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Asley González León de plata Ariel B. Coya, enviado especial LONDRES.—Asley González (Placetas, 1989) ha conquistado en estos Juegos una medalla de plata, cuyo valor —con justicia— él mismo aún no calcula: con él, 32 años después de Moscú 1980, el judo masculino cubano ha vuelto a discutir una final olímpica.
“Lo sé, lo sé…, pero pudo ser mejor. Sé que podía haber ganado la medalla de oro”, dijo luego a los periodistas, mientras un grupo de voluntarios ajustaba los últimos detalles para las premiaciones. La competencia, como reconoció su entrenador Justo Noda, había sido extraordinaria. Y en una llave del organigrama donde sobresalía el griego Ilias Iliadis, doble campeón mundial de los 90 kg y gran favorito, Asley fue avanzando. Poco a poco. Primero, venció al argentino Héctor Campos, por ippon, en apenas 48 segundos. Después, al serbio Dmitri Gerasimenko y al australiano Mark Anthony, dos rivales más contrastados, a los que solo pudo superar por yuko a base de penalizaciones (shido); y ya en semifinales, al ruso Kirill Denisov, verdugo de Iliadis, a quien había derrotado en el último Mundial por el bronce e hizo rodar por los suelos con otro ippon relampagueante. Hasta que se topó en la final con Dae-Nam Song, el rocoso sudcoreano, que en un día inspirado había batido a los restantes favoritos: el japonés Nishiyama, el brasileño Camilo… y lo derribó a él con un ataque fulminante cuando echaba a correr la prórroga. “Sabíamos que con los asiáticos iba a ser muy difícil, porque nos faltó un poco de fogueo con ellos. Pero el combate fue muy cerrado, en tiempo extra (Regla de Oro). Quizás había que moverse un poco más para evitar que el coreano lo sorprendiera con esa técnica”, explicaría después Noda, mostrándose satisfecho con la actuación de su pupilo y muy consciente de que para perder en una final, hay que estar en ella. Aunque Asley quería más y fabulaba aún con el oro olímpico, el Santo Grial que persiguen los hombres del judo cubano desde que Héctor Rodríguez lo alcanzó en Montreal 1976 por primera y única vez. Así que sonreía cuando subió al podio, por encima de Iliadis y Nishiyama, pensando tal vez en Río de Janeiro… y en el 2016. No obstante, cuando le preguntaron si quería enviar un mensaje a la afición en Cuba, apeló al espíritu colectivo y a la camaradería: “Que no se preocupen porque esta no será la última medalla. Que esperen también las de mis compañeros, que compiten mañana y pasado. Las del boxeo, las de la lucha… y que nos den mucho ánimo, porque eso siempre hace falta. Y funciona”. Entre las mujeres, lamentablemente, otra de las muchachas de Ronaldo Veitía quedó en el camino en la fase de octavos, justo el umbral que separa a las competidoras de continuar aspirando al podio con la opción del repechaje. Les había pasado ya a Dayaris Mestre (48) y a Yurisleydis Lupetey (57); anteayer a Yaritza Abel (63), tras un cerradísimo combate, y la víspera le ocurrió a Onix Cortés (70), también por hantei (decisión de los jueces), frente a la japonesa Haruka Tachimoto, en una división que dominó con puño de hierro la francesa Lucie Décosse, actual bicampeona del orbe y medallista de plata en Beijing. A continuación, haciéndole la cola en el cajón de premiaciones, la secundaban, por ese orden, la alemana Kerstin Thiele, la colombiana Yuri Alvear y la holandesa Edith Bosch. 2 de agosto de 2012 |
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