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Camino a Guadalajara 2011

Los amargores de México’55 y Chicago’59

ENRIQUE MONTESINOS
montesinos@granma.cip.cu

Apenas cinco semanas antes de los II Juegos Panamericanos, 12 al 26 de marzo de 1955, el Comité Olímpico Cubano (COC) se vio forzado a solicitar —según reza un propio informe— contribuciones privadas que reportaron unos 12 000 pesos, que junto a las facilidades otorgadas por el Comité Organizador Mexicano posibilitaron crear con premura, equipar y transportar una pequeña representación de 62 deportistas en diez disciplinas: atletismo (12), baloncesto (12), natación (8), gimnasia (6), pesas (2), tenis (3), ciclismo (2), lucha (4), tiro (3) y voleibol masculino (10). Parte del personal oficial, administrativo y técnico, atletas y acompañantes, costearon sus gastos de viaje y hospedaje.

Figuerola en 1959, junto a Norton (USA) y Agostini (TRI).

En contraste, cuando en octubre de 1954 los organizadores mexicanos trajeron a Cuba la invitación oficial recibieron la demagógica respuesta de un politiquero de entonces: "Mi Patria estará presente en los Juegos".

Pero nada de fondos para la preparación. Corrían los tiempos del sangriento régimen del tirano Fulgencio Batista y el deporte no era ni plato de segunda mesa.

Por eso el tercer lugar en medallas de Buenos Aires 1951 no fue ni mucho menos correlativo con el soporte oficial del Gobierno, en todo caso producto de la vocación y el esfuerzo de deportistas como Rafael Fortún, premiado con el tristemente célebre despido de su trabajo en Obras Públicas.

Noveno lugar en méxico

Tan mal preparados, sobre todo para la altura de la capital mexicana, y con ausencias vergonzantes como la del béisbol por la cuestión económica, los cubanos se hundieron hasta el noveno lugar general con 19 medallas (1-10-8) exclusivas de su fibra y virtuosismo deportivo.

Ni siquiera Fortún pudo defender con éxito el cetro continental de la velocidad después de que el año anterior en la misma sede rubricó la proeza de coronar tres Juegos centrocaribeños seguidos en 100 metros; enfermo y sin preparación a los 36 años encajó un quinto lugar y no defendió la corona en los 200.

La solitaria prenda dorada llegó en 60 m planos (prueba solo programada en 1955 y 1959), por parte de Bertha Díaz, también campeona en 100 con vallas cuatro años después junto al pesista Juan Torres, ambos emigraron posteriormente.

En lo general, las aguas tomaron su cauce, y Estados Unidos (solo 126 atletas en Buenos Aires) apareció con 274, en un equipo calificado como "el más poderoso reunido en un año no olímpico". Sus 184 medallas (88-58-38) en 149 pruebas relegaron a los monarcas iniciales de Argentina (27-33-20=80), con el tercero para los anfitriones mexicanos (17-11-30=58).

Nacimiento de la odepa

En estos II Juegos surgió la actual Organización Deportiva Panamericana (ODEPA), sustituta del Comité Deportivo Panamericano creado en 1940, presidido por Avery Brundage hasta 1951 y luego por el mexicano José de Jesús Clark Flores. Como nuevo titular de la ODEPA se eligió a Douglas F. Roby.

Y casualmente la tercera sede correspondió al país del presidente —para Cleveland, pero definitivamente en Chicago, tras renunciar a su favor otras tres candidatas en el propio Congreso constitutivo.

En aquella nueva cita —25 de agosto al 7 de septiembre de 1959—, los anfitriones mostraron aún más su poderío con un equipo de 406 atletas (323 m y 83 f), seleccionado por primera vez a la manera olímpica, mediante eliminaciones generales con todos los que valían y brillaban en el país, disponiéndose desde ya a evitar en los Olímpicos de Roma otra derrota como la de Melbourne 1956 versus la Unión Soviética en plena Guerra Fría.

en adelante solo dos por pruebas

Arrasaron en los Panamericanos adueñándose de 120 títulos —únicamente 43 para los otros 23 países—, pero tal aplastamiento resultó contraproducente, al promover la moción aprobada por mayoría de limitar a dos los inscritos por pruebas desde la venidera edición, a fin de garantizar al menos el podio de tercero, además de no escapar de la nueva victoria soviética en Roma.

En Cuba había triunfado la Revolución casi ocho meses antes y de entrada quedó para el recuerdo la incertidumbre de participar. Llevó su delegación más numerosa, de 143 atletas (135 m y 8 f) para 17 deportes, solo ausente en equitación, polo acuático y pentatlón moderno, pero costaría tiempo y trabajo transformar el deterioro deportivo general heredado —matizado con virtuosos de excepción—, en un poderoso movimiento masivo generador de campeones a granel.

En tanto, no pasó del octavo lugar la posición en Chicago, con apenas diez medallas (2-4-4), para colmo con el béisbol eliminado del podio tras la inasistencia de 1955.

Un heredero de Fortún emergió, joven y pequeño corredor bronceado en la carrera más corta gracias a un crono de 10.5. Impresionó en el novato la veloz arrancada, que unida a una posterior madurez competitiva hicieron de Enrique Figuerola Camué un relevante protagonista del deporte mundial.

 

viernes 8 de julio de 2011

 

 

 

Equipo de Ediciones Digitales de Granma
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