Coloquio Internacional
Memoria y Futuro: Cuba y Fidel 15 cualidades de Fidel Intervención en la
sesión plenaria del Coloquio Internacional Memoria y Futuro: Cuba y Fidel,
celebrado en el Palacio de las Convenciones, el 30 de noviembre del 2006,
"Año de la Revolución Energética en Cuba"
Felipe Pérez Roque Ministro de
Relaciones Exteriores
Sabemos el esfuerzo personal que cada uno ha hecho para
estar aquí, y créanme que hablando no como Ministro del Gobierno
Revolucionario, sino como hijo de este pueblo, sentimos en la presencia de
ustedes aquí un deseo especial de alentarnos, de darnos fuerza, además de
venir a celebrar y a desear mejoría y felicidad al compañero Fidel. Cuando pensaba qué decir esta tarde tenía dudas, porque la
mayoría de los que están aquí han visitado probablemente Cuba otras veces,
son cercanos al tema de las luchas de la Revolución Cubana, de la acción
solidaria que desde su triunfo ha ejercitado y que desde antes de su triunfo
había proclamado. Muchos han dicho aquí las palabras que yo no podría ni
improvisar ni decir aunque lo intentara. Muchos nos han hecho un nudo en la
garganta a los que estamos aquí y a los millones de cubanos que por la
televisión han podido seguir los debates que han tenido lugar en estos
paneles.
De ahí que garabateé estas ideas, que no pretenden, por
supuesto, dictar cátedra ni dar por concluido este tema, y que tienen la
virtud solo de la honestidad, el respeto y el cariño por ustedes, que han
venido a testimoniar en nuestra patria sus simpatías con nuestra lucha, su
firme creencia en nuestra capacidad de defender ahora y en el futuro, y de
hacer trascender más allá de nuestras vidas, las ideas por las que hemos
luchado. Por eso identifiqué 14 ó 15 ideas que considero que, siendo
cualidades personales de Fidel, han terminado siendo cualidades de la
Revolución Cubana e incluso del pueblo cubano, porque un aporte indiscutible
del bregar y el magisterio de Fidel en estos casi 50 años es que algunas de
sus cualidades, de sus concepciones y de sus ideas han terminado siendo
parte de una nueva nación, que es la Cuba que tomó la herencia, por
supuesto, que tiene de los siglos anteriores, pero que está marcada por los
últimos 50 años, en que una profunda, genuina y autóctona revolución social
se llevó a cabo y se defendió victoriosa en esta pequeña isla. La primera cualidad que considero que Fidel aportó a la
Revolución y que es hoy centro y brújula de la acción de nuestro pueblo es
su concepto de la unidad, el aporte de Fidel a la unidad; la unidad como
condición básica para la defensa y la sobrevivencia de una revolución e
incluso para el triunfo de una idea. No puede triunfar una idea, por justa
que fuere, si no se unen los que creen en ella para sumar y defender juntos
la idea. La Revolución Cubana se salvó, se ha salvado y se ha
mantenido victoriosa porque supo construir y defender la unidad, y solo
podrá permanecer y salvarse en el futuro si conserva la unidad.
La unidad en Cuba es especialmente el aporte del carácter y
las ideas de Fidel. No es una unidad lograda a base de la imposición de los
criterios de un hombre o de un grupo, sobre otros hombres y otros grupos.
En esta sala hay sentados algunos de los protagonistas que
podrían, con más autoridad que yo, dar fe de cómo surgió en Cuba la unidad
de las fuerzas revolucionarias, la construcción de un solo Partido como
garantía de la continuidad de la Revolución, y cómo este no es el resultado
de la persecución de los que tenían la opinión distinta, o de la imposición,
o del negociado de las cuotas de poder o participación, sino el resultado de
un proceso que está íntimamente ligado a la personalidad y al aporte de
Fidel. Eso que surgió al calor de la Revolución es hoy cualidad de
los revolucionarios cubanos y el pueblo cubano, y dondequiera que haya uno
de nosotros estará propugnando siempre la unidad. Surgen, como es lógico,
entre nosotros, a veces, disensiones —broncas les llaman en Cuba—, pero
siempre todos bajo la idea definitiva y clave de que la unidad es
precondición para el triunfo y la victoria. Ese es un aporte de Fidel. Eso
no fue así en Cuba antes de Fidel. Anteriores guerras y jornadas de lucha por los derechos del
pueblo cubano a la independencia, a la soberanía se frustraron por la falta
de unidad. La primera gran guerra de los cubanos por su independencia del
poder colonial español, que duró 10 años de cruenta lucha, entre 1868 y
1878, se frustró por la falta de unidad, y había en ella líderes y hombres
con no menos compromisos y no menos cualidades que Fidel; sin embargo,
aquella guerra heroica no terminó en el triunfo, en particular, por la falta
de unidad, y muchas otras veces eso ocurrió en la historia de la Revolución
Cubana hasta el momento en que Fidel convirtió en tarea esencial —desde su
modestia, desde su capacidad de escuchar a los otros, desde su capacidad de
convencer, persuadir y no imponer o dictar— la construcción de la unidad.
