30
Aniversario Misión Militar Cubana en Angola
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XXX Aniversario de la Operación Carlota
Los rostros de la guerra sucia
ORFILIO PELÁEZ
pelaez@granma.cip.cu
Tras
la histórica victoria del 27 de marzo de 1976 cuando el ejército
racista sudafricano se vio obligado a retirar sus últimos efectivos
de Angola ante el empuje arrollador de las FAPLA y las tropas
internacionalistas cubanas, parecía que al fin ese joven estado,
cuya independencia había sido proclamada el 11 de noviembre de
1975, gozaría de la paz necesaria para reconstruir el país.
La masacre de Cassinga fue uno de los crímenes más brutales cometidos por los racistas sudafricanos.
Ante la nueva situación
creada en favor de la estabilidad de la República Popular de
Angola, las tropas de la mayor de las Antillas, que por aquel
entonces sumaban alrededor de 36 000 hombres, se reagrupaban en
nuevas posiciones alejadas de la frontera sur, y se comenzaba a
ejecutar un plan para la retirada gradual de dicho contingente en
tres años.
Los objetivos de la
permanencia de las tropas cubanas después de la expulsión de los
sudafricanos estarían básicamente dirigidos a preservar la
integridad territorial de Angola ante una agresión del exterior, e
instruir y preparar a las FAPLA.
Pronto el régimen del
apartheid, apoyado por el imperialismo norteamericano, y utilizando
como punta de lanza a las bandas contrarrevolucionarias de la UNITA,
impuso al pueblo angolano una prolongada guerra de desgaste no
declarada por más de diez años.
Tampoco los racistas
sudafricanos renunciaban al sueño nunca logrado de ocupar de manera
permanente el sur del país, para defender sus intereses
geopolíticos, dirigidos en lo fundamental a mantener el propio
régimen segregacionista y la ocupación de Namibia, así como
conservar en el poder al Gobierno de Ian Smith en la entonces
Rodhesia del Sur (hoy Zimbabwe). Una Angola independiente e
internacionalista era un valladar a las pretensiones de Pretoria.
Esto dio lugar a
innumerables agresiones y masacres perpetradas por el ejército
sudafricano contra la población angolana a lo largo de ese periodo,
y a la paralización del proceso de retiro de las tropas
internacionalistas cubanas, que se había iniciado en el mes de
abril de 1976.
Junto con las cada vez
más frecuentes incursiones de los racistas al interior de Angola,
las fuerzas de la UNITA también incrementaron sus ataques,
sabotajes y otras acciones terroristas. El mundo sería testigo de
crímenes atroces, muchos de ellos cometidos ante el silencio
cómplice de las grandes transnacionales de la información.
BARBARIE INFINITA
Cuando se pasa revista a
los actos genocidas cometidos en el sur de África siempre habrá
que hablar de lo sucedido en la localidad angolana de Cassinga el 4
de febrero de 1978, sitio donde radicaba un campamento de refugiados
namibios ubicado a 250 kilómetros de la frontera internacional.
Durante su estancia en Angola, los combatientes internacionalistas cooperaron en labores de ayuda a la población civil.
En la mañana de ese
día y en el momento en que sus pobladores se disponían a iniciar
sus actividades cotidianas, un inesperado alud de bombas de
fragmentación, fuego y metralla, sembró la destrucción y la
muerte en el pacífico lugar.
Testigos de la pérfida
agresión relataron cómo los aviones sudafricanos bombardeaban y
disparaban sin piedad a indefensos civiles, preparando el escenario
para que poco después más de 500 paracaidistas lanzados desde
naves del tipo Hércules C-130, de fabricación norteamericana,
dieran comienzo a una gigantesca cacería humana a fin de exterminar
todo vestigio de vida.
Los primeros comandos
bloquearon las entradas y salidas de Cassinga, mientras el resto de
la tropa ejecutaba su macabra misión. Casi trescientos de los
seiscientos niños de edad escolar que vivían allí fueron
masacrados por las bombas, y otras decenas más perseguidos con
saña y cazados como animales.
Durante 10 días Cangamba fue escenario de intensos combates.
Madres con sus bebés en
brazos, mujeres embarazadas y ancianos que no podían huir fueron
bayoneteados o baleados a boca de jarro. Muchas jovencitas, incluso
niñas, fueron violadas antes de morir.
Quienes llegaron luego
al lugar relataron los hechos de la siguiente forma: En la mañana
del ataque, Cassinga contaba con 3 068 habitantes. Horas después no
quedaban ni los rastros, salvo las huellas de la salvaje violencia
del ataque, árboles arrancados de cuajo o acribillados a balazos,
cráteres profundos causados por las bombas, centenares de
cadáveres apilados en grandes fosas comunes, numerosos cuerpos de
mujeres abatidos por las bombas y las balas.
