30
Aniversario Misión Militar Cubana en Angola
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Una vez más, ratificamos el eterno compromiso con nuestros muertos gloriosos de llevar adelante la Revolución
Discurso pronunciado por el Comandante
en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del
Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de
Ministros, en el acto conmemorativo por el aniversario 30 de la Misión
Militar cubana en Angola y el aniversario 49 del desembarco del Granma,
Día de las FAR, efectuado en el Palacio de las Convenciones, el 2 de
diciembre de 2005, "Año de la Alternativa Bolivariana para las Américas".
(Versiones Taquigráficas -
Consejo de Estado)
Distinguidos invitados;
Combatientes
internacionalistas;
Compañeras y compañeros:
Hoy
se cumplen 49 años del arribo del yate Granma a las costas de la patria.
Es decir, hoy comienza el año 50 de la vida del Ejército Rebelde y las
Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Como es conocido, tras el
desembarco y a pesar de los primeros reveses, la lucha se extendió
rápidamente a cada rincón de nuestros campos y ciudades. No hubo un
minuto de tregua hasta alcanzar el impresionante triunfo popular del
Primero de Enero de 1959, en lucha a muerte contra los opresores que
torturaron y asesinaron a decenas de miles de cubanos y saquearon hasta
las últimas reservas monetarias del país.
Pero la grandiosa victoria
estuvo muy lejos de significar el fin de los combates armados.
Pronto la perfidia
imperialista, exacerbada por cada medida de beneficio popular o que
consolidara la independencia nacional, nos hizo permanecer con mochilas y
botas puestas; muchos compatriotas tuvieron que continuar ofrendando la
vida en defensa de la Revolución, tanto en Cuba como en otras tierras del
mundo cumpliendo sagrados deberes.
Exactamente 19 años después
del desembarco del Granma, en noviembre de 1975, un pequeño grupo de
cubanos libraba en Angola los primeros combates de una batalla que se
prolongaría por muchos años.
La historia del pillaje y del
saqueo imperialista y neocolonial de Europa en África, con pleno apoyo de
Estados Unidos y la OTAN, así como la heroica solidaridad de Cuba con los
pueblos hermanos, no han sido suficientemente conocidas, aunque sólo
fuese como merecido estímulo a los cientos de miles de hombres y mujeres
que escribieron aquella gloriosa página que para ejemplo de las presentes
y futuras generaciones no debieran olvidar jamás. Ello no niega la
necesidad de continuar divulgándola.
En estos días también se ha
abordado el tema con frecuencia por la televisión y el resto de la
prensa, y en los actos de homenaje a los combatientes internacionalistas
efectuados en todas las provincias del país.
Por tanto, en aras del tiempo
en momentos de arduo trabajo revolucionario, me limitaré a reflexionar
brevemente sobre algunos momentos esenciales de aquella gloriosa página
de nuestra historia revolucionaria.
Ya en 1961, cuando el pueblo
de Argelia libraba una asombrosa lucha por su independencia, un barco
cubano llevó armas a los heroicos patriotas argelinos y a su regreso
traía un centenar de niños huérfanos y heridos de guerra. Dos años
más tarde, cuando Argelia alcanzó la independencia, esta se vio
amenazada por una agresión exterior que despojaba al desangrado país de
importantes recursos naturales. Por primera vez tropas cubanas cruzaron el
océano y, sin pedirle permiso a nadie, acudieron al llamado del pueblo
hermano.
También por aquellos días,
cuando el imperialismo arrebató al país la mitad de sus médicos
dejándonos sólo 3 000, varias decenas de médicos cubanos fueron
enviados a Argelia para ayudar a su pueblo.
Se iniciaba de ese modo, hace
44 años, lo que hoy constituye la más extraordinaria colaboración
médica a los pueblos del Tercer Mundo que ha conocido la humanidad.
En ese contexto comenzó, a
partir del año 1965, nuestra colaboración con la lucha independentista
en Angola y Guinea Bissau, que consistió esencialmente en la preparación
de cuadros, envío de instructores y ayuda material.