Cómo sería para que un hombre como el Che Guevara decidiera
aquella noche en la casa de María Antonia, en México, sumar su vida a
aquella epopeya después de conocer a Fidel, solo en la primera conversación,
un hombre de la agudeza del Che, del nivel, de la capacidad, la honestidad y
la pureza del Che, cómo pudo aquella noche, en la primera conversación,
decidir seguir a aquellos hombres que proponían la idea que parecía
imposible: venir en un pequeño barco a Cuba a desarrollar una lucha
guerrillera y derrotar a un ejército apoyado por Estados Unidos que tenía
nada más y nada menos que 80 000 hombres, 1 000 por cada uno de aquellos
expedicionarios que se lanzaron al Granma... No sé si a ustedes les ha pasado, si alguna vez han
intentado pararse frente al yate Granma y contar a ver cómo es posible que
82 hombres, más las armas y el parque quepan en aquel pequeño barco diseñado
para 12 ó 15 pasajeros. Dicen que cuando el barco sale de las tranquilas
aguas del río, en la noche oscura, a las 2:00 de la mañana, el Che preguntó:
"¿Pero, bueno, cuándo llegamos al barco en que iremos hacia Cuba?" (Risas.)
Creía que el Granma era el barquito en el que llegarían al barco más grande.
Eran secretos los preparativos, lógicamente, era muy compartimentado todo, y
el Che, y seguro que otros lo pensaron aunque no preguntaron, creía que
habría un barco más grande para viajar a Cuba. Hoy es un día en que se cumplen 50 años de aquel navegar. Un
día como hoy faltaban todavía dos días para llegar a Cuba. La unidad es la primera idea que anoté entre mis garabatos;
la segunda, la ética. La ética. Aquí se dijo —creo que fue Gilberto López y
Rivas—, que Fidel y la Revolución Cubana habían convertido la ética en razón
de Estado. La ética tiene raíces en el pensamiento de Martí, pero es la
práctica de Fidel a lo largo de 50 años lo que convierte la ética en una
cualidad imprescindible de la Revolución Cubana. Con la práctica de Fidel y
la concepción de la ética como componente esencial de la actuación política
y revolucionaria, no se asume la idea de que el fin justifica los medios.
Para Fidel, el fin no justifica los medios. No se puede lograr el objetivo o
la victoria a cualquier precio. Es por eso que no se ha torturado nunca en
Cuba a un prisionero, aun cuando su conocimiento valioso, la información que
podía dar, hubiera podido evitar otros crímenes, hubiera podido evitar un
nuevo ataque terrorista. Los viejos combatientes cuentan esa prédica de Fidel a los
luchadores cubanos, a los combatientes de la Seguridad, muchas veces los
fundadores eran campesinos que recién se alfabetizaban. Nadie recuerda nunca
la idea de que se permitiera, se estimulara, se tolerara la idea de la
tortura o del asesinato como método de lucha, y por eso la Revolución Cubana
hizo el centro de su actuación la derrota del ejército enemigo y de sus
tropas invasoras, y no acudió a otras tácticas de lucha, ni "al ojo por ojo
y diente por diente". La ética hizo a los revolucionarios cubanos, pese a la
propaganda adversa y tendenciosa, hacerse querer, y respetaron siempre la
idea de que no se les podía confiscar a los campesinos lo que tuvieran, y el
pequeño ejército guerrillero, hambriento y descalzo, pagaba a los campesinos
la gallina o el poco de arroz y frijoles que pedían para su sustento. La idea de que se pierde la autoridad moral si falta la
ética en la actuación, es un aporte indiscutible de Fidel a la Revolución, y
en momentos de enfrentamientos muy duros, porque hay que recordar que más de
3 500 cubanos cayeron víctimas de actos terroristas y que en Cuba hay más de
2 000 cubanos con limitaciones físicas debido a bombas, a actos terroristas,
a bombardeos contra poblaciones civiles de la aviación o de buques en las
costas, la ética presidió siempre la actuación de la Revolución. Eso es Fidel, y por eso la Revolución se defendió, pero
dentro de unos límites en los que no cupo nunca la idea de imitar los
métodos del enemigo o de que, como ya dije, el fin justifique los medios.
