General de Brigada Víctor Shueg Colás Salían y no regresaban Cerca de la Base Naval norteamericana en Guantánamo,
enclavada en el oriente del país, nació el General de Brigada Víctor Shueg
Colás, en quien se destacan, en su historial revolucionario, importantes
misiones internacionalistas. Considerado por sus compañeros como un hombre
valiente, nos narró con modestia distintos acontecimientos en los que
participó a lo largo de su vida. El General Shueg falleció el 9 de febrero
de 1998(Tomado del
libro Secretos de Generales)
LUIS BÁEZ ¿De dónde es? Soy del poblado de Caimanera. Nací el 27 de febrero de 1936.
De pequeño fui a la escuela en dicha población hasta que llegué a la edad de
diez años, cuando me trasladé para Guantánamo. Recuerdo vagamente que mientras viví en Caimanera no
teníamos problemas económicos. Sin embargo, cuando mi familia se mudó para
Guantánamo todo cambió y comenzaron las penurias. No obstante, con gran
esfuerzo continué mis estudios, a la vez que vendía turrones, yemitas,
durofríos y limpiaba zapatos. A los doce años ingresé en el Instituto y mediante una
preparación rápida me presenté a los exámenes de ingreso, los que aprobé con
buenas calificaciones menos en Historia, por cuestiones de conceptos. Posteriormente volví para Caimanera donde mejoró
considerablemente mi situación económica, trabajé en la pesca, en un almacén
de madera y carretillando azúcar. Seguí estudiando, pero de forma
desorganizada. En 1950 regresé a Guantánamo y aprendí el oficio de pintor
de autos, el cual tuve que abandonar porque me afectaba los pulmones.
¿Qué hacía el 10 de marzo de 1952? El 10 de marzo llegó a mí sin ninguna posibilidad económica
y sin conocimientos políticos, pero sí con un claro concepto de la
discriminación racial, religiosa y económica. Al mismo tiempo que trabajaba, estudiaba por correspondencia
para técnico automotor y diesel, mediante la National School y técnico en
soldadura utilizando la Hemphill school, hasta el año 1954. Al hacerme técnico, mi situación económica mejoró hasta
límites que no se encontraban en mis cálculos iniciales. Permanecía fuera de los asuntos políticos. Pensaba que todo
lo que llevara ese signo tenía el sello de corrupción. Lo único que me
llamaba la atención eran los pronunciamientos de Eddy Chibás. Simpaticé con el asalto al cuartel Moncada por el hecho de
ser un cubano humilde, aunque políticamente estaba ausente. Por una conversación que sostuve con Jorge Palacios conocí
de los preparativos del 30 de noviembre de 1956, con motivo del desembarco
de Fidel. ¿Participó en esos hechos? No. Me acuartelaron en una casa con otros compañeros a
esperar el comienzo de las acciones combativas. El tiempo que duró la espera nos la pasamos discutiendo de
política. De manera que se produjo el desembarco del Granma y no cumplí
ninguna tarea. Más tarde supe que los que estaban acuartelados no pertene-cían
al Movimiento 26 de Julio, sino a la Triple A, que auspiciaba el ex
presidente Carlos Prío. Decidí abandonarlos. Esa actitud mía no obedecía a un dominio pleno de lo que
significaba, pues aunque conocía que existía un hombre llamado Fidel Castro,
no conocía ni siquiera el programa de la Revolución. Entendí que por no gustarme las cosas que estaban pasando, y
los lazos que me unían al compañero Palacios, había que luchar contra el
régimen y por lo tanto algo debía realizar. ¿Cuándo se incorporó al Movimiento 26 de Julio? A comienzos del año 1957 algunos compañeros me explicaron
con lujo de detalles lo que era una Revolución. Aquí la cosa fue distinta, pues tenía conciencia plena de
los objetivos y riesgos que tenía que correr. En ese momento comenzó mi vida
como revolucionario. Me incorporé a la lucha clandestina. Participé en sabotajes,
repartí propaganda. A finales de 1957 fui detenido como sos-pechoso de la
explosión de una fábrica de bombas en casa de Palacios. En mayo de 1958 traté de incorporarme a la columna 18 al
