpinterías, aserríos y canteras, quienes pusieron a plena capacidad su producción sin poner reparos.

Fue tan vehemente la labor realizada, que apenas vale la pena detenerse en los obstáculos, reclamos e incomprensiones. Matanzas construyó tres veces más viviendas en el plazo de un año que nunca antes. Los habitantes de municipios como Ciénaga de Zapata, Jagüey Grande, Colón y Los Arabos, por solo citar cuatro, no se olvidarán en el resto de su vida del reto a que se vieron enfrentados durante el año 2002.

Fue una fascinante aventura que, en medio de la calamidad, unió más a nuestro pueblo. Hubo otras muchas expresiones de consagración y victoria de los yumurinos durante la etapa, pero en ninguna como en el enfrentamiento a los daños dejados por el huracán, el pueblo tuvo que vencer tantas dificultades.

"Mucha gente se sintió abrumada cuando vio su vivienda en el piso, pero yo le dije a mi esposa: no te aflijas, lo que importa es no perder las esperanzas, la Revolución no abandona a nadie...No te puedes imaginar lo que es vivir con esa seguridad".

Esa fue la observación optimista de un cenaguero, el primero que levantó su casita en el poblado de Pálpite, a dos meses de haber pasado Michelle.

   

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