Ese es un aporte de Fidel, los cubanos lo saben bien. Se le pueden llevar a Fidel propuestas de cómo actuar, pero
se sabe de antemano que si se le propone salirse un milímetro de lo que
constituye la ética, los principios, las ideas en las que la Revolución
cree, se obtendrá, cuando menos, una negativa, y casi siempre un huracán de
ideas. La tercera, el desprendimiento. El desprendimiento de
Fidel por las cosas materiales, por los homenajes, por las vanidades de los
que todos —dicen— llevamos algo dentro, en Fidel alcanza categoría de
cualidad esencial. No es solo su conducta personal, casi espartana; no es
solo su total ausencia de vanidad. Dicen que pudo ser un excelente abogado,
brillante estudiante; dicen sus primeros compañeros de bufete —acabados de
graduar de la Facultad de Derecho, fundaron con él un bufete otros dos
compañeros de estudio— que rápidamente propusieron a Fidel dejar el bufete y
dedicarse a otra cosa, porque los contrataba un rico dueño de un terreno
para hacer un pleito para desalojar a unos pobres que estaban en las
tierras, y Fidel terminaba defendiendo a los pobres y el bufete perdía el
contrato (Risas). Pero ese desprendimiento de Fidel terminó siendo cualidad
esencial de la Revolución Cubana. Aquí se han dado hoy testimonios: la idea
de la solidaridad entregada como deber y no como arma de influencia
política. Por eso uno y otro testimoniante dijeron aquí: "Cuba ayudó sin
pedir nada a cambio". Muchas veces en el mundo se ayudó, pero a cambio se pidieron
favores o la toma de determinadas decisiones. Nadie puede decir nunca, no
hay un solo ejemplo, que la Revolución Cubana pidió algo a cambio. Ejerció
generosa y puramente la solidaridad; entregó no lo que le sobraba, sino
compartió lo que tenía sin pedir nunca nada a cambio, y yo creo que eso
explica la presencia de ustedes y de muchos como ustedes que quizás no han
podido estar aquí. Nos podemos equivocar como todo ser humano, nuestra obra no
es perfecta; podemos errar y de hecho lo hacemos, pero no nos hemos
equivocado nunca, pienso, en el ejercicio de la solidaridad como deber, y
nunca como instrumento del interés. Esa es una cualidad que alcanza hoy al
pueblo cubano, al que se le reconoce por los visitantes. Fue, quizás,
cualidad en sectores de nuestra población, algunas de esas cualidades
estaban en la idiosincrasia del cubano; pero en la Revolución la idea de
compartir se hizo masiva. Por eso, en Cuba se hizo un festival de
estudiantes y de jóvenes, en un momento de crisis muy dura del periodo
especial, alojando a los visitantes en las casas. Por eso todo el mundo
reconoce como cualidad del pueblo y de la Revolución la idea del compartir.
Tenemos otros defectos, pero no el de la falta de
desprendimiento, y por eso hemos defendido como pueblo la idea de que vale
más la dignidad y la independencia que las cosas materiales; por eso no
hemos pactado ni hemos negociado nuestro derecho a ser libres rindiéndonos
para que nos levanten el bloqueo, y por eso hemos sabido decir que no, y yo
creo que eso es esencialmente el resultado de un magisterio y un aporte de
Fidel. En cuarto lugar, la coherencia. No es solo que si usted
lee lo que Fidel dijo en el año 1961 sobre un tema encontrará, con
admiración y sorpresa, que son ideas que volvió a repetir muchas veces —no
todas, porque hay cosas que cambian, lógicamente—, sino que cuando hablo de
la coherencia, hablo, por ejemplo, de que nunca un diplomático cubano ha
tenido que defender en una tribuna una causa en la que no cree, un principio
con el que no esté de acuerdo. Nunca un diplomático cubano ha tenido que
pasar la dura y amarga experiencia que nosotros vemos a diario en otros
diplomáticos, de tener que decirle a alguien: "Perdóname, yo no estoy de
acuerdo con eso que me mandaron a decir; mi gobierno me mandó a decir eso,
pero yo personalmente no estoy de acuerdo", nunca hemos sido puestos en esa
situación. Y digo un diplomático, puedo decir cualquier representante de
nuestra Revolución, de nuestro pueblo. La idea de que la Revolución ha tenido una coherencia en los
principios y de que nunca nos ha puesto en la disyuntiva de si defender un
principio en el que creemos o responder a una razón de Estado. La coherencia
ha sido también razón de Estado en Cuba y los principios por encima de los
intereses han sido también razón de Estado en la Revolución Cubana. Eso es
obra de Fidel. El ejemplo personal es la quinta de mis anotaciones. Fidel entronizó en Cuba la idea de que no se le puede pedir
a la gente lo que uno no está dispuesto a hacer antes. Quizás uno no lo
hace, pero los que lo siguen tienen que saber que uno está o estuvo
dispuesto a hacerlo. Por eso Fidel, desde que recibió al primer ciclón en
Cuba, después del triunfo, en el lugar probable por donde el ciclón llegaría
—y lo hizo así durante 45 años y el pueblo lo vio allí, en el medio del
huracán, dirigiendo, arriesgándose con los que estaban ahí—, desde ese
momento lo convirtió en práctica para los cubanos. No hay un dirigente cubano que no esté cortado con esa
tijera, que no entienda la idea de que el ejemplo personal es esencial y es
deber, y que los jefes han de ir delante; que los jefes solo tienen derecho
a más sacrificio, y que el único privilegio que puede dar un cargo o una
militancia en Cuba, porque militar en nuestro Partido es resultado de un
proceso que incluye también el que los compañeros, la masa de los que no son
militantes, consideren que ese aspirante tiene ejemplaridad y autoridad
suficientes, por eso no es masivo nuestro Partido; la idea de que militar en
