Johannesburgo.—
Rafael Nadal, con la bandera española pintada en sus mejillas, alzó
los brazos y gritó junto a Pau Gasol.
Eufóricos, ambos celebraban lo que habían venido a
ver hoy a Sudáfrica: con su título de esta noche en el Mundial,
España cerró el círculo de la nación deportiva perfecta.
Todos habían ganado, disciplinas de peso como el
baloncesto, tenis, Fórmula 1, motociclismo, atletismo, golf y un
largo etcétera ya habían alcanzado la cima con éxitos en sus mejores
escenarios y títulos mundiales.
Sólo faltaba el deporte más popular del país, el
juego que enloquece a la abrumadora mayoría de los españoles: el
fútbol.
Con el 1-0 sobre Holanda en la final de Sudáfrica
2010 el estallido de euforia cruzó de punta a punta todo un país
hambriento de éxito en el deporte que más ama. Así, España envió la
peor versión de su historia deportiva al baúl de la abuela, al
rincón más polvoriento, oscuro y alejado que exista en la península.
Ya no hay complejos, dijo esta semana a
dpa Vicente del
Bosque, el seleccionador que llevó a España a la cumbre tras la
estación intermedia de hace dos años con el título de la Eurocopa.
"Si buscara una razón lógica, no la encontraría. Si
salimos de lo puramente deportivo, España siempre fue un país que
parecía que no estaba en Europa, y afortunadamente hemos ido
entrando con toda normalidad. En fútbol, en tenis, en atletismo, en
ciclismo, en todos los deportes... Es una cosa natural de un país
que ha ido creciendo socialmente".
España
ofrece un panorama de éxitos deportivos difícilmente igualable por
ningún otro país.
Baloncesto? España es campeona del mundo. Tenis? El
mejor del planeta se llama Rafael Nadal. Fórmula 1? Fernando Alonso
es bicampeón mundial y, desde esta temporada, piloto de Ferrari.
La lista abruma, porque continúa con éxitos en
ciclismo, motociclismo, atletismo, balonmano, triatlón, gimnasia y
así hasta casi el infinito.
"Somos ciudadanos privilegiados de tener tantos
deportistas buenos. Y el fútbol arrastra a los demás deportes, hemos
estado tantos años despegados del éxito, que ya es hora. A la
familia del fútbol le toca triunfar y estar en primera plana".
Del Bosque puso el dedo en la llaga: España, una de
las naciones más apasionadas por el fútbol y escenario de una de las
Ligas más importantes del mundo, arrastraba hasta hace dos años una
historia negra de fracasos que se nutría de codazos, penales
fallados e incluso de "no goles", de tremendas ocasiones favorables
falladas.
Temblaba más la cabeza que el fútbol, aunque la
selección actual esté a años luz de distancia de la tosquedad basada
en la "furia" de los '70 y '80. Temblaban más las convicciones que
las piernas. Hasta que España y su deporte comenzaron a cambiar en
el verano (boreal) de 1992, cuando los Juegos Olímpicos de Barcelona
le demostraron a todo el país que no estaban obligados a seguir
siendo sumisamente perdedores.
País complejo si los hay, con separatismos de
importante presencia en regiones como el País Vasco y Cataluña,
España tenía históricamente una relación de amor-odio con su
selección y con los colores rojigualdos de sus símbolos nacionales.
En los años más aciagos la selección de fútbol sufrió incluso algo
peor que la burla: la indiferencia.
Entonces llegó la Eurocopa de Austria Suiza, con un
Luis Aragonés eje de todo tipo de críticas y desconfianzas. Le dio
igual, porque España batió a Alemania 1-0 en la final, clausuró 44
años sin títulos internacionales y, como dijo recientemente Del
Bosque a dpa, dejó de ver a los germanos como "hombres de otra
raza".
Adiós al recuerdo de la eliminación en la primera
fase de la Eurocopa 2004, adiós a la amargura por irse de Alemania
2006 en octavos, nada menos que ante la "enemiga" Francia, hoy
hundida mientras España está en la cima.
En esos dos años entre el éxito de Viena y el sueño
de superarlo en Johannesburgo, el Barcelona se convirtió en la
referencia del "fútbol-caviar" y se consolidó como base de una
selección española tan joven como experimentada. La felicidad de
Andrés Iniesta y las lágrimas de alegría de Iker Casillas eran hoy
la cara de una España, ganadora, la emoción de la nación deportiva
perfecta. (DPA).