NUESTRA AMÉRICA EN EL PROGRAMA DEL MONCADA

Por Pablo Prendes Lima

Cuando el 26 de Julio de 1953 se produce el ataque al Cuartel Moncada, bajo el mando de Fidel Castro, en esa fecha, cincuenta y nueve años antes, José Martí, Apóstol de nuestra Independencia, le escribía a un amigo: "Yo no he hecho nada aún, más que sentir en mi rostro la bofetada de la soberbia a la humildad, y vivir para abogado de humildes. Ése es mi patriotismo (...) Para mí, todo hombre justo y generoso ha nacido en Cuba. Y hay un hombre más liberal que yo: el que entre la injusticia de su patria y las víctimas de ella, se pone del lado de las víctimas".

La gesta heroica de la Generación del Centenario, en magnífica continuidad histórica fue, precisamente, la batalla contra el crimen, la corrupción, la miseria y la injusticia social toda, para que el Maestro "siga viviendo en el alma de la patria". De esa patria que también nos enseñó el Apóstol; la grande, la que en su renuevo constante es inspiración y lucha, es consagración y amor, es el patriotismo que se funde en la épica americana e ilumina el sentimiento latinoamericanista que han forjado, con su pensamiento y acción, los padres fundadores.

El ideario latinoamericanista que está presente en el Programa del Moncada, conocido universalmente por la Historia me Absolverá, cuyo cincuentenario conmemoramos el 16 de octubre del presente año, se nutre de esa íntima comunión de los pueblos de Nuestra América, que nuestro grande hombre nos hubo de anticipar en la formulación más elevada de la cultura latinoamericana y que se contrapone, soberanamente, a esa otra, la del Norte que nos desprecia. "Esa vocación continental de la "Historia me Absolverá", - ha dicho el destacado intelectual cubano Juan Marinello- derivada de su entraña martiana, es la que ha hecho sentir a las masas latinoamericanas la cercanía del mensaje cubano. El documento de 1953, muy afincado en nuestra tradición nacional abre, por su oportunidad y proyecciones, una nueva etapa en la realidad continental. Cuba es la señal del mañana americano".

El autor de esa magistral pieza de la oratoria forense, que es a la vez "Manifiesto programático, acta de acusación y denuncia, alegato de justificación legal, moral, filosófica y política de la lucha revolucionaria contra la tiranía..." mucho antes del empeño redentor y de su formidable alegato, abrazó la causa latinoamericana como propia y, en la práctica, fue consecuente con el legado latinoamericanista de quienes con inteligencia, sudor y sangre, abonaron el camino de la unidad de nuestros pueblos.

Basta recordar a este respecto que en época tan temprana como el año 1947, Fidel, siendo aún estudiante universitario, se alista y se entrena en Cayo Confites, como integrante de una expedición cuyo destino era combatir la dictadura sanguinaria de Trujillo que ahogaba en sangre al hermano pueblo dominicano, y que sólo la traición de los oligarcas que en ese tiempo desgobernaban a Cuba, en contubernio con el sátrapa, hicieron fracasar de manera cínica. Ya por aquella época Fidel recuerda que "... era presidente del Comité Pro-Democracia Dominicana" y "había participado en la expedición, aunque ésta no llega a realizarse". Otras causas latinoamericanas estuvieron en el centro del pensamiento y la acción de Fidel Castro y que él las ha circunscrito a los siguientes puntos: "La democracia en Santo Domingo, la lucha contra Trujillo, la independencia de Puerto Rico, la devolución del Canal de Panamá, la desaparición de las colonias que subsistían en América Latina".

El año 1948 tiene una profunda significación en el ideario latinoamericanista del autor de la Historia me Absolverá. Es cuando se propone y organiza un Congreso Latinoamericano de Estudiantes que tendría lugar en Bogotá, Colombia, como respuesta revolucionaria a la convocatoria de la Conferencia Panamericana auspiciada por la Organización de Estados Americanos (OEA). El carácter antiimperialista de la reunión juvenil salta a la vista. Fidel, en unión de otros compañeros, durante la función de gala que se le ofrecía en un teatro de la capital colombiana a las delegaciones participantes en la Conferencia, circulan una proclama donde plantean todas las consignas del Congreso: "... la lucha por la democracia en Santo Domingo, la lucha por la independencia de Puerto Rico, el Canal de Panamá, la desaparición de las colonias en América Latina, la devolución de las Malvinas a Argentina y la lucha por la democracia".

