Hace
unas semanas, las palabras de un entrañable profesor me hicieron
reflexionar sobre un privilegio cierto: los periodistas, por la
naturaleza y condiciones de nuestra labor, tenemos la oportunidad de
compartir muchos momentos trascendentales, acompañando en ellos a
los reales protagonistas.
La idea volvió a rondarme cuando conocí que, como reportera,
viviría de cerca las sesiones del VI Congreso del Partido, magno
encuentro de la vanguardia política cubana para el cual fueron
elegidos un millar de delegados, y los invitados se redujeron al
mínimo.
De no ser por mi profesión, con 25 años de edad, hubiera
resultado harto difícil reunir la cantidad de méritos suficientes
para "competir" con delegados tan calificados como los que asisten a
este evento, e incluirme entre los que por estos días, en el Palacio
de Convenciones de La Habana, se reúnen para hacer historia.
Se trataba esta cobertura, por demás, del primer Congreso
partidista que seguiría como ciudadana adulta, consciente de lo que
pesan cuatro días para delinear el arduo trabajo que proyectará la
labor futura de Cuba y de su pueblo, por lo que, junto con
cuartillas y lapiceros, en la carpeta cargaba un tumulto de
emociones.
Y ahí estuve finalmente, sintiendo en el tórax un cosquilleo
conocido cuando Machado Ventura declaró inaugurado lo que catalogó
como "sesiones concluyentes del Congreso", pues este había iniciado,
explicó, desde finales del pasado año, con las discusiones en los
núcleos, sindicatos, comités de base de la Juventud, barrios¼
Luego, conmovida, recibí de viva voz por parte del compañero Raúl
el Informe Central al VI Congreso. Y en medio de su lectura, el
impacto de aseveraciones que percibí tan cercanas.
Confieso que cuando comencé a escuchar el mensaje pudo más en mi
conciencia el interés de una cubana ocupada y preocupada por su
país, que la atención de una periodista intentando olfatear las
frases con el genio de la noticia.
Fue la joven la que empezó a interpretar, a comprender, a asumir
hasta el tuétano que el VI Congreso se celebra para que, con la
sabiduría de tanta lucha y refundación, la Generación Histórica
trace la nueva senda y nos guíe en los pasos iniciales, lo cual nos
acelerará a asumir la responsabilidad de continuar el trayecto,
siempre socialista, siempre ungido en el propósito de hacer esta
Revolución de los humiles, con los humildes y para los humildes.
Como los imberbes adolescentes que en el camino hacia Playa Girón
se apropiaron del coraje de los melenudos de la Sierra Maestra, y en
apenas horas dejaron de ser estudiantes, obreros y campesinos para
convertirse en combatientes; los lineamientos que en esta cita se
aprueben en breve representarán otro Girón cotidiano para los
militantes con menos estaciones recorridas.
El Congreso, donde se decide el mañana de esta Isla, se hace para
que la amanezcamos nosotros.