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Aniversario Misión Militar Cubana en Angola
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La última caravana
Tomás Fraga pensó
que no saldría con vida de la emboscada más fuerte en sus 46
caravanas y dos años de misión
GABRIEL DÁVALOS
La
gente de Tomás Fraga se batió a tiros y cohetes durante cuatro
horas con el enemigo. Savimbi ordenó que la caravana cubana no
llegara a Cuito Cuanavale. El teniente coronel, de Caimito y de
Cuba, sabía que este no era un combate más, del que quizá no
saldría con vida, y ante esa realidad, tenía tres propósitos:
llegar; llegar para cumplir; llegar y cumplir, con sus jóvenes
soldados a salvo.
Tomás Fraga asumió la
jefatura de uno de los destacamentos que defendían las peligrosas
caravanas de abastecimiento técnico y material a las tropas cubanas
desplegadas por toda la región. Angola lo recibió con la tarea de
retomar la misión de un compañero muerto en combate días antes de
su llegada. Tenía 46 años entonces. Nadie le propuso ir a luchar;
tampoco se lo ordenaron; él se presentó por su propia decisión.
Pero después de varios
meses en la guerra, de decenas de caravanas, de riesgosas
emboscadas, del endurecimiento de sus emociones, Fraga sabía que
esta vez iba a ser más difícil.
El enemigo se
atrincheraría muy cerca de la carretera para que la aviación
cubana no pudiera apoyar. Habría una fuerte emboscada con minas de
las que se activan poco a poco, para que estallen después del paso
de varios vehículos. Los camiones que llevaban la comida serían
destruidos casi recién iniciado el combate. Todo eso podía
imaginarlo Fraga.
Durante las primeras
caravanas sintió temor, lo confiesa, pero no podía expresarlo.
Tenía bajo su mando a muchos jóvenes y se sentía responsable de
la vida de cada uno de ellos. No pocas veces tuvo que arriesgar la
suya propia para salvar compañeros y dar el ejemplo. Toda la tropa
lo respetaba, por sus grados militares y por la casi legendaria
historia que había escrito allí, durante dos años.
Fraga ordenó una
exploración minuciosa ante la amenaza. La caravana que abastecería
Cuito Cuanavale avanzó varios días a solo cinco kilómetros por
hora. Cuando caía la tarde se detenía hasta que volvía a salir el
sol. La velocidad podía pagarse con vidas.
Al amanecer del cuarto
día comenzó el ataque enemigo. Hubo fuego concentrado sobre los
camiones de alimentos y explotaron varias minas. Las ráfagas de
cohetes volaron un blindado cubano con 18 toneladas de proyectiles
para tanques.
Fraga despertó
apresurado pero con mucha ecuanimidad, cuenta. No era un combate
más. Lo había ensayado todo mentalmente una y otra vez.
Cumpliría, aunque esta fuese su última caravana. Savimbi, o la
vida.
De inmediato la 14,5
milímetros abrió fuego. El enemigo temblaba ante el fuego de las "cuatro
bocas" cubanas. Su gente se batió durante cuatro horas
ininterrumpidamente.Ya al final los helicópteros cubanos pudieron
apoyar la caravana, donde los muchachos de Fraga seguían
combatiendo. El enemigo huyó.
Los heridos fueron
llevados inmediatamente a Luanda. Los camiones cambiaron las piezas
dañadas. Se dispararon salvas en honor a los caídos. Fraga
dirigió, con vida, los últimos kilómetros de su misión. No hubo
mucho tiempo para recuentos de hazañas.
"Nuestros
jefes militares siempre fueron tan modestos que nos cuesta hablar de
nosotros mismos. Por eso los que peleamos en Angola pocas veces
contamos nuestras historias."
Después de 46 caravanas
y nueve emboscadas. Fraga regresó a Caimito, donde actualmente
vive, trabaja y por lo común pasa inadvertido. Así son los héroes
del pueblo y sus historias.