Ya en esa época –ha dicho Fidel-, "Era un luchador antiimperialista, era un luchador por la unidad latinoamericana, la unión de nuestros pueblos frente a la opresión y el dominio de los Estados Unidos". Pero lo que signa definitivamente su acendrado espíritu de solidaridad militante con los pueblos de América Latina fue, sin dudas, los hechos acaecidos el día 9 de abril de aquel año en que se produce el artero asesinato del líder del pueblo colombiano Jorge Eliécer Gaitán, una hora antes de que se produjera una entrevista con Fidel y que diera lugar a una insurrección popular que ha trascendido a la historia con el nombre de El Bogotazo, donde Fidel, con apenas 21 años de edad, participa activamente dando muestra desinteresada de valentía y solidaridad, de amor y grandeza. Por eso, en medio de la lucha popular, en la que es ya un combatiente convencido, tiene tiempo para pensar y platearse un principio de invariable significación en su conducta revolucionaria: "El pueblo aquí es igual que el pueblo de Cuba, el pueblo es el mismo en todas partes, este es un pueblo oprimido, un pueblo explotado".

Aquella batalla trunca del pueblo de Gaitán, fue una lección perdurable en la trayectoria revolucionaria de Fidel y que ulteriormente le sirvió como fundamento de la táctica y la estrategia que desarrollaría, con luces propias, en su pensamiento político militar y en su accionar revolucionario. "La experiencia de Bogotá –ha referido- me hizo identificarme más con la causa de los pueblos. Porque había un pueblo oprimido combatiendo, había un pueblo oprimido luchando. Creo que influyó notablemente en mi desde el punto de vista de mis sentimientos revolucionarios. Porque me quedé con el dolor de la muerte de Gaitán, me quedé con el dolor del pueblo explotado, me quedé con el dolor del pueblo ensangrentado, me quedé con el dolor del pueblo derrotado y me quedé con la impresión de lo que puede hacer el imperialismo, de lo que puede hacer la oligarquía, de lo que pueden hacer las clases reaccionarias, y sobre todo me quedé con el dolor de la traición".

El contexto político y económico-social en que se produce el asalto a los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, después de una gestación revolucionaria de alto relieve estratégico, nos muestra el cuadro sombrío de una República fragmentada en la que políticos venales, en franca competencia por el poder, tenían como único objetivo, una vez instalados en el gobierno, continuar la depredación del erario público.
El paisaje económico y social de entonces, mutilado y deformado por el asalto de la oligarquía financiera de los Estados Unidos de nuestras fuentes fundamentales de riqueza, no podía ser más patético. El status de la mayoría de los pueblos de América Latina transitaba por los mismos senderos de la explotación y la degradación humana.

También en la tierra de Bolívar y de otros precursores de la independencia latinoamericana, señoreaba las garras esquilmadoras del imperialismo yanqui en vergonzante alianza con las clases más reaccionarias de esos países. No resulta ocioso recordar que "En sólo tres años de 1952 a 1955, siete gobiernos latinoamericanos fueron derrotados como parte de la estrategia imperialista, para consolidar sus posiciones económicas e ideológicas en la región. Generalmente se trataba de regímenes democráticos, aunque también fueron depuestos gobiernos sometidos a Washington, pero incapaces de satisfacer a plenitud las exigencias del imperialismo. Precisamente en esa línea se produjo en Cuba el golpe de Estado".

No es de extrañar, por sus raíces y el contenido edificante del ejemplo, que aquellos jóvenes en el Año del Centenario de la caída del Apóstol, con la guía impar de Fidel, hayan resuelto liberar a Cuba de aquel estado de cosas, pensando también en los hermanos pueblos de Nuestra América.

En el Manifiesto del Moncada, redactado por el moncadista Raúl Gómez García, bajo la orientación de Fidel, el 23 de julio de 1953, tres días antes del asalto, se plasman las ideas latinoamericanistas del movimiento revolucionario al postular: "La Revolución declara su respeto por las Naciones libres de América hermana que han sabido conquistar a costas de cruentos sacrificios, la posición de libertad económica y justicia social que es el índice de nuestro siglo. Y hace votos en esta hora decisiva, porque la clarinada cubana sea una estrella más en la conquista de los ideales e intereses latinoamericanos, latentes en la sangre de nuestros pueblos y en el pensamiento de nuestros hombres más ilustres".