Tras lo que se llamó la
Revolución de los Claveles en Portugal, debilitado ya por la ruina
económica y el desgaste de la guerra, se inició la desintegración del
imperio colonial de ese país.
Guinea Bissau logró la
independencia en septiembre de 1974; allí alrededor de sesenta
internacionalistas cubanos, entre ellos una decena de médicos, habían
permanecido junto a las guerrillas diez años, desde 1964. Mozambique,
tras dura lucha de su pueblo bajo la dirección del FRELIMO y su líder,
el inolvidable hermano y compañero Samora Machel, alcanzó su definitiva
independencia a mediados de 1975, y en julio de ese mismo año, Cabo Verde
y Sao Tomé lograron igualmente ese objetivo.
En
el caso de Angola, la más extensa y rica de las colonias portuguesas, la
situación sería sumamente distinta. El gobierno de Estados Unidos puso
en acción un plan encubierto para aplastar los legítimos intereses del
pueblo angolano e implantar un gobierno títere. Punto clave fue su
alianza con Sudáfrica para compartir la instrucción y el equipamiento de
las organizaciones creadas por el colonialismo portugués, para frustrar
la independencia de Angola y convertirla prácticamente en un condominio
del corrupto Mobutu y el fascismo sudafricano, cuyas tropas no vaciló en
usar para invadir a Angola.
Dictadores, terroristas,
ladrones y racistas confesos se incluían constantemente, sin el menor
recato, en las filas del llamado "mundo libre", y pocos años más tarde
el presidente norteamericano Ronald Reagan los bautizó, con particular
derroche de cinismo, como "combatientes de la libertad".
A mediados de octubre de 1975,
mientras el ejército de Zaire y fuerzas mercenarias reforzadas con
armamento pesado y asesores militares sudafricanos se aprestaban a lanzar
nuevos ataques en el norte de Angola, y estaban ya en las proximidades de
Luanda, por el sur amenazaba el peligro mayor. Columnas blindadas
sudafricanas habían penetrado por el sur del país y avanzaban
rápidamente en la profundidad del territorio, con el objetivo de ocupar
Luanda con las fuerzas unidas de los racistas sudafricanos y las tropas
mercenarias de Mobutu antes de la proclamación de la independencia el 11
de noviembre.
En ese momento sólo había en
Angola 480 instructores militares, llegados al país semanas antes en
respuesta a la solicitud que nos hiciera el Presidente del MPLA Agostinho
Neto, insigne y prestigioso líder que organizó y dirigió la lucha de su
pueblo durante muchos años y contaba con el apoyo de todos los pueblos
africanos y el reconocimiento del mundo. Sencillamente nos pidió
cooperación para entrenar los batallones que integrarían el ejército
del nuevo Estado independiente. Los instructores sólo poseían armamento
ligero.
Un pequeño grupo de ellos, en
los primeros días de noviembre, junto a sus bisoños alumnos del Centro
de Instrucción Revolucionaria de Benguela, enfrentó valientemente al
ejército racista. En el sorpresivo ataque y desigual combate de los
sudafricanos contra decenas de jóvenes angolanos que murieron, ocho
instructores cubanos perdieron la vida y 7 resultaron heridos.
Los sudafricanos perdieron
seis carros blindados y otros medios. Nunca revelaron la cifra de las
cuantiosas bajas sufridas por sus soldados.
Por primera vez, en ese
apartado punto de la geografía africana, la sangre de cubanos y angolanos
se unió para abonar la libertad de aquella sufrida tierra.
Fue en ese momento cuando
Cuba, en coordinación con el presidente Neto, decidió el envío de
tropas especiales del Ministerio del Interior y unidades regulares de las
FAR en completa disposición combativa, trasladadas por aire y mar para
enfrentar la agresión del apartheid.
Sin vacilar aceptamos el reto.
Nuestros instructores no serían abandonados a su suerte, ni tampoco los
abnegados combatientes angolanos, y mucho menos la independencia de su
patria, tras más de 20 años de heroica lucha. A diez mil kilómetros de
distancia, tropas cubanas herederas del glorioso Ejército Rebelde
entraban en combate con los ejércitos de Sudáfrica, la mayor y más rica
potencia en ese continente, y contra Zaire, el más rico y bien armado
títere de Europa y Estados Unidos.