el Partido de la vanguardia o tener una responsabilidad da solo derecho a
más sacrificios y más restricciones, es un legado de Fidel. Por eso no hubo
en Cuba combate, huracán, trabajo que requiriera sacrificio y esfuerzo, en
el que Fidel no estuviera. Bueno, las misiones internacionalistas; por razones obvias
Fidel no podía salir. No tuvo el privilegio que tenía el Che, era un
compromiso con él desde aquella conversación de México de que un día no se
le reclamarían esas razones. La misión internacionalista de Fidel fue
convertir a Cuba, como se dijo aquí, no en una isla perdida en el mar, sino
en tierra firme para todos los que lucharon por la justicia y la dignidad en
cualquier parte del mundo. El ejemplo personal, la autoridad que emana de ir delante,
de dar el ejemplo, de guiar con la actuación propia es un aporte de Fidel;
la idea de que uno no se puede quedar atrás y lanzar a los otros porque
después no habría cómo mirarles a los ojos. Recuerdo cuando Fidel dijo: "Yo veo a los hombres de mi
escolta que se preparan para si un día hay un nuevo atentado contra mí; se
preparan para evacuarme a mí, sacarme del lugar, y ellos quedarse allí
combatiendo. Yo los dejo, no les digo nada, pero ellos no saben que el día
que eso pase, a mí hay que matarme allí junto con ellos, porque después,
¿con qué cara yo podría venir a mirarlos si los dejo combatiendo por mí en
el lugar?" (Aplausos.) Esa cualidad llevada a todos los actos de la vida ha sido
una de las razones esenciales de la autoridad de Fidel en Cuba y explicación
del cariño del pueblo por él. El pueblo sabe, el pueblo sabe más de cuatro
cosas y no puede ser engañado; y al cubano, que conoce el sacrificio, pero
conoce también —y es un elemento de su nacionalidad— el disfrute del placer,
que es alegre, es expansivo, le gusta la fiesta, le gusta la alegría y la
disfruta, y está dispuesto a renunciar a ella, y lo ha hecho más de una vez,
pero al cubano no le gusta que lo engañen, o que lo manden delante y se
queden detrás. Para guiar a este pueblo hay que encabezarlo, y encabezarlo
quiere decir ir en la punta de la vanguardia (Aplausos). Ese es un legado de
Fidel, es el resultado del magisterio de Fidel, porque no es que cuatro o
cinco lo hagan como él, eso ha alcanzado la masividad, se ha convertido en
fenómeno de masas, y vale tanto para una fábrica como para una empresa
agrícola o un ministerio del gobierno. Los jefes tienen que ir delante, los
jefes dan el ejemplo, guían el camino con su conducta personal. El Che, ministro del gobierno del que Fidel era Primer
Ministro, es paradigma. En sexto lugar, la verdad. La verdad es el arma; la
verdad, condición para ser respetado. Recuerdo cuando se le propuso no decir una parte de la
verdad. Él no estuvo de acuerdo, se le insistió: "Pero, bueno, no decir toda
la verdad no es decir mentira". Fidel dijo: "Bueno, cuando no se dice toda
la verdad, eso es una media verdad, y estamos hablando de decir la verdad",
y por eso nunca el enemigo ha podido hacer con nosotros lo que tantas veces
nosotros hemos hecho, que es decir: "Mire, miente; aquí está la prueba de
que usted miente". Nunca la Revolución ha tenido la debilidad de tener que
reconocer una mentira. Esa es práctica y enseñanza de Fidel. En séptimo lugar —escribí aquí en mis desordenados
garabatos— la sensibilidad. Fidel trasladó esa cualidad personal a las
políticas y a la actuación de la Revolución. Recuerdo que cuando siendo su joven e inexperto ayudante o
secretario, en el año 1992 ó 1993, yo, abrumado por el hecho de que era la
media noche, y había no menos de 30 visitantes que querían reunirse con
Fidel, y yo veía que eso no era posible, y después de una reunión larga y
agotadora, Fidel no había comido en todo el día, de una en otras reuniones;
estábamos en pleno periodo especial, eran muy duros los años: los apagones,
la falta de electricidad, de alimentos, de medicamentos, el país puesto ante
el reto de enfrentar una situación inédita y repentina que cortó el 85% de
nuestro comercio exterior, lo que nos hizo tener que buscar nuevos mercados,
todo eso bajo la presión de un bloqueo que se hizo más duro en aquellos
años, Fidel no paraba, era el día entero... Así cumplió sus 70 años en el
año 1996, aquí con Guayasamín, que le hizo aquel retrato de las manos, y
Fidel le protestó durante el retrato: "¡Pero, Oswaldo, esas manos que me
estás pintando están muy flacas y muy pálidas!". Y Guayasamín le decía:
"¿Pero es que no entiendes, Fidel? Estas no son manos, ¿no te das cuenta?,
son palomas, son puras, nunca han robado ni se han manchado de sangre"
(Aplausos). En esos años duros era uno de esos días, y yo le dije:
"Mire, tiene estos visitantes, le propongo ver a este mañana, a este
otro..., y ahora le propongo que vaya a descansar. Solo quedaría sin
resolverse este señor, Trudeau, que se va mañana, a primera hora" —el ex
primer ministro canadiense, había venido a Cuba, lo unió siempre una amistad
con Fidel—, y dice Fidel: "Pero, ¡cómo! ¿Está aquí Trudeau y tú no me lo has
dicho? Y se va mañana, ¡tengo que verlo!". Digo: "Pero, bueno, es que son
muchos; además, usted no ha comido hoy en todo el día". Dice Fidel: "No, hay
que verlo". Digo: "Pero, bueno, mire, además, él no es ya Primer Ministro",
dije yo. Aprendí ese día para siempre la lección (Risas); pero ese día dije:
"Si en definitiva él es un ex primer ministro. Si él fuera el Primer
Ministro... pero él fue, ya no es...". Y Fidel dio media vuelta y a dos
milímetros de mi cara me dijo: "Nunca más me propongas eso; no me interesan
