Después del desembarco

De Alegría de Pío a Cinco Palmas

Grupo de Almeida

5 DE DICIEMBRE

Cuando los revolucionarios comienzan a retirarse, se nuclea alrededor de Juan Almeida un pequeño grupo de combatientes integrado por el Che, Ramiro Valdés, Reynaldo Benítez y Rafael Chao. Almeida grita que deben dirigirse hasta la línea de monte más cercana y tomar rumbo al sur. En pocos minutos han cruzado la última guardarraya y se internan en la espesura.

Ya una vez dentro del amparo del bosque, comienzan a marchar en un rumbo que suponen los conduce hacia la meta lejana de la Sierra. Che anota al respecto:

Nos internamos en la selva y caminamos oyendo el ruido de los cañaverales incendiados.

Debimos hacer un alto pues no teníamos orientación ninguna.

Esa noche, el bosque al sur de Alegría acoge a más de cincuenta expedicionarios. A pocos cientos de metros donde acampan Almeida y los demás de este grupo, Raúl y sus compañeros también se han detenido para pasar la noche.

Pero el abrigo del bosque es tan completo que los oculta a todos entre sí. Lamentable circunstancia que deriva en tragedia para muchos.

JUEVES 6 DE DICIEMBRE

La configuración del diente de perro resulta sumamente ingrata para el tránsito del hombre. Los filos y las puntas de esta roca laceran los pies y destrozan cualquier tipo de calzado. Una caída puede tener peligrosas consecuencias. A la ausencia de agua se añade la escasez de una fauna comestible por el hombre.

Este es el inhóspito lugar en que despiertan en la mañana del día 6 los combatientes que han seguido a Almeida. No les queda casi agua y llevan prácticamente varios días sin comer. Comienzan a caminar.

Almeida y sus compañeros también escuchan el ametrallamiento de que es objeto Fidel. Che apunta en su diario:

Al amanecer emprendimos la marcha topándonos con una gran cueva. Decidimos pasar ahí todo el día. Teníamos una lata de leche y aproximadamente un litro de agua. Oímos ruido de combate a poca distancia. Los aviones ametrallaban. Salimos a la noche orientándonos por la luna y la Estrella Polar hasta que se perdieron y dormimos.

Creen haber caminado hacia el Este. En realidad van derivando hacia el sureste, en dirección hacia los acantilados de la costa.

7 de diciembre

Durante toda la noche, Almeida y sus compañeros siguen avanzando. La sed los desespera, sobre todo a Che, que va herido en el cuello y ha perdido sangre. Con la bombita de su nebulizador antiasmático, logra extraer de los hoyitos de la piedra algunas gotas de un agua pútrida con las que los combatientes apenas pueden mojarse los labios. Che apunta:

Nos internamos en la selva rumbo al Este. Tomando agua de los huecos de los arrecifes de coral. La leche se le había volcado a Benítez el día anterior. No comimos nada.

8 de diciembre

Al mediodía del 8, los combatientes del grupo de Almeida alcanzan el borde de las terrazas superiores de la costa, a la altura de Punta Escalereta. Abajo, detectan lo que parece ser una pequeña lagunita de agua dulce. Poco después, encuentran un paso practicable y comienzan el trabajoso descenso.

Tienen las manos y las rodillas destrozadas por las aristas de la roca. Los brazos y los hombros les parecen de plomo. Pero la posibilidad de calmar la sed les hace olvidar el riesgo de ser descubiertos desde el mar sobre esta pared vertical y desnuda. No saben que, en definitiva, las pocetas que han visto son de agua salobre. La anotación de este día en el diario de Che dice así:

Seguimos rumbo al Este, al mediodía avistamos el mar bajo unos farallones de arrecifes muy grandes y con selva intrincada. Al anochecer hicimos alto sin poder llegar abajo.

Aproximadamente por este mismo lugar, bajaron al mar dos días antes los combatientes que, encabezados por José Smith, ese mismo día 8 fueron asesinados en Boca del Toro.

9 de diciembre

El día 9, los combatientes del grupo de Almeida logran llegar a la orilla del mar, aproximadamente a dos kilómetros de Punta Escalereta. En una playita ex- cavada en el farallón, los cuerpos fatigados reciben el frescor del agua de mar en la que se sumergen un buen rato. Luego prosiguen la marcha por los arrecifes de la costa.

Almeida y Che van delante. Hay luna clara. De pronto topan con un ranchito, dentro del cual se perciben en la penumbra las figuras de unos hombres que duermen. Almeida se acerca con su fusil preparado, pero descubre con regocijo que se trata de tres compañeros del "Granma": Camilo Cienfuegos, Pancho González y Pablo Hurtado.