Con verdadero sadismo,
antes de retirarse los racistas redujeron a cenizas la escuelita,
los albergues, el almacén de alimentos y el policlínico, donde
encontraron la muerte casi todo el personal médico y los pacientes
que estaban hospitalizados.
Durante la criminal
acción, las tropas del régimen de Pretoria utilizaron, incluso,
gases tóxicos que paralizan el sistema nervioso, violando las
prohibiciones internacionales establecidas al respecto.
Avisadas de la salvaje
agresión, rápidamente fuerzas cubanas acantonadas en Chamutete, a
15 kilómetros al sur de Cassinga, salieron hacia la zona del
desembarco, pero en el avance los intensos golpes aéreos de la
aviación sudafricana y las minas situadas en el trayecto cobraron
la vida de 16 combatientes internacionalistas, mientras 76
resultaron heridos.
A fuerza de valentía y
tenacidad, las tropas cubanas lograron aproximarse al campamento,
ante lo cual la horda racista decidió retirarse a sus bases en
helicópteros y rehuir el combate.
Tan heroico acto
contribuyó a salvar la vida de los refugiados heridos y de muchos
sobrevivientes escondidos en bosques cercanos. La mayoría de los
niños que escaparon de la masacre y otros cientos de muchachos que
habitaban en el sur de Angola fueron traídos a Cuba y con ellos se
fundó la primera escuela de la SWAPO (Organización del Pueblo de
África Sudoccidental), en la Isla de la Juventud.
En un intento
infructuoso de tratar de justificar su abominable crimen, el
Gobierno sudafricano afirmó entonces de manera desfachatada que en
Cassinga había sido atacada una base de guerrilleros de la SWAPO,
movimiento de liberación de Namibia.
Tan desfachatado
argumento fue desmentido por una delegación de Naciones Unidas que
viajó al lugar y entrevistó a los pocos sobrevivientes, pero
además y para sorpresa de los racistas, una misión de la UNICEF
(Fondo de Naciones Unidas para la Infancia), había estado en
Cassinga días antes del ataque y comprobado el carácter civil del
campamento de refugiados.
Cassinga fue una de las
acciones más salvajes y crueles emprendidas por Sudáfrica en el
marco de su política encaminada a desestabilizar a la revolución
angolana, presionar para que cesara su solidaridad con los patriotas
del África austral y quebrar la resistencia namibia.
Unos 600 refugiados
perdieron la vida y otros 350 quedaron con heridas graves, la mayor
parte de ellos ancianos, mujeres y niños inocentes.
Además de ser una
grosera violación de la soberanía y la integridad territorial de
un estado independiente, resultó también un intento fallido del
régimen de Sudáfrica de confirmar sus intenciones de mantener su
dominio colonial en Namibia y continuar saqueando sus recursos
naturales.
SÍMBOLO IMPERECEDERO
La escalada en la guerra
no declarada contra el Gobierno del MPLA, obliga a suspender el
proceso gradual de retirada de las tropas cubanas.
Garantizar la integridad territorial de Angola frente a otra probable invasión de Sudáfrica constituyó una de las principales razones para la permanencia de las tropas cubanas después de la victoria del 27 de marzo de 1976.
Luego de consolidar
bases guerrilleras de apoyo logístico en la región de Cuando
Cubango, el 2 de agosto de 1983 las fuerzas de la UNITA atacan la
aldea de Cangamba, a fin de tomar esa posición que les facilitaría
la posterior ocupación de la importante ciudad de Luena, donde el
cabecilla Jonas Savimbi pretendía proclamar la capital de su "República
Negra".
Un arsenal de fuego
compuesto por 16 batallones irregulares, seis baterías de
artillería, morteros de 60, 81 y 120 milímetros, cohetes
tierra-aire, cayeron sobre la modesta agrupación de efectivos de
las FAPLA y combatientes internacionalistas cubanos que defendía el
lugar (formada por alrededor de 818 efectivos de las FAPLA y 92
asesores nuestros), la cual escribió verdaderas páginas de
heroísmo durante los 10 intensos días de fuertes combates.
Sin disponer de armas
para la defensa antiaérea, ni artillería pesada, pues se trataba
de una fuerza ligera de lucha contra bandidos, la tropa
cubano-angolana soportó el sitio pese a la superioridad en número
de hombres y armamentos de los agresores, que beneficiaba a los
atacantes en proporción de uno a seis veces más.