Ochenta y cuatro días después de esta declaración, Fidel reafirma ante los jueces que lo juzgaban por los hechos del Moncada, la vocación latinoamericanista del Movimiento y junto a las leyes revolucionarias que se proclamarían en el acto, de tener éxito la acción, estaba el gesto solidario de la patria de Martí, que ha quedado para siempre en la historia en los siguientes términos: "Se declaraba, además, que la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos de las sangrientas tiranías que oprimen a naciones hermanas, encontrarían en la patria de Martí, no como hoy, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. Cuba debía ser baluarte de libertad y no eslabón vergonzoso de despotismo".

Por todo ello, no resulta dable atribuirle al Programa del Moncada un carácter unidimensional, pues sería un baldío ensayo de cercenar las semillas de sus ideas y de la acción redentora. El Latinoamericanismo de cada una de sus proposiciones humanistas es esencialmente antiimperialista, en cuyo entramado se vislumbran las metas propuestas y alcanzables en el largo camino de liberación de nuestros pueblos. "La Historia me Absolverá, - ha expresado el Dr. Mario Mencía – en tanto que programa Para un proyecto de continuidad de la Revolución en un país bajo la dominación imperialista, íntegramente, por su contenido estratégico, es, simultáneamente, el primer programa antiimperialista que, con absoluta eficacia, pudo culminar en éxito a lo largo de nuestro dilatado proceso de liberación".

En efecto, la eficacia del Programa moncadista radica en el sostén incondicional de sus principios, antes, durante y después de la acción, cuando su autor y el núcleo revolucionario que lo seguía mantenían en alto las ideas por las que luchaban. Es de notar que Fidel, durante el tiempo que cumplía sanción por los hechos del Moncada, profundizó sus conocimientos de la doctrina martiana, hoy se observa como en los dos gruesos volúmenes de las Obras Completas del Maestro que le sirvieron para su estudio, hubo de subrayar ochenta y cuatro fragmentos de esas Obras, y todos, sin excepción, son paradigmas del sentimiento patriótico y universal que los inspiró y que nos lleva de la mano al encuentro de los pueblos hermanos de Latinoamérica.

Durante el exilio en México, Fidel y sus compañeros de combate mantienen de forma inconmovible la solidaridad latinoamericana; la misma que apenas dos años antes se había proclamado en el Programa del Moncada. El 10 de Octubre de 1955, en un discurso pronunciado en Ciudad de México, Fidel expresó de forma elocuente: El que les habla aquí puede asegurarles que el pueblo cubano se prepara para librar la batalla decisiva. Y no son palabras: algún día volveremos aquí para hablar de Bolívar, para hablar de Juárez, para hablar de Sucre, para hablar de Hidalgo, de Morelos, de Martí, de Cárdenas, de Mederos, de Sandino, de todos los próceres. ¡ Vendremos aquí con un pueblo libre, con el pueblo libre de Cuba en la mano..." Y finalmente hace "...profesión de fe en América" Esa fe conmovedora vino en la proa del yate Granma y llegó, firme y radiante, hasta la cima del Turquino, para comenzar la etapa decisiva de la lucha de liberación en nuestra patria, que si bien, como ha planteado Fidel, "De América no recibimos armas, pero en la lucha recibimos algo más poderoso y más valioso que las armas: recibimos el aliento, recibimos la fe..."

El triunfo de la Revolución Cubana, "A los cinco años, cinco meses y cinco días del asalto al Moncada", posibilitó el comienzo de una colosal obra política, económica y social que, guiada con indiscutible valor por el Comandante en Jefe Fidel Castro y el concurso ilimitado del pueblo, se dio a la tarea de hacer realidad el Programa del Moncada. La solidaridad latinoamericana de la Revolución triunfante está presente desde los primeros momentos en los pronunciamientos de su líder, y en fecha tan temprana como el 21 de enero de 1959, sólo habían transcurrido veinte días del triunfo revolucionario, en su discurso ante una gran concentración popular frente al Palacio Presidencial, debido a la injerencia prepotente de los Estados Unidos en los asuntos internos de Cuba, Fidel expresó que no tenía "...que rendirle cuenta a ningún congresista de los Estados Unidos (...) ni a ...ningún gobierno extranjero (...) Yo le rindo cuenta –dijo- a los pueblos, en primer lugar a mi pueblo, el pueblo cubano, y en segundo lugar, a todos los pueblos de América". Así sostuvo Fidel, y sostiene aún, el inalienable ejercicio de la soberanía nacional que sólo podría delegarse en una América unida.

