Abel González Larrea es uno de los
narradores jóvenes que ha logrado probar el sabor del éxito (en el
sentido correcto, claro está) pero bien pudo haber sido un corredor
de largo aliento. El hecho es que el autor de Absolut Röntgen
mantiene un pacto muy raro con el silencio que rompe solo en el
momento justo, en la oportunidad definitiva, en el instante letal,
para rematar y venir desde el fondo con la total certeza de que
puede llegar a ocupar uno de los mejores puestos en la línea de
meta.

EL JOVEN NARRADOR ABEL GONZÁLEZ LARREA.
Las estrategias con que hace de la
literatura su propia pelea de peso pesado le han otorgado resultados
bastante promisorios. Entre los lauros que ya exhibe en su
expediente aparecen galardones como el Tercer Premio Mangle Rojo,
Mención en el Premio César Galean, y la Beca de creación El caballo
de coral por el libro de cuentos Absolut Röntgen. El joven narrador
acaba de dar un nuevo giro a su carrera literaria con la obtención
del Premio Calendario 2014 por el título Trilogía sucia de Manhattan.
Tras colocar en sus estanterías la distinción más importante
entregada por la Asociación Hermanos Saíz (AHS) a jóvenes
escritores, Abel diálogo con Granma.
¿
Cómo
fue que decidiste entrar definitivamente al mundo de la literatura,
ya que algunos tenemos la impresión de que escribías casi en
silencio, como si no tuvieras intención de lanzar al ruedo tus
textos?
"Siempre escribí, solo que no había
encontrado quizá mi propia voz o simplemente no había logrado
producir algo que, a mí entender, valiese la pena, o algo que
realmente quisiera ver publicado. Lo que hago es producir, y cuando
puedo o me acuerdo lo encamino por el tortuoso camino de la
publicación. Por otro lado, no había probado el elíxir de publicar,
que una vez en vena crea dependencia. El primer libro que publiqué
fue gracias a la beca El Caballo de Coral, del Centro Onelio Jorge
Cardoso, y a la editorial Caja China de este centro. Esa fue,
digamos, mi entrada oficial a la literatura".
Algunas de tus obras abordan la
influencia rusa en Cuba, ¿pero pudieras referirte
específicamente a las inquietudes expresivas que nutren todas tus
prácticas literarias?
"Para mí, escribir es una suerte de
expiación, de exorcismo de demonios internos. Por eso hay temas
recurrentes y paisajes que se imponen de vez en cuando. Pero debo
separar los temas de mis historias de los escenarios donde a veces
las ubico. Creo que, en probidad, la mayoría de mis historias
podrían ambientarse en cualquier sitio. Ahora, sucede que ciertos
escenarios le dan más sentido a las historias en cuestión. El mundo
ruso, por ejemplo, o, en, general, el europeo del este, marcó mi
vida temprano con una riqueza cultural y literaria que la influencia
norteamericana, ahora casi ubicua, no equipara ni de cerca. Pero
también funcionan para mí otros paisajes —porque son solo paisajes—,
mientras que los temas que me atormentan son los mismos que a todos:
el amor, la muerte, dios, la sangre, el dolor, las relaciones
humanas, la estupidez humana y las injusticias también me preocupan
y provocan en mí alguna reacción creadora. Por otra parte siempre
busco la belleza, sobre todas las cosas, incluso en los resquicios
de lo horrible".
¿Cómo valoras los caminos de la
joven literatura cubana?
"En general tengo bastante poco
contacto con la joven literatura cubana. He leído solo a algunos de
mis contemporáneos, y tampoco lo he hecho de manera exhaustiva.
Algunos me parece que no han encontrado su lugar, y otros lo han
hecho, pero se reducen demasiado por las circunstancias. He
encontrado también extremos: desde la ausencia absoluta de pasión
hasta lo innecesariamente lacrimógeno. Creo que lo mejorcito lo
están haciendo las mujeres (Dazra, Legna, Anisley. Agnieszka),
aunque también valoro algunas cosas de Lage, de Ahmel, de Osdany, de
Michael Iquit. Creo que a veces tenemos puntos en común y otras
veces tenemos varios años luz de separación -lo cual no me parece
mal, pues es precisamente esa heterogeneidad, esa riqueza, la que a
veces le falta a la literatura joven en Cuba-. Creo que hay mucha
gente escribiendo ahora mismo, gracias a las posibilidades que dan
las editoriales provinciales, pero no siempre llegan a buen puerto,
y a veces la calidad no es precisamente respetada. Creo que muchos
tienen una necesidad realmente extravagante de sobresalir, y dejan
de lado lo verdaderamente importante en la literatura: ser auténtico
y escribir con corazón".
¿Crees que exista una estrategia
adecuada para promocionar las obras de los noveles escritores entre
una mayor cantidad de público?
"El Centro Dulce María Loynaz hace
algo respetable con lo de los encuentros de jóvenes escritores en
cada Feria del Libro. También la AHS lucha en esas trincheras, y de
algún modo también el Centro Onelio. Sin embargo, me parece que se
puede hacer mucho más. Creo que bien se podría combinar más a los
escritores con representantes de otras manifestaciones, y que se
pudieran crear nuevos espacios (con buen gusto y buen tino, nada de
tertulias somníferas o encuentros ridículos).
Por otro lado, creo que una mejoría
también depende en gran medida de la propia gente, de los propios
autores y no de las instituciones. Las instituciones pueden proveer
locales e insumos, pero si los escritores nos dejamos vencer por la
apatía entonces de nada valen las promociones ni las buenas
intenciones de terceros. Y si el público es apático, quizás sea cosa
de probar nuevos métodos que hagan a la gente interesarse. Muchas
veces me he visto enrolado en lecturas en las que la audiencia son
los mismos participantes, en una autofagia que da asco. Creo que en
parte se debe a la promoción, pero también, y sobre todo, a tener
una propuesta interesante y diferente, acorde con los tiempos".