los cargos, sino los hombres. Es más, me interesan más los hombres cuando no
están en los cargos" (Aplausos). Esa sensibilidad no es la cualidad de un hombre o de unos
pocos hombres o mujeres, me refiero a cómo eso caló profundamente junto con
la obra social de la Revolución. Esa sensibilidad fue la que hizo a Fidel entrar al cuarto
donde Ana Fidelia Quirot, la corredora destacada, la campeona cubana de
atletismo, se debatía entre la vida y la muerte y llevó a Fidel a ocuparse
con pasión de salvarle la vida a Ana Fidelia. Esa sensibilidad personal, esa
capacidad de sentir por los otros, de sentir como propio el dolor o la
angustia de otros es una cualidad que Fidel convirtió en patrimonio de
millones en Cuba. En octavo lugar —no sé si demoro y abuso de ustedes, no
están organizadas estas ideas y me da pena (Aplausos)—, la modestia y la
ausencia total de vanidades. Por eso Fidel usa en lo esencial el mismo
uniforme, muchas veces raído. Por eso no hay una condecoración en el pecho
de Fidel, por eso nunca ha tenido una condecoración, y solo su autoridad
personal hizo que compañeros con muchos méritos en Cuba aceptaran recibirla;
por ejemplo, Raúl y Almeida aceptaron solo la estrella de Héroes de la
República de Cuba que llevan hoy en sus pechos, porque Fidel impuso su
argumento y su persuasión, porque no la querían recibir, decían: "Si Fidel
no la ha recibido", y Fidel los convenció. Bueno, se sabe que el que se deje
tirar el brazo de Fidel por el hombro y oiga sus argumentos, con mucha
probabilidad será convencido (Risas). Fidel ha hecho de esa modestia, de esa ausencia total de
vanidad una aspiración para nosotros. A Tomás Borge, que está sentado aquí y que dijo en la mañana
palabras que nos emocionaron a todos, Fidel le recordó la frase de Martí:
"Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz". Esa ha sido su brújula,
esa ha sido la frase siempre lista para ser citada de memoria por Fidel, no
como consigna vacía, sino como práctica permanente en su vida. Por eso su
grado es el que tenía en la Sierra, grado de Comandante; por eso el pueblo
le dice Fidel, y es cuando él se siente más cómodo, cuando le dicen Fidel,
no cuando le citan los cargos. Por eso Fidel se ha enfrascado en una discusión profunda
sobre un tema de medio ambiente con el chofer de un automóvil, o con el
camarero de un hotel adonde ha ido, tomándolo totalmente en serio. Por eso Fidel nunca ha dicho: "No, esta persona no está a mi
nivel para discutir conmigo"; Fidel está ausente de todo eso. Por eso Fidel
nunca ha creído en ningún protocolo y por eso el protocolo que se usa en
Cuba más o menos es el que acomoda a esta sensibilidad. Hoy está más
organizado, pero, bueno, Fidel nunca ha aceptado la idea de que no se puede
ir a ver a un visitante, por razones protocolares, por eso se apareció la
noche antes en que el visitante iba a ser recibido oficialmente y por eso
esa cualidad de tener una ausencia total de vanidades. La modestia como
conducta diaria, que millones de cubanos aspiramos a imitar y tomamos como
modelo hoy, es un aporte de Fidel también a las cualidades de nuestra
Revolución, diría que de nuestra nación. En noveno lugar escribí: "El deber de un político
revolucionario es aprender", por lo tanto, en Fidel la curiosidad
infinita, las cien y mil preguntas de un tema hasta saber los detalles; el
afán de leer que llevó a que siempre haya un libro a mano en su auto con una
pequeña lamparita. El afán de leer, de estudiar; no es solo afición por los
libros o por un tema, sino deber de revolucionario y de político. En Fidel aprender, saber, leer, estudiar, es deber y no solo
afición o hobby, y por eso dondequiera que él esté hay libros, pero en la
oficina usted puede abrir los libros que dicen: "Teoría del pasto y el
forraje para el ganado", porque era el pueblo en el gobierno intentando
mejorar la ganadería, producir, multiplicar los panes y los peces. Usted
toma cualquiera de esos libros y tiene las anotaciones de Fidel: "Ojo,
revisar; debo ver esto con Fulano; preguntar en la universidad el resultado
del estudio". Así ve: Teoría del pastoreo, André Voisin; Mejoramiento de
suelos; Indicadores principales de la industria mecánica. Cualquier tema de
la biología, la química está ahí, no como afición para tiempo libre, sino
como escalón de aprendizaje para un revolucionario que considera aprender y
saber, un deber y no una afición. En décimo lugar escribí: "El rigor personal", la aspiración
a la perfección no como asunto de vanidad personal, sino de deber con sus
responsabilidades. Por eso en lo que esté involucrado Fidel, él tratará
de que eso sea lo mejor. Muchas veces lo que él hizo no se sabe; muchas
veces me han felicitado por un discurso, la mitad del cual o las dos
terceras partes las escribió Fidel; claro, no lo puedo decir ahí donde lo
digo, porque sería un problema, pero... (Aplausos). Muchos de nosotros hemos sido testigos de esa aspiración de
Fidel, muchas veces anónima, no ligada a la vanidad ni mucho menos, y que no
es ni será reconocida, porque no se sabe. Su aspiración a que las cosas queden bien; ese rigor,
ejemplar para nosotros, de hacerlo bien, porque es el compromiso con el
pueblo, porque es la manera de ayudar a la causa que estamos defendiendo,
porque es lo que nos toca hacer como revolucionarios o como cuadros en la
Revolución. En onceno lugar: "La derrota no es tal hasta que no es
aceptada", mientras que no se acepte se está en plena lucha para revertir la
derrota y es solo episodio temporal que podrá ser convertido en victoria.
