Tras
casi tres jornadas disputadas, tal parece ser la dinámica de este
Mundial que cuando los partidos no cuajan en un agónico empate se
resuelven con una estreñida victoria como demuestra un dato rotundo:
Hasta el momento únicamente Sudcorea ha sido capaz de transformar
dos dianas.
En ese sentido, el choque entre Ghana y Serbia no fue tampoco la
excepción, al presentarse tan trabado como se esperaba, pero con más
expectativas de gol que el magro 1-0 con el que finalmente quedó
saldado. En él, las Estrellas Negras dinamitaron casi por azar el
muro defensivo de su adversario y lograron el primer triunfo
africano del Mundial ante un conjunto balcánico, que cada cuatro
años asiste a estos certámenes como un país diferente. Hasta 1998
fue Yugoslavia y en 2006 apareció como Serbia y Montenegro, antes de
figurar como Serbia "a secas" tras su última atomización.
El choque proponía además un duelo de banquillos entre dos
camaradas joviales como Radomir Antic y Milovan Rajevac, quien
sorprendió a propios y extraños al dejar en la banca ghanesa a dos
todoterrenos como Stephen Appiah y Sulley Muntari. Qué motivos tuvo
para ello es algo que se ignora completamente, aunque quizá
semejante decisión podría justificar muy bien su estampa. En
contraste con Antic, altivo y sereno hasta el instante del gol,
Rajevac, con una corbata que pareció recomendarle la suegra,
irrumpió en el partido con más aire de haber trasnochando en un bar
cercano que otra cosa. Pero nada que ver, pues en definitiva fue su
planteamiento táctico el que terminó imponiéndose frente al de sus
compatriotas.
Ambos elencos salieron en busca de la victoria sin especular
atrás y rápidamente Pantelic quiso sorprender con un disparo
relampagueante que se marchó fuera tras el saque inicial. Un intento
fallido, tras el cual se sucedieron las ráfagas de ocasiones en una
y otra área.
Poco a poco, sin embargo, fueron las Estrellas Negras las que
comenzaron a merodear más seguido en torno al arco rival. Aún sin la
voz de mando de su estelar figura Michael Essien (ausente del
certamen por una lesión no curada a tiempo), el combinado ghanés
explotó su potencia física ante la mayor envergadura (y por
consiguiente menor rapidez) de su contrario. Así terminó generando
mucho más peligro con varias contras de vértigo.
No obstante, ni siquiera esto parecía inclinar la balanza a su
favor por lo cual debió ser la propia Serbia la que colaborase en su
derrota, con dos fallas imperdonables que la condenaron a ejercer el
papel de siempre. Un equipo compacto que arriba a los torneos con
aspiraciones muy serias, pero que a la larga termina marchándose
tras una demostración exigua de lo que en realidad aglutina en su
arsenal.
De ahí que, tal como le ocurrió momentos antes a Argelia con la
pueril expulsión del delantero suplente Abdelkader Ghezzal, Lukovic
se ganó la cartulina roja al agenciarse su segunda amarilla al
minuto 73 en un claro agarrón a uno de los atacantes ghaneses. Pero
lo peor estaba aún por llegar, pues irónicamente Serbia comenzó a
funcionar mejor con diez jugadores en el campo que con 11 y el
remedio que sacó Antic de la reserva resultó a la postre peor que la
enfermedad.
Justo así, pudo ser Krasic el que estrenara el marcador, tras un
mortífero pase de Lazovic que Pantelic no remachó, pero su disparo a
bocajarro se topó en su trayectoria con el arquero Richard Kingson,
con lo cual este consiguió festejar su cumpleaños 32 manteniendo su
valla imbatida.
Acto seguido Kuzmanovic, que había entrado en el 62, despejó un
balón con la mano dentro de su área y el árbitro Héctor Baldassi
señaló correctamente el punto de penal. Asamoah Gyan no erró el
cobro ante Stojkovic, a pesar de su presunta alergia goleadora, y
aún tuvo tiempo para estrellar otro balón en el poste antes de
marcharse sustituido casi al final, entre los aplausos de los
simpatizantes ghaneses que colmaban la grada.
Serbia, muy atribulada, lamentó los insospechados resquicios de
una defensa demasiado generosa, mientras Ghana, sonriente, comenzaba
a soñar con la clasificación a octavos frente a Australia.