ANIVERSARIO DEL TRIUNFO DE LA REVOLUCIÓN

01-01-2003

Los poetas cantan a su Revolución

LUIS SUARDÍAZ

La relación entre la poesía y el lector, frecuente o esporádico pero que no aspira a convertirse en literato, es tan antigua como la necesidad de arte del pueblo llano, y en los instantes decisivos alcanza una intensidad suprema.

Recuerdo que al mediodía del 9 de abril de 1958, en medio de la huelga general revolucionaria, un compañero de célula de nombre Ángel, de oficio mecánico y que no había terminado el quinto grado, me comentó dolido que se notaba la falta de un poeta en ese momento en nuestro destacamento. Yo había publicado a la sazón varios poemas en revistas y antologías, pero nuestro compañero lo ignoraba, de modo que le pregunté por qué pensaba así y respondió, algo asombrado de mi pregunta, que en los momentos decisivos y sobre todo en vísperas de un posible combate se necesitaba un poema que expusiera las razones de esa lucha y exaltara a los participantes. Poco después partimos hacia nuestros destinos y no sé si alguna vez ese compañero, que se perdió en los caminos del tiempo, haya leído mi poema sobre aquella acción revolucionaria, mas nunca olvidé esa lección: la poesía es un misterio aunque se haga cada día como el pan, pero su destino no es quedarse en el círculo de iniciados sino que es necesaria a los pueblos, como afirmó José Martí.

Foto: RICARDO LÓPEZ HEVIAEl Indio Naborí, poeta de 
vocación redundante.

Desde José María Heredia —cuyo bicentenario conmemoramos este año— y aun antes, la poesía estuvo trenzada a la lucha por la independencia y es sabido que los líderes de las guerras por librarnos del despotismo español en el siglo XIX fueron dos poetas, Carlos Manuel de Céspedes y José Martí, uno modesto y otro grandioso, pero ambos protagonistas del fuego épico.

La decisiva etapa de lucha, no solo contra el batistato sino contra todo tipo de dominación, que desembocó en el triunfo popular de enero de 1959, conducida por Fidel, no fue una excepción. Pronto se cumplirá medio siglo del Asalto al Cuartel Moncada y aquella madrugada del 26 de Julio los revolucionarios entraron en la historia grande de la Patria poco después de escuchar de labios del maestro, poeta y mártir Raúl Gómez García, su poema cuyo título es todo un símbolo: Ya estamos en combate. Como Raúl otros jóvenes sensibles que escribían versos a la Patria y sus mártires, tal el inolvidable Frank País, o que ya mostraban una decidida vocación literaria apenas traspuesta la pubertad, como los hermanos Luis y Sergio Saíz, Juan Oscar Alvarado o Agustín Gómez Lubián, no pudieron alcanzar su madurez artística porque cayeron en combate, y solo lograron dejarnos algunas páginas perdurables entre sus testimonios.

También los poetas mayores, que durante años habían exaltado los valores patrios y el fin de todas las ataduras, acompañaron la gesta con sus versos, a veces incluidos en publicaciones modestas o relevantes, otras alzadas en mítines, trincheras, manifestaciones, y aun nutrieron el gran río anónimo de la lucha ciudadana.

Por entonces, Manuel Navarro Luna retomó la línea de sus acerados Poemas mambises con su canto al 10 de octubre de 1952, o el 28 de enero del siguiente año en homenaje al centenario del Apóstol, que tituló Padre Nuestro, hasta llegar al antológico canto nombrado Santiago de Cuba en agosto de 1957. Y Nicolás Guillén continuaba en su Elegía cubana sus rotundos cantos viriles y políticos (Cuba, palmar vendido, sueño descuartizado,/ duro mapa de azúcar y de olvido...), como en sus décimas afiladas hacía Jesús Orta Ruíz, Naborí, uno de los primeros en cantarle en su Marcha Triunfal al Ejército Rebelde, Carilda Oliver Labra autora en plena insurrección del Canto a Fidel, y tros bardos de su promoción.

Foto: LIBORIO NOVALEl mismo 1ro. de enero de 1959,
Roberto Fernández Retamar escribió
 el poema El otro, en el que se
 pregunta: "Nosotros, los
 sobrevivientes / a quiénes debemos
la sobrevida..."

Con el triunfo de Enero de 1959 aparecieron en la prensa aquellos textos del clandestinaje y los que permanecían totalmente inéditos, y una nueva generación hizo su irrupción en la escena como nunca antes, porque la poesía expresó con más fuerza y primero que ninguna otra manifestación cultural la nueva época. Por eso junto a los autores establecidos, nacidos en los primeros años del siglo, como Nicolás Guillén, Alejo Carpentier y Félix Pita Rodríguez, retornaron de la emigración o el exilio varios poetas de la generación que ha sido llamada del cincuenta o primera de la Revolución triunfante. Pronto Roberto Fernández Retamar publicaría su cuaderno Vuelta a la antigua esperanza; Fayad Jamís sus líricos homenajes que hallarían años después su más ceñido título al tema en Por esta libertad; Pablo Armando Fernández, El libro de los héroes; Álvarez Baragaño, que ya había publicado Poesía Revolución del ser, extrajo de su experiencia en los combates de Girón y El Escambray, su caudaloso Himno a las milicias, Mi Patria, y una extensa, vibrante elegía por la muerte de Camilo Cienfuegos que acogió la revista Bohemia, asombrosamente nadie recuerda, y no se ha incluido en sus antologías. También de su participación en el Escambray o en Girón, Galindo Lena y Marré volvieron con poemas antológicos y Rolando Escardó resumiría poco antes de morir, en 1960, la actitud de los entonces jóvenes cantores (que como él pensaron alguna vez: el mundo está lleno de puertas que no se abren) al escribir: Pero lo que importa es la Revolución,/ lo demás son palabras/ del trasfondo.

Mas no serían solo ellos, varios poetas hoy muy conocidos, y otros que con el tiempo se destacaron en otros géneros o en otras faenas, alumbraron la cultura cubana en 1959 y en los años siguientes, fieles al principio martiano de que la poesía se ha de hacer para ser útil al mundo, enseñándole que la naturaleza es hermosa, que la vida es un deber; como desde su celda en la cárcel injusta, en los propios Estados Unidos, lo hace hoy Antonio Guerrero, un cubano que nació cuando la guerra de liberación llegaba a su fin, y es heredero junto a sus cuatro dignos compañeros, Fernando, Gerardo, Ramón y René, de nuestra tradición heroica que está viva en sus versos; Regresaré y le diré a la vida/ he vuelto para ser tu confidente.../ cantaré mis canciones al destino/ y con mi voz haré temblar la muerte.

   

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