Esa es una cualidad —en Cuba dicen: "A Fidel no le gusta perder ni a las
postalitas"—, la idea de que no se acepta la derrota, y yo creo que eso es
cualidad hoy, más allá de Fidel, de los revolucionarios cubanos, de nuestro
pueblo. Por ahí se dice: "Ustedes los cubanos son como son", y por eso los
atletas y por eso nuestro pueblo, y la idea de que se puede hacer más, de
que no se acepta la derrota. García Márquez escribe en su prólogo al libro de Gianni Miná,
al que veo allí en el público, que la idea de Fidel de no aceptar la derrota
es lo mismo si es para ensartar una aguja que para librar una batalla en
Angola a 10 000 kilómetros, y lo intentará una y otra vez hasta que logre
hacerlo. Ese no es el ejemplo que él cita, pero es algo así como eso. Eso ya
es una cualidad de la Revolución. Si no hubiéramos creído en que la victoria es posible
mientras se luche por ella y se crea en ella, quizás no estaríamos aquí, no
habríamos resistido casi 50 años de bloqueo, agresiones, actos terroristas;
la agresión de la potencia imperial más poderosa que ha existido en la
historia. A la pregunta de cómo pudo resistir el pequeño país cuando
se quedó solo —porque durante 30 años hubo el apoyo de la Unión Soviética,
pero después, en los últimos 15 años, solos nosotros aquí; muchas veces los
amigos creían que no era posible que pudiéramos enfrentar la adversidad que
vino ante nosotros—, habrá que responder: Porque Fidel convirtió en
patrimonio de millones en Cuba, la idea de que la derrota no es tal hasta
que no se acepta, de que siempre existe la posibilidad de revertir una
derrota temporal. Por eso el Granma no terminó en derrota final, fue solo
derrota temporal, como antes lo había sido el Moncada. Y siempre fue el
volver a empezar, el empezar de cero otra vez, y por eso estamos aquí. Número doce, escribí: "La aspiración a la justicia para
todos". Hay quienes aspiran a la justicia solo para sí mismos, luchan
quizás por ser ricos o por alcanzar una determinada meta personal; hay
quienes piensan en la justicia para su familia o para su entorno más
cercano, digo la justicia entendida como el logro de las metas. Hay quienes
la han aspirado incluso para su pueblo, para su nación; pero para Fidel la
idea de luchar por la justicia no tiene fronteras y por eso ha luchado por
ella no solo para los cubanos, que ya era bastante: el sentido de dedicar su
vida a la lucha por la justicia de un pueblo, sino la ha convertido en causa
universal. Por eso cuando en Cuba había 6 000 médicos y 3 000 se
fueron, estimulados, pagados por el gobierno de Estados Unidos que trató de
que no quedara ninguno, quedaron 3 000 médicos en Cuba en el año 1959 —eran
6 millones los cubanos—, ayer se recordaron aquí las palabras de Fidel:
"Formaremos muchos médicos". Hoy tenemos 25 médicos por cada uno de aquellos
que se fueron, y Fidel dijo: "Formaremos, porque los necesitaremos en Cuba y
en el resto del mundo". Si esa idea de aspiración universal a la justicia no
hubiera estado presente, Cuba no tendría hoy casi 30 000 colaboradores de la
salud, de los cuales 21 000 son médicos, trabajando en 69 países. Por eso esa aspiración a la justicia para todos, más allá de
nuestra tierra, de nuestra nación, de nuestra condición de Estado, hace que
los científicos cubanos trabajen arduamente, y Fidel ha estimulado todos
esos proyectos personalmente, por una vacuna contra la malaria, que es una
enfermedad que no existe en Cuba. Las transnacionales no gastan dinero en investigación para
eso, porque dan más dinero los productos cosméticos o las pastillas para
bajar de peso, que las vacunas contra la malaria, porque esas son medicinas
de pueblos pobres y, por lo tanto, no están destinadas a tener un gran
mercado. Los científicos cubanos han trabajado por vacunas para curar
enfermedades que no existen en Cuba, y trabajan hoy bajo la idea de que la
aspiración a la justicia es a la justicia para todos, y creo que eso es una
enseñanza y un aporte también de Fidel. Número 13, escribí aquí, "la fuerza de las ideas". La
convicción personal, que es martiana también, de que una idea justa, desde
el fondo de una cueva, puede más que un ejército. Por eso nuestra batalla se
llama batalla de ideas, el terreno clave donde librar la lucha. En el número 14 escribí otra cualidad de Fidel que se ha
trasladado, digamos, como patrimonio de nuestro pueblo, "la idea de que
nunca ha dejado de sentirse un ser humano". A Fidel, ni el
reconocimiento, ni el apoyo, ni el mito en que terminó siendo convertido, en
particular, por el acoso enemigo; ni su autoridad inmensa, emanada de su
ejemplo; ni su experiencia, ni su conocimiento superior a los que le rodean,
nunca lo hizo, ni lo ha hecho, dejar de sentirse un ser humano capaz de
