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Superlativa Guerra

Ariel B. Coya
arielbcoya@granma.cip.cu

GUADALAJARA.—Entonces llegó el momento esencial, el que Lisandra Guerra llevaba esperando desde hacía cuatro años. En el Velódromo, la atmósfera cambió de repente: el aire se tornó denso, el calor se concentró en una vaharada que invadió la pista, y la ciclista matancera salió a disputar la semifinal de la velocidad pura.

Frente a ella estaba la colombiana Diana María García, la misma que la había relegado a la plata en Río de Janeiro’07. Pero se dio la revancha, y para hacer realidad la premonición que había susurrado en la mañana (“Esta vez voy a vencerla”), salió resuelta y espléndida.

En una batalla formidable, logró imponerse en la manga decisiva (tras dominar la primera y perder la segunda) y emergió triunfal de la guerra de nervios.

De ahí que no podía perder en la final de ninguna manera, por más que la crudeza del último ataque la dejase extenuada y el personal médico tuviera que atenderla, con los músculos engarrotados y falta de oxígeno.
Ni aunque la venezolana Daniela Larreal, tras ganar sus dos hits, llegara más descansada, después de haber establecido en las preliminares el
record panamericano (10.995), siendo la única corredora que bajó de los 11 segundos. La fe mueve montañas y no hubo color: sobre la bicicleta Lisandra Guerra volvió a ser una centella como siempre. O mejor, como nunca.

También Yumari González, Yudelmis Domínguez y Dalila Rodríguez hicieron un esfuerzo supremo para alcanzar la gloria en la persecución por equipos (f), pero las canadienses Laura Brown, Stephanie Roorda y
Jasmin Glaesser coordinaron sus esfuerzos con la precisión mecánica de un reloj suizo y en un acto casi inhumano saborearon el título con una nueva plusmarca para el continente (3:21.448 minutos).

 

 

Equipo de Ediciones Digitales de Granma
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