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40
aniversario de la fundación del periódico Granma |
Esta crónica podría prescindir
de las palabras. Bastaría con
desplegar el abanico de viñetas,
caricaturas e ilustraciones
que aparece en esta página —apenas
un microscópico botón de
muestra de una obra muchísimo más
amplia y variada— para que el
lector capte la dimensión de una
idea que ha acompañado a Granma
desde los tiempos de su
fundación: el valor del dibujo en
la proyección editorial de nuestro
diario.
Pero también cuentan los artistas. Esos
hombres armados de convicciones, esos
obreros de la línea y la imagen, que
en el día a día, a lo largo de cuarenta
años han dispuesto su talento en
función de la noticia del momento, las
urgencias movilizativas y los avatares de
la época.
El dibujo editorial exige premura, agilidad, olfato
y poder de síntesis. Y al mismo tiempo
información, hondura y solidez conceptual.
Con esos atributos nuestros
dibujantes han poblado las páginas del
periódico con huellas que trascienden el
paso del tiempo.
En un primer momento, Granma
se nutrió
de gente de sumo oficio, que tenían ya
un buen tramo adelantado en los
trajines del grafismo diario. El propio logotipo
del periódico surgió de la mano
de Horacio Rodríguez, un veterano caricaturista
que dibujó las letras de corrido
que identifican a la publicación. Cuentan
los testigos de aquella noche de
alumbramiento, que entre las diversas propuestas
presentadas en un brevísimo plazo
de tiempo, la de Horacio ganó el
consenso de Fidel y quienes compartieron
con él esa jornada.
Horacio era un luchador avezado. Había aportado
dibujos satíricos sobre temas de
actualidad para el periódico Bandera
Roja en sus inicios y luego en el
diario Hoy, del Partido Socialista Popular.
En los tiempos de la Segunda Guerra
Mundial ganó notoriedad por sus viñetas
antifascistas. Entre sus creaciones más
prominentes se hallan las historietas humorísticas
de Pelusa y Pimienta, para el
suplemento Hoy Infantil, que representaban la
amistad entre dos niños pobres, uno
blanco y otro negro, en medio de la
asfixia seudorrepublicana.
Otro gran dibujante, quien accedió a nuestra
solicitud de ilustrar la portada de
este suplemento, Adigio Benítez, pasó
de Hoy a nuestro diario. Poseía una
envidiable hoja de servicios orientada a
la crítica política y social y a la exaltación
de valores patrióticos y humanistas. Había
aportado su talento a la edición
príncipe de la Elegía a Jesús
Menéndez,
de Nicolás Guillén. La dictadura lo
encarceló por su irreductible compromiso
por la justicia. Era todo un maestro
de la ilustración. Su excelencia como
pintor sería reconocida mucho después
con el Premio Nacional de Artes Plásticas.
De línea ligera y concisa, en el primer lustro
de Granma se
hizo notar Pitín. Gustavo Prado
Álvarez multiplicaba su labor
entre Palante, Bohemia, la Televisión Cubana
y nuestro diario, donde compartió
el ejercicio del comentario gráfico
editorial.
Entre aquellos fundadores, sin embargo, el
que más prolongó su obra en el tiempo
fue René de la Nuez, quien caracterizó por
más de dos décadas la impronta del
humor político en la publicación. También
Nuez era un peso pesado en la
caricatura. Publicó sus primeros dibujos
en la revista Páginas, de su natal
San Antonio de los Baños. Pero el
gran salto a la popularidad lo dio
cuando a principios de 1957 sacó a El
Loquito en el semanario Zig zag, un personaje
muy cuerdo en su combate contra la
dictadura. En Revolución, tras la
alborada de 1959, con Don Cizaño ridiculizó a
la prensa reaccionaria. En Granma
hicieron época su Mogollón,
personaje atrabiliario, encarnación de la
ineficiencia, y el Barbudo, que simbolizó
las luchas de nuestro pueblo contra
el imperialismo y por la dignidad.
A partir de los noventa, la responsabilidad del
dibujo editorial ha recaído en un
artista de bien ganado prestigio profesional, Virgilio
Martínez, Premio Nacional de
Periodismo José Martí. Con un aval
impresionante en la saga de la historieta cubana,
creador del clandestino Pucho, el
de las perrerías en el semanario Mella,
y junto al inquieto Marcos Behmaras,
de Supertiñosa, alter ego disminuido
de Superman, Virgilio reverdeció laureles
en nuestra redacción, abocado al
comentario gráfico internacional y
con frecuentes incursiones en temas
de actualidad doméstica.
Al repasar nuestras páginas, no puedo dejar
de sentir la perdurable huella de
Chago Armada. Entre nosotros, ciertamente, apenas
quiso figurar como el tremendo
dibujante que había demostrado ser
con su Julito 26. Su humor, filosófico, intelectual,
diríase hoy postmoderno, ha sido
rescatado por las nuevas generaciones.
En Granma,
Chago se consagró al diseño y el
emplane. Muchas de las mejores
primeras páginas del diario fueron
fruto de su talento. Y no se puede
olvidar su contribución al completamiento
del cabezal que acompaña las
letras dibujadas por Horacio.
Ya vienen sobrando las palabras. Los dibujos
hablan por sí mismos. Las plumillas en
ristre salen nuevamente a combatir.





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