Camilo y sus dos compañeros se han retirado juntos del combate, y han tomado un rumbo paralelo al del grupo de Almeida. Durante estos tres días, han sufrido las mismas agonías que los otros: el hambre, la incertidumbre, el cansancio y, sobre todo, la sed. Exhaustos, esa misma tarde han encontrado el ranchito y se han tendido a dormir resguardados del sol.

Che relata así el encuentro en su diario:

Llegamos a la orilla del mar a mediodía tras pasar por un zarzal muy fuerte. Era imposible avanzar de día por la aviación. Esperamos la noche bajo unas matas con un litro de agua. Al anochecer seguimos el camino, encontramos tunas con frutos y comimos todos los que había. Seguimos avanzando y encontramos en una chocita tres compañeros más que se incorporaron: Pancho González, [Camilo] Cienfuegos y [Pablo] Hurtado.

Ahora son ocho combatientes, todos armados, los que reinician el camino.

10 de diciembre

Durante toda la madrugada del día 10, Almeida, Ramiro, Che, Camilo y sus compañeros bordean la orilla del mar en dirección al este. Cuando sale el sol, han avanzado apenas dos kilómetros. Logran capturar algunos cangrejos. Les arrancan las muelas y sorben crudas sus partes gelatinosas. En las cantimploras quedan gotas contadas de agua. Durante el día se ocultan entre la maleza costera y por la noche, continúan avanzando. Ya casi no pueden caminar.

Che narra en su diario:

Al amanecer nos internamos en la selva a buscar agua, conseguimos muy poca, los que habían comido cangrejo sufrieron mucha sed. De nuevo seguimos por la noche hasta llegar a una bahía que luego supimos se llamaba Boca del Toro. Oímos cantar gallos, esperamos el amanecer.

11 DE DICIEMBRE

Con la luz del día 11, Almeida y sus compañeros divisan el abra del río Toro y, del otro lado, velado aún por la bruma matinal, el perfil de la Sierra. Al poco rato dan con una casa.

Los combatientes discuten si deben llamar o no a la puerta. Che no está de acuerdo. La vivienda le parece demasiado buena, como la de un campesino acomodado que seguramente será amigo de los guardias.

Al fin, avanzan hacia la casa. Ramiro, Che y Benítez comienzan a acercarse sigilosamente. Los dos primeros se quedan del otro lado de una cerca de alambre, mientras el otro cruza y sigue aproximándose a rastras. A los pocos minutos regresa a informar que ha visto la silueta de un hombre con un arma larga. Desde atrás, Che también ha determinado que se trata de un soldado. Rápidamente regresan a donde están Almeida y los demás compañeros, y abandonan el plan de llegar hasta la casa a pedir agua y comida.

La vivienda es la de Manuel Fernández, conocido como Manolo Capitán, el mismo que tres días antes ha entregado al enemigo nueve expedicionarios, ocho de los cuales han sido asesinados.

Los combatientes dan un rodeo y comienzan a escalar el farallón de la terraza superior, pero el día los sorprende y buscan refugio en una de las múltiples hendiduras de la roca.

Al fin llega la noche. Salen de su escondite y siguen escalando el farallón. Avanzan un kilómetro; pasan por un maizal donde amortiguan un poco el hambre con algunas mazorcas tiernas, y comienzan el descenso hacia el río. Che resume en su diario estos incidentes con anotaciones escuetas:

Cerca nuestro había un bohío, se deliberó para ver qué se hacía. Pancho González y yo no queríamos ir, Benítez y Cienfuegos querían hacerlo. Se resolvió hacerlo, pero Benítez al ir a entrar alcanzó a ver un marino y nos retiramos dando un rodeo para situarnos en una cueva contra el farallón. De allí vimos los movimientos de todo el día, incluso un desembarco de tropas: 17 hombres de una lancha. Seguimos de noche, casi totalmente sin agua. Llegamos a un maizal y comimos mazorcas tiernas hasta aplacar un poco el hambre, al amanecer dimos con un arroyo donde tomamos agua hasta reventarnos, llenamos la cantimplora y subimos a un montecito a pasar el día.