ponerse en el lugar del otro, de imaginar lo que el otro está pensando o
sintiendo, de compartir y comprender el dolor, la duda, el temor de los
otros. Recuerdo bien también el día en que yo, abrumado por un
error que cometí —yo había cometido un error, no me había dado cuenta— al
tramitar una indicación de Fidel, me había equivocado, y Fidel me vio tan
abrumado, y de pronto empezó: "¿Quieres que te diga una cosa, ahora que lo
veo bien? Al final creo que ha sido muy positivo esto que ha pasado, y esto
que tú has hecho me parece que va a terminar ayudándonos". Mi depresión
aumentaba, porque veía que él trataba de convencerme de una cosa distinta a
lo que era evidente para mí. Ahí no estaba actuando el Comandante en Jefe de
la Revolución cubana, ahí no estaba actuando el Presidente del Consejo de
Estado de nuestro país, ahí no estaba actuando siquiera el luchador curtido,
que sabe que un error en un pequeño detalle puede dar al traste con un gran
proyecto; ahí estaba actuando el ser humano que comprendía que yo quería que
me tragara la tierra, pero la tierra no me acaba de tragar como yo quería, y
yo me moría de la vergüenza y ya no podía arreglar aquello que había pasado,
y Fidel se empeñó —muchas veces lo he visto también con otros compañeros— en
demostrarme a mí que mi error, a fin de cuentas, iba a ser muy positivo para
el resultado final del trabajo. Ese es el Fidel ser humano, que aun cuando
él se propone la perfección para sí y se flagela si no la obtiene, sin
embargo es capaz de no exigírsela a un grado de injusticia a los otros, y es
capaz de comprender que el otro puede equivocarse y Fidel tiene una frase de
aliento para él. Y eso es su magisterio, porque en Cuba el que no haga eso,
que los cubanos en millones han visto hacer a Fidel, es un "pesado", un
atorrante, los cubanos no lo aceptan, porque eso es cualidad ya hoy,
derecho, digamos, que reclama el pueblo en la conducta de los demás. Por último, escribí el número 15, "la ausencia total de odio
hacia cualquier persona". El Che había dicho que una revolución es una
profunda obra de amor. Fidel solo tiene odio para la injusticia, odio
profundo hacia la injusticia, hacia la explotación, hacia la discriminación
racial, pero no hacia las personas, aun si han sido o son sus enemigos. No
ha actuado nunca la Revolución cubana llevada por sentimientos de odio, como
no sea odio a la injusticia, pero no hacia los que han provocado, digamos, o
son responsables de la injusticia. La Revolución cubana, por eso, no se basa
en odios, ni siquiera para los traidores. Hay que ver a Fidel respondiéndole
a Ramonet —que lo veo también ahí en el público—, cuando Ramonet le pregunta
por traidores. No destila odio, no hay una palabra de odio en más de 700
páginas de respuestas de Fidel a Ramonet. Y así es en el libro de Gianni
Miná y así es en el de Tomás Borge. Le pregunta por traidores, le pregunta
por hombres que atentaron contra su vida, y Fidel apenas dice una frase. No
es en eso donde se concentra, no hace la gran descripción de ese que mereció
el castigo. Por eso viven muchos de los terroristas que hicieron sufrir
y todavía hoy son responsables del sufrimiento de miles de familias cubanas.
Porque la Revolución ha sido muy fuerte; y podía ir, guiada por el odio, a
perseguir a hombres que cometieron asesinatos muy graves y actos de
terrorismo contra nuestro país, y la Revolución no lo ha hecho, no lo hizo.
Esa es una herencia del pensamiento de Fidel, la idea de que no hay que
intentar ajusticiar a los instrumentos, pues al final pueden surgir otros,
sino que hay que derrotar al imperialismo, que es el que los creó y los
apoyó. Y, por eso, asesinos, torturadores que escaparon de Cuba en la
alborada del Primero de Enero, la Revolución no los persiguió, e incluso no
los ajustició cuando regresaron como invasores a nuestra patria. Algunos
están vivos y lo pueden testimoniar. Hay ausencia total de odio en Fidel. Se le pregunta a Fidel por los presidentes de Estados
Unidos, se le pregunta por Kennedy, por su hermano Robert. Kennedy fue el
Presidente de la época de la Operación Mangosta, de los planes —no fue el
único, porque eso duró décadas, no ha terminado hasta hoy—; usted no ve odio
en Fidel. Recuerdo el día en que la hermana de John y de Robert,
Eunice, pidió a Fidel que diera un testimonio, porque se cumplían 30 años de
la Crisis de Octubre. Fidel tenía mucho trabajo, no quería, y ella le dijo:
"Se lo vengo a pedir en nombre de nuestra familia, Presidente, que, sabiendo
la manera en que nuestros hermanos lo adversaron a usted, y no estando de
acuerdo con algunas cosas de las que ellos hicieron, respetamos en usted su
ausencia total de odio, y el hecho de que usted nunca ha tenido hacia
nuestros hermanos, que le dieron motivos para ello, sentimientos de odio".