Al séptimo día de
combate, la situación de los defensores del lugar era en extremo
difícil. Como se describe en el libro Trueno justiciero, se
agotaban el agua y las provisiones, y aunque desde el aire llegaban
algunos avituallamientos, municiones y refuerzos desembarcados por
los helicópteros y aviones AN-26, las necesidades no se cubrían.
Gracias a la tenaz
resistencia de aquella tropa y al papel desempeñado por la
aviación en general, y particularmente los cazas y los
helicópteros que no dejaron de brindar su apoyo directo a las
acciones combativas, los efectivos de la UNITA se vieron obligados a
desistir de la idea de apoderarse de Cangamba.
En su precipitada huida,
la UNITA dejó en el campo cientos de muertos, que sumados a los
heridos, elevaron a más de 2 000 el número total de bajas.
La guerra sucia desatada
por Pretoria y sus fantoches sufría otra aplastante derrota y lo
expresado por el Comandante en Jefe en carta escrita a los
defensores de la inmortalizada aldea en los momentos más críticos
del combate se hacía realidad: Que Cangamba sea símbolo
imperecedero del valor de los cubanos y angolanos, que Cangamba sea
ejemplo de que la sangre de cubanos y angolanos derramada por la
libertad y la dignidad de África no ha sido en vano.
PROEZA EN SUMBE
En medio de una compleja
situación militar caracterizada por el reciente desalojo de las
unidades de las FAPLA de Cunene y la ciudad de Ongiva debido al
avance de los sudafricanos como parte de la operación Askari, la de
mayor envergadura lanzada por los racistas después de 1981, el 19
de marzo de 1984 los gobiernos de Cuba y Angola emitieron una
declaración conjunta donde "exigieron el cese de toda ayuda a la
organización contrarrevolucionaria UNITA y cualquier otra
agrupación fantoche por parte de Sudáfrica, de los Estados Unidos
de América y de sus aliados".
En medio de la
repercusión internacional de aquella declaración conjunta, el 25
de marzo de ese año, en horas de la madrugada, 1 500 efectivos de
la UNITA, incluido uno de sus batallones élites, atacaron la ciudad
de Sumbe, capital de la provincia de Kuanza Sur, donde se
encontraban 230 cooperantes civiles cubanos, de ellos 43 mujeres.
Dotadas con moderno
armamento de infantería y morteros de 60 a 82 mm, las fuerzas de la
UNITA abrieron fuego contra un centro de instrucciones de la
Seguridad, al tiempo que desplegaban otros efectivos hacia la ciudad
para ocupar un barrio de las afueras, en el cual saquearon y
quemaron edificios y almacenes.
Las autoridades locales
y los dirigentes del contingente civil cubano tenían elaborado un
plan para hacerles frente a los posibles agresores. Entre cubanos y
angolanos los efectivos encargados de la defensa de Sumbe sumaban
460, entrenados y equipados con armas ligeras de infantería.
Pese a la superioridad
del enemigo, el ataque fue resistido y rechazado durante 10 horas
por los constructores, maestros, médicos y demás trabajadores de
la Mayor de las Antillas, junto con sus hermanos del MPLA, quienes
frustraron así los planes del enemigo de apoderarse de la ciudad y
secuestrar a centenares de colaboradores extranjeros que prestaban
su servicio allí.
Aunque en un momento de
la batalla llegaron a penetrar hasta el centro del poblado y
apoderarse de las instalaciones de la Milicia y la Seguridad, la
tropa de la UNITA se vio obligada a emprender la retirada hacia el
exterior del área urbana tras sufrir cuantiosas bajas.
El mando militar cubano
prestó apoyo inmediato a los defensores de Sumbe con medios aéreos
que asestaron fuertes golpes a las fuerzas contrarrevolucionarias,
para posteriormente ejecutar misiones de exploración, evacuación
de heridos, transporte de tropas y abastecimientos.
La proeza de Sumbe
demostró una vez más la determinación de los internacionalistas
cubanos de combatir hasta la última gota de sangre si fuera
necesario antes de ceder ni un milímetro de tierra al enemigo.
En un emotivo mensaje
del Comandante en Jefe a los internacionalistas cubanos de Sumbe, el
líder de la Revolución les expresó:
Al rechazar el ataque y
poner en fuga a los agresores, ustedes cumplieron el sagrado deber
de resistir y no rendir jamás nuestras armas ante el enemigo, por
poderoso que este pueda ser.
Triunfaron en Sumbe las
profundas convicciones internacionalistas que son hoy patrimonio y
orgullo de nuestro pueblo... La Patria se siente orgullosa de
ustedes e inclina sus banderas de combate ante los siete héroes
caídos.
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