Camino a Guadalajara 2011
Indianápolis’87: Victoriosos en ardientes
batallas
ENRIQUE MONTESINOS
montesinos@granma.cip.cu
Las
fricciones extradeportivas volvieron a presentarse. Primero la
insistencia de la ODEPA de premiar a Chile, gobernado por el
Pinochet que rechazó los Juegos para generar la crisis de 1975 y
que... ¡nuevamente renunció! Ecuador, subsede, no pudo hacerles
frente dada su endeble economía. Entre las "ofertas de salvamento"
la cubana era la más sólida, por el aval deportivo y estrenarse, mas
se maniobró a sus espaldas en favor de Indianápolis.
Orestes
Kindelán disparó récord de ocho jonrones y Ana Fidelia Quirot fue
reina en el atletismo con doblón en 400 y 800 m.
Cuba protestó y con firmeza exigió
disculpas para intervenir en unos Juegos que consideraba
arrebatados. Ante la innegable repercusión negativa de la inminente
ausencia, en 1986, y luego de contactos previos, el Comité Olímpico
de Estados Unidos y la ODEPA presentaron excusas por escrito y
garantías a su candidatura para 1991. Así, la mayor de las Antillas
asistió con el potencial en pleno a los X Juegos, del 8 al 23 de
agosto de 1987, pues también La Habana recibió antes el crédito
oficial como siguiente sede.
Hubo 31 deportes en el programa más
abultado hasta entonces, que incluyó 321 premiaciones vs. 295
previas. Asistió el tope de 38 naciones, con marca de 4 453 atletas.
Los levantadores de pesas arrasaron
con 25 de oro de 30; Lourdes Medina fue la reina en la gimnasia
rítmica, nuevo deporte; los gladiadores también se coronaron en
lucha libre y grecorromana, con diez cetros, en tanto el atletismo
no abandonó su papel protagónico con la presencia de un concierto de
estrellas y récords.
Jackie Joyner-Kersee igualó el
mundial de longitud con 7.45 m, en tanto Carl Lewis, ya convertido
en el Hijo del viento, registró 8.75 en la misma especialidad, una
de las cotas más brillantes de todos los tiempos. Javier Sotomayor
arrancó con 2.32 en altura y Ana Fidelia Quirot no perdió brillo por
eso; espectacular su dupleta en 400 y 800 metros —como Juantorena en
Montreal’76—, además de su fenomenal cierre en el bronceado relevo
4x400, récord cubano.
Nada menos que diez títulos de los
doce disputados sobre el cuadrilátero boxístico recibieron los
guantes de Cuba, para un nuevo hito en el contexto, con Ángel
Espinosa (75 kg), seleccionado el mejor del certamen. Memorable fue
también el éxito en béisbol, quinto consecutivo tras vencer a
batazos 13-9 a la potente novena local que nos ganó en la primera
fase. En semifinales Puerto Rico no podía creer que iba a ganarle a
Cuba y a falta de un out "dejó caer" un fly que luego lo sepultó.
Época de virtuosos: Linares, Casanova, Pacheco, Kindelán... , cuyos
jonrones todavía vuelan.
Fueron los Juegos en que no obstante
su botín histórico de medallas, 168 de oro y 369 en total, el
orgullo deportivo de los anfitriones quedó maltrecho, tras ser
trasquilados también en baloncesto —además de béisbol y boxeo—, por
Brasil y su temible bombardero Oscar Schmidt, 46 puntos del 120-115.
Sin embargo, después de una gran batalla en cinco sets, lograron
triunfar frente a Cuba en voleibol varonil, que no lo hacían desde
1967.
En la piscina sobresalió la
costarricense Silvia Poll, de ancestros alemanes, con tres títulos
inéditos para alguien no estadounidense, mientras el surinamés
Anthony Nesty, recordista en 100 mariposa, impidió la barrida local
en 16 finales varoniles, logró el oro histórico de su país y probó
que la pigmentación de la piel no determina.
Cuba volvió a liderar el deporte de
América Latina y mantuvo el segundo escaño con otra demostración de
altos quilates para un país pequeño. Fijó en 75 sus campeones, cinco
menos que en Caracas, pero 20 sobre los pronósticos, mientras el
total de 175 medallas (52 platas y 48 bronces) sobrepasó en uno el
anterior.
Y no crean que el ambiente
competitivo resultó agradable. Los Juegos tuvieron dos caras. Gentes
extrañas —acudieron desde Miami casi todas—, pusieron en peligro la
hospitalidad y buen trato de los nativos de Indianápolis, quienes
recibieron con evidente disgusto las perturbaciones del orden
originadas por los advenedizos en distintos escenarios deportivos.
Se equivocaron los de la llamada
Fundación Cubano-Americana, que avalada por ciertas autoridades
abrió una oficina para "ayudar a los cubanos que quieran desertar".
La oficina quebró después de archivar lances estériles que
transitaron desde una avioneta alquilada, a la que increíblemente se
le permitió volar cerca del acto inaugural portando una tela con el
teléfono "para pedir asilo", hasta un show con personajes de
lenguaje gastado, el cual finalizó cómicamente cuando el cartel de
fondo de "bienvenidos cubanos a tierra de libertad" cayó de pronto
sobre sus cabezas.
Y al regreso de todos a la patria...
frente en alto, mirada limpia y el corazón más presuroso que de
costumbre al recibir flores en el aeropuerto obsequiadas por
nuestros pioneros.
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