Nuestra América Primera Copia

El Festival como observatorio y catalizador del cine que se hace en la región

 

Luis Alberto García y Laura de la Uz, protagonistas de la
película cubana Vestido de Novia.

Roberto Miguel Torres

Solo cinco años lleva presente el Premio de Postproducción Nuestra América Primera Copia en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y ya se presenta como uno de sus espacios más importantes del encuentro en su edición 35.

Este premio, que otorga el ALBA Cultural para la culminación de proyectos confirma al Festival de La Habana como el más firme observatorio y catalizador del mejor cine de la región, desde donde no solo se presentan las más recientes producciones, sino que además mira hacia la formación de los nuevos profesionales del sector y se erige como soporte de terminación para las propuestas en proceso.

Entre las cerca de 70 películas candidatas en esta ocasión solo siete resultaron finalistas, entre las que destaca La Salada, un filme de Juan Martin Hsu que cuenta, desde tres historias que transcurren en La feria de La Salada, la experiencia del nuevo inmigrante en la Argentina.

Otro de los largos de ficción en concurso es el trabajo ecuatoriano-argentino de Diego Araujo Feriado, en donde narra la sobrevida del amor a la crisis bancaria ecuatoriana de 1999.

El único documental finalista por este premio es 119 esperanzas, del chileno Luis Alberto Parra Fuentes. Basado en hechos reales el trabajo evoca El caso de los 119, detenidos-desaparecidos bajo la dictadura de Augusto Pinochet. Hombres y mujeres víctimas de la operación Colombo, primer montaje comunicacional de la dictadura pinochetista. Los principales protagonistas del documental son los testimonios de los propios familiares: sus recuerdos, miedos, sueños y esperanzas dan cuenta de su lucha a lo largo de 38 años, por la justicia aún no encontrada a su sufrimiento.

En solo cinco años y gracias al Premio de Postproducción Nuestra América Primera Copia se han entregado 16 filmes desde el Festival de La Habana, lo que constituye uno de los principales aportes de este lauro y le convierte entre los más cotizados por los realizadores en producción.

De tal manera, no asombra la presencia en el concurso de R. Lorena, coproducción argentino-chilena de Isidora Marras Bronfman, que cuenta los múltiples llamados a la protagonista desde diferentes empresas para efectuar el cobro de deudas de una total desconocida llamada Lorena Ruiz, lo que le convida a sumergirse en el complejo y oscuro laberinto que es el sistema de cobranza. Todo ello en medio de un Santiago agitado por las manifestaciones estudiantiles del 2011.

Cuba está en competencia con dos cintas. La primera de ellas, un filme de Marilyn Solaya Vestido de novia, largo de ficción que recrea la historia de Rosa Elena y Ernesto, protagonista que luego de su casamiento descubre que su esposa es un transexual. A partir de ese momento los personajes se adentran en una lucha de conflictos: ella por defender sus derechos como ser humano para vivir plenamente con el género que decidió asumir y él por aceptar sus sentimientos y demostrar su necesaria hombría ante una sociedad eminentemente machista y discriminatoria a lo diverso.

La otra cinta con presencia cubana es Venecia, en la que Enrique Álvarez Martínez presenta el anhelo compartido de Mayelín, Mónica y Violeta. Las tres peluqueras luego de una noche juntas —el día de su cobro— coinciden al amanecer en un sueño común que solo existe en la utópica ciudad italiana de Venecia.

La última película en competencia por este Premio es Historia del miedo, de Benjamín Naishtat, una propuesta conjunta que llega desde Argentina, Francia, Uruguay y Alemania. La suerte sea echada entonces para estos siete filmes en pugna por una primera copia de postproducción que solo llega desde y para Nuestra América compartida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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