30 de
Noviembre Héroes de una Ciudad Rebelde Mariagny Taset Aguilar Estoy escribiendo “26 de julio”
Desde temprano se unió al valeroso Frank País en la lucha por la libertad de Cuba. Laceró con arrojo la garra batistiana, estremeció calles y aulas con su arma y su verbo acusador... Junto a Frank, organizó el Movimiento 26 de Julio (M-26-7) y fue su Jefe de Acción en las provincias de Oriente y Camagüey, combatió audaz en el asalto a la estación policial de El Caney y en el levantamiento del 30 de noviembre, donde perdió la vida. De esta época de clandestinaje y sangre, figura un singular episodio protagonizado por Pepito Tey, y recordado tiempo después por el entonces capitán Léster Rodríguez, uno de sus compañeros de lucha, en la compilación 30 de noviembre, de Yolanda Portuondo López: "A él le tocó la esquina de Enramada y San Félix, y cuando se encontraba realizando su tarea llegó un sereno y le preguntó qué hacía. Pepito le contestó: ‘Pues muy fácil, escribiendo 26 de julio’. Y lo escribió de un tamaño exagerado. El sereno se puso nervioso: Eso tú no me lo puedes hacer, me van a botar del puesto —le dijo—, e inmediatamente salió corriendo de allí." Otra anécdota que refleja el temerario espíritu de este muchacho de apenas 24 años, y su jovial carácter, es la que aparece relatada por Nancy Rodríguez, esposa del revolucionario Antonio Alomá (Tony), en el citado libro. Meses antes del levantamiento de noviembre del 56, su casa constituía uno de los depósitos de armas del Movimiento: "Resulta que a mi casa habían llevado un saco de rifles y fueron a buscarlo en una máquina, Pepito Tey, Salvador Pascual y Pachequito. Ellos metieron el saco en el maletero y lo cerraron. Tony y yo salimos al corredor a despedirlos, pero en la esquina había un cabo del Ejército conversando con otro señor. Tony les dice: ‘Bueno, que se diviertan’, pero el carro no quería arrancar. ¡Yo me puse nerviosa! Entonces Pepito baja, llama al cabo y le dice: ‘Oiga compay, haga el favor de ayudarnos a empujar este carro aquí’. "Y el cabo y el señor vinieron y empujaron el carro hasta que arrancó, Pepito sacó la mano y le dijo al cabo: ‘Muchas gracias’, mientras se reía a carcajadas. ¡Quién le iba a decir a aquel cabo que la máquina lo que llevaba eran armas!" Un ideal patriótico nos mueve
"Enseguida lo reconocí. Vivíamos en el mismo barrio y además, unos días antes del ataque, él estuvo en casa y nos pidió ir al patio. Allí estuvo observando los techos y la Estación, pero como era tan reservado no le pregunté nada. "A pesar del tiroteo me fue fácil penetrar en la litografía que estaba junto a la casa y desde allí, sin peligro, pude observar y oír. Otto y sus muchachos gritaban: ‘No hemos venido a matar, hemos venido a sacarlos de esa cueva de tortura’." Tenía entonces 28 años y siempre fue el muchacho valiente y sencillo que sus amigos conocieron. Conspiró contra la tiranía batistiana, protagonizó sabotajes, soportó meses de cárcel... Y aquella mañana de noviembre selló su más duro compromiso con la Patria. En Arístides Michel Bermúdez, compañero de lucha, quedaron tatuadas las últimas imágenes del héroe, cuando pasó a la historia como uno de los más valiosos mártires de aquella epopeya: "Se hizo un alto el fuego y Otto les habló a los policías, diciéndoles que se rindieran, que nosotros peleábamos por un ideal patriótico, mientras que ellos lo hacían por un sueldo; también les dijo que Batista se había ido y los había dejado embarcados. "Un policía gritó: ‘¡Me rindo!’, y se oyó un disparo que cegó la vida del policía. Como un resorte todos reiniciamos el combate; pero otro policía aprovechó el momento para lanzar una ráfaga, alcanzando a Otto, que se mantuvo firme, parado, tratando de contener al policía de la ametralladora. Una bala le alcanzó la ceja izquierda, soltó el rifle y cayó; los ojos se le desorbitaron, por la herida brotaba un chorro de sangre, mientras se movía convulso en los estertores de la muerte... " "La muerte de Otto nos causó de momento una impresión, la impresión del jefe muerto... ", recordaría luego el también luchador Josué de Quesada. "Sería un minuto o dos, todo el mundo lo vio muerto en el tejado... Otto era una persona de grandes condiciones en todos los sentidos. Pero su muerte no amilanó a ninguno de los presentes, todo lo contrario, al ver a nuestro querido jefe herido mortalmente, se recrudeció el combate." Tony, el que murió de pie
Horas antes de partir a la lucha, había comentado a su esposa: "Acuérdate que nuestro Apóstol dijo: ‘Más vale morir de pie que vivir de rodillas’". Y fueron apenas 27 años los que le destinó la vida, pero vividos con honor y orgullo de haber servido dignamente a su Patria. Su madre, Caridad Serrano Lesseps (Cacha), recordó en 1974 los últimos instantes en que vio vivo a su hijo: "Tony sabía disimular muy bien las cosas. Me acuerdo que el día antes del asalto llegó a casa por la noche como de costumbre. Lo único que extrañamos fue que no trajo a Nancy. Cuando le preguntamos por ella, nos dijo que no la había bajado porque no se sentía muy bien... A eso de las nueve de la noche, Tony se paró, me dio un beso a mí y al padre, y se despidió sin notársele nada. Iba para casa de Pepito, allí era el acuartelamiento. "Pepito vivía dos cuadras más abajo de mi casa. Me contaron que al ver llegar a Tony a la hora acordada se le adelantó y le dijo que no se quedara a dormir toda la noche, que se fuera y regresara por la mañana, que recordara la situación que tenía Nancy, a lo que él respondió: ‘Tú sabes que este es mi lugar, donde están todos mis compañeros. Además, cuando yo me metí en la clandestinidad, no conocía a Nancy. Tan pronto la conocí le dije en lo que estaba y ella estuvo de acuerdo, así que estoy cumpliendo con mi deber’." Compartió momentos con Pepito Tey, Léster Rodríguez y otros compañeros de lucha, que al principio se reunían en la histórica Placita de Crombet. Muy pronto tomaría los caminos de la clandestinidad, incluso desde su propia casa, y de la lucha por una Cuba libre. Tiempo después, Nancy recordaba cuando el hogar se convirtió en un peligroso almacén de armas: "Las pondríamos debajo del depósito destinado a la ceniza. Para hacer este trabajo, tuvimos que viajar a Jamaica de Yateras, donde vivía un haitiano que era el dueño de la casa y pedirle permiso para las ‘reparaciones’. El haitiano se puso contento, porque no solo haríamos eso, sino también pintarle la casa. La casa se pintó, con la ayuda del Movimiento, porque Tony ganaba muy poco... "Las armas empezaron a llegar en cajas de cartón, de esas de leche condensada. Esto se hizo para disimular, pues yo estaba en estado y mis amistades me enviaban esa leche para tener asegurada la alimentación del niño cuando naciera. Ese era el pretexto."
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