30 Aniversario Misión Militar Cubana en Angola

Misión en Cabinda

Con solo 20 años, Pedro Mario García libró su primer combate como artillero en Angola, mientras su familia lo hacía estudiando en el extranjero

GABRIEL DÁVALOS

A las 4 y 33 minutos de la madrugada del 10 de noviembre de 1975 rompió el fuego contra el enemigo en Cabinda. Pedro Mario García García, jefe de pieza de una batería de obuses, dejó su desayuno encima de una piedra y comenzó a dar órdenes. "Si las tropas enemigas tomaban Cabinda, Angola estaba perdida", pensó entonces.

Hoy es Mayor retirado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y preside la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana en Mariel, el mismo pueblo donde vivía cuando fue a cumplir misión.

En septiembre de 1975, Pedro pasaba el Servicio Militar. A finales de ese mes fue seleccionado junto a un grupo de jóvenes para una misión secreta. Supuestamente iba a estudiar a la entonces Unión Soviética. Eso pensó su familia.

No sabían exactamente a dónde iban, pero tenían la idea. El propio Comandante en Jefe los despidió. "Fue muy emocionante que él mismo nos dijera la importancia de lo que íbamos a hacer. Mantener el control de Cabinda era determinante para el rumbo de la guerra y para el futuro de ese pueblo".

El día 5 de octubre ya estaba en Cabinda. Pedro nunca había tomado parte en un combate real. Todos sus compañeros eran jóvenes de entre 18 y 21 años. Faltaban apenas unas horas para su primera experiencia en la guerra.

En las primeras horas del 10 de noviembre de 1975 se dio la orden de abrir fuego. El joven soldado tuvo que dejar las galletas y la leche, y comenzar a disparar. "Sentimos un intercambio constante de artillería, en ambas direcciones. Mis manos se ensangrentaron cargando proyectiles una y otra vez. El desayuno se quedó allí", recuerda 30 años después.

Sobre el mediodía corrió la noticia de que el enemigo se retiraba. Los soldados saltaban de la emoción. Habían ganado su primer combate. Festejaron sin abandonar el emplazamiento. Ese día la comida llegó a las dos de la madrugada, pero nadie lo notó.

Al amanecer del día siguiente el enemigo intentó entrar nuevamente a Cabinda y otra vez los rechazaron, de manera contundente.

Durante aquellos días Pedro durmió cuando pudo, en tiendas de campaña, con ropa, sin botas y con el fusil como almohada.

"En aquellos dos días sentimos también por primera vez el impacto que provoca perder a un compañero. Desde entonces creamos un escudo que nos fue haciendo más fuertes; pero nunca nos acostumbramos, ni nos resignamos, a ver morir a nuestros amigos, angolanos o cubanos. Fue una sensación que nos marcó para toda la vida", dice en voz baja.

Nueve meses después el grupo de instructores artilleros cumplió su misión. Regresaron a La Habana el mismo día que Pedro Mario cumplió los 21 años.

"Cuando la aeromoza anunció que volábamos sobre tierras cubanas todos nos asomamos por las ventanillas. Lloramos. El avión aterrizó con todos nosotros de pie."

La familia supo que Pedro Mario peleó en Angola unos días antes de su regreso. Un día de mayo, allá en Mariel, la madre recibió una carta de reconocimiento al valor de su hijo. El joven soldado arriesgó su vida por Cabinda, por Angola, por la libertad y la independencia de un pueblo hermano.

"Me gustaría regresar algún día y caminar por donde hace ya 30 años estuvimos atrincherados. Quienes cumplimos aquella misión no acostumbramos a hablar de ella, pero el recuerdo estará siempre presente."

   

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