Con todo lo nuestro en la Plaza

FÉLIX LÓPEZ

El eco de los discursos de Fidel, Chávez y Evo, en el memorable cumpleaños del ALBA, todavía se expandía por los cuatro puntos cardinales de la Plaza de la Revolución y del mundo. Al amanecer de este Primero de Mayo también se respiraba en Cuba un fresco aire de Futuro. El mismo que estos tres hombres de la historia contemporánea latinoamericana sueñan y construyen —uniendo recursos, inteligencia y pueblos— para América Latina y el Caribe.

La diana mambisa, la Marcha del 26 de Julio y el Himno Nacional crearon un breve remanso de solemnidad, que se mezcló con la cubanía del son y el canto mágico de unos repentistas, niños y jóvenes, que calificaban a la Plaza como un "legendario grito de Revolución" y a Cuba "como un patriótico templo".

Aclamado por su pueblo, el Comandante en Jefe Fidel Castro subió al podio, bandera en mano, para saldar una cuenta pendiente con el presidente más impopular del imperio: la continuidad de la acusación iniciada el pasado sábado en el acto del ALBA. La última frase que pronunció el 29 de abril, a las 10:35 de la noche ("Yo acuso a Bush"), se enlazaba con el inicio de este discurso que el pueblo esperó y siguió con atención. Para hacerlo, Fidel, además de irrefutables pruebas, cuenta con la autoridad moral de una vida consagrada a la lucha revolucionaria y a cultivar la verdad y el honor.

No existía un mejor escenario que el Primero de Mayo y la Plaza de la Revolución para una denuncia como la realizada por Fidel: por estos días, miles de inmigrantes latinos son perseguidos en Estados Unidos, mientras el terrorista y criminal Luis Posada Carriles recibe el beneficio de una audiencia de casi seis horas, para regularizar su naturalización como ciudadano norteamericano. Como "una felonía", calificó el Comandante en Jefe la historia que rodea al siniestro personaje protegido por Bush, el FBI y la mafia anticubana de Miami. En una actuación vergonzosa, que se repite con otros terroristas de organizaciones como ALFA 66, con arsenales de armas y bombas para "copiar y realizar en Cuba lo que Bush ha hecho en Iraq".

Y mientras el Comandante dice con dolor: "No es fácil olvidar", recorro la Plaza detrás del visor de la cámara fotográfica, y descubro cómo emerge entre un mar de banderas la figura de Salvador Allende, junto a una sentencia muy suya: "La Historia la hacen los pueblos"...; y me detengo un segundo en el viejo cuadro, de seguro arrancado de la sala de su casa, con que el anciano Faustino San Emeterio nos recuerda a Fidel, lanzándose de un tanque en Girón; o la bandera con el rostro del Che Guevara, a la que un estudiante boliviano le ha escrito con desenfado: "Quiero parecerme a ti".

"¿Qué moral les queda? ¿Dónde están las leyes? ¿Dónde están los jueces? ¿Dónde está la justicia?"... Las interrogantes de Fidel retumban en la Plaza. Juan Miguel y su hijo Elián, símbolos de una gran victoria de la Revolución, fijan sus miradas en el Comandante en Jefe, con la seguridad de que está hablando de los Cinco Héroes con el corazón, porque fue con el corazón y con la fuerza moral de un pueblo que ese niño regresó una vez a casa. El Sol se pone en lo alto y calienta. Fidel cierra el capítulo pendiente y dice casi en un tono confidencial: "¡Vayamos a lo nuestro!"...

"Lo nuestro", dicho con humildad, era un balance de lucha cotidiana, de los esfuerzos colectivos de nuestro pueblo trabajador, para ver emerger la economía y mejorar la vida. Una profunda disección de las cifras y porcentajes, porque a veces "las cosillas en número creciente", deben ser explicadas; y recordar, además, que no podemos ser egoístas, porque la humanidad es una. Dicho a la manera de Bolívar, desde una gigantesca valla al fondo de la Plaza: "La fuerza de América Latina descansa en el valor de sus hijos, en la unidad de sus pueblos".

Visto desde arriba, parapetado tras el visor de la cámara, el de ayer fue un Primero de Mayo diferente. No era una marcha. Tampoco un desfile de voces amigas y solidarias. Una mañana en la que Fidel conversó animado con el pueblo, sacó cuentas, hizo reflexiones, interrogó a más de un ministro, se cuestionó alguna cifra, habló del futuro, de los primeros frutos de la revolución energética, del capital humano como una de nuestras principales riquezas y elogió a los Trabajadores Sociales, a quienes calificó de "activos protagonistas de esta histórica lucha"...

"Lo hecho se puede decir que es apenas el comienzo", afirmó Fidel, antes de sentenciar, con la misma seguridad con que ganó tantas otras luchas: "Nada nos detendrá"... En ese instante, los estudiantes de la Escuela Latinoamericana de Medicina levantan una tela con un mensaje personal, que encierra un deseo colectivo: "Deseamos que cumplas 80 más", mientras una auténtica morena cubana, vestida de blanco y con los collares variopintos de la religión africana, gritó con todas sus fuerzas desde la multitud: "¡Aché pa'ti, Fidel!"

   

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