mando del Capitán Félix Pena. Me plantearon la necesidad de seguir prestando
servicios en la clandestinidad donde en esos momentos era más útil, pues
todavía no estaba quemado. Ya en agosto, como consecuencia de la persecución de los
guardias, abandoné la ciudad, si se quiere a regañadientes; tenía pensado no
hacerlo, pues consideraba que se había sido injusto conmigo al no permitirse
que me quedara en las montañas. Una vez incorporado al monte, la mayor parte de mis
actividades estuvieron dedicadas a la mecánica: requisa de vehículos y
piezas. En el mes de octubre me incorporé a la columna 20, bajo el
mando de Demetrio Monsetny (Villa) donde permanecí hasta el 1ro. de enero de
1959. ¿En qué lo situaron después del triunfo? Participé en la captura de grupos de alzados en la zona de
Imías y San Antonio del Sur. Más tarde, pasé a prestar servicios en Palma
Soriano, y posteriormente soy incorporado a una nueva unidad que se organizó
en La Maya. Por problemas de indisciplina, los hombres de esta
agrupación fuimos enviados a escalar cinco veces el Pico Turquino. Aunque no
era de los indisciplinados, también fui incorporado con la misión de
seleccionar a los mejores. Al finalizar, regresé nuevamente a La Maya y desempeñé
diferentes cargos militares. Después me mandaron a pasar un corto curso de
superación política. Cuando los acontecimientos de Girón fui para la Sierra
Maestra al mando de una agrupación de 300 hombres. Después pasé a trabajar a
las órdenes de Senén Casas, que se encontraba al frente de lo que más tarde
sería la División 50. ¿Qué otras posiciones ha desempeñado? Fui Jefe de Operaciones bajo el mando del Comandante Antonio
Sánchez Díaz (Pinares) en Isla de Pinos. Posteriormente volví a la División
50 como Jefe de Estado Mayor. También he desempeñado los cargos de Jefe de Cuerpo
Ejército. Actualmente, estoy destinado a la Secretaría del Ministro de las
FAR, trabajo que vengo desempeñando hace varios años. He participado en varias zafras y en las actividades de
salvamento y de reconstrucción con motivo del paso del ciclón Flora por la
provincia oriental. En 1965, salí en misión internacionalista. ¿A dónde? Tanzania. ¿Con qué intención? Buscar información relacionada con Mozambique, que sería mi
destino final, pues me iba a incorporar a su Movimiento de Liberación. Al
poco tiempo regreso a Cuba para transmitir todo lo que había conocido. Volví a Tanzania. En esa ocasión no lo hago oficialmente. Me
alojé en una casa, en unión de otros compañeros, a esperar mi salida para el
lugar previsto. Estando ahí me enfermé. ¿De qué? Paludismo. Me ingresaron diecisiete días en una clínica
particular. Al recuperarme me preguntaron si ya estaba en condiciones de ir
a cumplir la misión. Respondí afirmativamente y ahí fue donde me llevé
tremenda sorpresa. ¿En qué consistió la sorpresa? Me habían cambiado el lugar de destino. ¿Qué le comunicaron? Unirme a los compañeros que estaban combatiendo en el
Movimiento de Liberación del Congo Belga. La noticia me la dio Pablo Rivalta, que era el embajador
cubano en Tanzania. También me informó que los que habían viajado conmigo ya
se encontraban en el Congo. ¿Cómo reaccionó ante el cambio? Bien. Sabía que el Che estaba en el Congo y me alegró de
poder ir a combatir junto a él. ¿Cómo hizo el viaje? Fui de Kigoma, en Tanzania, a Kibamba en el Congo,
atravesando el lago Tanganica en una lancha, en compañía del capitán Roberto
Sánchez Bartelemy (Lawton) y otros cubanos. Íbamos bordeando las riberas y
evitando tropezar con las fuerzas enemigas que mantenían un patrullaje
permanente. Nunca había visto un lago tan inmenso. Aquello era un mar
con olas muy grandes. Tiene una anchura media de unos 50 kilómetros. Separa
a Tanzania y Burundi del Congo. Demoramos unas siete horas en cruzarlo. Al desembarcar, nos
dirigimos hacia Luluaburg. ¿Qué había en ese punto? El campamento del Che. Se conocía como "La Base". Una
montaña que lleva el nombre de Luluaburg, el punto más alto de la sierra.
