Especialistas, críticos y escritores
consideran que la literatura infantil ecuatoriana contemporánea vive
un interesante momento de auge, al que muchos han llamado boom por
el creciente número de autores, editoriales implicadas y lectores
ávidos en todo el país.

LEONOR BRAVO, ESCRITORA ECUATORIANA, DURANTE UNA CONFERENCIA EN LA
FERIA.
La escritora Leonor Bravo, una de las
principales exponentes del género en la nación andina, y parte de la
delegación que asiste a la Feria Internacional del Libro, ofreció
una conferencia en la que explicó los más importantes rasgos que
caracterizan al panorama actual de la literatura infantil y juvenil
del Ecuador.
En mi país, dijo, los textos para
niños aparecen de la mano del desarrollo de una conciencia acerca de
las necesidades culturales de este tipo de público, a partir de la
perspectiva de una etapa diferenciada de la vida.
La producción a conciencia de
literatura para niños y jóvenes comenzó su desarrollo en la segunda
mitad del siglo XX con la salida de publicaciones aisladas de
frecuencia esporádica, pero, aclaró, en momentos anteriores
importantes figuras de las letras ecuatorianas gestaron una
corriente que propició el estado actual del género.
"Es justo mencionar a Manuel J. Calle
con sus Leyendas del tiempo heroico, y al dueto formado por Manuel
del Pino y Florencio Delgado, poetas, investigadores y verdaderos
maestros en la creación para los más jóvenes".
A partir de los años 70, gracias al
despegue de la industria del petróleo y al apoyo de instituciones
como la UNESCO, la literatura para niños y jóvenes comienza a ganar
nuevos espacios y c obra fuerza un movimiento de escritores
centrados en el género, entre los que se destacan Carlos Carrera y
Teresa Crespo de Salvador, autores de Nueva poesía infantil y El
Decamerón de los niños, y Ana de los Ríos y Pepe Golondrina,
respectivamente.
En la década de los 90, explicó la
escritora quiteña, la producción literaria ecuatoriana infantil y
juvenil se comenzó a alejar de la intención didactizante y
moralizante que la había marcado desde sus inicios, y empieza a
centrarse en la calidad literaria de las obras, el diseño y la
edición; bases, precisó que sustentan la actual expansión del
género.
Bravo, autora de 40 libros para niños
y jóvenes, aseguró a Granma que la literatura infantil ecuatoriana
se expresa en dos corrientes, una que responde al carácter
multicultural del país al recoger la tradición oral, mitos, temas
relacionados con la historia del país y de las diferentes culturas
que forman la nación; y por el otro lado la ligada a los intereses y
preocupaciones del público a que está dirigida, todo esto de la mano
de una progresivo aumento de la presencia, variedad y calidad de las
ilustraciones, que deja de ser un adorno o acompañamiento del texto
para empezar a ser un código narrativo autónomo.
Todo esto, señaló en el Encuentro
efectuado en la sala Pablo Palacio de La Cabaña, ha creado un
ambiente muy propicio para la literatura hecha para niños y jóvenes.
"En estos momentos es uno de los fenómenos más interesantes que se
viven en Ecuador, y el que mayor crecimiento ha tenido en esta
ámbito pese a tener apoyo estatal desde hace poco".
"Uno de los principales impulsores de
este tipo de literatura en mi país es Girándula, la Asociación
Ecuatoriana del Libro Infantil y Juvenil, que como principal
estrategia de promoción de la lectura tiene al Maratón del Cuento,
espacio en el que el público disfruta de historias leídas por los
propios autores".
A lo lúdico de la lectura, apuntó
Bravo, una de las organizadoras del Maratón, sumamos la posibilidad
de participar en una Feria del Libro Infantil y asistir a
exposiciones de ilustraciones para textos, en lo que constituye la
iniciativa de su tipo más importante del país.
Aún estamos lejos de poder hablar de
una masificación de la lectura en este tipo de público, apuntó, pero
con lo logrado hasta el momento si podemos decir que la literatura
infantil y juvenil en Ecuador posee valores estéticos claros, con
una voz propia que da cuenta de las particularidades de la sociedad
en la que se gesta, sin perder su carácter universal al tratar los
temas que son comunes a todos los seres humanos.
"Nuestra literatura crece pero
tenemos mucho camino por recorrer, el reto ahora es proponernos
nuevos desafíos estéticos, y nuevas formas de decir, mantener la
calidad y abrirnos al mundo".