12 de diciembre

Durante el día 12, el grupo de combatientes se distribuye convenientemente en el monte para evitar una sorpresa. Sin comer en todo el día, por la noche emprenden el camino hacia el nordeste. En una casa cercana se escucha el sonido de una orquesta. Son guardias los que están reunidos, festejando sus supuestas hazañas militares contra combatientes desarmados e indefensos. Los combatientes del grupo de Almeida se retiran de la zona. Che anota este día:

Por la noche caminamos por rumbo Norte. Estuvimos a punto de entrar en otro bohío, pero yo que iba adelante alcancé a escuchar un brindis "a mis amigos de armas" y salimos con viento fresco.

Encontramos nuevamente el arroyo y seguimos marcha hasta las 12 en que paramos, la gente muy agotada.

13 DE DICIEMBRE

A las 2:00 de la madrugada del día 13, los combatientes que siguen a Almeida llegan a la casa de Alfredo González. El campesino los recibe amablemente. Alfredo es miembro de un grupo de adventistas cuyo pastor, Argelio Rosabal, está comprometido en el apoyo a la expedición. De inmediato comienza lo que Che califica de "un festival ininterrumpido de comida".

Comienzan a llegar vecinos curiosos. Algunos traen más comida. Ofelia Arcís viene con una caja de dulces y tabacos. Al ver el aspecto de los combatientes, con las ropas raídas y el hambre y las tensiones de once días incrustadas en el rostro, Ofelia se echa a llorar.

—Denle una tacita de café —dice Che—, que ella se ha emocionado al vernos. Che comenta ese día de la siguiente manera:

Todo el día sin alimento y con poca agua. Al caer la tarde [del día 12] emprendimos la marcha con rumbo norte y en dirección a un pueblo que luego supimos era Pilón. A la 1 de la mañana, contra mi consejo se fue a un bohío, nos recibieron muy bien y nos dieron de comer, la gente se enfermó de tanto comer. Pasamos el día encerrados. Vinieron a vernos muchos adventistas y al anochecer salimos 4 a casa de uno de ellos: Almeida, Pancho González, Chao y yo. Benítez y Ramiro van a otra casa. Cienfuegos otra. Hurtado lo debía acompañar, pero prefirió quedarse porque se sentía mal. Nos enteramos de que hay 16 muertos, 8 de ellos en Boca del Toro, todos asesinados al rendirse. [...] Sabemos que se han entregado 5 compañeros y están vivos. [...] Sabemos que grupos de compañeros han pasado rumbo a las montañas. Las armas quedan en casa de A.G. [Alfredo González] el que nos recibiera, quedan los fusiles y las balas. Todos tenemos ropas de guajiros. Almeida y yo pistolas. Pasamos a la misma casa de A.R. [Argelio Rosabal] en que nos llenan de comida.

14 de diciembre

Almeida, Che, Pancho González y Chao han sido llevados a la casa de Argelio Rosabal en El Mamey. Allí pasan el día sin novedad.

Esa misma mañana, Alfredo González comenta en Corcobao los incidentes ocurridos en su casa el día anterior. Uno de los que lo escuchan informa a los guardias. A las 3 :00 de la tarde el Ejército sube hasta la casa de Alfredo, ocupan las armas y saca de la cama a Pablo Hurtado.

La noticia llega a la casa de Argelio Rosabal al anochecer. Argelio le ha avisado a Guillermo García de la presencia del grupo en su casa, y esa misma noche llega Guillermo a buscarlos. Viene de dejar a Fidel en La Manteca.

Che sigue comentando en su diario las informaciones que el grupo ha ido recibiendo en cuanto a la suerte de otros expedicionarios:

Pasa el día sin novedad, pero al anochecer nos enteramos de la desagradable noticia que las armas habían sido tomadas y Hurtado con ellas sin más detalles. Los 4 compañeros salimos guiados por G.G. [Guillermo García] hasta la casa de otro campesino, por el camino nos enteramos de nuevas muertes [...]; de nuevas detenciones sin muerte [...]. De gente puesta en salvo: Calixto García, Calixto Morales, Carlos Bermúdez, [Rolando] Moya, [Armando] Huau, Arsenio García, Pablo [Díaz] el cocinero. De Fidel no hay noticias concretas.

Aún de noche, Guillermo traslada a los tres combatientes hasta la casa de Carlos Mas, en Palmarito. Mientras tanto, Ramiro y Benítez han pasado para la vivienda de Ofelia Arcís y Camilo a la de Ibrahim Sotomayor, el hijo de Ofelia.

Freddy Sotomayor, hermano de Ibrahim, esconde a Camilo en un pozo ciego y a los otros dos debajo de unos bejucos de guaniquique.

