NOTICIAS VIERNES 21

En el 200 aniversario de su natalicio

La Avellaneda presente, necesaria y nuestra

Madeleine Sautié Rodríguez

La vuelta de la Avellaneda a su isla bien pudiera parecer un desatino, de no tener en cuenta lo acaecido en el coloquio que en honor de su bicentenario se celebra desde ayer en la Universidad de La Habana. La presencia indiscutible de Tula se siente en cada voz que se proyecta para recordarla en su vital humanismo, o para traer a los lectores de hoy varios volúmenes de su obra.

Las palabras de Antón Arrufat, Premio Nacional de Literatura y miembro de la Academia Cubana de la Lengua, reservadas para la conferencia inaugural, elogiaron a la controversial figura de nuestras letras y giraron en torno a la tragedia romántica Baltasar, la obra cumbre de su dramaturgia, para realizar un exquisito análisis de su argumento.

Arrufat calificó su escritura como libresca, reflexiva y apasionada y consideró sagrada su poesía. La religión fue para ella una fuerza social o el motor esencial de la Historia, apuntó.

De la repercusión de Baltasar, estrenada en España en 1858 con 50 representaciones en 50 noches seguidas que estremecieron a Madrid, también comentó Arrufat, quien refirió cómo la autora fue aclamada y llamada varias veces al escenario mientras le "llovían" flores a sus pies.

Entre los miembros del panel, moderado por José A. Baujín, se encontraban los doctores Carmen Suárez León, Juan Lázaro Martínez, Ana Cairo Ballester y Rosa María Grillo, esta última de la Universidad de Milán.

Una zona pocas veces tratada de la literatura, pero esencialmente importante como la traducción, que Tula llamó "imitación", nos reveló desde la disertación de Suárez, a la traductora que también fue esta singular mujer con cuya faena intelectual se engalana nuestra cultura.

Explicó la investigadora —que usó como ejemplo el poema El favonio y la rosa, del francés Evariste de Parny— que en los trabajos de traducción que emprendidos por la Avellaneda, donde explicaba en las primeras líneas el modo en que los había hecho, estaba también su gran voz creativa.

La autora de Sab fue catalogada por Martínez como humanista, defensora de la plena condición humana, censora de la discriminación racial, de género, de la marginación social y de la esclavitud, y portadora de una majestuosa poesía de hondo patriotismo. Destacó también su labor como publicista, crítica y defensora del respeto hacia otras culturas.

Junto a la figura de José Jacinto Milanés la abordó Cairo: "Creo que es importante recordar los dos bicentenarios, dos dramaturgos, dos poetas, dos ejemplos del romanticismo cubano y dos intelectuales que ayudaron a formar el imaginario cubano".

Para Cairo resultó trascendental estudiar las redes culturales en las que la escritora se insertó y para ello la estimó en relación con José María Heredia, con quien dialogó de una manera directa al admirarlo primero y más tarde tocar en su propia obra los temas que abordó el cantor del Niágara; y de una manera indirecta con Plácido, autor de Jicotencal, poema épico que tiene puntos de contacto con Guatimozín, la novela histórica de ella, con referentes asociados a la conquista de México.

La presentación en la Colina Universitaria de tres libros de la Avellaneda—Obras, editorial Matanzas; Tres novelas, Letras Cubanas, y Autobiografía y cartas de Gertrudis Gómez de Avellaneda, de Ácana— y otras conferencias que se impartirán esta mañana para revelar nuevas aristas de la gran cubana, son la mejor constancia de su presencia junto a nosotros en la fiesta literaria de La Habana.

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