Tiene alrededor de 3 000 metros de altura con una temperatura cálida por el
día y muy fría en la noche. Al llegar, el Che había salido a una misión. ¿Cuándo vio al Che? Permanecí en la base tres días. Me informaron que el Che
estaba en una casita de tierra, cerca de una carretera conocida como la
número tres en el camino hacia el frente. Allí lo encontré. Me bautizó con el nombre de Ziwa. Me dijo
que tenía ubicada una emboscada y me mandó a proteger el flanco. La intención de los guardias era comprobar las fuerzas que
teníamos. Después que logramos detenerlos cogieron por la carretera rumbo a
Fizi, poblado situado cerca del lago, nudo vial, al norte del frente. En un momento determinado del combate me viro para dar la
orden de desplegarnos y me percato que me había quedado con un solo
compañero. El resto se había ido. Ya me habían hablado que eso ocurría con los nativos, pero
fue mi primera experiencia amarga. Decidí quedarme y aguantar el avance de los guardias.
Finalmente, logramos parar las tropas zairenses. Pero tenía temor que me
cortaran el paso por el río. ¿Cómo se pudo ir? Al llegar la noche crucé a nado el río Kimbia. Se decía que
estaba infestado de cocodrilos. Afortunadamente no apareció ninguno. Parece
que los cocodrilos no comen de noche o no comen negros. Estuve tres días
perdido. Hasta que encontré nuevamente el camino. También tenía mucho
respeto por las serpientes. ¿Se tropezó con alguna? Sí. Se hablaba mucho de las serpientes venenosas,
especialmente la conocida por el nombre de "Tres Pasos". Se decía que al que
mordía no se salvaba. En una ocasión iba por una carretera cuando me tropecé con
uno de esos reptiles. Viré que jodía. Eché tremenda carrera y la serpiente
detrás de mí. Pienso que era ciega por eso no llegó a agarrarme. Cada vez que volvía a pasar por ese lugar, lo hacía con
cuidado. También el hambre nos golpeó. ¿Qué comían? Todo lo que apareciera. La yuca en diversas formas era el
plato principal. Los nativos me enseñaron a sacar grasa de unos coquitos.
Inclusive aprendí a cocinar. La necesidad desarrolla la inventiva. ¿Por ejemplo? Durante un tiempo contamos con minas antitanques, pero
carecíamos de espoleta. Se me ocurrió desarrollar un dispositivo que,
mediante una granada unida por un cordel a un palo, hacía explotar al
vehículo cuando alguna de sus gomas caía en un hueco que habíamos abierto.
Dieron un buen resultado. En una ocasión estábamos colocando una de esas granadas en
una de las carreteras por donde el ejército acostumbraba a moverse, cuando
de repente apareció un avión de reconocimiento. Los cuatro cubanos y dieciséis nativos corrimos hacia un
bosquecito cercano a la carretera. Al tercer pase, el piloto nos lanzó una
ráfaga. Salimos apresuradamente. Corrí tres kilómetros con fusil y todo para
llegar al río. En un recorrido de exploración me encontré con José Ramón
Machado Ventura y otros compañeros en un campamento campesino. Recuerdo que había una señora que se encontraba enferma. Un
médico cubano la curó. Cuando los habitantes del lugar vieron la
recuperación de la mujer comenzaron a ofrecernos comida. Nos vino muy bien,
pues nos encontrábamos flojos de alimentos. ¿Qué lo impresionó de esa lucha? Todo impresionaba. Era un mundo completamente nuevo. Con
creencias completamente desconocidas para nosotros. Me llamó mucho la
atención, por parte de los nativos, su fe en la dawa. ¿Eso qué era? Un líquido compuesto a base de jugos de yerbas que se le
echa a la persona, a la vez que se le hacen algunos signos cabalísticos, en
la mayor parte de las veces, una mancha de carbón en la frente. Consideraban que de esa manera quedaban invulnerables a las
balas. Ningún nativo iba al combate sin hacerse la dawa que en swahili
quiere decir medicina. Como acostumbraba a arriesgarme en los combates y nunca me
ocurrió nada, los nativos comentaban que tenía la dawa en el reloj. Eso me
obligaba a protegerme a la hora de dormir, no me fueran cortar el brazo. ¿Cuál fue su momento más difícil? Todos los combates son difíciles y peligrosos, pero
