HOLGUÍN.—
Minutos antes de iniciar el desfile, una pequeña con la mayor
seriedad del mundo, dijo a su abuelo: Yo si voy a desfilar. Pasaré
frente a la tribuna, Y quiero que me vean. Voy a gritar ¡Viva el
Primero de Mayo! Y agitaré mi banderita.
Sonriente, el abuelo comentó: Fue la
primera en levantarse en casa. No hubo manera de convencerla para
dejarla. Pero me alegra que así sea, porque de cuna le viene.
Entonces cargó sobre sus hombros de
obrero, a la niña llena de luz. Y se unieron al torrente humano que
formaban los trabajadores y familiares de su sindicato, feliz,
satisfecho de celebrar junto a otros 220 000 holguineros en la
plaza Mayor General Calixto García, el Día Internacional de los
Trabajadores.
Fue una escena hermosa entre miles
presenciadas en una mañana iniciada más temprano que lo habitual,
todavía cuando el sol resultaba una promesa esperada. Escenas muy
parecidas a otras registradas a lo largo y ancho de la provincia por
más de 800 000 compatriotas en unos 50 escenarios llenos de
igual simbolismo.
Apenas el reloj marcó las 7:45, tras
las notas del Himno Nacional, Juvenal Mariño, secretario general de
la CTC en el territorio, denunció la actitud cómplice del gobierno
de Estados Unidos ante la presencia en ese país del terrorista Luis
Posada Carriles y demandó se haga justicia para el pueblo
cubano, con el enjuiciamiento también de otro connotado terrorista,
Orlando Bosch, quien se pasea libremente por las calles de Miami.
Y también reclamó justicia para los Cinco
Héroes injustamente prisioneros en cárceles del imperio por
luchar contra el terrorismo.
Entonces el mar avizorado a lo largo de
decenas de cuadras por las avenidas de Los Libertadores, Jorge
Dimitrov, XX Aniversario y otras arterias principales, avanzó hacia
la plaza para proclamar al mundo el respaldo absoluto a la
Revolución, Fidel y las conquistas logradas, denunciar el terrorismo,
reafirmar que el ALBA es la alternativa solidaria de los pueblos
frente a la hipocresía del ALCA y enviar un mensaje de paz.
Desde ese momento y por casi dos horas
y media, ese mar caluroso, entusiasta, enérgico, lleno de colorido y
entusiasmo, formado por todos y armados de ideas para el bien de
todos, cruzó vibrante frente al sitio donde reposan los restos del
Mayor General de la Estrella en la frente herida, que seguro —si
posible fuera— se estremeció de orgullo. Y seguro también, dedicó
una sonrisa al paso de la pequeña que simbolizó, ante mis ojos, el
futuro diáfano de la Revolución.