De la piscina a la eternidad... la saga del Tiburón

Ariel B. Coya, enviado especial

LONDRES.—Cuando Michael Phelps emergió al fin de la piscina, bañado en oro, hacía días que venía anunciando su adiós. Pero solo entonces, después de dominar la posta mariposa del 4x100 combinados —los relevos que Estados Unidos nunca ha perdido—, fue que su leyenda quedó instalada, de hecho y por derecho, en el Olimpo. Para siempre.

Con el tiempo crecerá el mito de su velocidad de crucero, su versatilidad prodigiosa, su voracidad inigualable; aunque desde ya existe el debate de si es, o no, el mejor deportista de todos los tiempos.

Quién sabe. Pero lo que sí es seguro es que su huella parece indeleble. Nadie, en la historia olímpica, ha ganado jamás tantas medallas y títulos: 18 oros, dos platas y par de bronces. Más que la gimnasta ucraniana Larisa Latynina (9-5-4) hace medio siglo. Más que Mark Spitz en unos mismos Juegos. Y más que 163 países. Él solo.

“Cuando me metí en este deporte quería hacer cosas que nadie hubiera visto”, afirmó poco después de llegar a la orilla, y tras de sí deja una estela formidable que, además, incluye 34 preseas mundiales (27-6-1) y 39 récords del orbe (de ellos seis vigentes).

Semejante saga de éxitos solo halla una explicación entre los especialistas. Y más allá del talento del nadador fuera de serie, radica en la perseverancia y la ambición que durante siete años, entre Sydney 2000 y Beijing 2008, lo hicieron nadar todos los días, a excepción de dos semanas después de los Juegos de Atenas, el día en que le extrajeron las muelas del juicio y el día en que una tormenta de nieve le impidió entrenarse.

Phelps desayunaba, almorzaba y comía piscinas. Una media de 85 000 metros por semana. Por eso, tal vez, no hubo muestras de arrepentimiento ni incertidumbre, cuando comentó su despedida. “Me siento muy tranquilo con esa decisión, más relajado de lo que pensaba. Imaginé que sería más duro. No pudo terminar de mejor manera. He conseguido todo lo que quería”. O incluso más.

Para la natación fue el cierre perfecto. El adiós del Tiburón insaciable. El Rey Midas del agua. Un campeón irrepetible.

6 de agosto de 2012

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