Pero el ejemplo de Cuba, la decisión soberana de forjar su destino, de autodeterminarse con independencia de cualquier influencia foránea, no lo podía admitir el imperio del Norte.
A partir de 1959, se convirtió en una verdadera obsesión del equipo gobernante de la Casa Blanca, la destrucción de la Revolución Cubana utilizando todos los medios a su alcance, incluido el asesinato de sus más connotados dirigentes. En medio de esa aguda etapa del diferendo histórico Cuba-Estados Unidos, el Programa del Moncada fue cumplido y como señalara Fidel el 15 de octubre de 1960 "...es muchos aspectos superado". En otra comparecencia anterior, en el mes de marzo de ese año, al informar al pueblo el cumplimiento del Programa de la Historia me Absolverá, recuerda la declaración de solidaridad con los pueblos de América contenida en ese documento y de otras medidas propuestas, con lo que había hecho la Revolución triunfante y, acto, seguido, se preguntaba Fidel " ¿Se quiere una realización más exacta de lo que se dijo? Y que se dijo hace tantos años, siete años, cuando estábamos nosotros presos, y éramos un grupo que no sabíamos ni cuando íbamos a salir de la cárcel (...) Una vez más se demostraba que nosotros teníamos fe en lo que se podía hacer".

El Programa del Moncada al punto del ideario latinoamericanista, tiene en la dialéctica de su materialización práctica, el efecto multiplicador de las masas populares que han hecho de él causa y razón, anhelos y principios. Sus postulados, espigar inmarcesibles de alto valor político e ideológico, están presentes en tres documentos transcendentales de la Revolución Cubana: La Primera Declaración de La Habana (1960) La Segunda Declaración de La Habana (1962) y la Declaración de Santiago de Cuba (1964), las cuales, sin solución de continuidad, expresan el inconmovible Latinoamericanismo del pueblo y su profunda convicción antiimperialista; porque nos llega muy de cerca la íntima motivación de la lucha de José Martí, declarada un día antes de su desplome heroico en Dos Ríos "...de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América".

El Programa del Moncada afinca sus raíces solidarias en la misión apostólica de nuestros médicos, enfermeras, maestros e instructores deportivos, en el renuevo constante y batallador del pueblo cubano en cada Tribuna Abierta de la Revolución, en la voz valiente y sin quebrantos que se oye en los foros internacionales donde se defiende la integración y se lucha contra el ALCA, en cada gota de sangre para nuestros hermanos latinoamericanos ante la tragedia del desastre o en las vidas de miles de niños que salvan las vacunas logradas por científicos cubanos, o en la cultura de resistencia protectora de nuestra identidad.

El ideario latinoamericanista del Programa del Moncada es la continuidad, en las nuevas circunstancias históricas, del pensamiento y la acción ejemplar de José Martí y otros próceres latinoamericanos.

El autor del Programa del Moncada forjó su conciencia latinoamericanista en la acción revolucionaria, por ello la percepción que tuvo de aquellas realidades se tradujeron en formulaciones prácticas y viables enderezadas todas al mejoramiento humano.

Íntegramente, la letra y espíritu del Programa del Moncada, no sólo tiene la medida de los problemas y el proyecto de soluciones para Cuba, sino también para otros países que sufren la injusticia social, de ahí su valor universal y permanente.

El núcleo ideo-político del Programa del Moncada resulta esencialmente antiimperialista, su filosofía humanista se antepone en toda su dimensión al hegemonismo de la política norteamericana cuyo carácter antihumano es un flagelo para nuestros pueblos.

El Programa del Moncada pudo cumplirse, en primer lugar, porque hubo una vanguardia perseverante, inteligente, de una valentía y honradez política a toda prueba que condujo al pueblo, con singular maestría estratégica, a la victoria definitiva, contra la tiranía de Batista, aupada por el enemigo de los pueblos el imperialismo yanqui. "Ningún programa económico y social –ha expresado Fidel- se cumplió jamás en este continente como se ha cumplido el Programa del Moncada. Con el devenir del tiempo y la propia lucha se ha superado con creces todas las esperanzas de entonces y avanzamos, hace rato, mucho más allá, por la senda gloriosa de la revolución socialista".

Tomado de www.alternativabolivariana.org

 

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Servicio especial del Periódico Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba sobre la Alternativa Bolivariana para las Américas. Año 2005.

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