Risquet o las memorias del subsuelo

PEDRO DE LA HOZ

Yo también sufrí lo que Gloria M. León Rojas cuenta en la introducción a su libro Jorge Risquet: del solar a la Sierra (Ed. Ciencias Sociales), la renuencia de este a convertirse en protagonista de un relato, cuando en realidad se trata de un retrato de familia política y generación combativa. Al encontrármelo el primer día de la Feria, me dijo: "No le hagas caso a ese libro, escribe de otras cosas más importantes".

Sin embargo hay que hacerle caso al libro. Su autora, historiadora de profesión y que llegó al testimoniante estimulado por la tenacidad inigualable del ensayista italiano Piero Gleijeses, el más acucioso investigador de la contribución internacionalista cubana en África, y su compañera, la escultora japonesa Setsuko Ono, expone una razón de peso para considerar su empresa. "Pudiera parecer —explica— que la historia del movimiento revolucionario y comunista cubano está totalmente estudiada, y nada más lejos de la verdad. Vemos con tristeza y angustia cómo los protagonistas van desapareciendo sin escribir sus memorias, consideran que la Historia se hace y subestiman la importancia de escribirla, y son remisos a dar entrevistas por una disciplina, o autocensura, que muchas veces es autoimpuesta, tal vez como vestigio de las reglas del clandestinaje —y que aún hoy consideran inviolables— o, en muchos casos, por verdadera modestia".

Risquet es uno de los protagonistas esenciales de la vanguardia de los comunistas cubanos que creció política e ideológicamente entre los años cuarenta y cincuenta. Sus vivencias son insoslayables para la comprensión de las múltiples encrucijadas a las que se vio abocada esa generación. Y fue, como Blas, Lázaro, Marinello, Flavio, Carlos Rafael y otros muchos, uno de los que entendió tempranamente que a partir del Moncada la emancipación definitiva de la Patria transitaba por un nuevo tipo de liderazgo y de estrategia.

De todo ello se da fe en este libro, pero también del flagelo de la pobreza sobre familias humildes, de una voluntad de lucha, de amistades y peligros, de dolores y alegrías, de sentimientos y heridas. Es sencillamente conmovedor saber cómo un muchacho mestizo que padecía la exclusión social de los habitantes de los solares habaneros se abrió al conocimiento de nuestro continente mediante un libro de ensayos del chileno Volodia Teitelboim y soñaba con ser Pavel, el protagonista de La madre, de Gorki.

No cuento más. Los lectores descubrirán un tenso entramado de ascensos y luchas, la mayor parte bajo el manto de la clandestinidad dentro y fuera de Cuba. Solo diré que comparto un juicio de Gleijeses sobre la autora escrito en el prólogo: "Ella ha logrado captar al hombre en su multifacética complejidad y a través de él iluminar todo un periodo histórico".

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