Solo cinco años lleva presente el Premio
de Postproducción Nuestra América Primera Copia en el
Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y ya
se presenta como uno de sus espacios más importantes del
encuentro en su edición 35.
Este premio, que otorga el ALBA Cultural
para la culminación de proyectos confirma al Festival de La
Habana como el más firme observatorio y catalizador del
mejor cine de la región, desde donde no solo se presentan
las más recientes producciones, sino que además mira hacia
la formación de los nuevos profesionales del sector y se
erige como soporte de terminación para las propuestas en
proceso.
Entre las cerca de 70 películas
candidatas en esta ocasión solo siete resultaron finalistas,
entre las que destaca La Salada, un filme de Juan
Martin Hsu que cuenta, desde tres historias que transcurren
en La feria de La Salada, la experiencia del nuevo
inmigrante en la Argentina.
Otro de los largos de ficción en concurso
es el trabajo ecuatoriano-argentino de Diego Araujo
Feriado, en donde narra la sobrevida del amor a la
crisis bancaria ecuatoriana de 1999.
El único documental finalista por este
premio es 119 esperanzas, del chileno Luis Alberto
Parra Fuentes. Basado en hechos reales el trabajo evoca El
caso de los 119, detenidos-desaparecidos bajo la dictadura
de Augusto Pinochet. Hombres y mujeres víctimas de la
operación Colombo, primer montaje comunicacional de la
dictadura pinochetista. Los principales protagonistas del
documental son los testimonios de los propios familiares:
sus recuerdos, miedos, sueños y esperanzas dan cuenta de su
lucha a lo largo de 38 años, por la justicia aún no
encontrada a su sufrimiento.
En solo cinco años y gracias al Premio de
Postproducción Nuestra América Primera Copia se han
entregado 16 filmes desde el Festival de La Habana, lo que
constituye uno de los principales aportes de este lauro y le
convierte entre los más cotizados por los realizadores en
producción.
De tal manera, no asombra la presencia en
el concurso de R. Lorena, coproducción
argentino-chilena de Isidora Marras Bronfman, que cuenta los
múltiples llamados a la protagonista desde diferentes
empresas para efectuar el cobro de deudas de una total
desconocida llamada Lorena Ruiz, lo que le convida a
sumergirse en el complejo y oscuro laberinto que es el
sistema de cobranza. Todo ello en medio de un Santiago
agitado por las manifestaciones estudiantiles del 2011.
Cuba está en competencia con dos cintas.
La primera de ellas, un filme de Marilyn Solaya Vestido
de novia, largo de ficción que recrea la historia de
Rosa Elena y Ernesto, protagonista que luego de su
casamiento descubre que su esposa es un transexual. A partir
de ese momento los personajes se adentran en una lucha de
conflictos: ella por defender sus derechos como ser humano
para vivir plenamente con el género que decidió asumir y él
por aceptar sus sentimientos y demostrar su necesaria
hombría ante una sociedad eminentemente machista y
discriminatoria a lo diverso.
La otra cinta con presencia cubana es
Venecia, en la que Enrique Álvarez Martínez presenta el
anhelo compartido de Mayelín, Mónica y Violeta. Las tres
peluqueras luego de una noche juntas —el día de su cobro—
coinciden al amanecer en un sueño común que solo existe en
la utópica ciudad italiana de Venecia.
La última película en competencia por
este Premio es Historia del miedo, de Benjamín
Naishtat, una propuesta conjunta que llega desde Argentina,
Francia, Uruguay y Alemania. La suerte sea echada entonces
para estos siete filmes en pugna por una primera copia de
postproducción que solo llega desde y para Nuestra América
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