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MARTA ROJAS
Tantos días y noches,
cuánta memoria. Como en un cine de imágenes muy vivas, repaso
algunos momentos de la historia del periódico Granma. Para no
traicionar estos pasajes, confronto los recuerdos con Tubal Páez, hoy
día presidente de la Unión de Periodistas de Cuba. Quizá nuestro
binomio haya sido el que estuvo más tiempo unido en tareas
complementarias en la redacción, durante las etapas de fundación,
desarrollo y consolidación del diario.
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| Fidel
y Celia en distintos momentos de estos 40 años, en la oficina
de la Dirección de Granma. (Fotos: Osvaldo Salas) |
Compartimos las jefaturas
de Información, Redacción y Cultura así como de algunas páginas
especiales durante casi tres lustros ininterrumpidos, sin dejar de
ejercer el periodismo de la calle. Luego de nuestra conversación,
llegamos a la conclusión de que en esa etapa se integró un equipo
muy coherente, con Juan Marrero, como jefe de las páginas
internacionales, y Lino Oramas, como encargado de la producción,
entonces un enlace entre la edición y la imprenta. Contábamos con el
soporte de un Elio Constantín, que nos antecedió en las jefaturas
mencionadas y pasaría a ser subdirector, sin abandonar nunca la
crónica de fútbol.
La contrapartida de
cualquier desaguisado fue Agustín Pí, un intelectual al que sus
compañeros de generación, en el Grupo Orígenes, sometieron sus
creaciones abiertos a la crítica. Pí desempeñaba la modesta pero
importante función de corrector de estilo, junto al crítico de arte
y dramaturgo, José Manuel Otero. Y teníamos, entre nosotros, al
poeta Jesús Orta Ruiz, El Indio Naborí.
Era muy compleja la
elaboración de Granma en las primeras etapas, bajo las
direcciones de Isidoro Malmierca, director fundador, y luego en la
más dilatada del capitán del Ejército Rebelde, combatiente de la
Sierra Maestra y fundador y locutor de Radio Rebelde, Jorge Enrique
Mendoza, quien durante unos 20 años encabezó el periódico. Ambos
tuvieron a su cargo las funciones de echar a andar y desarrollar el
Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
Ante acontecimientos
trascendentales, no pocos de ellos cruciales para la supervivencia de
la Revolución, la máxima dirección del país se trasladaba al
periódico. Fidel ocupaba la silla del Director y desde allí, o dando
largos pasos por ese recinto, a puertas abiertas, mandaba a buscar a
los compañeros implicados en la solución de los problemas:
ministros, miembros del Comité Central, jefes militares. Pero
también lo hacía cuando tenía en mente planes extraordinarios para
la Revolución, todos los cuales se llevaron a cabo. El local de la
Dirección de Granma y la silla giratoria de piel color crema,
que ya no está, es un mueble y sitio histórico de la Revolución.
Nunca olvidaré la
presencia de Fidel en la redacción el día de 1970 en que regresaron
once pescadores secuestrados por el enemigo. El Jefe de la Revolución
analizó qué titular se pondría para resaltar el retorno de los
compañeros: "Victoria", dijo primero. Pero como en el acto
de recibimiento debía anunciarse que el plan de los diez millones de
toneladas de azúcar no se podía cumplir, pensó, con espíritu
constructivo y optimista, en un titular que indujera a ganar nuevas
batallas. Entonces sugirió: "Convertir el revés en
victoria".
Tuvimos entrañables
asesores- colaboradores; la primera de todos, Celia Sánchez, quien
durante años fue visita asidua, en horas de la noche a Granma.
El nacimiento del Parque Lenin, del Palacio de Convenciones, la
presencia de los campesinos de la Sierra Maestra en una recepción en
Palacio, la construcción de la Casa de los Cosmonautas, la
inauguración en París de un establecimiento de la EMPROVA y muchos
otros proyectos, los discutió ella con los ingenieros y otros
ejecutores en nuestra redacción, una extensión natural de sus
oficinas en el Palacio de la Revolución y de la Calle 11 donde
vivía. Ella conocía todo el periódico y a casi todos los
periodistas. La remodelación de Granma con muebles cubanos,
además de la reparación de los más clásicos que ya existían en el
edificio que albergara, antes de la Revolución, al periódico Prensa
Libre, también fueron ideadas por Celia, cuyo gusto y sentido de la
funcionalidad de los objetos eran proverbiales.
También me viene a la
mente el 30 de abril de 1975. En el Departamento de Teletipos se
encontraba de guardia Esperancita, la esposa de Mendoza, que trabajaba
desde hacía mucho en Granma. Ella escuchó el tintineo del
teletipo anunciando algo extraordinario. En el papel del rodillo
aparecieron dos palabras: "Cayó Saigón". Riverita, un
auxiliar de redacción que estaba a su lado, corrió a toda prisa al
tercer piso y sacó de una gaveta de mi escritorio una bandera del
Frente Nacional de Liberación de Viet Nam del Sur, corrió con ella
enarbolándola escaleras abajo y movilizó a todo el periódico. Creo,
sin duda, que ese fue el primer acto en celebración de la victoria
vietnamita que se efectuó en Cuba.
Muchos han sido los
avatares de estos años, los más duros en el Periodo Especial, cuando
se redujeron drásticamente la paginación y el formato. Sin embargo,
ni en las más precarias circunstancias menguó el espíritu
revolucionario, ni la decisión de seguir adelante para revertir la
difícil situación de la prensa en general y de Granma en
particular. Pasada esa etapa, ha comenzado a renacer un nuevo
espíritu.
La tercera generación de
periodistas ya va llegando a Granma, y comparto con Tubal la
plena confianza de que, inspirados por las concepciones más audaces y
el ejemplo de Fidel al frente del Partido y la Revolución, este Granma
de papel y de la era digital contribuya a abrir caminos de futuro.
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