Nada nos detendrá

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu 

Foto: ALBERTO BORREGOAltas presiones, cielo despejado, sol desnudo. Pronóstico: intenso calor. Eso ya se sabía. Otras altas presiones, las de siempre, las que vienen del Norte, quieren enturbiar el cielo, tapar al sol. Pero ni caso. Ha amanecido La Habana con un alba fulgurante en cuerpo y alma. Ha amanecido para nunca anochecer.

Entre los tempraneros al pie de la Plaza, cada cual escribe a su modo su crónica del alba. Esta muchacha que viene de Arroyo no durmió, abordó un ómnibus de madrugada y estuvo junto a sus vecinos en el acto. Si no fuera por los Cursos de Superación Integral, que rescató sus ansias de saber, tal vez hubiera sido todavía gente sin rumbo. Un poco más allá, aquel negro fuerte como un roble oculta su edad. Nació dos veces, en el solar de la calle Ánimas al final del machadato y luego el día en que recibió las primeras letras y el valor de los números en la cartilla de alfabetización. Y cuenta que es cosa de magia que su nieta reciba este primer día de mayo en Venezuela, maestra ella como lo fue aquella que le acercó la luz.

Foto: RAÚL ABREUAlza la bandera cubana un joven estudiante de Informática. Sabe lo que defiende y lo comparte con una joven de rasgos incaicos, que por primera vez se asoma a este acto multitudinario de fe. A ella le parece un sueño vestir una bata blanca, tener por aula un hospital y a la vista de pocos años el título que ejercerá en algún lugar de Los Andes.

Un verdadero mosaico humano desemboca en el ágora popular. La trabajadora social y el ingeniero, el militar y el albañil, la dentista y el metalúrgico, la actriz y el liniero, la científica que escudriña los misterios del genoma y el pequeño agricultor que blasona de su producción ecológica, la pionera que acompaña a su abuelo jubilado. El boliviano y el chileno, el argentino y el australiano, el palestino y el norteamericano, el francés y el africano. Como hubiera dicho el poeta, todo mezclado. Y de alguna manera también ocupan sus puestos en la Plaza, Fernando, Gerardo, Antonio, René y Ramón, cada uno repartido entre el pecho y la espalda de los suyos.

El alba se viste de hermosas razones. Fidel amanece en el alma de todos: Washington tiembla cuando su voz denuncia. Verdades candentes como puños. Argumentos irrebatibles. Su voz se multiplica en los programas que avanzan, en la convicción de que nada nos detendrá.

El pueblo crece amanecido. El futuro canta.

   

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