considero que el más encarnizado fue el ataque a nuestro puesto de mando en
Kilonwe. ¿Cómo se produjeron los hechos? Me encontraba conversando con el Che en el puesto de mando
en Kilonwe cuando escuchamos un disparo. Me tiro de la hamaca. Empecé a
recoger mis pertenencias. Al ver la velocidad con que me había movido, el Che me dijo:
"estás apendejado". Eso es un cazador y le respondí: "aquí no cazan". No
acababa de retirar mis cosas cuando ya el enemigo estaba a 30 metros de
nosotros. Se formó tremenda locura en el campamento. Costó trabajo
organizar la defensa. El Che me mandó a ponerme en primera línea para
detener el avance del enemigo. En medio de esa situación nos comunicaron que por las
montañas también avanzaban otras unidades. Nos encontrábamos en una
situación extremadamente difícil. El Che se puso a combatir de pie. Algunos cubanos con el
afán de cuidarlo le llamaron la atención. Se encabronó y respondió: "Aquí no
hay más que un Comandante". Finalmente, aceptó la observación, pero comentó: "Es que hay
que violar algo de vez en cuando". Lo pudieron haber matado. Dio la orden de
retirada. Me quedé en unión de siete compañeros. Entablamos un feroz
combate con los guardias que duró cinco horas. Eso permitió que el Che y el
resto de los hombres pudieran irse. Detuvimos el avance de los zairenses. Ya de noche decidimos
irnos. Cogí por el camino del río. Tarde en la noche me encontré
con el Che. Pensé que no saldría con vida. Cuando estábamos retirándonos,
hirieron al compañero Orlando Puentes Mayeta (Bahaza). ¿Dónde fue la herida? La bala le fracturó completamente el húmero, también una
costilla y se le alojó en un pulmón. En esa grave situación iniciamos una
fatigosa ascensión por lomas muy empinadas. Demoramos varias horas en llegar a nuestro objetivo. Los
hombres no aguantaban más de diez minutos cargando sobre sus hombros al
compañero herido. Los congoleños no se prestaban a ello y éramos pocos los
cubanos. Bahaza falleció al siguiente día. Era el 26 de octubre de 1965. Después conocimos que en el ataque al campamento habían
participado mercenarios blancos, etíopes y zairenses. Por esos días se discutió la posibilidad de marchar hacia
Brazzaville. Finalmente, se desistió del plan. Pienso que no nos hubiera
sido fácil llegar a nuestro destino. ¿En qué momento el Che decidió la retirada? Eso no fue producto de un hecho determinado, sino un
conjunto de acontecimientos que lo llevaron a tomar esa decisión. Era el mes
de noviembre. Nos ordenaron congregarnos en el lago. En unión de otros combatientes decidimos atravesar la selva
para acortar el camino. Cuando íbamos en esa dirección chocamos con el
enemigo. En el combate se perdió el compañero Suleimán. Meses después apareció en otro país. Actualmente vive en
Santiago de Cuba. Logramos penetrar y cruzar la selva. No fue nada fácil,
pero llegamos al lago. ¿Cuál era la situación en el lago? El lago estaba cercado por los zairenses. Era un viernes. El
Che decidió pasarlo el domingo, pues ese día los soldados enemigos no
trabajaban. Antes de montarnos en las embarcaciones pusimos nuestros
nombres en las piedras que había en la orilla. Cruzamos el lago. Me despedí
del Che en el barco. Mi misión en el Congo había terminado. Regresé enfermo a
Cuba. El paludismo no se me había quitado. ¿Ha pasado escuelas militares? La de Jefe de Estado Mayor y de División en la desaparecida
Unión Soviética. Fui el segundo expediente del curso con notas de
sobresaliente. Posteriormente, en 1979, concluí estudios superiores en la
Academia "K. E. Voroshilov" del Estado Mayor General de la URSS. Antes había
estado en Angola. ¿Cuándo fue a Angola? Mi primer viaje a ese país fue en julio de 1975 en una
delegación presidida por Raúl Díaz Argüelles y de la que también formaba
parte el hoy General de División Carlos Fernández Gondín. En esos momentos se estaba transfiriendo el poder por parte
de los portugueses a los angolanos. Fue un viaje de exploración para