Se iniciaba lo que dio en
llamarse Operación Carlota, nombre en clave de la más justa, prolongada,
masiva y exitosa campaña militar internacionalista de nuestro país.
El imperio no pudo alcanzar
sus propósitos de desmembrar Angola y escamotear su independencia. Lo
impidió la heroica y larga lucha de los pueblos de Angola y de Cuba.
Hoy sabemos mucho más que
entonces cómo pensaban y actuaban las autoridades de Washington, por los
documentos oficiales desclasificados en los últimos años.
En ningún momento el
Presidente de Estados Unidos ni su poderoso secretario de Estado, Henry
Kissinger, ni los servicios de inteligencia de ese país, imaginaron
siquiera como una posibilidad la participación de Cuba. Nunca un país
del Tercer Mundo había actuado en apoyo de otro pueblo en un conflicto
militar más allá de su vecindad geográfica.
A finales de noviembre la
agresión enemiga había sido detenida en el norte y en el sur. Unidades
completas de tanques, abundante artillería terrestre y antiaérea,
unidades de infantería blindada hasta nivel de brigada, transportadas por
buques de nuestra Marina Mercante, se acumulaban rápidamente en Angola,
donde 36 000 soldados cubanos iniciaron una fulminante ofensiva. Atacando
por el sur al enemigo principal, hicieron retroceder al ejército racista
sudafricano más de 1 000 kilómetros hasta su punto de partida, la
frontera de Angola y Namibia, enclave colonial de los racistas. El 27 de
marzo el último soldado de Sudáfrica abandonó el territorio angolano.
En la dirección norte, en pocas semanas las tropas regulares de Mobutu y
los mercenarios fueron lanzados al otro lado de la frontera con Zaire.
A decir verdad, Cuba era
partidaria de exigir a Sudáfrica un precio fuerte por su aventura: la
aplicación de la Resolución #435 de las Naciones Unidas y la
independencia de Namibia.
El gobierno soviético, por su
parte, nos presionaba fuertemente solicitando nuestra rápida retirada,
preocupado por las posibles reacciones yankis.
Tras serias objeciones por
nuestra parte, no nos quedó otra alternativa que aceptar, aunque sólo en
parte, la demanda soviética. Ellos, aunque nofueron consultados sobre la
decisión cubana de enviar tropas a la República Popular de Angola,
habían decidido posteriormente suministrar armamento para la creación
del ejército angolano y habían respondido positivamente adeterminadas
solicitudes nuestras de recursos alolargo de la guerra. No habría
perspectiva posible para Angola sin el apoyo político ylogístico de la
URSS después del triunfo.
Ante la delicada situación
creada en abril de 1976, el compañero Raúl, Ministro de las Fuerzas
Armadas, viajó a Angola para analizar con el presidente Neto la necesidad
inevitable de proceder a la retirada gradual y progresiva de las tropas
cubanas que sumaban 36 000 efectivos, en un lapso de tres años, tiempo
que ambas partes, Cuba y Angola, considerábamos suficiente para formar un
fuerte ejército angolano.
Mientras tanto, mantendríamos
fuertes unidades de combate en las alturas de la meseta central, a 250
kilómetros aproximadamente de la frontera con Namibia.
Neto comprendió nuestros
argumentos y accedió noblemente al programa de retirada de las fuerzas
cubanas.
Menos de un año después,
cuando en marzo de 1977 pude por fin visitar Angola y felicitar
personalmente por la victoria a los combatientes angolanos y cubanos, ya
habían regresado a Cuba unos 12 000 internacionalistas, es decir, la
tercera parte de nuestras fuerzas. El plan de retirada se cumplía hasta
ese instante según lo previsto. Pero Estados Unidos y Sudáfrica no
estaban satisfechos y, confabulados los gobiernos de Pretoria y
Washington, solapado este último entonces, devino pública la conjura en
los años 80 con el "Compromiso Constructivo" y el "Linkage" de Reagan. El
empecinamiento de ambas potencias, así como sus dolorosas y dramáticas
consecuencias, hicieron necesario nuestro apoyo directo al pueblo de
Angola durante más de 15 años, a pesar de lo acordado en el primer
cronograma de retirada.
