Un hito en el maratón
femenino criollo
Enrique Montesinos, enviado
especial de Granma
Recuerdo como si fuera hoy aquella espectacular victoria de Alberto Cuba en la lid varonil, para imitar a laureados antecesores como Rigoberto Mendoza, en Ciudad México 1975, y Radamés González, pupilo de aquél, en San Juan 1979. Pero Maribel Durruty, pionera de Cuba en el podio de esta prueba, con su bronce de Indianápolis 1987, tuvo que aceptar en la cita habanera una medalla de plata que si bien significó un notable progreso no la acunó en los brazos de la consagración total. Transcurrieron doce años sin podio hasta que Mariela igualó esa mejor actuación con su plateada en Santo Domingo 2003. Pero quería más, aunque entre sus rivales estaban otras con mejor tiempo que ella y la brasileña Marcia Narloch, campeona defensora. ¿Alguna táctica especial?
Presente en Río de Janeiro desde el día 10, con tiempo suficiente para conocer el recorrido y sus características, confesó en exclusiva para Granma que ese diseño de la ruta era de los que le agradaban, y se sintió cómoda pese al calor y al tremendo esfuerzo realizado. "El calor me obligó a tener más voluntad y a un mayor empleo de energía, pero sabía que también me beneficiaba. Solo en los dos últimos kilómetros sentí el agotamiento." En una carrera tan larga, de casi tres horas para las mujeres, sobra el tiempo para pensar. ¿En qué pensabas tu?
La extenuación total tras rebasar la meta, necesitadas hasta de atención médica, constituye la muestra inequívoca de la realización de un esfuerzo heroico. ¿Qué es para ti el maratón? "Muy fuerte, demoledor. Es, sin duda, una de las pruebas más fuertes del atletismo".
Y mientras me apresuro a llegar hasta la sala de redacción vienen a la mente las emocionadas exclamaciones de los directivos del atletismo en los exaltados instantes en que Mariela se coronaba campeona: "Se soltaron los caballos", "Qué amanecer de domingo", "Qué ejemplo para el resto del equipo"… |
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