analizar en qué cuestiones podíamos ayudar a Agostinho Neto. Estudiando las características de la lucha que se estaba
desarrollando me percato que el ejército de Zaire estaba interviniendo en
Angola. Me acordaba de las experiencias en el Congo diez años atrás. Al regresar a Cuba nos reunimos con el Comandante en Jefe y
le informamos de los resultados de la visita. En medio de la conversación
Fidel preguntó: "¿Y Cabinda?" Nos explicó que por los recursos que poseía y el lugar donde
estaba ubicada, Cabinda era uno de los objetivos principales del enemigo. La
vida le dio la razón. Nosotros habíamos perdido de vista a Cabinda. Comenzamos a trabajar en la organización y despacho de las
tropas que se enviarían a Angola con la finalidad de instruir las nacientes
unidades de las FAPLA. En septiembre, estaba de regreso en Luanda. ¿Quién era el Jefe de la Misión? Raúl Díaz Argüelles, Gondín era el segundo y yo estaba al
frente del Estado Mayor. Comenzaron a llegar los barcos transportando los integrantes
de las escuelas y el armamento. Esas naves eran un polvorín. En varias ocasiones rechazamos los intentos de tomar Luanda,
que constantemente era hostigada por el enemigo. El 11 de noviembre los
angolanos obtuvieron su independencia. ¿Contaban con buen armamento? En esos momentos el enemigo poseía un armamento superior y
de más largo alcance. La llegada de baterías de cohetes BM-21 mejoró nuestra
situación. ¿Conocía ese armamento? Nunca los había visto. Con gran rapidez se les quitó la
conservación. Al otro día estaban listos, pero cuando fueron a entrar en
acción nos percatamos de que los soviéticos no habían enviado las espoletas.
Se mandó un cable a Cuba y nos las mandaron urgentemente en avión. Esos cohetes se pusieron bajo las órdenes de Gondín y se le
asestó un fuerte golpe al enemigo en los Morros de Cal, cerca de Luanda. Más
tarde, el 3 de diciembre, me enviaron para el norte. ¿Para qué? Cortarle el paso a varias agrupaciones enemigas,
provenientes del norte, iban a unirse a los sudafricanos en Malange. El primer encuentro fue en Cachito, en la provincia de
Malange. Contábamos con dos batallones. Libramos cuatro combates exitosos.
También rechazamos tres contraataques cercanos a Luinga. Al final de la
guerra teníamos trece batallones, uno solo de cubanos. La batalla más feroz fue por el control de la carretera de
Camabatela. Empezamos a combatir a las siete de la mañana y terminamos
victoriosamente a las siete de la noche. Ese era un nudo de caminos que, al pasar a nuestras manos,
le cortamos la retaguardia al enemigo. Considero que ahí ganamos la guerra
en el norte. El Frente Norte comprendía una extensión de 600 km de ancho
y 300 de profundidad. Nunca caímos en una emboscada debido a que los Sova,
jefes de tribu, nos alertaban de la presencia del enemigo. Llegamos a sostener cuarenta y tres combates. Los
desalojamos de Negage, Carmona, capital del norte, San Salvador; aquí
perdieron la retaguardia, y otras poblaciones. Llegamos a capturar alrededor
de 15 000 prisioneros. La mayoría fue puesta en libertad al comprobar que no
tenían ningún tipo de delito grave. Logramos la liberación de toda la región norte del país
hasta la frontera con Zaire. En un momento determinado aparecieron los
mercenarios. ¿En qué sitio? En un lugar llamado Kibocolo. Fue el primer choque frontal
con los mercenarios. Venían cantando. Los estábamos esperando. Era sábado.
La costumbre era que solo se combatía de lunes a viernes. No se habían percatado que las tropas del norte habían
cambiado. Les causamos muchas bajas. Con la aparición de los mercenarios
consideré necesario hacer algunos cambios en el tipo de guerra que estábamos
empleando. ¿En qué consistieron esos cambios? Pasar de la guerra de tipo regular a irregular. Eso nos dio
un gran resultado. Hubo momentos que teníamos montadas treinta y dos
emboscadas al mismo tiempo. Por donde quiera que se movían los cogíamos. Ahí fue donde
se acabó el mito de los mercenarios. Salían y no regresaban.
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