Muy pocos creyeron que
resistiríamos firmemente las embestidas de Estados Unidos y Sudáfrica a
lo largo de tantos años.
En esa década creció la
lucha de los pueblos de Namibia, Zimbabwe y Sudáfrica contra el coloniaje
y el apartheid. Angola se convirtió en sólido baluarte de esos pueblos,
a los que Cuba brindó también todo su apoyo. El gobierno de Pretoria
actuó siempre con alevosía.
Kassinga, Boma, Novo Katengue
y Sumbe, son escenarios de los crímenes del apartheid contra los pueblos
de Namibia, Zimbabwe, África del Sur y Angola, y a la vez ejemplos
patentes de nuestra solidaridad combativa frente al enemigo común.
El ataque a la ciudad de Sumbe
es particularmente elocuente acerca de sus criminales intenciones. Allí
no había tropas cubanas ni angolanas, solo médicos, profesores,
constructores y otros colaboradores civiles que el enemigo pretendía
secuestrar, pero estos hombres y mujeres resistieron con sus fusiles
milicianos junto a sus hermanos angolanos, hasta que la llegada de
refuerzos puso en fuga a los agresores. Siete cubanos cayeron en el
desigual enfrentamiento.
Es solo un ejemplo, de los
muchos que podrían mencionarse, del sacrificio y valor de nuestros
internacionalistas, militares y civiles, prestos a entregar su sangre y su
sudor cada vez que fue necesario, junto a los hermanos angolanos,
namibios, zimbabwenses, sudafricanos; en fin, de todo el continente, ya
que podría añadirse argelinos, congoleses, guineanos, caboverdianos y
etíopes.
Fue una extraordinaria hazaña
de nuestro pueblo, muy especialmente de la juventud, de las decenas de
miles de combatientes del Servicio Militar Activo y de la Reserva, que
voluntariamente cumplieron el deber internacionalista junto a los
oficiales y demás miembros permanentes de las FAR.
Suman millones los hombres y
mujeres que aseguraron desde Cuba el éxito de cada misión, suplieron con
más horas de trabajo al que marchaba y se esforzaron para que nada
faltara a la familia del combatiente o colaborador civil.
Merecen especial
reconocimiento los familiares de nuestros internacionalistas. Con singular
estoicismo soportaron la ausencia, infundieron ánimo en cada carta y
evitaron mencionar dificultades y preocupaciones.
Ejemplo cimero son las madres,
hijos, hermanos y cónyuges de nuestros hermanos caídos. Sin excepción
han estado a la altura del sacrificio supremo del ser querido. Supieron
transformar su profundo dolor, ese que estremeció cada rincón de Cuba
durante la Operación Tributo, en más amor a la patria, en mayor
fidelidad y respeto a la causa por la que conscientemente entregó la vida
la persona amada.
Un pueblo capaz de esta
proeza, ¡qué no haría si llegara el momento de defender su propia
tierra!
No narraré hoy —no es el
momento adecuado— las diferencias de concepciones de estrategia y
táctica entre cubanos y soviéticos.
Nosotros formamos a decenas de
miles de soldados angolanos y asesoramos en la instrucción y los combates
a las tropas de ese país. Los soviéticos asesoraban a la alta dirección
militar y suministraban generosamente a las Fuerzas Armadas angolanas las
armas necesarias. Acciones originadas en el asesoramiento superior nos
ocasionaron no pocos dolores de cabeza. No obstante, siempre prevaleció
entre militares cubanos y soviéticos un gran respeto y profundos
sentimientos de solidaridad y comprensión.
Como es conocido, a finales de
1987 se produjo la última gran invasión sudafricana a suelo angolano, en
circunstancias que ponían en peligro la propia estabilidad de esa
nación.
