En
esta jornada de clausura del VI Congreso del Partido Comunista de
Cuba, quiero hacerles llegar el más fraterno saludo, pleno de fervor
revolucionario, en nombre del pueblo del Libertador Simón Bolívar y
del Partido Socialista Unido de Venezuela.
Hoy es 19 de abril: necesario es que hagamos memoria
de lo que hemos sido para entender lo que somos y lo que queremos
ser.
Un 19 de abril de 1810, Caracas daba el ejemplo a
seguir y Venezuela se ponía a la cabeza del proceso independentista
de Nuestra América: un movimiento revolucionario deponía a las
autoridades españolas. Era el anuncio esplendoroso de una nueva
Patria. Fue aquel un día de Revolución cívico-militar: el día
primero de nuestra Revolución.
Y un 19 de abril de 1961, en menos de 72 horas de
incesantes combates, culminaba la batalla de Playa Girón con la más
espléndida victoria para la Revolución Cubana: el heroísmo del
pueblo de José Martí, hace 50 años, con la sabia y brillante
conducción del Comandante en Jefe Fidel Castro, hizo que el
imperialismo mordiera el polvo. En aquel día memorable de 1961, en
Cuba, venció toda Nuestra América.
No hay, entonces, fecha más propicia para clausurar
este Congreso que es de veras trascendente.
El pueblo de Cuba está acostumbrado a los poderosos
e implacables huracanes: a todos los ha sabido combatir y domeñar
para que sus fuerzas, que lo arrasan todo, se conviertan en
motivación para crecerse ante la adversidad. Pero hay un huracán
ante el que nunca se ha puesto en contra: es el huracán de ideas
surgido de su alma pasional y libertaria. No en vano este pueblo
encarna el verbo inspirador del Apóstol José Martí: Trincheras de
ideas valen más que trincheras de piedra. No hay proa que taje una
nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo,
detiene, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de
acorazados.
Allí radica la grandeza del pueblo cubano. Por eso
mismo, hoy encarna aquella sublime aspiración del Apóstol cuando
hablaba de un pueblo real y de métodos nuevos, donde la vida
emancipada, sin amenazar derecho alguno, sea goce en paz de todos.
Nuestros ojos y oídos han estado puestos sobre las
discusiones de este VI Congreso del Partido Comunista de Cuba. Y sus
conclusiones serán material de estudio para todos los
revolucionarios y las revolucionarias, no sólo de Venezuela, sino de
Nuestra América y de toda la inmensa Patria que se llama Humanidad.
Aquí se siente la fuerza inspiradora de Fidel: de
aquel gigante que se atrevió, en abierto desafío al imperio, a
proclamar el carácter socialista de la Revolución Cubana hace 50
años. Del Soldado de las ideas porque así se autodefine este Quijote
infinito. Y nadie mejor que él para recordarnos que no es en las
ideas socialistas donde puedan estar las dificultades, es en los
errores que cometemos los hombres en cualquier tarea humana, en
cualquier tarea social, en cualquier tarea revolucionaria.
En el mes de noviembre del año pasado, al celebrarse
el X Aniversario del Convenio Integral de Cooperación entre Cuba y
Venezuela, tuve el honor de asistir a la convocatoria del proceso
preparatorio de este VI Congreso. Recibí, de manos de Raúl, el
segundo ejemplar del Proyecto de Lineamientos de la Política
Económica y Social del Partido y la Revolución Cubana: un Proyecto
que fue discutido por millones de cubanos durante los últimos meses.
Se tomaron en cuenta las opiniones y sugerencias del pueblo, dando
Cuba un genuino y luminoso ejemplo de ejercicio democrático ante el
mundo. Como bien lo ha dicho Raúl en ese documento extraordinario
que es el Informe Central al VI Congreso del Partido Comunista de
Cuba: No sería infundado expresar que, en su esencia, el Congreso ya
se celebró en medio de ese magnifico debate con la población.
El socialismo lleva en su esencia, como lo sabemos,
la cualidad de permanente y sostenida discusión de sus fundamentos y
propósitos, si queremos que encarne en las realidades nuestras de la
manera más revolucionaria posible. Y esto se debe a dos razones
primordiales: una, por la exigencia misma de estar en un proceso de
transformaciones sin fin; otra, porque los enemigos de la felicidad
colectiva no descansan en ensayar estrategias para debilitarnos y,
finalmente, tratar de destruirnos.
El rigor del debate y la ampliación de nuestras
reservas revolucionarias están llamados a ser nuestra fortaleza y
nuestro destino.
Ayer el imperio español, hoy el imperio yanqui con
sus formas hegemónicas de ejercer el poder, se ubican en un extremo
de la historia; en el otro, los pueblos que no descansaremos hasta
conquistar nuestra Independencia definitiva y ver realizado un mundo
de justicia, paz e igualdad. Por eso mismo, lo digo con Bolívar,
debemos triunfar por el camino de la Revolución y no por otro.
En medio de este urgente debate, en el que se
inscribe el espíritu de este Congreso, está echada la suerte de
nuestros pueblos que no les queda otro sendero que aquel de la
resistencia permanente y la creación heroica para tener Patrias
verdaderas. Ahí vamos enlazadas, Cuba y Venezuela: de allí la
alegría compartida y la esperanza común que nos hermanan; de allí
nuestro respaldo al heroico pueblo que, como pocos pueblos en la
historia, ha demostrado la valentía imprescindible que se requiere
cuando el destino está cifrado en la libertad.
Cuba y Venezuela han trazado y ensanchado un camino
común y compartido, para retomar y reivindicar plenamente la bandera
de nuestros Libertadores y Libertadoras: la unidad. Bolívar y Martí
tienen mucho que hacer en América todavía.
Recordemos la sagrada divisa de Martí y sigámosla:
Para ser invencibles hay que hacerse inexpugnables. Desde ese
bastión, en el que la riqueza radica en la claridad ideológica y en
el severo compromiso con la Patria libre, soberana e independiente,
saludamos a este Congreso del cual, estamos seguros, saldrá
consolidada, una vez más, la Revolución Cubana en procura de su
resolución mayor: confirmarle y demostrarle al mundo que el
socialismo, en su fecunda diversidad de experiencias, es la única
vía para acceder a la salvación de la humanidad.