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Aniversario Misión Militar Cubana en Angola
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La tropa sigue firme
IRAIDA
CALZADILLA RODRÍGUEZ
iraida.cp@granma.cip.cu
Apenas
el batallón de tanques T-55 llegó a Punta Negra recibió la orden de
retorno a Luanda. De pronto Cuba quedó 14 jornadas atrás, y se volvió
remota la fecha en la que el buque La Plata puso rumbo a la República
Popular de Angola. Ahora tomaba su espacio en días y noches la defensa
del puerto de la capital angolana.
Cuando
Jérez regresó de Angola su hija Yanay tenía la edad de la nieta ahora.
Ese fue el bautismo internacionalista de
Rafael Jérez Marín, tanquista y Educador del núcleo del Partido del
Batallón. No hubo enfrentamientos, pero la posibilidad de dar la cara a
la contrarrevolución estuvo presente en esas largas horas en las que el
soldado se siente siempre a punto. En que una y otra vez el enemigo es una
presencia constante. En que se espera con rigor la batalla en pos de un
ideal justo.
La historia de Jérez se parece a la de
miles de cubanos que fueron a Angola. Y ha sido una entrevista difícil
porque no gusta hablar de sí, y una tiene que volver repetidamente a las
preguntas para que las palabras develen esa página de su vida que él
siente con particular pertenencia.
Hace acotaciones breves:"Creo que
haber participado en aquella gesta heroica no fue en vano, ningún tiempo
perdido. ¡Mire usted cómo ese país ha avanzado y mantiene las
relaciones con el nuestro! Es grande sentir que la solidaridad nos une por
encima de todo; pero si la gloria del mundo cabe en un grano de maíz,
entonces veo que lo que hice es pequeñito. Mucha gente ha hecho más,
esos son de admirar".
Un tarde cualquiera de 1977 llegó a su
casa y Oria Nancy, la esposa, le habló de una citación para que se
presentara con carácter urgente en el Quinto Distrito de Ciudad de La
Habana. Allí le informaron sobre la misión internacionalista de la que
tuvo conocimiento preciso varios días después, cuando en el barco se
enteró de que iba rumbo a Angola. Fue un tiempo inicial de mareos y
revolturas de estómago. Era la primera experiencia como navegante. Pero
la gente hablaba con orgullo de cumplir cualquier tarea, de no defraudar
al Comandante en Jefe ni a Raúl. El resorte patriótico y solidario los
animaba.
Después de Luanda estuvo todo el tiempo,
hasta 1979, en Cabinda, en la selva Mayombe, donde la preparación
combativa era constante para preservar a la población. Angola fue una
gran enseñanza en lo personal y como revolucionario, comenta. Y es que a
partir de ella adquirió otro tipo de madurez, esa que va emparentada con
la comprensión exacta del ser humano y su necesidad de sentirse parte del
universo. "Una situación de guerra, combatas o no, es ya asumir
heroicamente la vida, pues no sabes si sobrevivirás o morirás, y esa
percepción te acompaña todo el tiempo".
Dice que fue digno ir a luchar allí. Había
que ver las condiciones en que vivían los niños y los viejos. Todos,
para ser más exactos. "Uno mira ahora los documentales y le parece
revivir aquellos momentos. Creo que por eso, para mejorar al mundo, hay
tantos cubanos que están dispuestos a cumplir otros tipos de misiones,
como las médicas, que llevan esperanzas a los que no tienen nada".
Y también hay momentos de tremendo
"gorrión". Entonces recuerda con tristeza la caída de algún
compañero, y en contraposición, la alegría de recibir "el
chipojo", un avioncito portador de la correspondencia; y con ella, la
presencia de los hijos, la esposa, la familia."Pero siempre estábamos
en plena disposición combativa para cualquier tarea que se nos
encomendara. Mire, cuando uno parte hacia una misión solo posee con
seguridad una verdad: vuelve o no vuelve. En cualquiera de los dos casos
lo importante es cumplir con la responsabilidad que le han asignado".
Jérez tiene entre sus más preciados
tesoros las medallas de Combatiente Internacionalista de Segunda Clase y
la de Por la Victoria Cuba-RPA, condecoraciones que permanentemente le
recuerdan no solo el triunfo definitivo de Angola, sino también, el
derrocamiento del apartheid y la liberación de Namibia:"Son cosas
grandes en la vida de un soldado, y por ellas se está dispuesto a
recomenzar si fuera necesario".
Ha esquivado la entrevista. Tiene una
excusa: no obstante haberse jubilado, acomete una intensa labor en la
Asociación de Combatientes del municipio de Centro Habana, donde ocupa la
Secretaría Patriótico-Militar y la dirección del núcleo del Partido.
Pero Yanay, la hija, dice que de todas maneras iba a hablar poco, porque
ni en familia el padre gusta de elogios, y la mayoría de las anécdotas
las sabe por otros compañeros.
El hombre mira a la nieta y la sonrisa se
le vuelve ancha. "Cuando regresé, mi hija tenía la edad de Yudiley
ahora. Por intuición la reconocí al llegar a la casa; la había dejado
de seis meses. Cuando me pongo a pensar en ella y en el futuro, creo que
todavía nos falta por hacer y mucho lo que espera de nosotros el
Comandante en Jefe, el Ministro de las FAR y el Partido. Pero estoy seguro
de que la tropa les sigue firme".