Por la fecha mencionada
Sudáfrica y Estados Unidos lanzaron el último y más amenazador golpe
contra una fuerte agrupación de tropas angolanas que avanzaba por
terrenos arenosos en dirección a Jamba, en el límite suroriental de la
frontera de Angola, donde se suponía radicaba el puesto de mando de
Savimbi, ofensivas a las que siempre nos habíamos opuesto si no se
prohibía a Sudáfrica intervenir a última hora con su aviación, su
poderosa artillería y sus fuerzas blindadas.
Una vez más se repitió la
conocida historia. El enemigo, sumamente envalentonado, avanzaba después
en profundidad hacia Cuito Cuanavale, antigua base aérea de la OTAN, y se
preparaba para asestar un golpe mortal contra Angola.
Desesperadas llamadas de apoyo
a la Agrupación de Tropas Cubanas se producían, por parte del gobierno
angolano, ante el desastre creado, sin duda el mayor de todos en una
operación militar en la que, como otras veces, no teníamos
responsabilidad alguna.
En un esfuerzo titánico, pese
al serio peligro de agresión militar que también se cernía sobre
nosotros, la alta dirección política y militar de Cuba decidió reunir a
las fuerzas necesarias para asestar un golpe definitivo a las fuerzas
sudafricanas. Nuestra patria repitió de nuevo la proeza de 1975. Un río
de unidades y medios de combate cruzó rápidamente el Atlántico y
desembarcó en la costa sur de Angola para atacar por el suroeste en
dirección a Namibia mientras, 800 kilómetros hacia el este, unidades
selectas avanzaron hacia Cuito Cuanavale y allí, en unión de las fuerzas
angolanas que se replegaban, prepararon una trampa mortal a las poderosas
fuerzas sudafricanas que avanzaban hacia aquella gran base aérea.
Esta vez se habían reunido 55
000 soldados cubanos en Angola.
De este modo, mientras en
Cuito Cuanavale las tropas sudafricanas eran desangradas, por el suroeste
40 000 soldados cubanos y 30 000 angolanos, apoyados aproximadamente por
600 tanques, cientos de piezas de artillería, 1 000 armas antiaéreas, y
las audaces unidades de MIG-23 que se apoderaron del dominio aéreo,
avanzaban hacia la frontera de Namibia, dispuestas a barrer literalmente a
las fuerzas sudafricanas que se acuartelaban en aquella dirección
principal.
Son muchas las cosas que
podrían decirse de todos los combates e incidencias de aquella lucha.
Aquí están presentes el
compañero Polo Cintras Frías, jefe audaz del frente sur de Angola en
aquel momento, y numerosos compañeros que participaron en aquellos
gloriosos e inolvidables días.
Las contundentes victorias en
Cuito Cuanavale, y sobre todo el avance fulminante de la potente
agrupación de tropas cubanas en el suroeste de Angola, pusieron punto
final a la agresión militar extranjera.
El enemigo tuvo que tragarse
su habitual prepotencia y sentarse a la mesa de conversaciones. Las
negociaciones culminaron con los Acuerdos de Paz para el Suroeste de
África, firmados por Sudáfrica, Angola y Cuba en la sede de la ONU en
diciembre de 1988.
Se les llamó cuatripartitas,
porque en ellas participábamos de un lado de la mesa angolanos y cubanos
y del opuesto los sudafricanos. Estados Unidos ocupaba el tercer lado de
la mesa ya que fungía como mediador. En realidad, Estados Unidos era juez
y parte, era un aliado del régimen del apartheid, le correspondía
sentarse junto a los sudafricanos.
El personero de la
administración Reagan sabía bien que con Cuba en la mesa de
negociaciones no prosperarían la burda maniobra, el chantaje, la
intimidación ni la mentira.
Esta vez no sucedió lo que en
París en 1898, cuando norteamericanos y españoles negociaron la paz sin
que estuviera presente la representación de Cuba, el Ejército
Libertador, el gobierno de Cuba en armas.
Esta vez estarían presentes
las FAR y la representación legítima del Gobierno Revolucionario de Cuba,
junto al gobierno de Angola.
