La
vuelta de la Avellaneda a su isla bien pudiera parecer un desatino,
de no tener en cuenta lo acaecido en el coloquio que en honor de su
bicentenario se celebra desde ayer en la Universidad de La Habana.
La presencia indiscutible de Tula se siente en cada voz que se
proyecta para recordarla en su vital humanismo, o para traer a los
lectores de hoy varios volúmenes de su obra.
Las palabras de Antón Arrufat, Premio Nacional de Literatura y
miembro de la Academia Cubana de la Lengua, reservadas para la
conferencia inaugural, elogiaron a la controversial figura de
nuestras letras y giraron en torno a la tragedia romántica
Baltasar, la obra cumbre de su dramaturgia, para realizar un
exquisito análisis de su argumento.
Arrufat calificó su escritura como libresca, reflexiva y
apasionada y consideró sagrada su poesía. La religión fue para ella
una fuerza social o el motor esencial de la Historia, apuntó.
De la repercusión de Baltasar, estrenada en España en 1858
con 50 representaciones en 50 noches seguidas que estremecieron a
Madrid, también comentó Arrufat, quien refirió cómo la autora fue
aclamada y llamada varias veces al escenario mientras le "llovían"
flores a sus pies.
Entre los miembros del panel, moderado por José A. Baujín, se
encontraban los doctores Carmen Suárez León, Juan Lázaro Martínez,
Ana Cairo Ballester y Rosa María Grillo, esta última de la
Universidad de Milán.
Una zona pocas veces tratada de la literatura, pero esencialmente
importante como la traducción, que Tula llamó "imitación", nos
reveló desde la disertación de Suárez, a la traductora que también
fue esta singular mujer con cuya faena intelectual se engalana
nuestra cultura.
Explicó la investigadora —que usó como ejemplo el poema El
favonio y la rosa, del francés Evariste de Parny— que en los
trabajos de traducción que emprendidos por la Avellaneda, donde
explicaba en las primeras líneas el modo en que los había hecho,
estaba también su gran voz creativa.
La autora de Sab fue catalogada por Martínez como
humanista, defensora de la plena condición humana, censora de la
discriminación racial, de género, de la marginación social y de la
esclavitud, y portadora de una majestuosa poesía de hondo
patriotismo. Destacó también su labor como publicista, crítica y
defensora del respeto hacia otras culturas.
Junto a la figura de José Jacinto Milanés la abordó Cairo: "Creo
que es importante recordar los dos bicentenarios, dos dramaturgos,
dos poetas, dos ejemplos del romanticismo cubano y dos intelectuales
que ayudaron a formar el imaginario cubano".
Para Cairo resultó trascendental estudiar las redes culturales en
las que la escritora se insertó y para ello la estimó en relación
con José María Heredia, con quien dialogó de una manera directa al
admirarlo primero y más tarde tocar en su propia obra los temas que
abordó el cantor del Niágara; y de una manera indirecta con
Plácido, autor de Jicotencal, poema épico que tiene puntos de
contacto con Guatimozín, la novela histórica de ella, con
referentes asociados a la conquista de México.
La presentación en la Colina Universitaria de tres libros de la
Avellaneda—Obras, editorial Matanzas; Tres novelas,
Letras Cubanas, y Autobiografía y cartas de Gertrudis Gómez de
Avellaneda, de Ácana— y otras conferencias que se impartirán
esta mañana para revelar nuevas aristas de la gran cubana, son la
mejor constancia de su presencia junto a nosotros en la fiesta
literaria de La Habana.