"No
podría estar más orgulloso", había afirmado el seleccionador Ricki
Herbert, tras el apoteósico empate que sacó su equipo frente
Eslovaquia en el último minuto, puesto que aquello significaba el
primer punto de Nueva Zelanda en un Mundial. Así que imagínense lo
que diría ahora que volvió a igualar con Italia, la vigente campeona
del mundo, siendo los kiwis, por demás, el peor clasificado en el
ránking FIFA (78) de los 32 conjuntos que compiten en Sudáfrica.
Cabe reseñar, no obstante, que esta vez la sorpresa
no resultó tan sorprendente, pues Italia no es la misma de hace
cuatro años y ya en el país africano, precisamente hace un año,
apenas superó a su rival oceánico en un amistoso previo a la Copa
Confederaciones. Entonces la squadra transalpina venció 4-3, aunque
el conjunto de Herbert llegó a adelantarse tres veces con goles de
Killen y Smeltz.
De manera que fue justo Shane Smeltz quien abrió la
lata nuevamente en el estadio Mbombela de Nelspruit, donde la
defensa italiana volvió a saltar al césped algo adormilada y en otra
jugada a balón parado, muy similar a la del tanto en contra de
Paraguay, incurrió en el despiste. Cannavaro, descolocado, no
alcanzó a despejar y bajó el balón con el muslo que quedó mansito en
la hierba para que el delantero de los All Whites estampara el 1-0
más que de costumbre.
Pero las coincidencias nunca son casuales, por lo
que Italia casi repitió el mismo guión que frente a los guaraníes.
Sin noticias de Marchisio y con Criscito retraído, la azzurra se
dedicó esta vez a buscar el gol básicamente por la banda derecha,
donde Zambrotta algo impreciso, o bien llegaba tarde a los balones,
o bien centraba mal. Así y todo fue el propio lateral derecho quien
protagonizó la primera llegada clara con un tiro envenenado que se
marchó por muy poco fuera del arco de Paston, cinco minutos antes de
que Montolivo reventara otro disparo en uno de los postes.
Lanzada en pos del empate, Italia embotelló a los
kiwis en su propia área, aunque sin dar pie con bola para igualar.
De ahí que sin clarividencia ni efectividad, sacara a relucir otra
de sus armas fundamentales: la picardía. Aprovechando un rifi rafe
dentro del área neozelandesa el barbudo De Rossi se dejó caer con un
gesto teatral y el árbitro picó: penal. Penal y gol que convirtió un
Iaquinta muy serio y que De Rossi celebró como que el más.
Dirigiendo un gesto de complicidad a la grada como si tocase él
también una vuvuzela. Rozaba la media hora cuando cayó el 1-1 y en
los minutos restantes se diluyó el primer tiempo sin otra novedad.
No
le gustó, sin embargo, al DT Lippi lo que vio en el terreno y tan
pronto como empezó el complemento algo trató de cambiar,
sustituyendo a Pepe y Gilardino por Camoranesi y Di Natale. Y aún
introdujo luego a Pazzini por Marchisio, quien nunca apareció en
verdad.
Pero fue estéril. Aunque el equipo cobró más
mordiente nunca consiguió romper la igualdad, ora errando todas las
ocasiones que tuvo, ora exigiendo al guardameta Paston con alguna
que otra atajada digna de una postal.
Al final, Italia se complica como casi siempre en el
grupo F, y penando por la ausencia de Pirlo tendrá que jugarse el
ticket a octavos ante Eslovaquia, mientras Nueva Zelanda con la
moral por los cielos aún soñará con el milagro cuando se enfrente a
Paraguay.