Fidel terminó accediendo y dio una entrevista que es uno de los testimonios
más completos sobre la Crisis de Octubre y sus antecedentes. Fidel ha sembrado esas cualidades en nosotros, eso no es
patrimonio solo de la conducta de Fidel. Los revolucionarios cubanos no
actúan llevados por el odio. Fueron más de 350 000 cubanos a luchar en el
sur de África —aquí se habló de eso—, a enfrentar a las tropas poderosas del
apartheid, que tenían incluso varias armas nucleares, y lo hicieron, como
quería el Che, guiados por un profundo sentimiento de amor. Dos mil cubanos
cayeron allí. Nuestros combatientes enfrentaron allí un ejército poderoso.
Quince años duró aquella guerra que se selló con la integridad territorial
de Angola preservada y la independencia de Namibia. No existiría hoy Angola
y hubiera demorado mucho más la derrota del apartheid, si las tropas cubanas
no hubieran enfrentado allí al ejército racista, en el sur de África, a
miles de kilómetros de nuestra patria, que tiene más mérito todavía cuando
eso se hizo en un momento en que ya se derrumbaba la Unión Soviética, se
desintegraba el campo socialista, solos. Piero Gleijeses habló aquí y escribió un libro revelador
sobre esos temas, y cuando esa guerra terminó y regresaron nuestros
combatientes, y se cumplió lo que había dicho Amílcar Cabral: que los
cubanos regresarían de África llevándose solo los huesos de sus muertos,
porque no somos allí dueños de minas, ni de pozos petroleros, ni de tierras,
ni de bosques, porque no fuimos allí buscando diamantes, petróleo, fuimos
luchando por una idea de justicia, cualidad y herencia de Fidel a nuestro
pueblo, se puede decir que no hubo ni un solo momento de odio, ni nuestras
tropas actuaron, sino con un gran altruismo. Así había sido en la Sierra
Maestra, donde se curaba primero a los heridos del ejército enemigo. Así fue
en Girón, así fue siempre, y así fue en Angola. Esa ausencia total de odio, como no sea odio a la
injusticia, al imperialismo, a la exclusión, como fenómenos, es una cualidad
también de Fidel. Por eso, esa ausencia total de rencor. Usted le pregunta y
él no dice una frase de odio al que traicionó, al que agredió. Yo creo que
ese es otro legado de Fidel. No he querido —ya lo dije— que esto se vea como un ensayo,
ni una pieza académica o rigurosa. Si tiene una virtud, es su honestidad
total. Yo no diría estas palabras aquí si no fuera por creer, como
cualquier otro cubano lo haría, profundamente en ellas, porque Fidel también
nos ha enseñado el rechazo total a todo lo que sea vanidades, adulonerías.
No hay nada que moleste más a Fidel que un adulón. Y si tienen otra cualidad
estas palabras, es un profundo cariño que es, diría, el sentimiento mayor
que nuestro pueblo siente por Fidel, en el que ve al padre, hermano mayor,
familia propia, más allá de sus responsabilidades y de sus méritos. Los enemigos de la Revolución cubana, que es decir los
enemigos de la justicia, de la verdad, de la dignidad, los enemigos cuentan
los minutos esperando y deseando la muerte de Fidel, sin comprender que
Fidel ya no es solo Fidel, que Fidel es su pueblo y que Fidel es, a fin de
cuentas, todo hombre y mujer que en el mundo esté dispuesto a luchar y luche
porque un mundo mejor sea posible. Los enemigos sueñan y se equivocan con la idea de que la
ausencia de Fidel puede significar la ausencia de sus ideas, y que las
convicciones y los principios que Fidel ha sembrado a nivel masivo en su
pueblo y en el mundo pueden desaparecer; Fidel, que aspira a que de él solo
queden las ideas y que, convaleciendo, recuperándose y regresando al combate
propinará a esos enemigos asentados en el odio y la mediocridad una nueva
derrota. Gracias a todos por venir (Aplausos prolongados y
exclamaciones de: "¡Viva Cuba, viva la Revolución!"). Gracias por habernos permitido celebrar de esta manera el
cumpleaños de Fidel. A los cubanos solos, Fidel no nos lo hubiera permitido.
Gracias a la Fundación Guayasamín, a Pablito, al resto de
sus familiares, a Cachito Vera. Gracias a la Fundación que, como lo había hecho antes, logró
imponerle a Fidel la celebración de su cumpleaños y convencerlo de que su
cumpleaños no era solo su cumpleaños, sino una oportunidad para dar otra
vez, en el terreno de las ideas, una batalla a favor de la justicia y la
solidaridad. Si ustedes no estuvieran aquí, nuestra celebración habría
tenido que ser íntima y modesta, y Fidel no la habría permitido; pero un
deber de caballerosidad, de simpatía y agradecimiento con los que vienen, le
ha impedido a él oponerse a esta celebración nacida del —nosotros lo sabemos
bien— más puro cariño y solidaridad con nuestro pueblo y con Fidel. Les damos las gracias a ustedes y les prometemos que
nosotros seguiremos luchando por las ideas y los sueños a los que Fidel ha
dedicado su vida. Que lo haremos con él otra vez al frente de nuestro
pueblo; pero que cuando él y los hombres de su generación no estén, nosotros
tenemos la convicción de que nuestro pueblo habrá hecho para siempre ya
suyas esas ideas y esos principios. Ese es nuestro regalo mayor a Fidel: defender y combatir
cada día de nuestra existencia por esas ideas. Muchas gracias. (Ovación.) |