15 DE DICIEMBRE

El día 15, Ramiro, Camilo y Benítez son trasladados a una cueva dentro del monte. El lugar está a algunos kilómetros de la casa de los Sotomayor. Almeida, Che y los otros dos combatientes siguen escondidos en la finca de Carlos Mas. Ese día reciben un mensaje de Guillermo en el sentido de que deben permanecer en el lugar, ya que se ha hecho contacto con Faustino. Che anota en su diario:

Pasamos sin novedad el día, se recibe una nota de G.A. [Guillermo García] indicando que localizó a Fausto [Faustino Pérez], que nos quedemos en el lugar, hay indicios de que se va a dar con Alejandro [Fidel].

El grupo de Camilo recibe un mensaje de Almeida en el que les dice que deben reunirse con él en Palmatito. La intención de Almeida es volver a reagrupar sus hombres para luego establecer contacto con los otros expedicionarios. Esa misma noche, Camilo, Ramiro y Benítez emprenden la subida del firme hasta la casa de Carlos Mas.

16 DE DICIEMBRE

Los siete combatientes al mando de Almeida vuelven a reunirse en la mañana del día 16. Esa misma mañana, ya Fidel y sus dos compañeros han llegado a la casa de Mongo Pérez, y Guillermo ha regresado para encaminar al grupo de Almeida y cumplir la misión de recoger armas dispersas. Che anota esa noche lo siguiente:

Se confirma la presencia de Alejandro. La reunión será en las montañas. El día pasa sin novedad mayor.

17 de diciembre

El día 17, Carlos Mas guía a Almeida y su grupo de combatientes hasta la casa de Perucho Carrillo. Ramiro y Camilo vienen enfermos del estómago y se quedan en la casa de Perucho, mientras sus cinco compañeros prosiguen la marcha con la intención de cruzar la carretera. En definitiva, el grupo regresa, pues en el camino ha recibido noticias de que hay guardias por la zona. Che narra en pocas palabras las incidencias del día:

Nos movemos en dirección norte guiados por C.M. [Carlos Mas] que nos entrega a P.C.. [Perucho Carrillo]. Ramiro y Cienfuegos vienen en malas condiciones con diarreas y se quedan, nosotros seguimos para tratar de pasar la carretera pero nos enteramos que hay guardias, volver a pasar la noche en un matorral de yuca.

18 de diciembre

Durante todo el día 18, el grupo de Almeida permanece oculto en un campo de yuca. Varios vecinos de la zona acuden a saludarlos y a brindar ayuda. La intención de Almeida es emprender la marcha por la noche. Che señala:

Cuando nos aprestábamos a marchar, llega G.G. [Guillermo García] con la orden de esperar para ir atrás a rescatar dos rifles. Se lleva a Chao. No hay mayores novedades.

19 de diciembre

Antes de la medianoche del 19 los combatientes al mando de Almeida logran finalmente cruzar la carretera a Pilón. En su diario el Che anota:

Tras de esperar todo el día, como de costumbre, salimos guiados por R.P.M. "Ricardo Pérez Montana" nosotros 6; Chao no se nos une en el lugar indicado por que el guía manifestó tener otras órdenes y, tras de cruzar la carretera y caminar casi toda la noche, acampamos en un bosquecito perteneciente a la hacienda de D.M. con el encargo de ir temprano por el desayuno. Con nosotros queda C.M. [Carlos Mas] que va a entrevistarse con Alejandro para conocerlo.

20 de diciembre

El guía que debía haber venido de Cinco Palmas para conducir a los seis combatientes no ha llegado. Después de comer los combatientes deciden emprender solos la marcha. Equivocan el camino en varias ocasiones, pero al fin, en la madrugada del día 21, cortan por la falda de la loma de la Nigua para caer en el cafetal de Mongo Pérez, donde Fidel espera desde hace varios días. Recuerda Che:

Nos encontramos con la desagradable sorpresa de que D.M. no había recibido ninguna nota y negaba la relación con Crescencio. C.M. [Carlos Mas], que fue el que llevó el recado, siguió viaje a Purial para comunicar a Mongo [Pérez] la mala nueva. Nosotros quedamos en el bosque hasta las 5 p.m. en que Almeida y Benítez fueron a buscar comida a la fuerza si era necesario. No lo fue, pues el hombre había recibido recado y estaba preparada, pero de todas maneras no tenía ningunas ganas de tenernos en las cercanías e indicó rápidamente la meta de nuestro viaje. Nos perdimos varias veces, pero a la madrugada dimos con la casa donde se nos avisó que C.M. había pasado pero se desconfiaba de él. Fidel dio una filípica por la dejada de los rifles.

Subir