1-01-2002
La ciudad tomada, el pueblo en la calle...
ORLANDO GUEVARA
Los últimos días de
1958 fueron más convulsos que de costumbre en Santiago de Cuba.
Todo estaba preparado para el combate final, que tendría lugar
contra una guarnición de cerca de 5 000 soldados batistianos,
agrupados en el cuartel Moncada.
Aún se recuerdan las
memorables escenas de
la entrada del Ejército
Rebelde a la capital oriental.
Las columnas de Camilo y
el Che combatían victoriosas durante su invasión a Occidente. En
el Norte de Oriente, el IV Frente desarrollaba importantes acciones.
El I, II y III Frentes, al mando de Fidel, Raúl y Almeida,
respectivamente, luego de derrotar la ofensiva de la tiranía,
expulsaban al ejército opresor de la Sierra Maestra, lo acorralaban
en sus madrigueras y después lo rendían.
Palma Soriano el 27 de
diciembre y Maffo tres días después, eran los últimos reductos de
la dictadura doblegados por el Ejército Rebelde. El cerco a
Santiago de Cuba auguraba la cercanía del triunfo total.
En esos días cruciales,
¿qué estaba pasando en la heroica capital oriental? ¿Cuál fue el
papel de los combatientes clandestinos? ¿Cómo recibió el pueblo
la ansiada victoria?
Transcurridos 44 años
del trascendente acontecimiento, converso con Reynaldo Irsula Brea,
el combatiente rebelde que había regresado a la clandestinidad para
cumplir una misión importante relacionada muy directamente con lo
sucedido aquí en esos días.
"Me
encontraba en La Plata, junto a Fidel, quien me mandó para Santiago
de Cuba, con el fin de organizar una base de apoyo al Ejército
Rebelde y poner bajo control a las fuerzas de la tiranía. Eso fue
unos cuatro meses antes del triunfo. Muchos compañeros se habían
ido para la Sierra, pero organizamos los grupos con sus respectivos
jefes, dividimos la ciudad en zonas y cumplimos la tarea de que no
se pararan las acciones. Realizábamos el suministro de comida,
armas, municiones y medicinas a las tropas rebeldes.
"Cuando
la toma del BANFAIC, me entrevisté con Fidel allí y me mandó para
Palma Soriano, donde me entregó unas armas, que eran como 100 ó
104. Antes de salir para la entrevista, yo había dejado la gente
preparada en Santiago. En la ensenada de Nima-Nima, cercana a la
refinería, ubiqué a unos 100 hombres y otro grupo grande quedó en
la parte urbana.
"La
orden de Fidel era tomar la ciudad. Me dijo que hiciera las veces de
policía. Le pregunté qué hacia la policía y me contestó:
controlar y evitar desórdenes, robos, asaltos, abusos.
Reynaldo Irsula Brea.
"Me
orientó que debían ser tomadas las posiciones enemigas, lo cual
fue cumplido, pues ocupamos la Estación de Policía, los cuarteles
de los masferreristas , el Vivac, el Gobierno Provincial y el
Municipal y la Marina. Se tomó la ciudad completa, menos el
Moncada. Eso garantizaba que si era necesario combatir contra esa
guarnición, no existieran fuerzas que pudieran atacar a los
rebeldes por la espalda. Las tropas de la dictadura estaban
desmoralizadas y ya lo que esperaban era que llegara alguien para
rendírsele.
"Estando
en la calle Martí —recuerda— me topé con parte de la Columna
9, del III Frente, dirigida por el comandante René de los Santos,
quien marchaba hacia el Moncada."
La memoria del día del
triunfo está fresca en la mente del combatiente: "Imagínate, era
el fin de una guerra en la cual tú no sabías cuándo iban a
sacarte de la casa para matarte. Nosotros con el triunfo, la ciudad
totalmente tomada, el pueblo en la calle, los gritos, el júbilo. La
población estaba muy alegre, desbordada, la gente conversaba con
los rebeldes, se te tiraban encima para abrazarte.
"No
es tanto lo que hicimos nosotros como lo que hizo el pueblo. Hubo
pequeños tiroteos frente a masferreristas y otros asesinos que
huían, tratando de escapar. Y no eran solo las milicias
clandestinas las que los perseguían. Era todo el pueblo en la
calle, sin dejarlos correr ni dos cuadras. Pero no hubo desórdenes;
los esbirros se cogían, se levantaba un acta y se remitían a los
Tribunales, donde se realizaban los juicios."
Su protagonismo de esos
días es resumido por el combatiente con pocas y sencillas palabras:
"Lo único que hice fue cumplir la orden de Fidel".
Para el final he dejado
algunos datos sobre el testimoniante, las cuales reflejan la
grandeza de la Revolución, las razones de su triunfo y sus raíces
humildes que no han sido ni serán nunca traicionadas.
Reynaldo Irsula Brea se
inició como combatiente clandestino cuatro días después del
alzamiento del 30 de Noviembre en Santiago de Cuba, y dos días
después del desembarco del Granma. Procede de un hogar campesino,
de padre carbonero.
Su vida entera la ha
dedicado a la Revolución. Cuando el Comandante en Jefe le confió
la histórica misión aquí relatada, Reynaldo Irsula —o
simplemente Rey— tenía solo 19 años de edad, con un mal segundo
grado de escolaridad que él mismo califica de analfabetismo. El
estudio vendría después. Llegó a merecer el grado de Mayor en las
filas del Ministerio del Interior.
En su hoja de servicios
a la Patria figuran las gestas de Playa Girón, la Limpia del
Escambray, misión internacionalista en Angola y en otros países.
¿Jubilado? "No.
Pensionado. La Revolución lo necesita a uno, y uno tiene que
cumplir. Hay muchos peligros, y lo que corresponde es estar al día,
aquí, dispuesto para lo que sea. Como en aquellos tiempos". |