Mujeres mágicas
Miguel Hernández y Ricardo López
Hevia (foto), RÍO DE JANEIRO.— Horas después de la premiación ayer, todavía el hielo cubría la rodilla. El dolor, por encima de todo, lo atenuaba la medalla. Fue un bronce que le supo a más. Por una lesión tuvo que abandonar días atrás y parecía que no podría volver a la cancha. Hizo algún reposo, el fisiatra la trató de nuevo, ella ajustó la rodillera y pidió volver al tabloncillo en la semifinal de baloncesto frente a Brasil, donde lideró a las anotadoras de su equipo, y ayer, baluarte en el triunfo sobre Canadá por el tercer lugar con una veintena frente al aro. Yakelín Plutín regresará al ortopédico en La Habana, pero sonríe.
Las mujeres cubanas en Río de Janeiro tienen muchas historias, contadas y por contar, como para dejar huella. Y también cuentan metales cuando ya, a tono con las pruebas por venir en lo que resta de Juegos, las opciones se reducen ostensiblemente en espera de lo que queda del atletismo y las competencias de kárate, canoa y kayak.
Las chicas habían conseguido, sin incluir la jornada del martes, más de la mitad de los metales de la delegación, y algunas, dibujado escenas imborrables en el memorable paisaje carioca. Como el "Maracanazinhazo" de Yumilka Ruiz y sus colegas; o el "maratonazo" de Mariela González, que a punto de reventar los tendones, dejó sin habla a la "torcida" que se preparaba para festejar el uno-dos por las calles de Río. O el desafío al tiempo de Driulis González, reconfirmándose leyenda en el tatami. Y otras, y otras... Mujeres, algunas de apariencia frágil pero titanes por dentro, que soportan sin quejarse los avatares de la alta competición, y de la vida. Madres, varias, alejadas de la familia, de sus hijos, largos meses que parecen eternos. Con el "castigo" de olvidar fiestas y comidas por la lucha con el peso. Soportando, a duras penas, la fatiga cotidiana del gimnasio, sin quejarse, y en contrapartida, hablando con palabras de aliento. Qué suerte estas mujeres para nosotros, que siempre andan contando los días por el regreso a casa, para reír y llorar con los suyos, con su cabeza en alto. Son mujeres mágicas. |
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