La misión internacionalista
estaba cabalmente cumplida. Nuestros combatientes iniciaron el regreso a
la patria con la frente en alto, trayendo consigo únicamente la amistad
del pueblo angolano, las armas con que combatieron con modestia y valor a
miles de kilómetros de su patria, la satisfacción del deber cumplido y
los restos gloriosos de nuestros hermanos caídos.
Su aporte resultó decisivo
para consolidar la independencia de Angola y alcanzar la de Namibia. Fue
además una contribución significativa a la liberación de Zimbabwe y la
desaparición del odioso régimen del apartheid en Sudáfrica.
Pocas veces en la historia,
una guerra, la acción humana más terrible, desgarradora y difícil, ha
estado acompañada de tal grado de humanismo y modestia por parte de los
vencedores, pese a la falta casi absoluta de esos valores en las filas de
los finalmente derrotados. La solidez de principios y la pureza de los
propósitos explican la transparencia más absoluta en cada acción
realizada por nuestros combatientes internacionalistas.
Sin dudas, en ello resultó
decisiva la tradición sembrada por nuestros mambises en las gestas
independentistas, fortalecida por rebeldes y luchadores clandestinos
durante la Guerra de Liberación Nacional, y continuada por milicianos,
miembros de las FAR y el Ministerio del Interior frente a los enemigos
externos e internos después del triunfo revolucionario.
Aquella extraordinaria epopeya
nunca ha sido narrada cabalmente. Al cumplirse el 30 Aniversario, el
imperialismo yanki realiza un extraordinario esfuerzo para que el nombre
de Cuba no aparezca siquiera en los eventos conmemorativos. Para colmo,
pretende reescribir la historia: Cuba al parecer nunca tuvo absolutamente
nada que ver con la independencia de Angola, la independencia de Namibia y
la derrota de las hasta entonces invencibles fuerzas del ejército del
apartheid; Cuba ni siquiera existe, todo fue obra de la casualidad y la
imaginación de los pueblos. El gobierno de Estados Unidos no tiene nada
que ver en absoluto con los cientos de miles de angolanos asesinados,
miles de aldeas arrasadas, millones de minas sembradas en suelo angolano,
donde constantemente cobran todavía muchas vidas de niños, mujeres y
civiles de ese país.
Esto constituye un insulto a
los pueblos de Angola, Namibia y Sudáfrica, que tanto lucharon, y una
grosera injusticia contra Cuba, el único país no africano que combatió
y derramó su sangre por África y contra el oprobioso régimen del
apartheid.
Hoy el imperialismo yanki
extrae de Angola miles de millones de dólares, despilfarra sus recursos
naturales y agota sus reservas petroleras y no renovables. Cuba cumplió
con lo que dijera el insigne líder anticolonialismo Amílcar Cabral: "Los
combatientes cubanos están dispuestos a sacrificar sus vidas por la
liberación de nuestros países, y a cambio de esa ayuda a nuestra
libertad y al progreso de nuestra población lo único que se llevarán de
nosotros son los combatientes que cayeron luchando por la libertad."
Las ridículas pretensiones
yankis de ignorar el honroso papel de Cuba indignan a los pueblos
africanos. Ello se debe, en parte, a que nunca se escribió la historia de
todo lo ocurrido.
Prestigiosos investigadores se
esmeran en buscar información. Cuba, por su parte, que nunca ha querido
escribir y se resiste a hablar de lo que hizo con tanto desinterés y
espíritu solidario, está dispuesta a prestar su modesta cooperación,
abriendo progresivamente sus archivos y documentos a escritores serios y
prestigiosos que deseen narrar la verdadera e irrebatible historia de
aquellos acontecimientos (Aplausos).
La hazaña de Angola y la
lucha por la independencia de Namibia y contra el apartheid fascista
fortaleció mucho a nuestro pueblo. Los incontables actos de heroísmo,
abnegación y humanismo protagonizados por más de 300 000 combatientes
internacionalistas, y cerca de 50 000 colaboradores civiles cubanos que de
forma absolutamente voluntaria cumplieron misión en Angola, son un tesoro
de extraordinario valor.
Esa hermosa tradición es hoy
dignamente continuada por decenas de miles de médicos y demás
profesionales y trabajadores de la salud, maestros, entrenadores
deportivos y especialistas de las más diversas ramas, que cumplen con el
deber solidario muchas veces en condiciones tan difíciles como las del
combate, como es el caso del ya glorioso Contingente «Henry Reeve».
El nombre de aquella
operación es a la vez símbolo y homenaje a los miles de esclavos que
perecieron en combate o fueron ejecutados durante las primeras
insurrecciones.
En ellas se forjaron mujeres
de la talla de Carlota, una negra lucumí de la dotación del ingenio
matancero Triunvirato, que en 1843 encabezó uno de los muchos alzamientos
contra el terrible estigma de la esclavitud y ofrendó la vida en el
empeño.
Mambises, rebeldes, luchadores
clandestinos, combatientes de Girón, la Crisis de Octubre y la lucha
contra bandidos, internacionalistas, milicianos, integrantes de las FAR y
el Ministerio del Interior, en fin, el pueblo combatiente, son fruto del
vigoroso tronco que creció en esta tierra con raíces africanas y
españolas.
A España marcharon cientos de
cubanos cuando en los años treinta la República fue atacada por el
fascismo y la reacción, y allí no pocos ofrendaron la vida.
A África llegaron los
combatientes cubanos cuatro décadas después, con la fuerza multiplicada
de la Revolución, a defender a un pueblo agredido por los mismos
enemigos. Allí cayeron 2 077 compatriotas.
Sin sacudirse el polvo del
camino como hizo Martí ante la estatua de Bolívar, los integrantes del
último contingente internacionalista que regresó a la patria, junto a
los principales dirigentes de la Revolución, fuimos a rendir homenaje,
ante la tumba del Titán, a los caídos en todas las contiendas libradas
por nuestro pueblo.
Una vez más, ratificamos el
eterno compromiso con nuestros muertos gloriosos de llevar adelante la
Revolución y ser siempre dignos de su ejemplo; con los cubanos que ayer y
hoy han sabido combatir y morir con dignidad en defensa de la justicia;
con los hombres y mujeres que como Máximo Gómez, Henry Reeve y el Che,
tanto han contribuido a demostrarnos, aquí en nuestra patria y a lo largo
de la historia, el inmenso valor de la solidaridad.
Las actuales y futuras
generaciones de cubanos seguiremos adelante por grandes que puedan ser las
dificultades, luchando sin tregua para que la Revolución sea siempre tan
invulnerable en el terreno político como ya lo es en el terreno militar y
lo será pronto en el económico.
Enfrentaremos cada vez con
mayor energía nuestras propias deficiencias y errores. Seguiremos
luchando. Continuaremos resistiendo.
Seguiremos derrotando cada
agresión imperialista, las mentiras de su propaganda y sus arteras
maniobras políticas y diplomáticas.
Continuaremos resistiendo las
consecuencias del bloqueo, que algún día será derrotado por la dignidad
de los cubanos, la solidaridad de los pueblos y la casi absoluta
oposición de los gobiernos del mundo como lo demostró una vez más la
votación en la ONU, y también por el creciente rechazo del pueblo
norteamericano a esa absurda política que viola flagrantemente sus
derechos constitucionales.
Al igual que los imperialistas
y sus peones sufrieron en Angola las consecuencias de un Girón
multiplicado muchas veces, quien llegue a esta tierra en son de guerra
enfrentará miles de Quifangondo, Cabinda, Ebo, Morros de Medunda,
Cangamba, Ruacaná, Tchipa, Calueque y Cuito Cuanavale (Aplausos).
Nuestros internacionalistas,
como el resto de los combatientes cubanos, que es igual a decir todo el
pueblo, están conscientes de que en caso de una agresión militar
propinaremos al invasor la derrota. ¡Y ustedes, veteranos de la historia
patria, serán sin duda protagonistas decisivos de la victoria!
¡Viva el internacionalismo!
(Exclamaciones de: "¡Viva!")
¡Viva la Revolución!
(Exclamaciones de: "¡Viva!")
¡Viva el socialismo!
(Exclamaciones de: "¡Viva!")
¡Hasta la victoria siempre!
(Ovación).